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Botánico, los Museos de Historia Natural y de Pinturas, las Escuelas de Grabado, el Anfiteatro de Anatomía, convertido en Facultad de Medicina, aunque con nombre de Colegio, el Observatorio astronómico, las Academias de Derecho canónico bajo la advocación de San Isidoro, y de Derecho civil ó de la Concepción y las Escuelas de la Sociedad Económica. La Academia de Santo Tomás contaba ya con tantos ó más alumnos de Filosofía y Teología que Alcalá. El Colegio de Abogados de Madrid daba dictámenes regalistas á petición del Consejo, anotaba el Diccionario de Ferraris y las Instituciones de Selvagio, y Sancho Llamas, último Rector del primitivo Colegio de San Ildefonso, se venía á Madrid å imprimir sus Comentarios sobre las Leyes de Toro. Las tres Universidades mayores de Castilla estaban eclipsadas y rebajadas. Las de Toledo y Sigüenza casi desiertas á pesar del favor de los Arzobispos Lorenzana y Fuero, desafectos á los Jesuitas; las de Avila y Osma ya medio muertas como las de Oñate, Irache y otras menores. La de Zaragoza había adquirido repentina importancia, con su Escuela de Economía y el favor del Ministro Roda, sus Academias del Buen Gusto de San Lucas y de Jurisprudencia. Las de Santiago y Sevilla mejoraban con la adquisición de los edificios de los Jesuitas y se emancipaban de los Colegios tutelares. Los Colegios de Fonseca y de Maese Rodrigo, equiparados á los seis mayores de Castilla, aunque á disgusto de éstos, (que no los querían reconocer por iguales, como tampoco á los de Osuna y Portaceli de Sigüenza) seguían la dura suerte de aquéllos, escasos de bienes y de importancia, pero no de orgullo.

Los Seminarios habían aprovechado también los despojos de los Jesuitas, harto mermados, y la Universidad de Alcalá, en su odio al Colegio Mayor, había dejado la casa de Cisneros y su espíritu, para establecerse en el irregular edificio de la Compañía, donde malgastó mucho dinero para estar mal, y verse echar de allí atropelladamente, á fin de convertir el edificio en cuartel. ¡Triste, pero merecido castigo! Además de aquel cuartel se establecieron en otros

conventos de Alcalá una Academia de Ingenieros y su cuartel, ya que se habían establecido Academias militares en Avila, Zamora y otros puntos, comprendiendo al cabo que las Universidades no daban matemáticos al Ejército ni á la Artillería, como los pedía Felipe II á las de Castilla, y Felipe IV á los Jesuitas.

La revolución francesa asustó á Carlos IV y á sus ministros, inclusos Aranda y Campomanes, jefes de los dos partidos, como el motín de Esquilache había asustado á Carlos III, y vino à servir á las miras de militares y golillas. No se asustaron los jansenistas, antes bien trataron de sacar partido, y lo consiguieron, poniéndose de su lado los economistas de Madrid, Salamanca y Zaragoza, con Cabarrús y el Ministro Caballero. Ni áun la invasión francesa les acobardó, pues la mayor parte de ellos se hicieron afrancesados, y los patriotas en Cádiz, trenando contra los franceses, aceptaban sus principios y sacaban las consecuencias.

La reacción de Fernando VII de 1814 á 1820, deshaciendo lo que habían hecho Godoy, Urquijo y sus adláteres, en los primeros años del siglo actual, ni fué conveniente ni duradera. Se restablecieron algunos Colegios mayores y se trató de restablecer otros, resucitaron las Universidades menores, pero sin catedráticos ni estudiantes, se renovaron fiestas y solemnidades religiosas y académicas, pero sin fervor ni entusiasmo. La juventud, además, estaba maleada en las ideas, y los que venían de combatir á los franceses traían las ideas y costumbres de éstos; y, maldiciendo á los franceses, se comía, se vestía y se pensaba á la francesa.

La revolución de 1820 trajo nuevos trastornos y áun venganzas. Trájose à Madrid la Universidad de Alcalá, como habían propuesto las Cortes de Cádiz, y el Cláustro, heredero de los derechos é intereses de Alcalá, vino á albergarse en el edificio de los Estudios de San Isidro, que tan rudamente había combatido el antiguo en el siglo XVII.

Siguióse la segunda reacción en 1825, ménos restauradora que la de 1814. Calomarde dió nombre al plan de aquel año, sin haberle hecho, y ¿quién sabe si llegó á leerlo? Este

era el ministro más adecuado para Fernando VII: uno y otro eran absolutistas y de ideas rancias pero regalistas, de costumbres modernas, y áun liberales en el fondo, pues, aunque parece imposible, es frecuente odiar el liberalismo y maldecirlo, pero tomar el Catolicismo como medio, elogiarlo y no practicarlo. Calomarde, educado entre los economistas nada económicos de Zaragoza, donde el Cancelario era nominal, suprimió los Cancelarios, y, como liberal á medias, retuvo una cláusula de la Bula Pontificia, y cumplió las que le convenían. En 1830, asustado al ver lo que pasaba en Francia y lo que se proyectaba en España, contando la revolución con gran parte del ejército y la mayoría de los estudiantes, suspendió la enseñanza oficial y pública en las Universidades, sin cerrarlas, como se ha dicho. Aunque parezca paradoja, Calomarde fué el padre de la libertad de enseñanza privada, que tanto se aplaude hoy día.

Vinieron la guerra civil y sus horrores, y los que habían motejado á Calomarde por haber cerrado las Universidades, las suprimieron en gran número, inclusa la de Alcalá, que fué descuartizada para traer á Madrid su esqueleto. La centralización de 1846, matando los escasos restos de independencia universitaria, vino á darles la nueva forma francesa de oficinas para enseñar mucho y de modo que se aprendan cosas de erudición y ornato, más que de utilidad y práctica.

Ahora se habla, en son de progreso, de la autonomía universitaria. Los niños, después de romper los juguetes, quieren que se los compongan, y hay ocasiones en que los hombres que pasan por sabios tienen cosas que parecen de niños.

CAPÍTULO PRIMERO.

ADELANTOS EN TIEMPO DE FERNANDO VI.

Mejora de los estudios de Derecho desde los tiempos de Fernando VI. -Adelanto de los Estudios críticos. -Feijóo: su influencia en la enseñanza. -Burriel: Florez: Pérez Valiente: Sancho Llamas: Sala: Finestres. — La Academia de Jurisprudencia de Madrid. Los Colegios de Abogados como Cuerpos Consultivos,

El cambio de política ocurrido al advenimiento de Fernando VI al trono, por muerte de su padre Felipe V, fué poco trascendental para la enseñanza y mejora de sus establecimientos. Sabido es que el padre y el hijo no congeniaban, y la política de Patiño no era bien vista por la camarilla portuguesa de la Reina Doña Bárbara, que mucho influía en el ánimo de su marido. Este, no sobrado de talento, pero honrado, de buen corazón, y muy económico, no escaseaba los recursos en lo relativo á la protección de las Letras.

Dirigía la conciencia del Rey el P. Rávago, jesuita, no muy á gusto de los dominicos, como Felipe V había sido confesado del jesuita francés P. Dauventon. Luchaba el Rey entre las opuestas tendencias del riojano Ensenada, muy amigo de las cosas de Francia, y continuador en gran parte de la política de Patiño, y la del otro ministro Wall, más partidario de Inglaterra, é influido por la mefistofélica política de la Embajada inglesa, que veía con malos ojos el fomento y aumento de la Marina y el aumento de la riqueza, merced á las avaras y casi tramposas economías del gobierno. Mas no lo era para el fomento de las Letras, las Ciencias y áun las Artes, como queda dicho: en su reinado se preparó la restauración de ellas, que dió lustre al de su hermano y sucesor Carlos III.

El P. Rávago, procedente del Colegio de la Compañía en

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