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La Convencion, que no pudo ni debió opo- | no de los vecinos de aquellos, en realidad janerse á un voto tan irresistible y repetido con cobinos todos, que miraban con ojeriza á la tan diversas formas, renovó todas las juntas de antigua nobleza. seguridad general, de hacienda, guerra, legislacion, etc., conservando únicamente la de salvacion pública, abrumada con una infinidad de negocios, porque aun no era bastante sospechosa para que se atreviesen á deponer irracionalmente á todos sus miembros. Deforgues reemplazó á Lebrun en el ministerio de Relaciones esteriores, y Destournelles á Claviere en el de Hacienda. Se desechó el proyecto de constitucion presentado por Condorcet, segun el sistema de los girondinos, y la junta de salvacion pública hubo de formalizar otro en el término de ocho dias, para cuyo desempeño se le agregaron otros cinco vocales. La misma junta recibió órden de idear el método mas adecuado para realizar el empréstito forzoso, y disponer un proyecto de organizacion para el ejército revolucionario.

Los jacobinos componian la sociedad principal y la única reconocida por el gobierno. Habia practicado siempre los principios é intereses de la autoridad, declarándose con ella misma tambien contra los hebertistas y los dantonistas. La junta de salvacion pública apeteciera que se le embebiesen todas las demas, concentrando en su regazo el poderío de la opinion, como ella se habia apropiado el poderío entero del gobierno. Este anhelo halagaba indeciblemente la ambicion de los jacobinos, y echaron el resto para verificarlo. Desde que las juntas de secciones quedaron reducidas á dos por semana, para que el pueblo pudiera acudir y hacer triunfar las propuestas revolucionarias, las secciones se habian trasformado en sociedades populares, cuyo número era crecidísimo en París, pues las habia dos y tres por Despues del suplicio del general Custine en seccion. Ya hemos referido las quejas que oca1793, la fiereza de los jacobinos no tuvo limi- sionaba, pues se decia que los aristocratas, estes, y asi es que se renovó la orden de activar to es, los escribientes y pasantes de procurala causa de Maria Antonieta. Preséntase á la dores, mal hallados con la requisicion, los sirConvencion el acta de acusacion contra los gi- vientes antiguos de la nobleza, y en fin cuanrondinos, tantas veces solicitada y nunca es- tos tenian algun motivo para contrastar el tendida; el autor de este documento, admitido sistema revolucionario, se juntaban en estas por la comision á instancia de los jacobinos, sociedades y espresahan la oposicion, que no era Saint-Just dirigido contra veinte y dos y los se atrevian å manifestar en los jacobinos y en vocales de la comision de los Doce, y ademas las secciones. El número crecido de estas sotambien contra setenta y tres miembros, que ciedades secundarias imposibilitaba su celadespues de la victoria de la Montaña enmude- duría, vertiéndose alli á veces opiniones que cieron y habian estendido una representacion no se hubieran atrevido á dar á luz en otras muy conocida contra los sucesos del 34 de partes. Habíase propuesto su abolicion, y no temayo. Algunos frenéticos querian la acusa- niendo derecho los jacobinos para deliberarla, cion, esto es, la muerte, contra los veinte y el gobierno no hubiera podido pasar á ejecudos, los doce y los setenta y tres; mas Robes- tarla sin visos de atropellar la libertad de junpierre se opuso proponiendo un término me- tarse y de deliberar en comun; libertad tan dio, que consistia en entregar al tribunal re- decantada entonces, y considerada como no volucionario á los veinte y dos y á los doce, debiendo tener limite. A propuesta de Collot, poniendo presos á los setenta y tres. Se hizo acordaron los jacobinos que ya no recibieran todo lo que él quiso: no se les permitió entrar diputaciones de parte de las sociedades planen la sala, prendieron á los setenta y tres, y teadas en París desde el 10 de agosto, cesanse mandó á Fouquier-Tinville que se encargado desde entonces su correspondencia. En ra de los desgraciados girondinos. De este mo- cuanto á las anteriores á aquella fecha, y que do la Convencion, cada dia mas débil, se dejó seguian con su correspondencia, se acordó que arrancar la sentencia de muerte contra algu-se diese un informe de cada una para escudrinos de sus propios individuos: bien es verdad que tampoco podia dilatarlo, porque los jacobinos habian hecho cinco ó seis instancias á cual mas apremiantes para alcanzar estos últimos decretos.

ñar si debian ó no conservar esta regalia. La providencia iba particularmente asestada contra los franciscanos, ya mal heridos en sus caudillos Rousin, Vincent y Hebert, y mirados luego como sospechosos. Asi es que todas las sociedades subalternas quedaban tiznadas con esta declaracion, y los franciscanos iban á pasar por el crisol de un informe.

Ya en 1794 abolidos los ministerios y sustituidos por doce comisiones, las juntas revolucionarias, segun su instituto, debian estar asignadas á un concejo ó seccion de él: los El resultado que se esperaba de esta proviconcejos rurales eran muchos y poco numero-dencia no fué tardio, pues todas aquellas sociesos, y las juntas escesivas y sus funciones casi dades, ó despavoridas ó avisadas, acudieron una nulas; por lo cual se suprimieron las juntas re- tras otra á la Convencion y á los jacobinos para volucionarias de los concejos conservando tan manifestar su disolucion voluntaria. Todas se solo las llamadas de distrito. Este ardid hizo exhalaban en parabienes á la Convencion y á que se reconcentrase mas la policía, que des- los jacobinos, y declaraban que, reunidas arrollase mayor actividad y que llegase á ma- por el interés público, venian á separarse vo

las delaciones y trasladarlas reservadamente á la de salvacion pública. Con este arbitrio las delaciones fueron menos incómodas y ruidosas, y al desconcierto alborotador iba ya sucediendo el arreglo de las formas administrativas.

luntariamente, puesto que se habia conceptua- | agentes escogidos por el gobierno. Por consido cuan perjudiciales eran sus reuniones à la guiente propuso é hizo plantear en el recinto causa misma que anhelaban servir. Desde de la sociedad una junta encargada de recibir aquel punto, no quedó ya en Paris mas que la sociedad madre de los jacobinos y sus ahijadas en las provincias. Permanecia aun en verdad la de los franciscanos junto á su competidora. Planteada alli por Danton, desagradecida con su fundador, y desalada despues tras Hebert, Rousin y Vincent, habia á ratos desasosegado Ya en 4794 Robespierre, que por su cruelal gobierno y competido con los jacobinos; dad iba concitándose grandes enemistades, se juntábanse todavía las astillas de los escritorios vió obligado á delatar á un tal Magenthies en de Vincent y del ejército revolucionario, y no los jacobinos como un aristocrata pagado por pudiendo disolverla, se dió el competente in- los estrangeros para desconceptuar las creenforme. Quedó reconocido que hacia algun tiem- cias adoptadas por la Convencion, haciéndole po escaseaba su correspondencia con los jaco-entregar al tribunal revolucionario. Los indibinos. y que por consiguiente era por demas el conservársela. Se propuso con este motivo el escudriñar si cuadraba mas de una sociedad popular á París, y aun se llegó á decir que convenia establecer un solo centro de opinion, vinculándolo en los jacobinos. La sociedad, en cuanto a estas proposiciones, pasó al órden del dia, y ni siquiera acordó si se les concederia la correspondencia á los franciscanos. Pero á esta reunion, antes decantada, le llegó su plazo; abandonada absolutamente, no hacia bulto, y quedaron los jacobinos, con el séquito de sus sociedades ahijadas, únicos dueños y árbitros de la opinion.

viduos de la junta de salvacion pública apetecian hacer la paz con su temible compañero, mas se habia hecho tan absoluto que era imposible entenderse con él. El primer arranque contra éste tuvo lugar el 3 de termidor en los jacobinos. Entre los paniaguados de Robespierre, figuraba uno llamado Sijas, agregado á la comision del movimiento de los ejércitos. Contra esta comision habia mucha ojeriza, y Sijas entré quejándose del sigilo en que se encerraba el comandante de la comision, Pyle; y todas las reconvenciones anteriormente sofocadas, refluyeron sobre aquel gefe de la comision, y Sijas entretanto afirmaba no quedar Despues de haber concentrado la opinion otro arbitrio sino de delatar á Pyle ante la Conmisma se trató de sistematizar su espresion y vencion. Otro jacobino lo hizo con uno de los de hacerla menos estruendosa é incómoda pa- agentes de la junta de seguridad general, y ra el gobierno. Una fiscalía incesante y la de- Couthon manifestó entonces que era menester lacion de los empleados, generales, magistra- cavar mas hondo y dirigir á la Convencion nados, administradores y diputados, habia cons-cional una esposicion sobre las tramas que tituido hasta entonces el ejercicio principal de amagaban de nuevo á la libertad: adoptada en los jacobinos. Aquel frenesi de perseguir y seguida la propuesta del orador, redactose la acosar á toda hora á los agentes de la autori- proposicion, quedó aprobada el 5 y presentada dad, habia esperimentado sus inconvenientes el 7 del mismo termidor. Escusado es decir y al par sus ventajas, mientras cabian dudas que el lenguaje de dicha peticion era cual acerca de su eficacia y de sus opiniones; mas siempre, reverente en apariencia, pero despóluego que la junta se habia apoderado recien- tico en el fondo: decia que los jacobinos iban temente de la autoridad, y que celaba á sus á depositar en el regazo de la Convencion las agentes con desvelo, los iba entresacando de zozobras del pueblo; repetia las declamaciolos mas revolucionarios, y no podia ya otorgar nes trilladas contra estrangeros y cómplices, á los jacobinos aquel ensanche de sus acos- contra el sistema de blandura, contra los retumbradas sospechas y el prurito de atormen- celos esparcidos de intento para desunir á la tar á los empleados, ya generalmente muy ce- representacion nacional, contra los conatos efilados y selectos. Era ademas un peligro para caces para ridiculizar el culto de Dios, etc. el Estado: con motivo de los generales Charbon- No contenia proposiciones terminantes, diciennier y Dagobert, calumniados entrambos, mien- do solo en generalidades: «Hareis temblar á tras el uno alcanzaba ventajas contra los aus- los traidores, á los malvados y á los conspiratriacos, y el otro esperaba en la Cerdeña que-dores; dejareis tranquilo al hombre de bien; brantado de años y de heridas, Collot d'Her- mantendreis la concordia que constituye la forbois se quejó en los jacobinos de este modo taleza; conservareis en toda su pureza aquel indiscreto de atropellar á los generales y á los culto sublime, del que todo ciudadano es miempleados en todos ramos. Segun la práctica nistro y la virtud su único ejercicio, y el puede acriminarlo todo á los difuntos, achacó este blo confiado en vosotros cifrará su deber y su frenesí de delacion á los resíduos de la fac-gloria en obedecer y defender hasta la muercion de Hebert, y amonestó á los jacobinos te á sus representantes.» Todo lo cual era depara que no tolerasen estas delaciones públi- cir á las clases: «Haced cuanto os diga Robescas, que defraudaban, decia, un tiempo precio- pierre, porque de otro modo no sereis respetaso á la sociedad, y que desconceptuaban los dos ni defendidos.» El dia siguiente, 8 termi

dor, se resolvió Robespierre à pronunciar un discurso en la Convencion, y lo hizo para defenderse de todos los ataques que recibia por parte de la opinion pública. Empezó y concluyó su discurso con silencio; hubo cuestion sobre si debia ó no imprimirse; por último, llegó á ser una sesion tumultuosa, y despues de haber acordado la Convencion que se imprimiera, revoca su acuerdo, sentenciando que el discurso de Robespierre en vez de imprimirse se remitiera á las juntas. Esta sesion fué realmente un acontecimiento muy peregrino, pues todos los diputados, muy dociles por hábito, se habian repuesto, y Robespierre, que nunca tuvo mas que quijotismo y no valor, quedó atónito y sumergido en el despecho y abatimiento; necesitaba cobrar aliento, y para ello corrió á sus jacobinos; estos lo esperaban, sabedores ya del suceso. Llega, cólmanle de aplausos, exigese la lectura del discurso, la que tiene lugar en medio de aplausos é interrupciones lisongeras. Couthon quiere que se arrojen al punto cuantos diputados han votado contra Robespierre: adóptase la proposicion en medio de un alboroto espantoso: Collot d'Herbois quiere hacer algunas observaciones, pero le confunden con rechifla y lo lanzan de la tribuna, como tambien á todos los diputados presentes, señalados por Couthon, y algunos de ellos apaleados. Hallábase la sociedad aquel dia reforzada con todos los hombres aviesos que, en los trances de turbulencia se entrometian sin tarjeta ó con alguna contraseña supuesta. El agente nacional Payan, que era sugeto ejecutivo, proponia una tentativa arrojada. Queria que se fuese inmediatamente á alianzar á todos los conspiradores, y era muy factible, porque se hallaban en aquel punto reunidos en las juntas á que pertenecian. Quedaba asi zanjada la lid sin refriega y por un golpe de mano. Opúsose Robespierre, pues no gustaba de impulsos ejecutivos, y conceptuaba que se debian seguir los pasos del 31 de mayo. Habíase estendido una peticion solemne, y él tenia compuesto un discurso. Saint Just, recien llegado del ejército, debia dar un informe la madrugada siguiente; Robespierre mismo hablaria de nuevo, y si no lograba el intento, los magistrados del pueblo reunidos entretanto en el concejo, al arrimo de las armas de las secciones, declararian que el pueblo habia recobrado su soberanía, y acudirian á libertar la Convencion de los desalmados que la descarriaban. De este modo estaba ya el plan delineado con los anteriores; se separaron apalabrándose para el dia siguiente, Robespierre en la Convencion, los jacobinos en su palestra, los magistrados municipales en el concejo, y Henriot al frente de las secciones. Contábase ademas con los jóvenes de la Escuela de Marte, cuyo comandante Labreteche, estaba absolutamente rendido á la causa del concejo.

Esta fué la jornada del 8 termidor, la pos

trera de la tiranía horrorosa que estaba desangrando la Francia. Sin embargo, aquel mismo dia no cesó de trabajar la pavorosa máquina revolucionaria.

A principios de octubre se informaba cada dia á la Convencion de tamañas ocurrencias, y declamábase contra los individuos de las antiguas juntas, como incitadores del desórden. La alborotada sociedad electoral estremo la tolerancia de la junta por medio de una esposicion trastornadora. Juntáronse en su recinto los hombres mas comprometidos que tramaban las maquinaciones mas arrojadas. Una diputacion suya pidió que la eleccion de los magistrados municipales compitiese de nuevo al pueblo; que se reorganizara el ayuntamiento de París, depuesto desde el 9 termidor, y que en fin se celebrasen dos sesiones en vez de una por década. Levantáronse á esta última peticion un sin número de diputados, quejándose amargamente, y pidiendo que se tomasen providencias contra los vocales de las antiguas juntas á quienes se atribuia el desórden Legendre, à pesar de que desaprobara el primer asalto de Lecointre contra Billaud-Varennes, Collot d'Herbois y Barrere, dijo que era fuerza internarse en origen mas recóndito; que el manantial ponzoñoso brotaba de las antiguas juntas de gobierno, cuyos individuos abusaban de la condescendencia de la asamblea, y que se hacia indispensable castigar su pasada tiranía para atajar su reproduccion. Esta discusion dió márgen á mayor alboroto que la anterior. Tras largos y mútuos cargos y recargos, no viendo la asamblea mas que cuestiones trastornadoras, acordó por segunda vez que se pasase al órden del dia. Propusiéronse sucesivamente distintos arbitrios para enfrenar los desbarros de las sociedades populares y los abusos del derecho de peticion. Pensóse en añadir al informe de Lindet una esposicion dirigida al pueblo francés, en que se espresasen con despejo y brio los dictámenes de la asamblea y el nuevo rumbo que estaba en ánimo de emprender. Adoptóse este pensamiento, pero el diputado Richart, procedente del ejército, sostuvo que no era suficiente; que se hacia indispensable gobernar ejecutivamente, que de nada servirian las esposiciones, en razon de que no enmudecerian con ellas los demandantes, y que por último no debia permitirse que resonasen á las puertas de la asamblea alaridos tales que, voceándose por las calles, darian márgen á prender á cualquier individuo. «Ya es tiempo, dijo Bourdon (del Oise) de dirigiros utilísimas verdades. ¿Por qué alcanzan victorias nuestros ejércitos? ¿Por qué observan la mas esmerada disciplina? Esmerȧos en plantear en el estado una escelente policía, y seguiráse á ella el mejor gobierno. ¿Sabeis de qué proceden las descargas que os disparan? del abuso mismo de la democracia. Complácense en decir que nunca constituireis un gobierno sólido que avasalle á la anarquia.

¿Será posible que no acierte á gobernarse esta nacion constantemente victoriosa? ¿Será posible que la asamblea, habiendo salvado la revolución, no sepa regirla? No, no; desengañemos á nuestros enemigos; intentan destruirnos por medio del abuso de las sociedades populares y del derecho de peticion, y este abuso es lo que ante todo nos es fuerza reprimir.»>

Propusiéronse diversos medios para contener á las sociedades populares sin destruirlas. Pelet, para quitar á los jacobinos el apoyo de muchos diputados montañeses consocios suyos, y principalmente para volcar á BillaudVarennes, Collot d'Herbois y otros caudillos peligrosos, propuso prohibir á todos los miembros de la Convencion el que lo fuesen de sociedades populares. Adoptóse esta proposicion, pero clamaron contra ella los de la Montaña; decian que era un derecho para todo ciudadano poder juntarse para ilustrar los asuntos de interés público; que tal derecho era tan propio de todo diputado como de cualquiera otro individuo de la nacion, y que de consiguiente era el decreto adoptado una violacion de aquel derecho inconcuso. Anulóse el decreto. Dubois-Crancé hizo entonces otra propuesta: refiriendo el método de los jacobiuos para su acrisolamiento, demostró que esta sociedad contaba aun por miembros á los mismos individuos que la descarriaran durante el terrorismo. Probó que tenia derecho la Convencion para acrisolarla de nuevo por medio de comisarios, como lo estaba practicando con las sociedades de los departamentos; propuso de consiguiente remitir la cuestion á las competentes juntas para que ideasen otra nueva purificacion, como así mismo un plan por cuyo medio se sacase provecho de las instituciones populares. Aceptóse igualmente esta nueva proposicion.

se trajesen las listas. «Las sociedades populares, esclamó Giot, acérrimo jacobino, empleado en el ejército, á nadie deben dar cuenta de sí mismas, de otro modo la córte vil hubiera purificado la de los jacobinos, y hubiéranse visto deshonrados estos sitiales con la presencia de los Jancourt y de los fuidenses. Ahora bien, aquella córte, sin embargo de que nada respetaba, no osó atacaros; y lo que ella no hiciera ¿emprenderíase acaso cuando han jurade los jacobinos guerra de esterminio á los tiranos y eterno acatamiento para con la Convencion? Acabo de llegar de las provincias y puedo aseguraros cuan perseguidas están las sociedades populares; han llegado á llamarme malvado solo por que á mi comision iba con el dictado de jacobino. Decíanme que pertenecia á una sociedad compuesta solo de foragidos. Conspírase mudamente para alejar de vuestro recinto á las demas sociedades de república: por dichoso me tengo de haber atajado la desavenencia estrechando los lazos de hermandad que os unen con la sociedad de Bayona, calumniada aqui mismo por Robespierre. Lo que digo de un distrito debe entenderse de los demas, donde se reproducen tales hechos. Sed prudentes, adorad nuestros principios y la Convencion, y no reconozcais en nadie el derecho de juzgaros.» Palmotearon los jacobinos á este discurso y acordaron que no presentarian su lista á la Convencion, y que aguardarian sus órdenes.

Presentóse el 25 vendimiario (46 de ortubre); era su objeto destruir la coalicion que formaban en Francia todas las sociedades jacobinicas. Unidas estas á la sociedad madre, rendidas y oficiosas con la misma, constituian un crecidisimo bando sabiamente organizado, sin faltarle direccion ni centro. Prohibia el decreto toda filiacion y confederacion, como asimismo Tal decreto, sin embargo, escitó ciertos ru- toda correspondencia entablada en nombre comores contra las jacobinos. Decian que Dubois- lectivo entre dos sociedades. Prohibia igualCrance habia engañado á la Convencion; que mente que se hiciese peticion ó esposicion alguse habia ejecutado con escrupulosidad el acri- na en nombre de corporaciones, cortando aquesolamiento, no debiéndose por lo mismo reno- llos altivos manifiestos, órdenes al parecer, que var; que todos eran dignos de ser individuos venian á leer en la asamblea los enviados de los de aquella esclarecida sociedad que tantos ser- jacobinos ó de la sociedad electoral. Toda esvicios franqueara á la patria, y que, por últi-posicion ó peticion debia, por consiguiente, ir mo, no temian de ningun modo el escrutinio; firmada por los individuos que la hiciesen. Desantes bien lo solicitaban de la misma Conven- pejábase con esto campo para perseguir á los cion. Acordose por consiguiente, que se reim-autores de arriesgadas proposiciones, á mas de primiera la lista de los individuos, y que por que era de esperar que las reflexionasen detemedio de una diputacion se presentase á la sala. nidamente antes de firmarlas. Fuera de esto Al dia siguiente, 43 vendimiario (4 de octubre), debíanse remitir las listas de cada sociedad mostráronse mas discolos, diciendo que era para fijarlas en los puntos de reunion. No bien inconsiderada la decision de la víspera; que re- se hubo leido este decreto en la asamblea, cuanmitir las listas á la asamblea era reconocer en do declamaron contra él muchisimos. «Inténella un derecho de purificacion que á nadie tase, decian los montañeses, destruir las sociecompetia, que como tuviesen todos los ciu-dades populares, olvidando que han salvado dadanos derecho de juntarse sin armas para conferenciar acerca del interés público, nadie podia ser declarado indigno de pertenecer á ninguna sociedad, siendo de consiguiente indebido el acrisolamiento é inconducente el que

la revolucion y la libertad, que son el mas poderoso medio para reunir los ciudadanos conservando su pujanza y patriotismo; atropellase, prohibiendo su correspondencia, un derecho esencial de todo ciudadano, tan sagrado como

el de reunirse pacíficamente para ilustrar las | belgas, á los pueblos del Rhin una revolucion cuestiones de interés público.» No eran única-pacifica, una república sin doble representamente Lejeune, Duhem y Crassous, jacobinos cion, sin juntas revolucionarias, teñidas con todos, quienes asi se expresaban; hasta el di- sangre de los ciudadanos. Decid á los belgas y putado Thibaudeau, entrañable republicano, ni á los pueblos del Rhin: ¿deseabais una libertad montañés, ni termidoriano, parecia temer en á medias? Ahí la teneis entera, desnuda empegran manera las consecuencias del decreto, y ro de los desastres que la acompañan en su cupedia que se retirase, puesto que propendia al na, de los sangrientos crisoles por los que heesterminio de las sociedades. «No se intenta mos pasado. Sepase que para indisponeros con destruirlas, respondian los termidorianos, solo vuestros vecinos, se les dice que no teneis goqueremos coordinarlas en invariable sistema.» bierno, y que nadie acierta a deslindar si se En medio del alboroto esclamó Merlin (de Thion- | cifra en la Convencion ó en los jacobinos. Sea, ville): «Presidente, llamad al órden á los preo- pues, uno el gobierno, y mereciendo vuestros pinantes; afirman que queremos volcar las so- principios universal aprecio, ningun pueblo ciedades, cuando se intenta solo entonarlas.» aborrecerá la libertad.» Rewbell, Bentabolle y Thuriot prueban que no Duhem, Crassous y Clausel pretenden al se trata de supresion alguna. «Prohibeseles menos que se señale otro dia para la discusion acaso, decian, juntarse pacificamente y sin ar- del decreto, diciendo ser de sobrada entidad mas para tratar de los intereses públicos? No, para tratarlo de repente, y piden todos á un intacto les queda este derecho. Védaseles úni- tiempo la palabra. Merlin (de Thionville) la picamente afiliarse y hermanarse, lo que se les de asimismo con su denuedo característico asi ha prohibido tambien á las autoridades depar- para la tribuna como para el campo de batalla. tamentales. Por decreto del 44, que constituye Concédesela al punto el presidente. Hablan el gobierno revolucionario, no pueden aquellas luego Dubarran, Levasseur y Romme contra el andar relacionadas entre sí.... ¿Y les será dado decreto, y Thuriot en su favor. Sube por últiesto á las sociedades populares? Prohíbeseles to- ma vez Merlin á la tribuna: «Ciudadanos, dice, da correspondencia en nombre colectivo, sin cuando tuvo que plantearse la república, sin atropellar derecho alguno: sin duda puede cual- titubear lo practicasteis; trataré, por decirlo quier ciudadano cartearse con quien guste. ¿Lo asi, hoy dia de constituirla nuevamente salvánhará, empero, por medio de presidente y secre- dola de las sociedades populares coligadas contarios? esta correspondencia de oficio es lo úni- tra ella. No hay que arredrarnos al asomar á esa co que puede y debe atajarse para destruir un cueva cuajada de cadáveres y sangre en térmifederalismo mas monstruoso y espuesto, si ca- nos de atajar el paso; desterremos de su recinbe, que el de los departamentos. A esas filiacio-to á los malvados y asesinos, dejando en plenes y correspondencias deben los jacobinos su influjo en el gobierno, apropiándose facultades competentes tan solo á la representacion nacional.» Bourdon (del Oise) uno de los principales miembros de la junta de seguridad general, y que, si bien termidoriano, forcejaba contra sus mismos amigos, esclama: «Las sociedades Merece aplauso Merlin, y se vota el decreto populares no son el pueblo; únicamente veo yo sobre la marcha. Era este el primer golpe dado à éste en las juntas primarias: aquellas son á aquella célebre sociedad, a cuya voz temblauna coleccion de individuos que unos á otros ra hasta este dia la Convencion, dócil á sus dese escogen á guisa de frailes, y que han llega seos. No tanto eran las disposiciones del decredo á formar una aristocracia esclusiva y per- to, obvio de sortear, como el valor de sanciomanente llamada pueblo, colocándose junto á narlo, lo que les pronosticaba á los jacobinos la representacion nacional para influirla, mo- su próxima disolucion. Reunidos por la tarde dificarla ó impugnarla. Al lado de la Conven- en su salon glosan el decreto y su admision. cion, veo ya otra representacion en los jacobi- Quéjase de no haber logrado proteccion el renos.» Interrumpen al orador infinitos aplausos, presentante Lejeune, que tan denodadamente y prosigue: «No me fuerza la pasion para ha- se opusiera por la mañana á su adopcion, y blar, ni deseo mas que la unidad y la paz; di- llega á afirmar que han sido poquísimos los ríale al pueblo: escoge entre los que has non- miembros que han tomado la voz en defensa de brado para representarte y los que se arrogan la sociedad á que pertenecen. «Algunos vocaesta facultad; escoge, como sea una sola tu re- les de la Convención, dijo, célebres por su papresentacion. Interrumpenle nuevos aplau- triótico denuedo, han guardado hoy deshonroso sos. «Si, esclama, escoja el pueblo entre la silencio. O son reos de la tiranía que se les taConvencion y los que han deseado proscribir á cha, ó se han afanado en pro del bien procolos representantes; entre estos y los que, uni-munal: en el primer caso, deben ser castigados, dos al ayuntamiento de Paris, intentaban unos y en el segundo, les es fuerza seguir desvelameses atrás asesinar la libertad. Ciudadanos, dos, defender los derechos del pueblo, ya que ¿quereis una paz gloriosa? ¿Deseais abarcar los han sabido labrar el triunfo de los defensores antiguos confines de la Galia? Ofreced á los de la patria. Unos dos meses hace, defendian

no dominio á los buenos ciudadanos, á fiù de que á sus anchuras acuerden lo mas acertado, en vista de los grandes intereses de la patria. Pido que se sancione este decreto que salva á la república, al par del que la creo; esto es, sin que medie suspension alguna.»>

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