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DISCURSO PRELIMINAR.

Difícil será, por cierto, dejar en el presente tomo satisfecho el buen gusto literario de los suscritores á esta BIBLIOTECA. Saboreadas, en volúmenes anteriores, las dulcísimas poesías de Garcilaso, Ercilla, Rioja, Mendoza, Alcázar, Fray Luis de Leon, Argensola y otros, que cultivaron el Parnaso español en no ménos felices y abundosas rimas, la sequedad y rudeza de los orígenes de la poesía castellana ha de formar desagradable contraste con la fluidez y galanura de los poetas que alcanzaron nota de mejores. Y sin embargo, la BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES, siéndolo desde la formacion del lenaje hasta nuestros dias, no podia prescindir de un volúmen en donde apareciesen tebidamente ordenados los cimientos literarios y filológicos, si nos es dable valernos de esta expresion, los primitivos esfuerzos del idioma patrio. Sólo de este modo podrá apreciarse mejor la marcha progresiva, el admirable desarrollo de nuestra literatura en su edad de oro.

Así como á un Cervantes, á un Mendoza y á un Moncada precedieron, en época bien remota de su tiempo, un marqués de Villena y un Fernando del Pulgar, así tambien á los Menas y Manriques, á los Boscanes y Herreras, habian precedido, años ántes, Gonzalo de Berceo, el Arcipreste de Hita, Pedro Lopez de Ayala y otros poctas y rimadores, más ó ménos conocidos, más ó ménos felices en los primeros ensayos de la musa castellana. Porque nombre de ensayos, y no otro, merecen algunas veces los fragmentos, los cantares de gesta, y áun ciertos poemas que al comenzarse á formar el idioma patrio aparecen diseminados en diferentes localidades de la Península, tomando sabor de otros idiomas y áun dialectos que trabajosa y paulatinamente se iban formando al propio tiempo en territorios ó reinos convecinos. Ni otra cosa podia esperarse del estado social de España durante los calamitosos siglos que se siguieron á la decadencia hispano-latina. Salidos sus moradores de dominacion esencialmente romana, para sufrir la influencia visigoda, que á su vez hacia lugar á idiomas y costumbres africanas, el lenguaje que de la mezcla, corrupcion y hermandad de unos y otros idiomas iba á resultar, daba orígen, como es sabido, á los primeros vagidos de la lengua castellana, no tiernos y apasionados, como los de toda creacion infantil, sino rudos, agrestes y varoniles, como salidos de entre el entusiasmo religioso y las necesidades guerreras de nuestros antepasados.

Fué, en efecto, la antigua literatura española, una de las literaturas de Europa que › tuvieron su nacimiento entre la ociosidad y bienestar de la paz, ni entre la calma y regalo de los pueblos que, en su suelo nativo, se vieron libres de las convulsiones

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