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Inquisicion á conceder estas conseqüencias de su doctrina?

"No: me diran: Es falso que tal se infiera. Nosotros no tenemos autoridad para perseguir á los habitantes de otros reynos, que no estan al alcanze de nuestras leyes." Mas no estan, replicaré yo, al alcanze de vuestra fuerza, algunas veces? Si el motivo de la persecucion religiosa es el zelo que ya he explicado; si las razones en que se funda tal zelo es lo que os hace creer que la intolerancia es obligacion del católico, ese zelo y esas razones valen igualmente respecto de naturales y extrangeros. Porque ó los medios que empleais para convertir á los vuestros pueden producir el deseado efecto, ú no. Mas claro: ó el poner un hombre preso, y privarle de comunicacion, excepto con los ministros del tribunal; el mandarle continuamente teologos que disputen con él, y tenerlo años en tan melancolica situacion puede cansar una conversion que salve su alma, ó no. Si puede hay motivo mas noble y justo en el mundo de declarar guerra que el de la salvacion eterna de los hombres? Y si no puede hay cosa mas cruel que atormentar á los proprios conciudadanos, con medios cuya crueldad es cierta y efectiva, y cuyo efecto es, por lo menos, incierto en gran manera?

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Pero antes de pasar á exâminarlos en razon de su eficacia, quiero fixar una conseqüencia de que, á mi parecer, es prueba evidente lo que va dicho. Si el uso de medios compulsivos en materias religiosas está sugeto á consideraciones humanas; si se abandonan completamente dichos medios, y se procede con la mayor tolerancia quando el interes lo exîge, y esto sin que clamen en contra los teologos defensores del intolerantismo podra ningun alına timorata creer que exîste un verdadero precepto de Dios sobre esto?

"Y porqué no, replicarán: El precepto es de

aquellos que estan expresados en terminos generales, en los libros sagrados, dexando á la Iglesia el cuidado de explicar el modo en que ha de cumplirse." Mas yo ruego á los que asi piensan, que consideren que no hacen bien en recurrir á éste efugio. Porque si los hechos de persecuciones religiosas que recuerda la historia eclesiastica se han de tomar por reglas, y no por efectos de las pasiones humanas que, por confesion de los Teologos Católicos, pueden influir hasta en los concilios generales sobre materias que no son de dogma; se inferiria que la obligacion de forzar á la creencia contrarrestaba, y aun aniquilaba á todas las demas, aun las mas sagradas. Con autoridad de Bulas se han hecho infinitas guerras, sin otro motivo que perseguir á los infieles, fueran de la nacion que fuesen. Con autoridad de Bulas se repartió la América entre Españoles y Portugueses para que convirtieran conquistando. Un concilio general hizo quemar vivo á Juan Hus, á quien con juramento habia dado salvo conducto; y tan grande, tan ilimitada, y tan superior á todo aparece ésta obligacion (si lo es) en el modo con que se ha cumplido en la Iglesia, que los libros estan llenos de dispensas del juramento de fidelidad de los vasallos á los principes, solo porque estos eran hereges. Se sabe que esto no pertenece á la doctrina católica en ningun modo, y que semejantes hechos son errores de hombres guiados muchas veces por un falso zelo, y algunas, por sus pasiones, en tiempos en que la general ignorancia era su mejor disculpa. Más, esto no obsta para que fixemos la siguiente conseqüencia.

Si el precepto de perseguir por opiniones religiosas no se halla claro en las escrituras, y si en el modo con que se ha puesto en práctica por los que debian interpretarlo, aclararlo, y definirlo, vemos manifiestos errores; es evidente que no existe tal

precepto, y que el suponerlo existente ha sido el error teórico que ha dado ocasion á tantos prác

ticos.

Ahora bien, siendo cierto, como la historia lo enseña, que la Inquisicion fue establecida como conseqüencia de este falso principio ¿porqué han de insistir tantos hombres piadosos y de buena fe en sostener esos restos de un zelo engañado, á que ellos mismos con su piedad tienen que echar un velo? El mismo error que hacía á los Papas deponer por Bulas á los Reyes, y libertar á sus respectivos vasallos de la obligacion de obedecerlos, ese mismo falso principio es el que dio origen á la Inquisicion. El mismo espíritu de verdadera ilustracion y piedad que ha extinguido aquellos abusos, y puesto fin á las guerras de religion, es decir, á las guerras emprendidas baxo pretexto de propagarla, es el que tiene á la Inquisicion tan variada de lo que fué al principio: ¿y habrá razon para sostener esos restos de una cosa cuyo origen y plan fundamental no pueden disculpar sus mas afectos?

Bastaria haber probado que no existe precepto alguno de intolerancia para que ningun hombre racional quisiese favorecer una cosa tan odiosa en sí misma. Pero tal es el poder de la costumbre, especialmente en las que se introducen baxo pretexto de religion ó piedad, que las mas duras y repugnantes suelen arraygarse mas profundamente. No me contentaré, pues, con lo dicho; sino procederé á familiarizar á los timidos con la idea de latolerancia, cuyo nombre causa escandalo entre muchos Españoles. Quiero, por tanto, proceder mas adelante, y exâminar la question por el aspecto siguiente. Demonstrado que no existe precepto de intolerancia no podrá decirse, por lo menos, que el exércitarla es una de aquellas virtudes que no estan absolutamente mandadas por Dios; pero

que, no obstante, son de su agrado? Entremos á

este exâmen.

Ningun acto puede llamarse virtuoso sino porque esté mandado por Dios, ó porque redunde en bien de nuestros proximos. No estando la persecucion religiosa, ó intolerancia en el primer caso, solo podria ser virtud por el otro principio. Bastará, pues, averiguar si es asi. Pongamos un caso

práctico.

Un Español llega á la edad de la reflexion; y por una causa ú otra, duda de la verdad del todo ú parte de la religion católica. Confirmase en su creencia particular, y habiendo manifestado á algunos sus opiniones, es delatado á la autoridad que se hálle establecida para juzgar de estas materias. Supongamos que continuan en vigor las leyes de la Inquisicion ú otras semejantes. Este hombre, ó tiene valor para confesar su opinion, ó no lo tiene, Si la disfraza ó la niega por temor, es un hypocrita. Si tiene constancia, ú obstinacion para confesar lo que siente, entonces se le encierra, y se le trata de convencer con argumentos. No cede. Danse largas á la causa por concederle mas tiempo á la reflexion. Pero, es en valde. Declarase pertinaz. ¿Y que se hace entonces? Mandarlo á la muerte. -Yá quien se hace bien con esto? No al reo; porque acortandole la vida se le quita parte del tiempo que el cielo le concedia para salir de sus errores. No á los demas fieles; porque el temor del exemplar castigo no puede confirmar á los vacilantes en la fé: lo mas que puede lograr es hacerlos hypocritas, y reservados. Lo que digo de la pena de muerte, se aplica igualmente, con la debida proporcion á otro qualquier castigo, ó fuerza. Luego es claro que la persecucion, de qualquier clase que fuere, no puede tener por objeto el bien de los proximos.

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Por el contrario, su efecto natural é infalible es hacerlos peores, y aumentar las injurias de la religion que se quiere defender. Quexanse los católicos zelosos de que la irreligion ha hecho muchos progresos en estos ultimos tiempos en España. Y adonde, les preguntaré, estan esos incredulos de que hablais? Yo no he visto en España mas que católicos. No hay uno que no dé la prueba mas sagrada de ello, á lo menos cada un año. ¿Quien es el que no recibe la comunion quando lo manda la Iglesia? ¿Quien es el que no se presenta en los templos, en los dias que obligan á ello? Rarisimo, sin duda, y eso solo en ciudades populosas donde no puede ser notada su falta. Donde estan pues esos impios? Donde? En vuestros templos: en vuestros altares, donde la intolerancia les obliga a profanar lo mas sagrado, á pisar vuestros mysterios. Culpables seran delante de Dios de su incredulidad, como clamais; pero de sus profanaciones, vosotros respondereis, los que los forzais á ellas, con la tea en la mano. El verdadero modo de defender la pureza de la religion, y la honra de Dios que se busca en ella, es dexar abierta la puerta para que cada qual tóme el partido que su corazon le dicte; y no obligar á nadie á que al error úna el perjurio. Entonces se verá separada la paja del grano solo con dexarla al aire libre. Entonces tendran los Pastores de la Iglesia ovejas obedientes á quienes podran zelar con fruto. Entonces podran usar las armas de la Iglesia contra los que engañosamente se introduzcan en su redil, solo para contaminar, ó para vivir del fruto de su fingida creencia.

No es nuevo ni raro en la Iglesia de Inglaterra · ver abandonar rentas pingües á eclesiasticos que no han podido conciliar su profesion de fé con la persuasion de su conciencia. Todos los dias se estan viendo exemplares de jovenes que cortan su carrera,

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