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Cacique) como que lo quiero entender; pero el hombre á quien no le tira la sangre... merecia...!

El Cura, que no habia observado la parte muda de la escena, aunque acostumbrado á los ex-abruptos del Andaluz, estaba sin saber por donde 6 como habia la conversacion tomado tan extraño rumbo. Si lo dice por mi el Señor D". N., dixo á este tiempo el Cacique, se engaña mucho, por cierto. Verdad es que mi nacion tiene mas motivos para odiar á España que otra ninguna. Pero Dios me libre de alegrarme del mal ageno, y mucho menos del que no me ha de producir bien alguno. Y cómo no repliqué yo, ya que volvemos á la disputa. Si la Revolucion de Francia hubiera producido otra semejante en España, como se intentó por Picornel en Madrid; ó si ya que no quisieron los Españoles aprovecharse y aprender de ella lo que tenia de bueno, ahora caen atados de pies y manos en las de Napoleon, la América Española siempre saldria gananciosa, y los Indios se verian en posesión de los derechos que los paysanos del Señor les tienen usurpados.-Señor Cura, dixo el Andaluz, ya mas que medio atufado, quando querrá Dios que acabe Vsted de reducir á verdadero conocimiento á sn sobrino, para que no nos mate con esos derechos con que nos corcoba el alma mé dia dozena de veces al dia! Oné habla Vsted de derechos? Cristiano! (volviendose á mí.) Aqui no hay mas derecho ni tuerto, sino que Vsted, y el Señor Cacique, y todos los habitantes de las Indias son súbditos de la España; porque la España conquistó estas tierras con su sangre. . . . ¿Y la nuestra no clama al Cielo contra los conquistadores? le interrumpió el Cacique. Con que porque los Españoles tenian mejores armas y mas medios de destrozar á los infelices Indios del tiempo de Atahualpa y Motezuma, nosotros hemos de estar contentos con nuestra esclavitud, y hemos de amar á los des

cendientes de nuestros conquistadores, que nos tienen en mas ignorancia y degradacion que nuestros antiguos monarcas, y con tanta mas culpa de los que así nos tratan quanto tienen mas ilustracion que aquellos! Por mí, repito, que no deseo males á España; pero el dia que venga la noticia de que está hecha departamento de Francia no espere Vited que yo llore.-Yo si lloraria, y mucho: (dixo el Senor Cura, separando al Andaluz con la nano que se venia al medio del círculo, y habia preparando su argumento con una patada en el suelo.) Lloraria con lagrimas de sangre semejante desgracia de España, de la Europa y de la América misma. Vstedes, cada qual, llevan las cosas tan al extremo que casi nunca se les puede conceder la razon á pesar de que en un principio todos la tienen. Por lo que hace á mi sobrino y á esa inclinacion que aun no ha acabado de vencer á los principios de la Revolucion, unos pocos de años y experiencia le pondran en lo justo. Pero si huviera de creerme, ó si mi autoridad valiese algo por sí, cosa que no pretendo jamas, no desearia que la Revolucion de Francia hubiese producido otra semejante en España, ni quisiera ver sus principios propagados en América. De la moderacion del Señor Cacique estoy seguro que no siente á la letra lo que acerca de España le ha hecho Vsted decir provocado; y sé mui bien quanto es su odio natural á los Franceses para estar cierto de que le doleria como á mí, que las usurpaciones de Napoleon se extendiesen á España.-Pero perdone Vsted, Señor Tio, interrumpí yo. Que Vsted tenga compasion de España, por un efecto de esa benevolencia universal que dos amamos en Vsted, no me admira; pero, no puedo entender cómo la conquista 6 usurpacion de España seria una desgracia de la Europa y la América misma. -No es dificil de entender, contextó el Señor Cura, respecto de Europa, ni es menester

mui profunda reflexîon para convencerse de lo mismo respecto á estos payses. Lo que se requiere es ingenuidad, y un ánimo desapasionado.

En el discurso de solos veinte años ha emprendido la Francia dos proyectos igualmente monstruosos aunque opuestos entre sí no menos que la noche y el dia. El primero, trastornar al mundo entero con mas furor y fanatismo que los Arabes, llevando en una mano la espada y en la otra la declaracion de los derechos del hombre, con el objeto de sembrar al universo de Repúblicas puramente democráticas. El segundo, que se está siguiendo en el dia, es el de reducir directa, ó indirectamente á una sola monarquia despótica á la Europa entera. Ambos planes han tenido á la América Española por apéndice. Dificil seria calcular al pronto qual de estos dos planes monstruosos deben las demas naciones tratar de atajar con mayor empeño. Si hubiera de dar mi opinion por lo que al ocurre, diria pronto me que el plan de la monarquia universal, ó de un imperio que, teniendo el centro en Francia, se extendiese por toda Europa, convirtiendo á las demas naciones en partes integrantes suyas, ó teniendolas á su mando baxo reyes de hechura del Emperador de Francia, y tan esclavos como los que reynaban baxo los Romanos; debe causar mas temores que el anterior de destruir todas las monarquias y poner en su lugar repúblicas. La proposicion parece una paradoxa, y tanto mas de extrañar en mí quanto Vstedes saben que considero las repúblicas democráticas como el peor de los gobiernos posibles. Pero mi proposicion se funda sobre los mismos principios que me hacen aborrecer las repúblicas. Yo las considero como gobiernos que, mediante una combinacion de circunstancias, casi imposible de verificarse en los pueblos modernos, especialmente de Europa, pudieron producir cierto espíritu en Grecia, que nos admira en los

libros; pero que se hallaba mezclado con infinitos males que debian extinguirlo, y lo extinguieron en efecto. Roma, es un fenómeno singular, producido no por lo que tenía de república, sino por su plan militar y por el systema de conquista que las circunstancias le dieron. La República Romana no podia exîstir sino entretanto que conquistaba al mundo: al punto que no tubo que destruir; se destruyó á sí misma.-Mi conclusion sobre esta materia, es que el gobierno puro republicano no puede durar mucho en ningun pueblo: que puede darar mui poco en una nacion numerosa: y que solo puede ser una combustion momentánea en las naciones modernas Europeas.

De dos males, uno que á manera de tempestad violenta, truena, destroza y pasa; otro que como enfermedad pestilente, penetra y corrompe la raiz de la vida, el segundo es el que mas me atemoriza. Asi me sucede con los dos planes políticos de Francia. Quando en el delirio de su república publicó aquella Cruzada de libertad filosófica, que atemorizó á todos los gobiernos; el mal que amenazaba, aunque grande en extremo, debia ser pasagero. Si se hubiera verificado, sus efectos serian semejantes á los que tubo en Francia-una guerra de los que tenian poco ó nada contra los que tenian mucho-un saqueo general de Europa, no solo de riquezas, sino de honores, y poder, como en Francia. Pero éste es un mal que por su naturaleza, no puede durar. El motin se dispersa por necesidad y cansancio: los que todo fo han perdido gimen en desconsuelo: los que se han enriquecido por él se esfuerzan á restablecer la calma; y los que han conservado algo se agregan á los nuevos poderosos, temiendo que otra revolucion los prive de lo que les ha quedado. Este hubiera sido el resultado final del fanatismo republicano.

Paro las conseqüencias del plan Napoleónico

serian de mas duracion, y mas radicalmente funestas. La poca duracion de las repúblicas nace de que los hombres son inclinados por naturaleza á la indolencia y reposo, cosa mui contraria á la agitacion perpétua de que pende la vida de una república. La masa de los pueblos es tan inclinada al estupor y sueño del despotismo, como los salvages á la embriagucz que causan los licores. Una vez adquirido este vicio es casi imposible desarraygarlo, á no ser que se combinen circunstancias extraordinarias. Se necesitan mas pruebas de esta verdad que una ojeada á la historia del Mundo? ¿No ha estado su faz cubierta de pueblos esclavos desde que hay memoria de su existencia? ¿No se ven los gobiernos limitados como una especie de rareza, un prodigio fuera del órden comun y general: Pues quando la comunicacion y civilizacion general de los pueblos, empezaba á hacer brotar esta libertad sin desorden; quando el pueblo Ingles habia ya dado una muestra brillante de este equilibrio entre el poder, y los medios legales de resistirle (systema admirable cuyas semillas se deben á los pueblos Germanos, de quienes tanto se quexan en Europa) vino la Revolucion Francesa, y llevandolo todo al extremo, ahogó en sangre estas preciosas semillas. A las horribles conmociones que produxo siguió prontamente el cansancio; y sentandose Bonaparte sobre los destrozos de Francia, no solo erigió un trono para su familia, sino que determinó someterle la Europa entera. A modo que (valiendome de una comparacion casera) ninguno es mas zeloso y tirano quando marido, que el que fue libertino, y corruptor de profesion quando soltero, Bonaparte ha planteado y va poniendo en execucion un systema que privará, por siglos, á los pueblos de Europa hasta de la imaginacion de libertad.

La Revolucion Francesa en medio de los infini

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