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mi asunto,) y por los pocos ó ningunos objetos de comercio que ofrece, es mui rara vez visitado por Europeos ni Criollos. Uno solo de estos últimos, ha vivido en él tantos años que bien pudiera llamarse el Nestor de la comarca. La persona de quien háblo es el Cura del pueblo, que lo ha sido en él mas de quarenta años, sin que fuesen parte á sacarlo de este destino ni la codicia de riquezas, ni el deseo de honores, que tan inquietos traen á tantos en la misma carrera. Nuestro Cura empezó la suya en una de las pocas Universidades de esta parte del mundo, donde lo puso su familia con el objeto de que siguiera la iglesia. Concluyó sus estudios, recibio órdenes, y á poco fue destinado á este Curato. Sus amigos que sabian quan poca parte habia tenido la inclinacion propria en la eleccion de su carrera, trataban de consolarle de

lo

que creian que debia aparecer á su ojos como un destierro, y le alagaban con esperanzas de una promocion pronta que lo restituiria á una de las capitales del reyno. Pero él se habia formado un plan mui distinto de vida. Conociendo que por su profesion, estaba condenado á vivir solitario aun en medio de las ciudades mas populosas, determinó renunciarlas para siempre, y pasar sus años entre un pequeño número de gentes á quienes hiciese felices, quanto estuviese en su mano.

En instruirse á sí proprio con todo género de lecturas, en enseñar á los pobres Indios a leer y escribir, en consolarlos en sus males, y proporcionarles medios de alivio, ha empleado nuestro Cura mas de la mitad de una vida que ya pasa de los setenta y cinco. Su casa, siempre abierta hasta para los mas infelices, es y ha sido al mismo tiempo el asilo de la cultura en estos montes Ademas de una mui escogida y copiosa libreria, se hallan en ella los mejores periódicos nacionales y extrangeros, con la regularidad que permite la inmensa

distancia á que nos hallamos de Europa. Dificilmente habrá en Paris ó en Londres quién tóme mas vivo interes en los negocios políticos, que nuestro venerable anciano. Preguntado por sus amigos ¿como puede tomar tanta parte en los negocios públicos, habiendo toda su vida repugnado, de corazon, mezclarse en ellos? responde " que con mucha mnas razon puede el ánimo de un hombre retirado apacentarse en la consideracion de los asuntos políticos de su tiempo, que en la de los que pasaron hace siglos. Placer infinito, continúa, recibimos quando leemos la historia antigua, figurandonos que nos hallamos en la plaza de Atenas quando amenazaba su libertad Filipo, ó en el Foro de Roma quando aquel pueblo habiendo esclavizado al mundo, se preparaba grillos á sí mismo, en sus partidos y divisiones. Porque han de causar, pues, menos interes los acontecimientos de nuestros dias, en que tanta parte tenemos? Seria extravagancia y capricho que leyendo con tanto ahinco las guerras civiles que pusieron á Augusto en el trono de Roma, nos mostrásemos indiferentes respecto de la revolucion de Francia, que ha elevado al trono de mas de media Europa á un Bonaparte. Yo, concluye, me deleyto con la historia antigua como con la vista de pinturas bellísimas; pero en la de nuestros dias tomo el interes que en la naturaleza animada que me rodea, y de que soy parte."

Esta inclinacion de nuestro venerable Cura ha convertido en políticos á varios de los mas acomodados del pueblo, que le hacen compañia diariamente al volver de su trabajo. Júntase esta tertulia en la libreria, en tiempo de invierno, que aunque aqui no es severo, lo es bastante para encerrarnos en casa; y en el verano, que es delicioso mas de lo que yo puedo pintar, se reune en el patio ó jardin delante de la iglesia, á que está unida la casa del señor Cura.

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EL ESPAÑOL.

TREINTA DE MAYO DE 1812.

At trahere, atque moras tantis licet addere rebus.

VIRGIL

CONVERSACIONES AMERICANAS

SOBRE ESPAÑA Y SUS INDIAS.

CONVERSACION 1.

Ventajas de la Resistencia de España para
Europa y América.

la

BIEN quisiera el Redactor de estas Conversaciones tener el talento que se requiere para comunicarles por medio de la pluma, parte siquiera de la vida é interes que mil menudas circunstancias les prestan, quando en realidad se verifican. Mas siendole imposible trasladarlas al papel, se contentará con dar una ligera noticia preliminar de las mas importantes; dexando á los lectores, que con su imaginacion suplan los adornos que faltan á estos. apuntes; si es que la importancia de los asuntos bastáre á conciliarles su atencion por algunosTM

momentos.

En uno de los infinitos puntos de la America Española donde la naturaleza brinda felicidad á los hombres de todos payses que ponen el pie en aquellas regiones, hay un pueblo de Indios que, por lo retirado de la capital, (cuyo nombre no conduce á

mi asunto,) y por los pocos ó ningunos objetos de
comercio que ofrece, es mui rara vez visitado por
Europeos ni Criollos. Uno solo de estos últimos,
ha vivido en él tantos años que bien pudiera
llamarse el Nestor de la comarca. La persona de
quien háblo es el Cura del pueblo, que lo ha sido
en él mas de quarenta años, sin que fuesen parte á
sacarlo de este destino ni la codicia de riquezas,
ni el deseo de honores, que tan inquietos traen á
tantos en la misma carrera. Nuestro Cura empezó
la suya en una de las pocas Universidades de esta
parte del mundo, donde lo puso su familia
con el objeto de que siguiera la iglesia. Concluyó
sus estudios, recibio órdenes, y á poco fue destinado
á este Curato. Sus amigos que sabian quan poca
parte habia tenido la inclinacion propria en la
eleccion de su carrera, trataban de consolarle de
lo que creian que debia aparecer
á su ojos como
un destierro, y le alagaban con esperanzas de una
promocion pronta que lo restituiria á una de las
capitales del reyno. Pero él se habia formado un
plan mui distinto de vida. Conociendo que por
su profesion, estaba condenado á vivir solitario aun
en medio de las ciudades mas populosas, determinó
renunciarlas para siempre, y pasar sus años entre
un pequeño número de gentes á quienes hiciese
felices, quanto estuviese en su mano.

En instruirse á sí proprio con todo género de lecturas, en enseñar á los pobres Indios a leer y escribir, en consolarlos en sus males, y proporcionarles medios de alivio, ha empleado nuestro Cura mas de la mitad de una vida que ya pasa de los setenta y cinco. Su casa, siempre abierta hasta para los mas infelices, es y ha sido al mismo tiempo el asilo de la cultura en estos montes Ademas de una mui escogida y copiosa libreria, se hallan en ella los mejores periódicos nacionales y extrangeros, con la regularidad que permite la inmensa

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