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excelencia,

y que

,,¿Y qué diré, Señor, de aquellas famosas escenas conocidas en toda España con el nombre de autillos ó autos de fe? Los autillos son tales y tan ridículos, que quando eran públicos, solo servian para excitar la risa de los pueblos. Tenian mas de cómico que de trágico. El mismo tribunal, considerándolos impropios de su dignidad, gravedad y circunspeccion, se avergonzaba de ellos. Es menester hacerle esta justicia. Pero no sucede así con los grandes autos de fe. Estos son unos espectáculos, que por su grandeza y esplendor, por el luxo de los atavíos, por la pompa y magnificencia del fagran aparato, por lo horrible y espantoso de los castigos, han llenado toda la Europa, y merecido transmitirse á la posteridad. Ha habido varios de ma y nombradía. El de Logroño del año de 16 ro se ha reimpreso en estos hemos sido, y advertirnos lo que debemos ser dias recordarnos lo que para por en adelante. Pero el auto de los autos, el auto de fe ha merecido la aprobacion de todos los fanáticos, es el que se celebró en Madrid el año de 1680, para confortar la debilidad del señor rey D. Cárlos 11, y divertir su hipocondría. Me falta el ingenio y habilidad para hacer una precisa y elegante descripcion de este triunfo. Se tocó un mes antes la trompeta inquisitorial para dar prisa á los tribunales subalternos, á fin de evacuar las causas pendientes para que la multitud de reos contribuyese á la mayor solemnidad; y se señaló un domingo para santificar con la muerte de las víctimas el dia del Señor. La piaza mayor fue escogida con preferencia para teatro de esta grandiosa escena trágica. Un tablado espacioso, largas y magníficas graderías, un elevado solio para asiento del inquisidor general eran sus principales adornos. Es verdad que á su lado se veian jaulas con verjas para encerrar á los infelices reos como si fueran tigres, y esto afeó un poco la hermosura y brillantez del teatro. El concurso de los pueblos limítrofes fue inmenso, pues tal es el delirio de los hombres, que se complacen en la ruina de sus semejantes. La procesion fue dilatada, magnífica y estupenda, porque en todo reynó un profundo y espantoso silencio, á pesar de la brillante cabalgata que la acompañaba. La real familia con sus guardias, la cámara, los consejos con sus presidentes, los demas tribunales, la villa de Madrid, los grandes y títulos..... todas las clases del estado, sin faltar su compañía de soldados de la fe, asistieron puntualmente á un auto tan religioso. Pero la Suprema, presidida por su gefe, y rodeada de la turba multa de inquisidores de provincia, de consultores, ministros calificadores, comisarios y alguaciles, llamaban mas que todo la atencion de los concurrentes, como que eran los principales agentes de la carnicería que se preparaba. El rey vió con profunda atencion este sacrificio cruento de sus vasallos. Ciento y veinte eran las víctimas destinadas al suplicio entre relaxados y penitenciados hombres y mugeres, unos en persona y otros en estatua, porque la Inquisicion persigue tambien los estafermos. No debe omitirse que en medio de esta brillante procesion iban tambien arcas con huesos de difuntos, para que acompañasen á los sambenitos y corozas, y que nada faltase al lucimiento de funcion tan augusta.

,,José Olmo, historiador exâcto y testigo ocular, nos ha transmitido puntualmente la relacion de este auto solemnísimo, á quien llama Pasto triunfante. En efecto, puede muy bien compararse á aquellos triunfos de los guerreros de la antigua Roma, quando los conquistadores del mundo subian al capitolio llenos de pompa y magestad á depositar los despojos de

res,

las naciones vencidas. Ellos llevaban en pos de sí reyes encadenados, magistrados y generales en la humillacion y abatimiento, y la Inquisicion conducia á los ciudadanos españoles con sogas y mordazas cubiertos de infamia, oprobio é ignominia. La diferencia está en que aquellos orgullosos gentiles sacrificaban á Júpiter Capitolino bueyes coronados con cintas y flocomo un tributo de accion de gracias por las victorias conseguidas, y la Inquisicion ofrecia por triunfo de la fe víctimas humanas con los vestidos mas despreciables al Dios de las misericordias. ¡Qué horrible espectáculo! ¡De quántos extravíos es capaz un zelo indiscreto! ¡O amable y augusta religion, hija del cielo, delicias del hombre y su único consuelo en los calabozos del Santo Oficio! Tú condenas estas escenas sanguinarias como opuestas á tu divino carácter: tú sola puedes con el influxo de la gracia confortar á los mortales que has recibido en tu seno, que has alimentado con tu doctrina, y que no desamparas en los dias de su afliccion. La Inquisicion se ha empeñado en hacer confesores á muchos inocentes, y solo ha logrado hacer mártires, cuyo conocimiento queda reservado para el dia grande del Señor. Pueblos venideros, naciones que entrareis algun dia en el seno de la iglesia, generaciones futuras, podreis creer con el tiempo que exîstió en medio de la iglesia católica un tribunal llamado la Santa Inquisicion?

Hace algunos años que en la biblioteca de San Isidro de Madrid leí un trozo del sermon que se predicó en esta memorable solemnidad. Digo un trozo, porque no tuve paciencia para leer el sermon por entero. El predicador felicitaba á la monarquía española por la pureza de su religion, y le prometia la mas colmada prosperidad. Todos saben hasta qué punto llegó despues la decadencia de esta gran nacion en todos los ramos del estado, y por tanto no pudo verificarse el vaticinio de este pseudo profeta. Ilace míl encomios á la Inquisicion, á quien llama no solamente tribunal santo, sino santísimo, , y desea su conservacion por infinitos siglos (lo que Dios no permita). Le aplica despues aquel divino texto con que el Espíritu Santo saluda en sentido místico á la tierna esposa de los Cánticos que los santos padres entienden, ya por la iglesia, ya por la Santísima Virgen, ya por el alma de los justos, y elevándose sobre sí mismo, apostrófa á la Inquisicion de esta manera: toda hermosa eres, amiga mia, como las tiendas de Cedár, como las pieles de Salomon." Pulchra es, amica mea, sicut tabernacula Cedar, sicut pelles Salomonis. No le sienta bien á la Inquisicion este elogio divino? O no es esto mas bien una de las mas ridículas gerundiadas? ¿Adónde encontraria este orador gerúndico la belleza y hermosura de la Inquisicion? ¿Será en las garruchas, en los potros, ó en las hogueras homicidas? ¿A quien aplicaria los pabellones de Cedár? ¿Será á sus obscuros y fétidos calabozos? ¿Y á quien acomodaria las pieles de Salomon? ¿Será á los sambenitos y corozas tiznadas, de diablos, dragones y otros mamarrachos indecentes? Señor, omito hacer aquí las reflexiones oportunas que se ofrecen á qualquiera. Dexo á la piedad y sabiduría de V. M. considerar la profanacion del sagrado texto en boca de aquel orate sacrilego delante de un tribunal de Fe, y en medio de un concurso tan prodigioso. La Inquisicion se convirtió en substancia un elogio divino que á nadie menos que á ella podia pertenecer. Porque qué oidos cristianos pueden sufrir que se llame á la Inquisicion Ja amiga predilecta del Espíritu Santo, y precisamente en un dia destinado

al sacrificio de víctimas humanas con pretexto de religion?

,,No consta que aquel pedante orador haya sido castigado con severas penas. Su oracion tan sacro-profana, como el decantado auto de fe, corre impresa, no solo para vergüenza inmortal de nuestra oratoria, sino para eterno oprobio del tribunal. ¿Y es compatible esto con las sacrosantas máximas del evangelio que intenta defender? Que me respondan los abogados del Santo Oficio. Yo les arguyo públicamente y en la augusta presencia de V. M. con el plan de religion que nos propone el evangelio de Jesucristo y con la doctrina de los apóstoles. Les cito los concilios y los padres que recogieron escrupulosamente las tradiciones divinas y apostólicas que han transmitido á la posteridad para el concertado gobierno de la iglesia, que durará hasta el fin de los siglos, porque las puertas del infierno no podrán jamas prevalecer contra ella. En todo este plan económico y divino de la santa iglesia no se encuentra ni el nombre, ni aun la sola idea de Inquisicion. Les arguyo con hechos públicos y originales sacados exâctamente de nuestra historia, y con las prácticas del Santo Oficio que constan de su propio código. Hasta su mismo carácter es único en la iglesia, donde ha representado el papel de tribunal mixto, esto es, de temporal y espiritual, esto es, que participa del sacerdocio y del imperio, para asegurar mejor á sus decisiones una total inviolable obediencia.

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,,Que nos vengan ahora con la rancia hedionda cantinela de que los que impugnan la Inquisicion hasta exigir su total abolicion son profanos, impíos, hereges, atéos, judíos, francmasones, jansenistas..... con que intentan desacreditar para con el piadoso é inocente pueblo español á los hombres de ilustracion, probidad y virtud, que solo miran por el bien de la religion y seguridad de los ciudadanos. El echar mano de estos infames dicterios, ¿qué otra cosa es sino el íntimo convencimiento en que estan de que solo quieren por rutina y capricho defender una causa desesperada? No puedo persuadirme á que ignoren lo que es heregía, apostasía y ateismo. ¿Y donde se encuentra aquí ni sombra de estos vicios antireligiosos? Piensan con este aparato de voces denigrativas embaucar al vulgo? Lo piensan sin duda; pero hacen notable injuria al pueblo mas religioso de la tierra, inspirándole el ridículo temor de que si falta la Inquisicion, faltará la religion de nuestros padres. ¡Que! Han creido que hablan á una nacion de hotentotes? ¿Es por ventura la Inquisicion algun artículo é dogma de fe?

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,,Yo puedo ademas hablar por desengaño y propia experiencia. Admítaseme esta confesion ingénua é imparcial á que me obliga la imperiosa necesidad de ilustrar esta materia. Habiendo salido de mi patria, una furiosa tormenta me arrojó á las costas de Pensilvania despues de un peligroso naufragio, y arribé á Filadelfia, ciudad principal de los Estados Unidos. Varias conexiones me proporcionaron el conocimiento y amistad del célebre Benjamin Franklin, hombre inmortal por su filosofia y ciencia diplomática: Mas de veinte ministros de las iglesias protestantes concurrian con freqüencia á la tertulia de aquel ilustre filósofo, y yo era conocido de todos por el Papista, con cuyo nombre me gloriaba. La conversacion giró casi siempre sobre asuntos de religion, que se discutian amigablemente y con bastante método, pero con calor y energía. A pesar de mi poca edad y cortas luces, pude convencer á muchos de la primacía que el obispo de Roma obtiene por derecho divino en toda la iglesia, primacía no solo de honor sino de juris

diccion. No me fué dificil contestar á otros varios puntos de controversia, á que respondí con mas o menos acierto. Hallábase allí á la sazon un sobrino del famoso Juan Francisco Budéo, que pasa por el mas grave teólogo de los luteranos, el que apoyado en el falso sistema de su tio, negaba las tradiciones divinas y apostólicas, impugnando la doctrina del santo concilio de Trento. Este punto dogmático, que se discutió acaso con mas calor que ningun otro, fué sostenido con varias razones de algunos ministros que se pusieron de mi parte, y que disentian de Budéo. Pero confieso á V. M. que quando todos reunidos me arguyeron con el establecimiento de la Inquisicion, no supe al principio que responderles, ya porque siempre me pareció extraño su medo de enjuiciar, ya porque me cogió de sorpresa este ataque á que yo no estaba prevenido.,, Vuestra iglesia romana, me decian, no puede ser la verdadera iglesia de Jesucristo, porque abriga en su seno el espantoso tri bunal de la Inquisicion: tribunal despótico, sanguinariò, cruel, y por tanto contrario á las máximas del evangelio. Su divino'autor, que es el Dios de paz y de caridad, detesta las violentas coacciones y horribles castigos que emplea la Inquisición con los disidentes. Todas las páginas del nuevo Testamento nos pintan la religion de Jesucristo compasiva, atractiva, amable, qual salió del seno del Padre celestial, y la Inquisicion la hace insufrible y odiosa, y en lugar de atraer los protestantes, los desvia mas y mas del gremio de esa iglesia, particularmente en vuestra España....”

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,,Yo quisiera, Señor, que todos los abogados y protectores del Tribunal, comprehendiendo á los reverendos obispos, se hubieran hallado en el mismo conflicto que yo. No se trataba aquí de asuntos meramente políticos, en que cada uno expone su opinion sin peligro de la fe, sino asuntos dogmáticos, que son los que afirman, despues de un crítico razonamiento afianzado en los lugares teológicos, la creencia de los fieles. Tampoco se trataba de convencer á un vulgo ignorante, sino á hombres doctíșimosy versados profundamente en el corocimiento de las sagradas escritu ras que aprenden desde su niñez. No ignoro yo que si me hubiera servido de la doctrina y de las armas de nuestros folletistas los hubiera confundido, llamándolos á gritos hereges, luteranos, calvinistas, arminianos, presbiterianos, sacramentarios, anabaptistas.... y hubiera quedado muy ufano y satisfecho de mi victoria. Mas es este el medio de defender las sacrosan tas verdades del evangelio? ¿Son estas las razones á propósito para con vencer á los refractarios? V. M. lo juzgará imparcialmente con su piedad sabiduría. Entonces me ví forzado á confesar que la Inquisicion era un tribunal de establecimiento puramente humano, en que no solo tuvo parte la curia de Roma, sino la política de los reyes:: confesé sus enormes abusos, su dominio despotico, contrario al espíritu del evangelio: 'dixe en fin que eran defectos de hombres que no podian perjudicar a la pureza de doctrina, á la santidad y primacía de la iglesia romana, madre y maestra de todas las iglesias; y dixe otras verdades que no necesito ahora reproducir. Estas mismas conversaciones se repitieron en casa de Jorge Washington, que apareció por aquellos dias en Filadelfia. No pudé averiguar á qué secta pertenecia este célebre general; pero el filósofo Frane klin propendia á la de los arminianos, segun los principios de Felipe Limbourg. Fl fué quien me provocó á producirme en público en prueba de mi sinceridad, y no dinculté un momento predicar en la iglesia cató

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mismo

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lica de Filadelfia la misma doctrina que habia proferido en mis conversa÷ ciones, á cuya funcion asistieron todos los españoles de las fragatas de la Héroe, la Loreto, y de ocho ó diez barcos de la Florida que se guerra hallaban allí. A peticion de la congregación de los católicos se vertió literalmente mi sermon en ingles, y á los ocho dias lo predicó el Sr. Bees-, ton, uno de los dos curas de aquella parroquia,, de quien no tengo noticia que haya niuerto. El concurso de todas las sectas fué tal, que yo apenas pude ocupar un estrecho lugar en el presbiterio, á pesar de mi amis-tad con aquellos curas. Los ministros protestantes quisieron sin duda desengañarse de la sinceridad con que un español iba á hablar sobre la Inquisicion, y lo consiguieron. Mi sermon fué el primero que se predicó en nuestro idioma en aquellas vastas regiones, y creí, asimismo necesario esparcir esta doctrina en las provincias de Nueva-Yorck, Merilad.... hasta Baltimore, que corrí, ya por curiosidad, ya por exâminar los progresos que podria hacer en aquel inmenso territorio la religion, católica, apostólica, romana. Aseguro á V. M. que jamas hubiera hablado en público de este gravísimo asunto, sino forzado de la necesidad de hacer ver que Inquisicion es un obstáculo en muchos paises á la propagacion del evange lio. Su nombre solo llena de terror los espíritus mas fuertes; empero quando se desengañan de que la Inquisicion no es un tribunal inherente ni esencial á nuestra religion, sino la obra de la política y del despotismo, se abre la entrada al santuario de la iglesia católica. Desengañados muchos anglo-americanos de este error, mudaron de dictámen. Mas de ochenta familias protestantes hicieron bautizar sus hijos en la parroquia de los católicos,de que yo fuí testigo, y lo mismo executaron otras infinitas á que no pude concurrir. Por no molestar á V. M. solo he tocado de paso esta materia. Pero qué mas? Desde aquella época, que fué el año de 88 del siglo pasado, se trató seriamente de erigir la primera silla episcopal en aquellas inmensas regiones con anuencia del seberano Congreso, aunque compuesto casi todo de protestantes. Yo fuí uno de los encargados para promover este importante asunto con el señor nuncio Hipólito María Vincenti, y el santo padre Pio vi nombró por primer obispo al Sr. Carroll, que era á la sazon su vicario apostólico. Es increible el incremento que ha tenido el catolicismo en aquellos paises en poco mas de veinte años, pues tengo entendido que se han fundado ya hasta cinco sillas episcopales. Si la Inquisicion hubiera por desgracia sentado allí su predominio, estoy bien seguro que no habria ninguna. Este extraño acontecimiento, en que yo tuve por casualidad una pequeña parte, fué público en Filadelfia, ciudad floreciente y populosa. Nunca hice mérito de él, sin embargo de haber sido el suceso mas feliz de mi vida, y el mas grato á mi corazon. (*) ¿Y quien puede extrañar ahora que yo pinte al tribunal como contrario al píritu del evangelio, á pesar de las reclamaciones de muchos que acaso lo harán con buena intencion?

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(*) En Cádiz hay sugeto fidedigno que habiendo arribado el año de 1806 á Charleston oyó una puntual narracion de lo que aquí va expuesto, así á los católicos, como a los protestantes. La mismo oyó en Boston, Nuevá-Yorck, y particularmente en Filadelfia, donde se informó de todo con maž Carmom is silib da y', bizne exactitud.

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