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distancia á que nos hallamos de Europa. Dificilmente habrá en Paris ó en Londres quién tóme mas vivo interes en los negocios políticos, que nuestro venerable anciano. Preguntado por sus amigos ¿como puede tomar tanta parte en los negocios públicos, habiendo toda su vida repugnado, de corazon, mezclarse en ellos? responde 66 que con mucha mas razon puede el ánimo de un hombre retirado apacentarse en la consideracion de los asuntos políticos de su tiempo, que en la de los que pasaron hace siglos. Placer infinito, continúa, recibimos quando leemos la historia antigua, figurandonos que nos hallamos en la plaza de Atenas quando amenazaba su libertad Filipo, ó en el Foro de Roma quando aquel pueblo habiendo esclavizado al mundo, se preparaba grillos á sí mismo, en sus partidos y divisiones. Porque han de causar, pues, menos interes los acontecimientos de nuestros dias, en que tanta parte tenemos? Seria extravagancia y capricho que leyendo con tanto ahinco las guerras civiles que pusieron á Augusto en el trono de Roma, nos mostrásemos indiferentes respecto de la revolucion de Francia, que ha elevado al trono de mas de media Europa á un Bonaparte. Yo, concluye, me deleyto con la historía antigua como con la vista de pinturas bellísimas; pero en la de nuestros dias tomo el interes que en la naturaleza animada que me rodea, y de que soy parte."

Esta inclinacion de nuestro venerable Cura ha convertido en políticos á varios de los mas acomodados del pueblo, que le hacen compañia diariamente al volver de su trabajo. Júntase esta tertulia en la libreria, en tiempo de invierno, que aunque aqui no es severo, lo es bastante para encerrarnos en casa; y en el verano, que es, delicioso mas de lo que yo puedo pintar, se reune en el patio ó jardin delante de la iglesia, á que está unida la casa del señor Cura.

Si yo estuviera escribiendo una novela, este seria el parrafo destinado á pintar la escena de nuestras conversaciones. Pero el objeto que me propongo es mas grave, y no requiere decoraciones ni pinLo que no podré excusar es una breve delineación de los otros interlocutores que constantemente han tenido parte en estos diálogos. El mas anciano, despues de nuestro venerable Cura, es un Andaluz, que está aqui empleado por el Rey, y ha vivido en el pueblo bastantes años. Aunque su carrera es de Rentas, no se tiene por lego, sinó respecto del cura, á quien cede la palma de saber, sin repugnancia. Por lo demas, atribuye su destino presente á circunstancias imprevistas de la vida; porque en su juventud estuvo destinado tambien para la iglesia y estudió con lucimiento en un convento de Dominicos de San Lucar de Barrameda donde fue varias veces actuante hasta en las Conclusiones de Cápitulo. Pero un enamoramiento y qué se yo-cosas de muchacho, le hicieron' dexar la carrera, y de un paso en otro vino á cobrar tributos al Nuevo Mundo, donde probablemente se quedará lo que le quede hasta ir á pagar el suyo al otro.

Siguese el Cacique del pueblo, hombre de mucho respeto en esta comarca, tanto por la antigua nobleza reconocida en su familia, que fue soberana de parte considerable de esta tierra, como por su probidad, sus talentos naturales y la manera nada ordinaria con que los ha cultivado, baxo la direccion de nuestro amado Padre, él Cura. No es decir que nuestro Cacique sea lo que se llama un literato. Es un hombre de buenas luces, que no entiende mas lenguas que la suya y la Española; pero que desde temprano tomó afición á leer, y en esto pasa quantas horas le quedan libres de sus labores; que hasta en ser laborioso se diferencia de los de su clase.

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El personage último en todos respectos, es el redactor de estas conversaciones. Yo (porque es preciso que tambien me conozca el lector) he nacido en América, y tengo la dicha de haber debido mi educacion al Señor Cura. Soy su sobrino, y mas que hijo, si se considera el esmero y cariño con que me ha criado. Tráxome consigo, quando no tenia mas que diez años; y ya hay quince qué su principal empleo ha sido instruirme. Como por fortuna tengo de que vivir sin aspirar á ningun empleo, no ha querido mandarme á la Universidad á seguir lo que, entre nosotros, se llama carrera.

pu

En la relacion de los estudios que he hecho diera tomar parte la vanidad; asi es que me contentaré con decir que despues del conocimiento de la lengua Latina, mi padre (pues con la mayor ternura le doy este nombre) me hizo añadir el de la Francesa; y algunos principios de la Inglesa, que ahora estoy cultivando. Añadiendo que, de la Inquisicion, nuestro retiro nos proporciona el tener todo género de libros, y que reyna entre los indivíduos que concurrimos á estas conversaciones la mas absoluta confianza, tengo cumplido con el único prólogo que necesitan.

á

pesar

Las sesiones de nuestra tertúlia habian sido sumamente tranquilas, durante el tiempo que medió entre la usurpacion del trono de Francia por Bonaparte, y la entrada de tropas Francesas en España. Pero este acontecimiento puso en tal inquietud á nuestro buen Cura que no me acuerdo de haberlo visto tan melancólico en ocasion alguna. Pobre España era su exclamacion contínua, y ¡pobre América! añadia muchas veces.

Estabamos reunidos una tarde en el jardin, y la conversacion habia tomado el rumbo acostumbrado. -Mucho deseo saber, dixo el Cacique, á qué va ese exército á España?-A qué ha de ir, dixo el Cura? A lo que han ido los exércitos Franceses á

otras partes: á trastornar para esclavizar.-Pero insiste V., dixe yo, en que Bonaparte aspira á la Monarquia universal. -¿No he de insistir, contextó, si sus obras lo estan diciendo. Pero, no es locura de la Francia, dixo el Andaluz, pensar que nos ha de mandar á todos? Esos son castillos en el ayre, Padre mio. A mi no se me da un bledo de todos los planes del Señor Napoleon, por que al fin se le ha volver todo agua de cerrajas.-Yo no sé en lo que al fin vendran á parar sus proyectos; repuso el Cura, lo que sé es, que aun quando sus planes fuesen mas impracticables, no deben mirarse con indiferencia; porque ya lleva destrozada mas de la mitad de Europa, y ahora va caminando hácia un punto de cuya suerte depende, no solo el reyno que yo miro en grandísimo riesgo, sino estas inmensas regiones en que vivimos. Francia ha estado constantemente amenazando á la mejor parte de Europa; Francia es demasiado fuerte por su posicion geográfica, su extension, y sus recursos; y si los gabinetes de Europa hubieran entendido bien sus intereses, deberian haber establecido por mâxima invariable que, con Francia se podia estar en paz; mas nunca en union y alianza, porque ésta al fin habia de venir á ser como la parceria del Leon. Aquel reyno de por sí era bastante á producir zelos fundados en los demas del continente; y era necedad indecible irle á añadir fuerzas por medio de tratados de union con él contra otra qualquier potencia de Europa, que en el hecho de oponersele hacía un servicio á toda ella. Pero la necedad que excede infinitamente á lo mas absurdo que se puede imaginar en ésta materia es la alianza de España con Francia, despues de la Revolucion. Fluctua uno entre la compasion y la risa al ver las protextas de amistad y alianzą de Carlos 4°, de Borbon á la República Francesa, única é indivisible, fundada sobre el cadalso en que pereció Luis XVI; á la República Francesa, baxo

el Consul Bonaparte, y á la República Francesa baxo Napoleon 1°. Emperador de los Franceses y Rey de Italia. El miedo, amigos mios, en todos casos aumenta y empeora los riesgos que lo causan; pero, en los asuntos políticos, hace inevitables y ciertos los males de que huye. España ha hecho alianza con la Francia por miedo de que entrase un exército Frances hasta la capital. En lugar de evitar este mal, ya lo tiene encima, y lo que es peor, con las manos atadas, y despues de haber sufrido la pobreza y miserias de una guerra con los Ingleses, que ha agotado su erario, ha aniquilado su marina, y la ha privado de nuestros recursos. Tales seran siempre las conseqüencias de una alianza con los Franceses. Pero esta vez son infinitamente mas funestas. Napoleon va á apoderarse de España.

Esa es la que yo no paso, Padre Cura, dixo el Andaluz. Vsted no me cree á mi las mas veces; pero hágame Vited el favor, por ésta siquiera; y esté seguro de que como Napoleon haga una de las suyas con España, los Españoles son los que le han de poner la ceniza en la frente.-A este tiempo levanté yo los ojos, que los habia tenido un buen rato en el suelo, y, no sé como, vinieron á encontrarse con los del Cacique. El Andaluz, que aunque hombre de no pocos años, es como la araña en su tela, que no se puede mover una mosca alrededor sin sentirla, cogió esta mirada al vuelo, y poniendose en pie y en jarras, y encarandose conmigo, con un contoneo por preludio que duró algunos segundos, ¡Valgame Dios! empezó: siempre se dixo que la cabra tira al monte. Si pensará el señorito que no le entiendo? Hay hombres que son como Dios los crió, y que por salir con su tema pegarán fuego al Mundo. Que otros se alegráran del mal de España (continuó volviendose un si es no es, al

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