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HISTORIA

DE

LAS UNIVERSIDADES,

COLEGIOS Y DEMAS ESTABLECIMIENTOS DE ENSEÑANZA

EN ESPAÑA,

POR

D. VICENTE DE LA FUENTE.

Catedrático en la Facultad de Derecho de la Universidad Central,
y Académico de número en las de la Historia y Ciencias morales y políticas.

TOMO IV.

MADRID.

IMPRENTA DE LA VIUDA É HIJA DE FUENTENEBRO,
Bordadores, 10.

·LA917 F8

V,4

Es propiedad del autor.

PRÓLOGO DEL TOMO CUARTO.

EL periodo de cien años que vamos á recorrer (1746-1846) es de lucha y transición, enteramente distinto en carácter del predominante en los siglos anteriores. Es de lucha de ideas, ya no de escuelas; de intereses personales y de partido, más que de interés por la enseñanza: predomina el espíritu revolucionario más ó menos latente, y los demoledores á veces no comprenden que van á quedar sepultados entre las ruínas y escombros de los edificios que van socavando. ¿Quién les había de decir á los reformistas y jansenistas de Alcalá y Salamanca, que al fin de aquel siglo el liberalismo se reiría del ultramontanismo, como del jansenismo y del cesarismo, y que, cuarenta años después, la Universidad de Alcalá habría muerto, Salamanca estaría menos concurrida que Valladolid, Cervera trasladada á Barcelona, Toledo y Huesca muertas, Sevilla, Granada, Santiago y Oviedo equiparadas y áun superiores à las de Castilla en algunas cosas? Cien años dura esta metamorfosis, y bastan doce años (1834-1846) para llevarla á cabo; y no la preparan las Universidades en ese concepto, sinó que es obra de las revoluciones políticas y de las ideas venidas de Francia.

En vano Fernando VI, enemigo de la política de su padre, y con ideas españolas y conservadoras, había puesto coto á las innovaciones parodiadas del extranjero, quitande 339542

abusos lentamente, sin herir, y consiguiendo algunas mejoras; porque los abusos mayores quedaban en pié, y la mano de sus ministros era muy suave para hacer reformas. No asi su hermano Carlos III, que guiado al pronto por extranjeros, en gran parte famélicos, asustado después por el amañado motín de Madrid, dominado por dos partidos, el uno violento, militar y aristocrático, el otro solapado, artero y cancilleresco, dejó obrar á cada uno por su lado y á su modo, y en las Universidades al segundo casi por completo. El rudo golpe descargado sobre la Compañía de Jesús cayó á plomo sobre el Clero tanto secular como regular.

En pos de los Jesuitas desfilaron los Colegiales Mayores, sus aliados. Tras de la filosofía peripatética y el escolasticismo decayó el estudio de la Teología, que vió disminuir sus cátedras para crear las de Derecho Patrio. A la vez las Reales Academias, las Sociedades Económicas y los Colegios de Abogados, tomando un carácter casi docente, eclipsaron a los Cláustros, que ya no eran consultados como oráculos, sinó mirados con cierto desdén, mientras se debatían en su seno métodos de enseñanza, que, remitidos al Consejo, quedaban por lo común sepultados en los inexplorados antros de su archivo, devorador de documentos, que reclamaba para no leerlos, según la costumbre burocrática de España.

Entretanto los ministros de Carlos III (no este Señor, más modesto que sus panegeristas) iban formando en Madrid la Universidad nueva, que, por la fuerza de las circunstancias, vivía á la moderna, y chupando la savia, no sólo de Alcalá sinó de las otras célebres y antiguas de Castilla, traía á su seno toda la juventud que estudiaba en la Corte aquello que nunca se había enseñado, ó ya no se enseñaba en Alcalá. Ya no era cuestión solamente de los Estudios de San Isidro, aumentados hasta con enseñanzas de Derecho. Al lado de las tres Reales Academias, creadas, no para enseñar sinó para estudiar la Lengua, Literatura, Historia, Estética y Bellas Artes, que en Alcalá y Salamanca, que las habían fomentado en el siglo XVI y áun en el XVII, ya ni las enseñaban ni las sabían, iban surgiendo el Jardín

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