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prescribieron límites y deberes á la dignidad Real; y las mejores disposiciones legislativas que hemos podido salvar del influjo de la jurisprudencia facticia y convencional que importó á nuestro suélo el código de las Partidas, sábio bajo el aspecto científico, las debemos, señores, á los concilios de Toledo. Los historiadores, no obstante de esta época, son poco mas que compiladores. Si se esceptúa la apreciable obra de Pablo Orosio, que escribió con un objeto moral determinado, y la crónica de Idacio, á quien no podemos comprender en éste tiempo, Juan de Valclara, San Isidoro, San Ildefonso y Julian Arzobispo de Toledo, son unos compendistas sin mérito en el fondo, ni en el estilo.

Invadida y ocupada España por los Arabes, siguió á esta ocupacion una verdadera revolu→ cion en el gobierno y las costumbres, pintada con elocuentes y ecsajerados colores por el arzobispo D. Rodrigo y la crónica jeneral de Alfonso el sábio. La poblacion meridional y del céntro de España se sometió á la dominacion Arabe, que durante la familia de los Ben-Omeyas es

tableció una administracion mui superior sin duda á la de los Gódos. La nacionalidad se salvó en las montañas de Cantabria y de Sobrarbe; y si belicosos y esforzados fueron los primitivos Españoles, que en medio de la sujecion completa del país y del valor de los conquistadores, concibieron el osado intento de oponerse á estos ; las costumbres fueron rudas, y groseras; el lenguaje latino se corrompió por la mézcla sin dúda con el primitivo de los Cántabros ; y la inseguridad fué jeneral hasta la muerte de Almanzor (1001), esclarecido varon, en quien se refleja todo lo que el carácter árabe tuvo de jeneroso y caballeresco. Durante los siglos VIII, IX, X, XI, y la primera mitad del XII, la España cristiana fué mas ignorante que el resto de la Europa; y las crónicas de Isidoro Pacense, Sebastian de Salamanca, Sámpiro y Pelayo de Oviedo, son compendios mui diminutos de los sucesos contemporáneos escritos en incorrecto y desaliñado latin. Pero mientras densa y sombría ignorancia era el patrimonio general de Europa, de los esfuerzos de Alfredo y de Carlo

á pesar

Magno, ecsagerados por escritores apasionados y que fueron impotentes contra la barbárie de su tiempo; resplandecía en Córdoba, cual luminosa antorcha, el trono de los Ben-Omeyas. Académias de Humanidades, certámenes poéticos, mezquitas magníficas, hospicios, escuelas, bibliotecas públicas, dotacion de colegios y aljamas, plantaciones importantes, construccion de puentes, de acueductos, de lagos, y acequias de riego; todo lo que una administracion sábia y esplendorosa puede idear en beneficio de los intereses materiales, y aun para dar libre vuelo á la vida del corazon y de la imaginacion, todo fué ejecutado por el genio de Abederrahmen, de Alhakén, y de Almanzor. Debe sin embargo decirse en honor de la verdad, que la civilizacion árabe no tuvo una influencia manifiesta en la de Castilla hasta el reinado de Alfonso el Sábio; y el primer rayo de luz vino á esta en el último periodo del siglo XI del monasterio de Cluni y de los Eclesiásticos franceses que de su vuelta, de Roma trajo á España el arzobispo don Bernardo. Empero conquistadas desde esta época

ciudades importantes por los Reyes de Castilla y Leon, y adoptada por estos desde Alfonso V la política mas sábia y eficaz para la reconquista y poblacion de España; comienza un periodo de visible decadencia del Imperio Arabe y de pujanza y crecimiento del español. En el principio del siglo XII se escribió por tres canónigos de Santiago la apreciable Historia Compostelana; fundóse en el mismo siglo por Alfonso VIII la escuela de Palencia; y en la primera mitad del siglo XIII tenemos en Lúcas de Tui y el Arzobispo Don Rodrigo, no ya cronistas, ni compendístas, sino historiadores universales. Por mandato de la virtuosa y prudente Reina Doña Berenguela dió el primero publicidad á los libros históricos de S. Isidoro, S. Ildefonso, y Julian Arzobispo de Toledo, y escribió la historia general de España desde Pelayo hasta S. Fernando, en la que al través de errores cronológicos y de algun suceso fabuloso se hallan escelentes indicaciones sobre el gobierno de Castilla. Mas el eclesiástico verdaderamente acreedor á nuestra estima Ꭹ reconocimiento es D. Rodrigo Jimenez

de Ráda. A su celo religioso se debió sin disputa la victoria de las Návas de Tolosa (1212), que puede considerarse como la lucha campal y definitiva del Cristianismo y del Mahometismo en la península, y á su pluma la Historia de los Vándalos, Suevos, Alanos y Silingos, la de los Gódos, la de los Arabes, y la de la reconquista de España hasta 1243. Cuando se compara el estado de la lengua latina en esta época con el estilo de D. Rodrigo en su libro de Rebus Hispaniæ, hai motivo para admirar su clásica latinidad; y el lenguaje y la varonil elocuencia de muchos de sus rasgos ofrecen singular analogía con las dotes que han hecho única la Historia castellana de Juan de Mariana. En este mismo siglo, Alfonso el Sábio, cuyo nombre recuerda ademas de sus obras poéticas y filosóficas, la fundacion y dotacion de la Universidad de Salamanca la de la Escuela de Sevilla, las tablas astronómicas, la version del cuadripartito de Ptolomeo, el fuéro Real y el Código de las Partidas, es decir, adelantos literarios y legislativos, asombrosos atendida la época, escribió la crónica general

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