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número de votos tan calificados en favor de una reforma que abrazase toda la máquina del gobierno. Este gran repertorio de los males, de las quejas y de los deseos de un pueblo tan sufrido como generoso, que rompía el silencio despues de tan larga opresion y tiranía, acompañado de las memorias contemporáneas que se salven del furor de la persecucion y la venganza, será un monumento ilustre que demostrará en todos tiempos, que la nacion quiso y provocó ella misma, del modo que entonces le era posible, una forma fundamental, fíándola al juicio y discernimiento de las Córtes que estaban prome

tidas.

La Junta central, luego que vió espresada de este modo la opinion ilustrada de la nacion en de lo que apoyo de lo había prometido, nombró dentro de su mismo seno una comision especial, que tomase cuantas disposiciones fuesen necesarias á la celebracion de las Córtes, que al fin se señaló para primero de marzo inmediato. La invasion de Andalucía por el enemigo, y la disolucion del gobierno central poco despues de aquel desastre, causaron nuevas dilaciones, hasta que por último, el Consejo de regencia, arrastrado por la opinion contemporánea, resolvió definitivamente, que las

Córtes abriesen sus sesiones el 24 de setiembre

de 1810.

De esta reseña no puede ménos de aparecer que el espíritu de libertad, que España debió á sus antiguas instituciones, y que permaneció dormido durante muchos años de usurpaciones y violencias, empezó á revivir con el giro que tomó la ilustracion en Europa al terminar el siglo XVII. Que si es verdad que no pudo desplegarse sinó con lentitud, por los muchos obstaculos que se le oponían, sin embargo, la nacion llegó á hacer tantos progresos en todo el siglo XVIII, que sin duda ninguna estaba preparada para una estensa reforma ántes de la insurreccion de 1808. La violencia de este memorable acontecimiento ciertamente la anticipó algunos años, y le dió un impulso, una celeridad mucho mayor, que si se hubiera emprendido en época ménos agitada. En esta reforma, las altas clases no podían recobrar los privilegios que perdieron en el siglo XVI en Castilla, y posteriormente en Aragon, á no haberse arrojado desde los primeros momentos á la lucha política, para dirigirla como mejor hubieran podido. Ganado el ascendiente, á ellas correspondía entónces hacer que la reforma fuese tan aristocrática, ó teocrática como les hubiese

parecido, si es que hallaban en la nacion la docilidad necesaria, para que aquella tomase este carácter. Mas perdida la ocasion, como queda indicado, la transformacion moral de las demas clases, durante todo el siglo anterior, dió á estas la superioridad con el movimiento insurreccional. Ni los privilegiados, ni las autoridades locales, ni los magistrados y cuerpos supremos del estado, pudieron conservar en la sumision y en la obediencia á un pueblo conmovido, con el cual no tenían relaciones de responsabilidad ni de orígen. Enardecidos los ánimos con los sucesos dentro de la península y en Bayona, con los manifiestos de las juntas provinciales, con las proclamas, publicaciones y escritos de todo género que circulaban por todas partes; partes; el espíritu público se cxaltó de tal manera, adquirió tanta fuerza y vigor, que desde luego triunfó de todo obstáculo y toda resistencia.

He aquí el secreto de una reforma censurada con tanta injusticia, por haber sido juzgada sin exámen. Nacida de causas anteriores y poderosas, combinadas con otras de época posterior, pero no inferiores en influjo, y asociadas todas á circunstancias contemporáneas é irresistibles, no podía ménos de adquirir el carácter popular é

á

indeleble que la distingue de otras que tuvieron diverso orígen. Lo contrario hubiera sido, no un fenómeno, sinó un suceso sobrenatural. La nacion no podía seguir en ella, ni aun el curso lento y gradual con que se anunciaron las mayores revoluciones de la edad moderna. John Hampden, negandose en Inglaterra á pagar Carlos I la contribucion de bajeles, dió tiempo á sus conciudadanos para examinar las consecuencias que podía traer á su pais el apoyo de aquella noble resistencia; y el parlamento de Paris, rehusando registrar el impuesto territorial, si exaltó los ánimos de los amigos de las reformas, tambien dejó á sus opositores medios de contener su ímpetu y prescribir límites á sus deseos. No así en España la empresa de Bonaparte.

El arrojo de este hombre, no solo desarrolló de una vez en la nacion el gérmen de reforma que preexistía comprimido, dispuesto desde muchos años á brotar en la primera ocasion favorable, sinó que hizo mas. Con sus atentados en Bayona, y con las atrocidades cometidas en Madrid, el dia 2 de mayo, estremeció y desquició la monarquía en ambos mundos, causó una subversion total en el estado que disolvió la sociedad; y es un prodigio, que de tanta confusion y descon

cierto, hubiese renacido el órden constitucional, único que podía preservarla de pasar por todos los horrores de la discordia civil mas desenfrenada, y de que esta viniese al fin á convertir la desventurada península en un campo comun donde acudiesen á lidiar y dirimir sus contiendas los descontentos de toda la Europa.

Restablecida la nacion en toda su autoridad y poder, ¿qué estraño que no quisiese fiar la restauracion de su antigua libertad, sinó á sus propios esfuerzos, y que consultase con preferencia los intereses generales siempre sacrificados á personas y cuerpos predilectos? ¿Dónde, en qué época, un pueblo en insurreccion y victorioso estableció, por su voluntad y por su impulso, privilegios favorables solo á clases y categorías? ¿Dónde, en qué época, los hizo revivir si los halló estinguidos, especialmente cuando los consideró contrarios al fin que se proponía? ¿ Ni en qué pais, ni en qué tiempo, confió, si pudo escoger, la custodia de sus derechos á los que jamas los respetaron ni defendieron? En las crísis y disturbios cíviles no basta hallarse en posesion de riquezas y honores para conservar, y ménos aun para adquirir ascendiente en el estado. Es necesario inspirar confianza, y haber

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