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minantes in cleris, sed forma facti gregis ex animo." Y de qué otro estilo podia usar el primero de los apóstoles sino del del evangelio? No podia San Pedro olvidar que el mismo Jesucristo dixo expresamente á sus apóstoles, Los reyes de los gentiles dominan sobre sus pueblos: Reges gentium dominantur corum; mas vosotros no debeis ser así: Vos autem non sic." Y nos querrán los ultramontanos enseñar que el obispo de Roma es un monarca en la iglesia? Y hemos de creer ahora que puede despojar á los obispos de sus divinos derechos para investir con ellos á los inquisidores? Señor, ¿qué teología es esta? Este lenguage fué desconocido en los primeros siglos de la cristiandad. Ya el Sr. Espiga explicó larga y doctamente la providencia que San Victor, como Primado, tomó contra Policrates, obispo de Efeso, que con otros prelados del Asia celebraba la Pasqua el 14 de marzo, alegando para ello la tradicion de sus predecesores, que la creian erróneamente derivada de los apóstoles. San Victor exerció un acto de jurisdiccion que le era propio por su primacía, y sin embargo, Policrates no se creyó obligado á obedecerle hasta que un concilio general lo definiese, como en efecto lo definió el primero de Nicea. Mas yo añado, que el santo Papa tentado ya á expedir una excomunion contra Policrates y otros obispos de Palestina, del Ponto. fué contenido por San Ireneo, obispo de Lyon, quien le hizo ver que era cosa muy dura é irregular separar de su comunion tantas y tan ilustres iglesias del Asia.

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"¿Y qué diré de que se haya sacado aquí con motivo de defender la Inquisición la conducta heroica de San Cipriano para con San Esteban? Confieso á V. M. que nada me ha llamado mas la atencion que traer aquí á San Cipriano. San Cipriano y la Inquisicion! Señor, ¿qué cosas tan contrarias? Bien sabido es lo que un señor diputado explicó en el Congreso sobre la causa de Basílides y Marcial, obispos españoles: aquel de Astorga, y este de Mérida, que eran reos del crímen de idolatría. Nuestros obispos se congregaron, depusieron á los dos apóstatas, y en el lugar de Basílides, subrogaron á Sabino. Basílides, hombre astuto y poderoso, fué á Roma en persona, engañó á San Esteban, quien intimó á nuestros obispos que lo repusiesen al instante en su silla. ¿Y quál fué entonces la conducta de los prelados españoles, de aquellos obispos que, segun los cánones, sabian sostener su dignidad? Consultaron á San Cipriano, exponiéndole todo el hecho; y este Santo Doctor les responde: que la deposicion del obispo de Astorga era legítima y canónica, y que acaso el Pontífice Esteban habria sido engañado. ¡ Oh tiempos venerables, en que todo se acordaba conforme á los cánones de la iglesia! ¿Y aquellos ilustres obispos sufririan que con una bula de Roma les clavasen una Inquisicion en sus diócesis? ¿Se dexarian arrollar de los inquisidores? Júzguelo V. M. con su prudencia y sabiduría. Pero pues que aquí se ha hablado de la ruidosa disputa entre San Esteban y San Cipriano con motivo de la rebautizacion, debo decir algo, ya para contestar á algunos señores, y tranquilizar sus conciencias, ya para hacer despues las reflexiones oportunas que me parezca.

„Nadie ignora que á fines del siglo 11 Agripino, obispo de Cartago, fué el primero que se atrevió á establecer la rebautizacion creyéndola necesaria, pero apartándose en esto de la tradicion y venerable antigüedad, como se explica Vicente de Lerins: Is primus omnium mortalium contra universalis ecclesiæ regulam.... rebaptizandum esse censebat. San Cipriano,

uno de sus suce ores á mediados del siglo I, continuó con la misma disciplina que encontró en su iglesia de Cartago: disciplina que insensiblemente se extendió á muchas iglesias del Asia; pues tambien la habia adop◄ tado y sostenia San Firmiliano, obispo de Cesaréa en Capadocia, con otros muchos prelados. Podemos sin embargo llamar á esta disputa propia de San Cipriano. San Esteban reclamó al órden y á la tradicion de los Padres, y condenó abiertamente la rebautizacion, en lo que cumplió exâctamente con el deber que le imponia su carácter de Primado. Aquí ve V. M. ura de las mas célebres disputas que nos ofrece la historia eclesiástica entre el Primado de la iglesia y el sapientísimo obispo de Cartago, ambos ilustres por su doctrina, por su piedad, por su santidad, por sus virtudes y por su glorioso martirio: ambos respetables por su carácter, por su zelo, por su constancia San Esteban defendiendo una verdad derivada de la tradicion divina y apostólica; S. Cipriano sosteniendo un error en el fondo, pues que no estaba aun reconocido universalmente como tal; pero sosteniéndolo de buena fe, y con un teson y firmeza digna del Primado del Africa. ¿Y cómo se explicaba San Esteban? Jamas pronunció: Yo lo mando; ni aun dixo: La iglesia de Roma, de acuerdo con las iglesias del Occidente, reprueba la rebautizacion, con cuya disciplina debois conformaros.. Este lenguage no debia usarse con San Cipriano, pues no era hombre que se aterraba con una bula de Roma. El lenguage de San Esteban fué el que debi a ser, diciendo á San Cipriano: Nada se innove, sino hágase lo que enseña la tradicion. Nihil innovetur, nisi quod traditum est. Con todo este respeto y consideracion trataba la Silla Romana á los obispos. Sin embargo, no se creyó obligado San Cipriano á separarse de la disciplina de su iglesia en un punto que no tenia mas antigüedad que la época del pontificado de Agripino, es decir, poco mas de medio siglo. San Cipriano juntó un concilio de las iglesias del Africa y parte del Asia el año de 256, y allí se. vió con qué firmeza y vigor habló este doctor y padre de la iglesia: Ninguno de nosotros, dixo, pretenda constituirse obispo de los obispos, ni tiranizar á sus concol gas forzándolos á la necesidad de obedecer. Neque quisquam nostrum episcopum se esse episcoporum constituit, nec tirannico ter-rore ad obsequendi necessitatem collegas suos adigit. Todos los padres conocieron fácilmente que hablaba de San Esteban.

,,El error siguió por desgracia, y San Cipriano continuó con la misma disciplina que habia encontrado en Cartago. No es del caso exponer aquí las razones que de parte á parte alegaban estos ilustres santos para sostener su doctring. La disputa de la rebautizacion no se habia tratado aun en la iglesia con toda diligencia y exactitud, como se explica San Agustin. Nondum erat diligenter illa baptismi questio pertractata; y en efecto no se decidió hasta el concilio de Nicea. Aquí ve V. M. un santo obispo que reconoce límites en el Primado de jurisdicción que exerce el obispo de Roina en toda la iglesia jurisdiccion que está arreglada por los sagrados cánones. Y seria San Cipriano á propósito para que el Papa le plantase una. Inquisicion en su vasta diócesi, ó en las de sus sufragáneos? ¿Era hombre que se dexaria cerrar la boca para calificar la doctrina, y atar las manos para absolver de la heregía como se ha hecho con nuestros obispos? ¿Qué diria este grande hombre si hubiera podido descubrir desde lejos este fantasma de Inquisicion?

No se me oculta que algunos teólogos ultramontanos, particularmen te jesuitas, han satirizado á San Cipriano por su firmeza para con San-Esteban. ¡Miserables! Debian reflexionar que San Cipriano es uno de los doctores mas sabios de la antigüedad, uno de los mas ilustres padres de la iglesia, un obispo, un santo, y un mártir clarísimo: debian atender que la iglesia de Roma, que no ha colocado en el canon de la misa sino á los mártires que mas se distinguieron por su eminente fortaleza y santidad, ha puesto á San Cipriano en esta sagrada liturgia, y no puso á San Esteban, á pesar de haber sido Papa, santo y mártir muy ilustre. El mismo San Agus tin toma la defensa de aquel sapientísimo doctor, diciendo que él hubiera hecho lo mismo, hallándose en su lugar, sobre la famosa competencia de la rebautizacion;,,pues el varon clarísimo Cipriano (añade).habria cedido en este punto si la iglesia en un concilio plenario hubiera discutido y definido este dogma. ¿No vemos en el concilio de Jerusalen, que á pesar de estar presidido por San Pedro, y compuesto de los apóstoles, instruidos todos en la divina escuela de Jesucristo, hubo sin embargo grande discusion, y ninguno mandaba en gefe absoluto? Cum magna conquisitio fieret. Alli los apóstoles ocuparon el lugar que les correspondia, formando un solo cuerpo con su cabeza: hablando como doctores, como maestros, como jueces legítimos, no como discípulos, no como delegados, no como vicarios de San Pedro. De aquí es que San Cipriano en su libro de oro De unitate ecclesiæ enseña que el obispado no es mas de uno: Episcopatus unus est, cujus in solidum episcopi partes tenent. Dice mas: que los apóstoles fueron lo mismo que San Pedro, dotados de igual honor y potestad; perɔ salvo siempre el Primado de aquel que ya habia defendido en otra parte Hoc erant utique cæteri apostoli, quod fuit. Petrus, pari consortio præditi, et honoris, et potestatis. Que nos vengan ahora les ultramontanos con su sistema de monarquía universal fundada en el ayre, es decir, en las falsas decretales del impostor Isidero: que nos proclamen al Sumo Pontífice por obispo universal, lo que el P. S. Gregorio Papa denomina nombre de blasfemia, nomen blasphemiæ, palabra necia y soberbia, stultum ac superbum vocabulum. Los Papas desde entonces se han intitulado siempre siervos de los siervos de Dios, servus servorum Dei; y es necesario hacer esta justicia. á su virtud y moderacion. Si en los siglos bárbaros por condescendencias para con los príncipes han permitido que se hayan disminuido en España. las atribuciones de los obispos, estarán prontos á restituírselas por entero. Todos saben que el establecimiento de la Inquisicion tuvo este crigen. Peticion de los príncipes, condescendencia de los Papas, silencio de la ma→ yor parte de nuestros obispos, decadencia de las luces, corrupcion de la disciplina y la moral....., todo esto y mucho mas fue necesario para introducir en la iglesia de Dios un tribunal exôtico, extravagante, que á la sombra de las falsas decretales que concedian á los Pontiñces de Koma el poder absoluto de un monarca, se fue poco a poco, con astucia y las mas á viles adulaciones, erigiendo en coloso, para so pretexto de conservar la fe, que de ninguna manera le fue encomendada, alzarse con una porcion de los derechos episcopales, y ser el espanto y terror de los pueblos. Su fina política llegó á hacer creer á los incautos y piadosos españoles, que las voces religion, pureza de fe é Inquisicion son sinónimas. ¡Qué error! ¡Qué in-triga! ¡Qué hipocresía y disimulo de tribunal!; Y con qué arte ha sabido

adquirirse universalmente el renombre de Santa, que es precisamente el epiteto que menos le conviene! Pero llegó el tiempo, Señor, de poner las cosas en el órden antiguo. Llegó la hora en que V. M. con resolucion firme y mano fuerte quite este padrastro de en medio de la nacion. Contestaré ahora á varias especies que se han producido en el Congreso

,,Los pueblos, dixo un señor diputado, no estan dotados aun de la ilustracion competente para tratar de quitarles la Inquisicion: es necesario aguardar á que se ilustren. ¡Grandemente! : Y quién es la causa de que el pueblo español no se halle debidamente ilustrado, , y conozca sus verdaderos intereses, sino la misma Inquisicion? Mientras subsista este sombrío y cauteloso tribunal, la España estará condenada á ura perpetua ignorancia y estupidez. Es menester publicarlo á la faz de toda la Europa: que para que un español pudiera leer á un Mably, á Condillac, Filangieri....., y lo que es mas asombroso, para leer á Pascal, Duguet, Arnaldo, Racine, Nicole y á otros sabios y piadosos autores proscritos por este fanático y estúpido tribunal, era necesario ocultarse en la obscuridad de una guardilla, ó velar en el profundo silencio de las noches para no ser sorprehendido por una espía de la Inquisicion. A mí me sucedió mas de una vez para leer la sagrada Biblia, traducida por el piadosísimo P. Saci, no sin afliccion de mi espíritu. ¡ Dias de horror, de espanto y amargura para mi corazon, no puedo traeros á la memoria sin enternecerme! Este mismo hipócrita tribunal, que sepultaba en sus archivos las obras mas doctas y piadosas, dexaba correr impunemente los casuistas mas relaxados y obscenos; los sermonarios mas ridículos y extravagantes en que se profana descaradamente la sagrada escritura, acomodindola á sentidos impropios, á fantásticas alegorías, haciendo un juego de la santa y terrible palabra del Señor. Aun hizo mas: árbitro absoluto de las conciencias de los fieles, que manejaba á su capricho, les prohibió baxo pena de excomunion la lectura de las célebres provinciales de Pascal, porque descubrió al mundo la tortuosa conducta y política infernal de los jesuitas, y al mismo tiempo concedia permiso hasta á las mugeres para leer con perjuicio de la religion la culta y elegante fábula del P. Berruyer intitulada: Historia del pueblo de Dios. Esta obra fue condenada por Benedicto XIV: la condenaron igualmente varias juntas de obispos : hasta el mismo parla-mento de Paris la proscribió como perjudicial, fabulosa, impía, detestable. Y por qué la Inquisicion de España concedia su lectura á muchas personas, y jamas concedió la de las provinciales de Pascal? La respuesta es bien clara; porque Pascal impugnó los enormes abusos de la Compañía, y Berruyer pertenecia á esta corporacion, amiga predilecta del Santo Oficio. Vea aquí V. M. otro de los milagros de la Santa. ¿Y se ha de decir ahora que es necesario que el pueblo se ilustre para quitar la Inquisicion? Un tribunal acérrimo enemigo de los sabios, perseguidor eterno de la ilustracion, permitirá que el pueblo abra los ojos para que despues lo derribe? ¡ Rara paradoxa! ¿Qué libro de Derecho público y de gentes nos ha dexado? No pudiendo prohibirnos en España á nuestros Salgados y Solórzanos, los prohibió en Roma, á pesar de las enérgicas reclamaciones de nuestros reyes.

,,Otro señor diputado nos traxo la bizarra especie de que la Inquisicion comenzó con el nacimiento de la iglesia. Yo digo que se ha quedado muy corto. El inquisidor Luis de Páramo le da mucho mas edad, pues la hizo nacer en el centro del paraiso, y por consiguiente debe ser coetánea de

nuestro padre Adan. Luego nos presenta al mismo Dios por primer inquisidor, y sigue despues con una prodigiosa serie de inquisidores, que no hay mas que desear en quanto al origen, antigüedad, gloria y honor de esta. Santa. Entre sus prosélitos coloca nada menos que á Nabucodonosor, rey de Babilonia, y á otros personages de la mas alta gerarquía..... Si yo no viera estos delirios estampados por un autor clásico de la Inquisicion, qual es el famoso Páramo, no me atreveria á exponerlos al desprecio é indignacion de V. M. Empero no puedo menos que llamar su atencion sobre la calidad de un tribunal que se nos ha querido pintar como un precioso don - del cielo, como baluarte de la fe, como columna de la religion. Pero si el señor preopinante tuvo largas creederas para persuadirse que la Inquisicion nació con la iglesia: ¿cómo Jesucristo nuestro Señor no le confió desde luego el depósito sagrado de la fe? ¿Cómo no lo hicieron los apóstoles y primeros padres de la iglesia? ¿O es que la Inquisicion era algun tesoro escondido desde el principio del mundo, y reservado para salir á luz en el famoso siglo XIII?

,,Otros señores han confesado ingenuamente que este tribunal es diametralmente opuesto á nuestra constitucion, que toda ella no respira sino máxîmas de justicia universal; pero que podia reformarse y conciliarse con ella. Esto es como si dixeran que podian conciliarse la luz con las tinieblas, la libertad política con el despotismo mas atroz, y el error con la verdad. Este seria á mi ver uno de los mas estupendos milagros de la Santa. Mas es necesario publicar á la faz del mundo entero, que en la Inquisicion no cabe reforma. Es irreformable por su esencia, por su carácter, por su constitucion. Se halla en el mismo caso que los jesuitas. Quando á peticion del rey de Portugal expidió Clemente xIII un breve al cardenal de Saldaña para reformar la Compañía en aquel reyno, el P. Ricci, prepósito general, y uno de los mas astutos políticos que hubo jamas, respondió francamente que los jesuitas no admitian reforma, y que ó habian de ser abolidos, ó subsistir como estaban: Aut sint ut sunt, aut non sint. Nuestros folletistas, como es notorio, sienten lo mismo de su Santa. Ellos han adoptado el mismo espíritu de los jesuitas, de quienes son legítimos herederos y sucesores para calificar de jansenistas á los que no piensan como ellos, y ya se sabe el odio eterno que profesaron al sabio obispo de Ipres por su famosa obra Augustinus.

,,Algunos señores diputados de Cataluña han ponderado á V. M. que la voz uniforme de su provincia estaba en favor de la Inquisicion, y que debian consultarla ántes de votar. Mas yo con todo el respeto que merecen sus señorías, les pregunto lo primero, si ántes de votar sobre este grave asunto, necesitaran de consultar á su provincia, ¿adónde iria entonces á parar la representacion nacional? ¡Qué! No traxeron poderes amplios. é ilimitados, como sus otros compañeros? Lo segundo, si se concediera esto á esos señores, podríamos alegar lo mismo todos los diputados, no solo en quanto á la Inquisicion, sino en todos los demas asuntos; y en este caso, ¿qué seria de las Cortes? Quando acabarian los de ultramar, particularmente el señor diputado de Filipinas, de averiguar el gusto de sus respectivas provincias Lo tercero, ¿cómo sabrán los señores diputados catalanes la voluntad general de su provincia, hallándose ocupadas todas las capitales por los enemigos? Lo quarto, podian acordarse estos señores que algunos de ellos votaron contra la abolicion de señoríos, alegando que en su provincia

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