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fueron reduciéndose á la nada, y al cabo se aniquilaron. Suspéndese el exercicio de la Inquisicion con motivo de los terribles é inesperados acontecimientos que han afligido á la nacion, y resucitan las Córtes, y se alimenta de nuevo en los españoles la halagüeña esperanza de volver á ser libres. De modo que se presenta la Inquisicion sobre el desgraciado suelo de España, y á Dios su libertad: desaparece aquella, y se oyen otra vez las voces que reclaman el establecimiento de leyes que aseguren la persona y bienes de los ciudadanos. Tan incompatible es la Inquisicion con la libertad. Desde el momento de su establecimiento fueron generales los clamores, á pesar del especioso pretexto, baxo del qual se instituyó muy á propósito para deslumbrar á los pueblos; este fué el de perseguir á judíos y á moros; dos castas, que por influxo y poder que tuviesen no podian ser muy amadas por la masa comun de la nacion. Los primeros, no obstante sus enlaces y conexiones con familias nobles y ricas, pertenecerian á un pueblo odiado casi siempre de los cristianos, así por la diferencia de creencia, como por ser hombres acaudalados, y estar á su cargo regularmente el manejo del tesoro del rey. Habiendo guerreado con los segundos por siglos, necesariamente habia de quedar contra ellos una enemistad tal que se celebrase qualquiera institucion dirigida á destruirlos; como se recibiria ahora con aplauso qualquiera otra que á semejanza suya se propusiese acabar con los franceses. Pues sin embargo en toda España se levantó el grito contra la Inquisicion. En Castilla levántanse los comuneros, y al instante dirigen contra ella sus peticiones. Perecen estos mártires de la libertad castellana, y el simulacro de Córtes que entonces todavía exîstia, se queja de sus abusos, y pide su reforma. Las peticiones de las Córtes de Valladolid y Toledo indican sobradamente la oposicion que habia á este tribunal. De una peticion de las primeras se refiere que querian su extincion, pues deseaban que el ordinario entendiese en estas causas, y que se procediese con arreglo al derecho comun. Pero aunque hubiera alguna obscuridad en sus términos, y aunque la peticion no se debiera entender con esta extension, ¿qué de extrañar seria en un cuerpo como las Córtes de entonces, sometidas á un rey, y á un rey tan poderoso, y en una nacion en que existia aquel tribunal en toda su fuerza y vigor, y tan protegido de los monarcas? Los principios y sentimientos de los hombres que han muerto, no se miden solamente por las expresiones que aparecen. Se debe calcular el tiempo, la ocasion, el lugar en que se pronunciaron, y particularmente si fueron proferidas en un cuerpo que representaba á un pueblo. El diputado prudente, pero que ame la felicidad de sus representados, y desee encarrilarles hacia el camino del bien, irá para conseguirlo con tino y circunspeccion, procurando ajustar hasta cierto punto su lenguage y sus peticiones á las preocupaciones reynantes, y estará desprendido de un deseo vano de fama póstuma, que aventuraria todas las medidas que propusiese. En mi concepto es menester que aquellos diputados hayan sido mas enemigos de la Inquisicion, y estado mas ansiosos de su abolicion, que lo estamos ahora nosotros mismos, para atreverse en aquella época á elevar al rey semejantes peticiones. En Aragon se resistieron ya en un principio á su introduccion y enviaron dos personas no sospechosas, sino dos frayles, que llevasen sus ruegos á los pies del trono. Las Córtes de Monzon de 1510 procuraron estrechar los límites de los inquisidores, y las de Zaragoza de 18 multiplicaron sus peticiones. En Valencia, no la gente

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pobre no aquella que no seria de peso para algunos señores, sino el brazo militar, el de la nobleza se desasosegó y alteró contra dicho tribunal. Los catalanes, no menos zelosos de sus fueros, tambien se opusieron y representaron contra sus abusos. Ese odio no se ha destruido entre los españoles, y no hay medio mejor de conocerlo que el de los diputados que representando á la nacion, y habiéndose criado en ella, manifiestan con el esfuerzo que les es dable, si bien con prudencia, la necesidad de su abolicion.

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¿De qué sirven esas representaciones de cuerpos, de pueblos y de obispos pidiendo su restablecimiento? Los cuerpos que representan generalmente se componen de sugeros interesados en la existencia de la Inquisicion. Los infelices de los pueblos, desconociendo lo que es este establecimiento, subscriben á lo que les sugiere el poderoso ó el clérigo de quien dependen; las reclamaciones que han llegado de algunas partes sobre el modo furtivo y capcioso con que se han arrancado las firmas, prueban la verdad de esta asercion. Las representaciones de los obispos pesan mas en la opinion de algunos señores. En verdad es cosa recia y dura que los pastores encargados por su instituto de cuidar de la pureza de la fe, sean los primeros que anhelen aliviarse de esta carga, y dexarla en manos de personas que hagan sus veces; pero no es tan extraño, como á primera vista aparece, quando uno se recuerda que estos prelados han mirado tan poco por sus ovejas, que las han abandonado en su mayor angustia y tribulacion. Mas á la par de las exposiciones de estos reverendos obispos existen las de otros con sentimientos enteramente diversos, y las quales deben leer y cotejar los señores diputados que nos mencionan las de los primeros. Busquen y vean las consultas de los cinco obispos, en particular algunas de ellas, en el asunto ruidoso de Granada: no olviden la insinuacion que ha hecho el obispo de la Habana al felicitar á las Córtes sobre la constitucion para que se le reintegre en sus derechos episcopales, y tengan á la vista la constestacion que ha dado el cardenal de Borbon, arzobispo de Toledo y de Sevilla, al cabildo de esta diócesi, que le comunicaba haber representado á las Córtes pidiendo la Inquisicion: en ella le reprehende por haberlo hecho sin su anuencia, y le indica que mejor seria y mas arreglado al espíritu del evangelio aguardar en silencio y respetar la resolucion de las Cortes: reprueba asimismo el zelo mal entendido de algunos elesiásticos que encienden é irritan los ánimos con sus imprudencias. De este proceder, verdaderamente apostólico, no han podido apartar á este digno prelado los intrigantes que se han afanado en balde para inducirle á que pidiese á las Cortes la Inquisicion, con grave dolor de muchos, y señaladamente de alguno que me está oyendo, y que instó é intrigó para conseguirlo. Los individuos de la nacion, amantes del bien, é ilustrados, han odiado en todos tiempos la Inquisicion: los de buena fe, pero ignorantes, no podian amar ni odiar cosa que no conocian, y solo aquellos que viven con la ignorancia de sus compatriotas, y que se complacen con imponerles un yugo, que no puede pesar sobre ellos, han sostenido y defendido este tribunal. ¿Y como era dable sucediese lo contrario? El ha sido el instrumento mas fiel y mas seguro de que se han valido los déspotas para mantener su absoluta y arbitraria dominacion. El Sr. Riesco nos lo ha comprobado con la relacion de un hecho que mencionó para persuadirnos de las ventajas que el estado habia reportado de la Inquicion; y ha sido el dicho de Felipe II, quien doliéndose de lo que costaba

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la pacificacion de Flandes, expresaba que con unos veinte clérigos (aludiendo á los inquisidores), conservaba tranquila á España; cuyo dicho en boca de Felipe II demuestra que la Inquisicion mas bien le servia para sus miras y fines politicos, que no para la conservacion de la fe. Un estado se perturba no solamente por opiniones religiosas, sino tambien por las políticas; y estas, que entonces empezaban en Europa á espantar á los reyes del temple de Felipe, fueron ahogadas con perjuicio de los pueblos y por me dio de la Inquisicion en España, que antes que en otras partes quisieron y aun llegaron á manifestarse. La Inquisicion habia sido suspendida por Carlos v á causa de los clamores generales; y Felipe 11 la volvió a plantear con nuevo vigor, prohibiendo el remedio de los recursos de fuerza. A un monarca no menos astuto y tirano que Fernando el Católico tocaba dar nueva vida al establecimiento predilecto de este. En su segunda aparicion, y baxo del reynado de Felipe Ir, destruyó del todo las libertades de Aragon. Antonio Perez, privado que habia sido de este monarca, perseguido por él, se acogió á aquel reyno, patria suya, y se amparó del privilegio de la manifestacion. El rey, que no podia arrestarlo sino obrando contra fuero, se valió de la Inquisicion; la qual, queriendo arrebatarle y prenderle, aunque en vano, causó los alborotos que allí hubo, y de que se siguió la pérdida de los fueros atropeliados y anulados por el rey. Estaba tan lejos de haber contra Antonio Perez indicios de que resultase ser delinquiente, que Lanuza, historiador de Aragon, individuo de la Inquisicion, y por tanto autoridad nada sospechosa, cuenta que no se sabian los motivos que habia para esta prision; ¡ pero qué grandes debian de ser quando el rey así lo queria! ¡Que razon! ¡Y qué mas se requiere para cerciorarse de que la Inquisicion no era otra cosa que una verdadera pero terrible política del Gobierno!

,,En aquel siglo tan señalado por varones distinguidos la Inquisicion fue constante perseguidora del mérito y de la sabiduría. Díganle sino Arias Montano, Vives, el Brocense, Virues, y otros mil que padecieron ya en sus cárceles, ya allanándoles sus casas, ó ya siendo vigilados hasta en sus acciones las mas indiferentes. Consiguió por fin la Inquisicion acabar en España con la ilustracion, viéndose despues obligada á perseguir los mismos errores que produxo la ignorancia derramada por todas partes. En el siglo XVII solo salen á luz autos de fe, y procesos de infelices, de gente obscura y menestral, que por flaqueza, ó mas bien por los ridículos principios de sus directores, extraviaron su imaginacion. Los autos de Mallorca y Logroño; el de Madrid de 1680, con otros muchos, por no decir todos, insultan á la razon y á la humanidad, ofenden la piedad religiosa, y desacreditan á la nacion. Los vuelos de bruxas, sus reuniones, la adoracion de sapos, los encantamientos, las hechicerías, representan el principal papel en los procesos; y estas locuras, que deberian haber corregido la enseñanza y la ilustracion, llevaban á la hoguera á aquellos desgraciados, y condenaban á perpetua infamia á sus familias. Nuestra política se resintió entonces de estas sandeces con grave perjuicio del estado. El conde duque manda y domina á Felipe Iv, y no se atribuye su influxo á la debilidad de este ó al talento de aquel, sino á los bebedizos que le daba por medio de la Leonorcilla. Se intriga en la corte de Carlos II por los diversos partidos para la sucesion á la corona; y uno de ellos se vale de la imbecilidad del monarca para persuadirle que está hechizado; de donde se originó la

célebre causa del P. Froylan Diaz. Por último la ignorancia que la Inquisicion produxo en la nacion, la convirtió de fuerte y respetable que antes era, en débil y del todo nula entre las potencias de Europa.

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En mi concepto es infundado afirmar que las luces del siglo hayan influido en la Inquisicion para hacerla mas ilustrada y menos perseguidora. Siempre ha continuado en observar y pesquisar la conducta de los sabios y literatos. Con dificultad se podrá mencionar uno en estos últimos tiempos que no haya sido encerrado ó sirdicado por la Inquisicion, ó á lo menos registrados sus papeles, y escudriñados sus mas ocultos secretos. Yo apenas he conocido persona alguna adornada de luces que no haya tenido que ver con la Inquisicion. Si por una parte no dexaba descansar á estos, por otra proseguia en quemar mar ó penitenciar á las bruxas y hechiceros en sus autos de fe ó autilios. En Llerena el año de 1768 fueron quemadas algunas personas de extraccior humilde; y en 1780 fue quemada en Sevilla por bruxa una desdichada: ¡el año de 80! ¡En nuestros dias! ¡Yo todavía no habia nacido , pero sí los mas de los señores que me escuchan! ¡Cosa es que espanta! ¡ Quemar ahora por bruxerías y maleficios! Y la Inquisicion se ha modificado? No, no es posible; no puede modificarse.

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Si en la situacion interior del reyno ha tenido influencia tan desgraciada la Inquisicion, no menor la ha tenido con respecto á nuestras relaciones exteriores. Las revueltas de Nápoles causadas por ella, las guerras costosas y sangrientas, y la emancipacion finalmente de Flandes no tuvieron otro orígen. Lo que enagenó los ánimos la conducta de Felipe 11 quando, enlazado con María de Inglaterra, tomó las riendas del gobierno de aquel reyno, contribuyó infinito á la guerra que despues sostuvo, y cuyas resultas fueron tan lastimosas. Felipe hizo esfuerzos para plantear allí la Inquisicion, y adoptó un método feroz contra los hereges, en vez de la persuasion y de los otros medios que la política recomendaba, y con los que la religion se conformaba mejor. Nada consiguió sino suscitar un odio irreconciliable entre dos naciones que debian ser aliadas. Así en el parlamento se hicieron ertorces varias proposiciones para que se pidiese á España aboliese la Inquisicion; y en tiempo de Cromwell queria aquel gabinete, como preliminar de un tratado que iba á concluirse, que se quitase la Inquisicion. No concebian pudiera entrarse en estipulaciones con una nacion que abrigaba en su seno un tribunal semejante. Ahuyentaba de nuestro sue'o á los extrangeros, y disminuia su comercio, porque so pretexto de religion, y para evitar, segun decia, la introduccion de malas doctrinas, cobraba sus contribuciones á los buques que arribaban á los puertos, y cometia mil atropellamientes. Excuso, por no ser molesto, referir ir fanitas reclamaciones, que por sus excesos hicieron a nuestra corte en todos tiempos potencias católicas.

En vista de todo lo expuesto, ¿podrá decirse de buena fe que los diputades que pedimos y deseamos la abolicion de la Inquisicion, somos irreligiosos y enemigos de la nacion? ¿Es justo que los sugetos encargados mas particularmente de instruir á los pueblos, y mantenerlos en paz y buen órden, sean los principales atizadores, y los que mas procuran desacreditar á los representantes de la nacion? Ellos serán los responsables de las conseqüencias que pudieran resultar de sus imprudencias: ellos se dirigen al pueblo sencillo é incauto: ellos intentan persuadirle que Inquisicion y religion es una misma cosa: que sin aquella no puede subsistir esta; y tan impíos

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cómo calumniadores les inducen á creer que 'sus diputados tratan de destruir y acabar con la religion, que les alivia en sus penas, y consuela en sus trabajos. Pero si estos, no menos enemigos del pueblo, del qual se fingen amigos, que de los principios religiosos de que se erigen en defensores, tuvieran cerca de sí á hombres entendidos y amantes del bien, que quitándoles la máscara, instruyesen á los pueblos, y les dixesen: „ vuestros diputados aman la religion tanto como vosotros: ved como la han consignado en la constitucion, y jurado observaria y sostenerla; pero la Inquisicion es contraria á esta misma religion y á sus santos preceptos: es opuesta á la constitucion: no sirve sino para teneros sujetos y encadenados para que nadie pueda enseñaros, y defender vuestros derechos, como las Cortes lo han hecho ahora libremente, y no hubieran podido hacerlo si ella exîstiese; y en fin, solo es un medio de que se aprovechan los poderosos y los malvados para que eternamente seais, conforme lo habeis sido hasta aquí, el juguete de sus pasiones;" ¿qué dirian entonces los pueblos? ¡Qué de bendiciones no prodigarian á sus representantes! Quizá llegará este dia.

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„Ahora reasumo lo que he dicho, , y lo reduzco á las quatro proposiciones siguientes: I. Que la potestad temporal tiene facultades para adoptar las leyes políticas y civiles que le parezcan mas oportunas, á fin de conservar con pureza la religion que ha reconocido como verdadera y única del estado. 2. Que siendo el inquisidor general el único delegado por el papa, y habiendose pasado el actual al partido frances, en nadie reside delegacion alguna pontificia legítima, y las Córtes no pueden restablecer la Inquisicion sin arrogarse la potestad espiritual. 3. Que prescindiendo de la falta de facultades que nos asiste para dar esta autoridad, estamos en la absoluta é indispensable necesidad de no permitir en España la Inquisicion, por ser contraria a la constitucion que hemos jurado, é incompatible con la felicidad del estado. Y 4. Que en atencion á que los obispos son jueces natos en materias de fe, se dexen expeditas sus facultades. Así que, apoyó el dictámen de la comision."

El Sr. Cañedo: „No hablaré sino para rectificar alguna de las equivocaciones de hecho en que me parece ha incurrido el Sr. Conde de Toreno. Dixe ayer que la autoridad de la iglesia es esencialmente independiente de la autoridad temporal, y que tiene en sí los medios necesarios para conservar la religion, y castigar con penas espirituales y canónicas á los que pretenden apartarse de ella en donde quiera que ellos residan. Pero que en los estados católicos contaba con el auxílio del poder temporal, y que este era muy conducente para el mayor decoro de. la iglesia y propagacion de la luz de la fe; y que los príncipes católicos la habian protegido y auxíliado siempre con mucha utilidad de la religion y de los estados. Dixe ademas que esto era una obligacion en los soberanos, una vez que hubiesen conocido la verdadera religion.

Por consiguiente si el Sr. Conde de Toreno entendió que yo habia supuesto que la iglesia necesitaba de la autoridad temporal para la conservacion de la fe, y la correccion de los delinquientes por los medios espirituales é imposicion de las penas canónicas; ó lo que seria igual absurdo, que la iglesia puede disponer de la autoridad política, ni imponer penas temporales, que solo penden de las leyes civiles, ha padecido equivocacion en esta parte. Pero si ha entendido qua la iglesia recurre á la autoridad temporal, y recibe el auxílio de la proteccion para la mejor observancia de las leyes de

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