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influjo y ascendiente, á que le hacían acreedor sus talentos militares, y asegurar al mismo tiempo la mayor harmonía y buena inteligencia, creyó conseguirlo con el genio conciliador y modesto del que escogió para la empresa. dentes de la guerra, que la prudencia humana rara vez acierta á precaver, se interpusieron desgraciadamente entre las rectas intenciones y juiciosas miras de la regencia, y los resultados que de ellas se prometía; convirtiéndose en su daño razones muy plausibles que, á haber sido ménos adversa la fortuna, se hubieran celebrado por los mismos que en el mal éxito las censuraron con inexorable severidad.

Si no se prosiguieron, como muchos querían inconsideradamente, las operaciones militares despues de haberse retirado con su division el general ingles, fué porqué la regencia necesitaba reemplazarla con número correspondiente de cuerpos nacionales. El plan originario se fundaba en la cooperacion de los aliados con las tropas disponibles de la fuerza total española. Para enmendarle en este punto era menester debilitar la línea en la proporcion de las tropas españolas que la guarnecían, cuya primera obligacion era defenderla, y de cuya seguridad ellas

solas eran responsables á su patria. La suspension de las operaciones á causa de la resolucion del general aliado, el estado en que quedaron los ánimos con suceso tan imprevisto, la dilacion inevitable mientras se corregía un plan desconcertado con aquel incidente, el tiempo que en el entretanto se daba al enemigo para rehacerse, y tal vez recibir refuerzos, el aliento que naturalmente le habían de infundir la retirada de los aliados y la desavenencia de los gefes, que no podía ménos de penetrar muy pronto, aunqué no se la comunicasen sus agentes secretos, todas estas circunstancias no podían despreciarse á no ser por un gobierno temerario. Si á pesar de tan graves consideraciones hubiera tenido el arrojo de llevar adelante una empresa, verdaderamente frustrada desde la fatal desavenencia entre los

gefes aliados, i no se hubiera dicho que todas ellas se sacrificaban á despiques y resentimientos personales? Y ¿cuál hubiera sido su descargo ante las leyes militares y la opinion pública, si derrotado el ejército, se hubiese retirado precipitadamente y en desórden sobre una línea sostenida por ménos nacionales de las que,

tropas

al plantear en su orígen la espedicion, se habían

considerado absolutamente necesarias para su defensa?

La conducta de la regencia en este punto fué muy prudente, y nadie la hubiera protegido contra la censura, y contra las acusaciones, que ciertamente hubiera sufrido, si ménos detenida y constante se hubiese dejado arrastrar de la exaltacion y falta de cordura de los que no tenían su responsabilidad. Respecto á la circunspeccion de las Córtes en el progreso de tan desgraciadas ocurrencias, bastará una observacion. Pocos ejemplos podrán citarse de una asamblea numerosa, reunida entre la efervescencia y encendimiento que había entónces en los ánimos, instigada ademas por tanta diversidad de pasiones y resentimientos encontrados, y aun por la amargura de que se hubiesen desvanecido las dulces esperanzas de ver el término de aquel sitio cruel y doloroso, conservando el ánimo imperturbable y firme, atenta solo al grande y final objeto de su mision augusta; el triunfo de la causa nacional.

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NOMBRES QUE TOMARON LOS PARTIDOS DENTRO Y FUERA DE LAS CORTES.

Los ánimos quedaron tan conmovidos con los debates sobre el presupuesto de gastos y aumento de la fuerza armada, que las discusiones sucesivas desde luego recayeron sobre el mejor modo de aliviar en lo posible los males causados á la nacion en las épocas anteriores. En realidad, cuanto mas se examinaba el estado del reino, mas claro aparecía, que para continuar la guerra era preciso acabar de aniquilarle, sacando todos los medios que se necesitaban de solo el menor número de sus provincias. Sin empréstitos nacionales ni estrangeros, que anticipasen las sumas que había pedido con tanta urgencia el gobierno, era imposible que este dejase de verse

comprometido á cada paso, y que no procurase suplirlas con promesas fundadas en ingresos dudosos, arbitrios eventuales, reembolsos dependientes de un triunfo tan difícil como remoto, aun para los mismos que mas confiaban en conseguirle.

Despues de tan dolorosas revelaciones, empeñarse todavía en que las Córtes se ocupasen únicamente en tratar de guerra y hacienda, segun la frase predilecta de los opuestos á toda clase de reformas, era repetir las trivialidades con que se había procurado alucinar al vulgo, por no decir nada de la parte que tenía en ello la malicia de los enemigos encubiertos. El gobierno estaba autorizado competentemente para cuanto pertenecía á aquellos dos ramos de administracion, y las Córtes solo podían auxiliarle en ellos, legitimando, por decir así, el esterminio de las provincias libres de enemigos, como lo hicieron cuando decretaron que se les arrancasen ochenta mil hombres, y mil doscientos millones que se habían pedido para proseguir la guerra. Este decreto sería un acto de inaudita crueldad á no ir acompañado, cuando ménos, del sincero deseo de aliviar á las desventuradas clases sobre quienes recaía, con la mas inhumana desproporcion,

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