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en sujetarlos á la licencia de los ordinarios, ni en imponerles la pena en que por falta de esta licencia han incurrido; y por qué? porque no se tienen ni se han tenido por escritos de religion.

,, Señor, escritos de religion deben llamarse no solamente aquellos que se limitan á tratar únicamente de los dogmas revelados, sino tambien todos los demas que por incidencia tratan de ellos; todos los demas que tratan de las prácticas de devocion y de piedad con que el pueblo conserva los efectos de la religion; todos los demas que esparcen máxîmas, que si bien no son verdaderos errores ó heregías, son ocasion de escándalo á los débiles ó á los poco ilustrados, de que hay y habrá siempre un graa número, no solo en la plebe, sino tambien en los que no son plebe; todos los demas que tratan de materias afines á la religion, y de que es indispensable el tránsito y la mezcla en puntos de religion; todos los demas que hablan de jurisdiccion y disciplina eclesiástica, de instituciones religiosas, y de otros qualesquiera puntos, cuyo conocimiento, exâmen y reforma depende de la iglesia: todos estos escritos deberian llamarse escritos de religion, y sujetarse por lo tanto á la licencia de los obispos para su impresion: en án todos los demas que no se reducen exclusivamente á tratar de materias civiles y políticas y no mas, que son los límites de la libertad de imprenta establecida por la constitucion.

,, De lo contrario no dude V. M. que al paso que el pueblo español por un abuso indispensable de esta libertad se irá desmoralizando cada dia, se quedará al mismo tiempo sin adquirir una verdadera y sólida ilustracion. Ya lo vemos por la experiencia; por una parte casi no encuentra buenos y doctos escritos que lo instruyan, y se halla rodeado por la otra de una infinidad de papeles, de una multitud innumerable de folletos, que pueden llamarse la afrenta de la cultura española en un siglo el mas culto, en un siglo de tanta ilustracion, y en una época en que la libertad de la imprenta, sabiamente acordada por V. M., deberia haber esparcido muchas luces útiles por la nacion; ; pero cómo ha de ser? si por desgracia nuestra, Señor, por desgracia nuestra solo se emplean y se han empleado hasta aquí casi todos los escritores ó folletistas públicos en desahogar sus pasiones particulares, en fomentar el chisme y la discordia, en calumniar, ridiculizar, criticar, infamar sin necesidad ni utilidad pública las personas y el buen nombre de los ciudadanos; y lo que es peor de todo en vomitar sarcasmos, burletas y dicterios contra muchas verdades de religion, y contra muchas máximas y prácticas piadosas, que sin meterse en impugnar, solo tratan de ponerlas en ridículo; pues todos estos atentados no se hubieran realizado, ni realizarian en adelante, si se sujetase á la licencia de los obispos la impresion de todos los escritos que se mezclan de algun modo en puntos relativos de qualquiera manera á la religion, aunque no sean sus dogmas y artículos revelados. Esto seria conforme á lo que dice el concilio de Trento hablando de este punto, y exigiendo la licencia de los ordinarios para imprimir los escritos que traten de materias sagradas y pertenecientes á la religion. Así que, yo querria que se añadiesen á esta primera parte del artículo algunas palabras que explicas en esta idea, para evitar los perjuicios que experimentamos.

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,,Porque, Señor, yo no lo he soñado; lo he visto, lo he oido, y estoy autorizado para creerlo por innumerables testimonios, que esta impudencia

de los escritores públicos en puntos religiosos, ha comprometido mas de una vez el buen nombre de V. M., y me temo aun que llegue á comprometer tambien en cierto modo la tranquilidad pública por la indignacion, por la efervescencia general que causan en los ánimos de los pueblos semejantes escritos tan impolíticos como poco religiosos. Me parece, pues, este asunto muy digno de que V. M. lo tome en consideracion."

El Sr. Argüelles :',, Señor, quanto mas leo el artículo 2, mas me convenzo de su exactitud, y que todo quanto ha expuesto el señor preopinante no es sino una difusa reproduccion de lo que dixeron, quando se estableció la libertad de imprenta, los señores diputados que se opusieron á ella. En aquella ocasion, previendo varios señores eclesiásticos el abuso que podria hacerse de esta ley saludable, con la qual solo se devolvió á los ciudadanos un derecho que tenian, expusieron los males que creyeron podian originarse; sin embargo, comparándolos el Congreso sabiamente con las ventajas que resultarian, aprobó aquel reglamento, sin tomar en consideracion las vagas declamaciones de que los pueblos se escandalizan y la religion padece; declamaciones que nada significan, y cuya insuficiencia y futilidad se hace evidente con el resultado contrario. Señor, es imposible fixar la línea divisoria entre las materias que pueden llamarse de religion y las políticas; y si no fuese por esta dificultad, ninguna habria para establecer una libertad de imprenta, segun desean algunos señores diputados. El único medio para evitar los daños que se temen, es abolir la libertad de imprenta: este es quizá el que algunos quisieran que se adoptase; y no atreviéndose á proponerlo abiertamente, no pierden ocasion de ponderar males y peligros que no existen, ó que son infinitamente inferiores á las ventajas. Yo no dudo que de esta manera se atajaria el mal en su orígen; pero así lo atajaba la Inquisicion; y de esta manera vendríamos á parar en que era necesario para que un hombre no hiciese daño á otro tenerle siempre atadas las manos. Pregunto yo al señor preopinante que. tanto honor ha hecho á la nacion, diciendo que hoy vivimos en el siglo ilustrado, no se resiente este de que hayamos estado privados, no de escritos heréticos, sino de infinitas obras científicas que han estado y estan prohibidas baxo el pretexto de que se mezclaban en cosas de religion? ¿Pues qué no debe servir de exemplo la conducta de los santos Padres que sostuvieron la religion católica con sus escritos y sabias producciones? ¿No es obligacion de los señores eclesiásticos desvelarse dia y noche para impedir y evitar que cundan esas doctrinas? ¿Para qué estan los obispos, Senor? ¿Para qué el señor preopinante y demas eclesiásticos dotados de ilustracion y virtud, sino para que impugnen y destruyan las ideas que puedan propagar los escritos heréticos? Por esto en todos los paises católicos han conseguido la consideracion á que son acreedores. Por lo demas, lo que propone el Sr. Ximenez es lo mismo que decir que se adopte una censura previa en todas las obras en que á discrecion del obispo haya asuntos de religion. ¿Y qué escritos se imprimirán entonces en España? Sobre qué materias se escribirá, que no dixesen que se rozaban con la religion? Lo que dice el concilio de Trento es con respecto á los escritos que hablan ex profeso de religion; y en quanto á estos buen cuidado tendrán de exâmimarlos los obispos en tiempo oportuno, calificarlos, y reclamar la autoriaidad política, si hubiese omision en prohibirlos: lo demas es echar por

el atajo, y poner la cosa en peor estado que antes. Las decisiones del concilio de Trento no deben tergiversarse; y yo aseguro que si fuesen en los términos que se quiere suponer, Felipe II, que era tan zeloso de su autoridad, no les hubiera dado entrada en el reyno. Confieso desde luego que puede haber algun abuso. ¡Oxalá estuviéramos en un siglo y en una nacion en que no los hubiera! Pero es menester que todo se pese, esto es, los males y las ventajas. Es necesario tambien no desentenderse de que quando mas floreció la religion católica fué quando no se conocia prohibicion de ninguna especie, ni se apelaba á estos terribles castigos de la Inquisicion. Yo veo que los santos Padres no se arredraban de que los hereges escribiesen lo que quisiesen, sino que los confundian con razones y pulverizaban sus escritos. Y aquí que se imponen penas temporales todavía no se tiene por bastante? ¿Qué hemos de hacer? Dígase claramente que no se quiere libertad de imprenta. Creo que el artículo está sabiamente extendido. En hora buena que procedan los obispos con todo detenimiento; pero ninguno se creerá tan lleno de sabiduría, que no pueda ser alguna vez falible; y haciendo lo que se propone el artículo, se dará mas peso á la autoridad de los mismos prelados. Creo que se precave qualquiera mal siempre que se dé traslado de la censura á la parte, y que se la oyga: porque puede dar tales explicaciones que convenzan al obispo, ó á lo menos le manifiesten que no ha tenido intencion de errar. Es de derecho divino, natural y positivo que antes de declarar á un individuo incurso en heregía, se le dé traslado. Por otra parte yo no veo esa conmocion que se supone en el reyno. Por lo que hace á personalidades, yo quizá pudiera resentirme mas que el señor preopinante; pero al cabo los hombres públicos tienen esta pension, y la censura es un mal que trae muchos bienes; porque al hombre que tiene alguna vergüenza le obliga á obrar en términos de no merecerla. No dudo, pues, que el Sr. Ximenez imite á sus compañeros, despreciando invectivas y personalidades que su conducta sabrá desmentir. Por último este artículo está conforme á los principios adoptados por el Congreso, y desearia que no retrocediéramos en los principios, ni reproduxéramos los ya muchas veces contestados."

El Sr. O-Gavan:,,Juzgo muy oportuno que en este artículo se haga alguna pequeña explicacion, para evitar las dudas y cavilosidades que inventen la ignorancia y la malicia. Como en el decreto expedido en noviembre de 1810 sobre la libertad política de la imprenta, cuya observancia se renueva ahora por esta ley, se advierte que el artículo 4 trata de los escritos licenciosos, У. contrarios á la decencia pública y buenas costumbres: el 5 habla de los jueces y tribunales que han de entender en la averiguacion, calificacion y castigo de los abusos de la persona; y el 6 se contrae determinadamente á las materias de religion, como sujetas á la censura de los ordinarios eclesiásticos, esta separacion ha dado motivo á que se crea, aunque con temeridad, que los escritos contrarios á las buenas costumbres no estan baxo las mismas leyes, y la misma autoridad que los opuestos á las verdades dogmáticas, conceptuando la moral pública como un objeto meramente civil sin ninguna relacion ó dependencia del sistema religioso.

,,En prueba de que ha tenido patronos este error, he visto imprimir en uno de los paises de ultramar varios folletos tan indecentes y obscenos como el poema mas inmoral de Voltaire. El obispo trató de usar de sus

nativos derechos, y de los que expresamente señala el Tridentino para proscribir las doctrinas perniciosas; y se pretendió sostener á la sombra de la ley expedida por V. M., que no debia el ordinario eclesiástico extender su conocimiento á los papeles de esta naturaleza, sino limitarse á los que atacasen abierta y directamente los dogmas de la fe católica. Se ve desde luego que no conoce los principios y el objeto de nuestra religion, ni las facultades de los obispos, quien se atreve á presumir que los pastores de la iglesia no deben velar incesantemente sobre la pureza de las costumbres, condenando y proscribiendo quanto pueda alterarlas ó corromperlas. Pero á fin de evitar tales cavilaciones, y que en ningun tiempo se escuden con las santas leyes de V. M., desearia que se aclarase el artículo haciendo especial mencion de los escritos inmorales.

SESION DEL DIA 5 DE FEBRERO DE 1813.

Continuó la discusion del artículo 2 del capítulo II, habiendo substituido la comision á las palabras: en virtud de la censura de los quatro calificadores, de que habla el artículo 3 del capítulo 1, la cláusula siguiente: prévia la censura correspondiente de que habla la ley de la libertad de imprenta (véase la sesion del dia 3 del actual).

El Sr.O-Gavan:,,En la sesion anterior indiqué á V. M. quan oportuno seria extender el artículo en estos términos:,, el reverendo obispo ó su vicario.... darán ó negarán la licencia de imprimir los escritos de religion, y prohibirán los que sean contrarios al dogma y á las buenas costumbres &c." Bien conozco que esta explicacion se reputará como superflua, respecto á que diciéndose religion, se comprehenden desde luego sus partes esenciales; esto es, la doctrina que abraza los dogmas de la fe, las costumbres ó las acciones del cristiano, que deben ajustarse á la sana doctrina, y la disciplina que contiene los ritos litúrgicos y la forma externa de la administracion eclesiástica. Pero, Señor, sin embargo de ser estas unas verdades elementales, ya he dicho que se ha pretendido alguna vez substraer de la idea religion el atributo de las costumbres, y en conseqüencia defraudar á los obis pos de uno de los objetos primarios de su divino ministerio, qual es la conservacion de la moral, á pretexto de que la ley establecida por V. M. para asegurar la libertad política de la imprenta, habla con distincion y en artículos separados de los escritos inmorales, y de los que oferden la religion.

,,El artículo 6 de la ley citada renueva lo dispuesto en el Tridentino. Ademas de lo que previene este concilio ecuménico en el decreto De editione et usu sacrorum librorum, son de notar tambien, en apoyo de la adicion que llevo insinuada, las diez reglas formadas por los Padres de aquel sínodo, á que se contrae la bula Dominici de Pio iv expedida en 1564. En el articulo 2 de este índice se condenan absolutamente ciertos libros que tratan ex profeso de la religion; y en el 7 se dice:,, Debiendo cuidarse no solo de los dogmas de la fe, sino tambien de las costumbres, que fácilmente se corrompen con la lectura de los libros lascivos ú obscenos, se prohiben de

todo tales escritos; et qui eos habuerint, severè ab episcopis paniantur." Aquí ve V. M. como los padres Tridentinos, aunque habían tratado en el artículo 2 de los libros opuestos á la religion, no dexaron de contraerse despues con determinacion á los obscenos, prohibiéndolos expresamente sin temor de incurrir en la nota de superfluidad ó redundancia; pues este rezelo debe sacrificarse en obsequio de la claridad, que siendo uno de los requisitos de toda buena ley, se hace mas necesaria quanto mas delicado y mas trascendental sea el objeto sobre que se versa. Así, pues, reitero que se haga especial mencion en este artículo de los libros contrarios á las buenas costumbres.

El Sr. Argüelles:,, Señor, no puedo menos de llamar la atencion del Congreso para recordar la reflexion que el otro dia se hizo. ¿Quién puede disputar á la autoridad eclesiástica la facultad de prohibir los libros que se opongan á las buenas costumbres en un pais católico? Es imposible que no ataque á la religion lo que abiertamente se opone á las buenas costumbres. Toda sociedad tiene una moral pública, á la que se sujetan todos sus individuos; pero en los paises donde se establece que la religion católica sea la dominante, se corrobora la moral con las reglas divinas, que son la base de las buenas costumbres, y generalmente la de todas las acciones humanas. Y así dixe, y repito ahora, que es una redundancia expresar una cosa que está claramente comprehendida. Por lo que toca á lo demas, se va á establecer una lucha terrible entre el poder judiciario y la autoridad eclesiástica. La autoridad civil ha cuidado siempre de la policía de los teatros, y nunca ha necesitado del obispo para prohibir las representaciones y dichos que pudieran ofender la moral pública. Mas extendiendo el artículo, como se pretende, la autoridad eclesiástica podria suponer que se le declaraban facultades que no tenia, y arrogarse en virtud de esta declaracion atribuciones propias de la policía general del reyno. Hasta ahora hemos visto en España y en los demas paises en que ha habido moralidad, que la policía ha cuidado de prohibir los libros que se oponian á la moral pública. En Inglaterra, que es el pais mas libre de Europa, y en los Estados-Unidos, se recogen (de la manera que allí es permitido) por la autoridad civil semejantes escritos, y se prohibe el curso de los que corrompen la moral, las estampas y demas objetos que pueden perjudicar á las buenas costumbres; y en fin hay un reglamento convencional, que está fundado en la experiencia de los magistrados y moralidad del Gobierno, que es la que en estos casos sirve de norma para contener qualquiera exceso; de lo contrario, repito, vamos á fomentar una lucha entre la autoridad civil y la eclesiástica. Pondré un exemplo. Nuestro teatro tiene muchas representaciones que estan permitidas ahora, y lo han estado siempre, aun subsistiendo la Înquisicion, en las quales, si se analizasen con rígida escrupulosidad, se hallarian expresiones y versos que por sus alusiones podrian ofender orejas demasiado delicadas; pero confundidos en toda la representacion se han permitido siempre en favor del chiste y gracia, y porque excitan la risa, no de los libertinos, sino de los hombres de mejor moral, y de mas rígidas costumbres. Tales son las composiciones de Tirso de Molina, autor que tenia la circunstancia de ser religioso; sin embargo se han representado sin estorbo en todos los teatros de España. Pero aprobada esta adicion, supongamos que una compañía de cómicos fuese á representarlas en una diócesi, cuyo obispo fuese un poco

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