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Por no verse privados de esas libertades se insurreccionan los colonos ingleses de América.

Gran parte del éxito de la insurrección fué debido á la ayuda de las fuerzas de la entonces absolutista Francia y de la aún más absolutista España, que ligados estaban Luis XVI y Carlos III, ambos Borbones, desde el famoso pacto de familia firmado en Versalles el 25 de Agosto de 1761. Incontrastable era por lo mismo que, triunfante la libertad americana, viniera su semilla á Francia con los militantes aliados de Washington: el inmenso y merecido prestigio de Laffayete en su patria prueba que así fué.

Seguramente el buen Luis XVI, cuando el 5 de Mayode 1789, para ver de llenar las arcas exhaustas del tesoro, abría sus Estados Generales, ni idea tenía de los dos factores que acabo de indicar, sean, la enseñanza inglesa y el ejemplo americano; pero que sí la tenían, más ó menos completa, los diputados congregados, lo patentiza su transformación, al cabo de menos de dos meses, desde tres estamentos separados hasta una sola Asamblea Constituyente. Llega en efecto á darseuna constitución el 14 de Septiembre de 1791, haciendo á Luis XVI de absoluto, Rey Constitucional.

Aquí comienza el cruento espectáculo de que hablé antes, porque el resto de monarcas absolutos del Continente Europeo, como también ya dije, no podían ver tranquilos que las libertades inglesas pasaran, y acaso exageradas, de la isla á las naciones continentales y principalmente á Francia, esa nación de portentoso poder difusivo.

Con ó sin la cooperación de Luis XVI y María An

tonieta, los nobles franceses emigraron al contemplar el cambio de régimen político, y llevaron á Francia la guerra extranjera. Empezó consiguientemente el período en que las pasiones se exacerban y las represalias se realizan. Hollaron los prusianos el suelo francés propugnando el absolutismo, y el fruto de esa invasión consiste en la caída de Luis XVI, la victoria de Valmy y la proclamación de la primera república francesa (21 de Septiembre de 1792) organizada bajo el pernicioso sistema de unir en una Convención los poderes Legislativo y Ejecutivo.

No obstante tamaña deficiencia, la Convención acaba, á raíz de la caída de los Girondinos, un Código político notabilísimo, que fué el principal modelo copiado por nuestros constituyentes en 1857.1

Contra esas instituciones libérrimas de 1793 y clamando venganza por la muerte de Luis XVI en el cadalso, Alemania, Inglaterra, España y Holanda for

1 De los cuatro constituyentes que sobreviven en la fecha en que escribo esta nota, Sres. D. Ignacio Mariscal, D. Justino Fernández, D. Benito Gómez Farías y D. Félix Romero, este último, que es Vicepresidente de la Sociedad de Geografía y Estadística, leyó ante esa Corporación en Febrero de 1897 un interesante estudio intitulado "El régimen penitanciario en sus relaciones con la Constitución de 1857." Alli existe, de los labios de uno de sus autores, la explicación de los modelos en que se inspiraron los Codificadores congregados por virtud del Plan de Ayutla. Dice el Sr. Romero (pág. 28 de su folleto):

"Fácilmente se concebirá ser exacto lo que aseguramos con relación á nuestro derecho constitucional, si se atiende á que en las disposiciones más trascendentales, dictadas al elaborarse el Pacto federativo, y cuya orientación nos ha conducido á hablar de los hombres del parlamento y de sus varias evoluciones, el Congreso Constituyente se hizo

man la primera coalición, desecha merced á las victotorias de Jourdan y de Hoche, origen de que primero Prusia y luego España, firmen la paz de Basilea (5 de Abril de 1795). En esos días se cambiaba el Código de 1793, que nunca rigió, por la Constitución del año 3, creadora de un Ejecutivo menos débil, llamado El Directorio. Bajo ese régimen Napoleon realiza su campaña de Italia, cuyos éxitos motivan la paz de Campo Formio (17 de Octubre de 1797), que, dejando sola á Inglaterra como beligerante, puso punto final á la primera coalición. De allí la expedición francesa á Egipto y, al regreso de Napeleon, los actos brutales del 18 brumario y la Constitución del año 8, intentando fortalecer más todavía el Ejecutivo, ó lo que es igual, instituyendo el Consulado.

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Hé aquí, en breves conceptos, los acontecimientos políticos culminantes á que fué debido, como decía yo al empezar, que el siglo XIX hallara en sus albores

solidario de algunas ideas y principios de los más avanzados, que brillan en la Constitución americana de 1787, en la española de 1812, y muy particularmente en la francesa de 93; siendo esta última el punto objetivo de nuestros constituyentes, por haber formulado con inteligente precisión, los más altos dogmas de la soberanía popular y la ciencia política.

"Y ya que no es controvertible que aquel Congreso hubiese tomado ejemplo de los convencionales franceses, en sus labores parlamentarias para establecer sus principios políticos, diremos: que la Convención Nacional, avanzando resueltamente en el camino que le había trazado la Asamblea Constituyente de 91, decretó en la Constitución de 1793, la abolición de la pena de muerte en toda la República, con la restricción única, de que esto se efectuase á la publicación de la paz general."

una América sonriente y dichosa y una Europa atribalada y trémula. Aquí, á la sombra de una Constitución sapientísima, se preparaba el Presidente Adams para entregar el Poder á su sucesor, al Presidente Jef ferson: allí, entre el estruendo de los cuarteles y el abuso de la fuerza, un déspota titánico se preparaba para brutales y trascendentes invasiones. En ellas está uno de los múltiples gérmenes de nuestra nacionalidad de nuestras instituciones.

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Las primeras auras de este siglo las respiraba en el trono de España Carlos IV, cuya historia durante la primera década de este siglo es de las que inspiran compasión y aṣco, acaso y en justicia, más asco que compasión. Acabamos de ver que España aceptó la paz de Basilea, pero nos falta recordar qué espíritu español decidió esa aceptación: fué el ministro, el privado, el favorito de Carlos IV en política y de la Reina consorte en algo más íntimo, fué D. Manuel Godoy, desde esa firma y por ella convertido en Príncipe de la Paz.

Pero no sólo cesó España en sus hostilidades con la República francesa, sino que se alió con ella en el primer tratado de San Ildefonso, de 18 de Agosto de 1796, lo que la obligó á pelear con Inglaterra, y refrendó su alianza en el segundo tratado de San Ildefonso, de 1? de Octubre de 1800, ajustado con Napoleón, ya enseñoreado del poder, y que entonces obtiene para Francia la devolución de la Louisiana, que vende á poco, en 1802 y en quince millones de pesos, á los Estados Unidos.

Hubo de seguir, por tanto, España las vicisitudes de las guerras napoleónicas hasta la paz con Inglaterra firmada en Amiens en Marzo de 1802.

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Al año siguiente, Inglaterra y Francia rompen nuevamente hostilidades y aunque al principio España reclama neutralidad, pagándola bien cara, por el tratado de Paris de 4 de Enero de 1805 se alió otra vez á Napoleón. De allí que, el 21 de Octubre del mismo año, recogiera el desastre de Trafalgar y el 21 de Julio de 1806, que en la paz de Tilsit se dieran al Principe Real de Nápoles todas las Islas Baleares. Con esta paz Napoleón I vencía la cuarta coalición, del mismo modo que había terminado con la anterior, con la tercera, en el tratado de Presburgo, después de Austerlitz.

Pero el gran conquistador no estaba satisfecho y para abatir á Inglaterra, su mortal enemiga, expide en Berlín (21 de Noviembre de 1806) y en Milán (17 de Diciembre de 1807) los famosos decretos conocidos con el nombre de Bloqueo Continental. Cerráronse á la marina inglesa todos los puertos de los franceses y de sus aliados: abre sus puertos Portugal y en castigo decide Napoleón conquistar ese reino (1807). Pero para llegar á él conviénele el paso por España; dáselo franco Carlos IV, aterrorizado de que el imperial César publique una correspondencia que acredita cuál es el grado de intimidad á que han llegado las relaciones de la Reina consorte de las Españas y el Príncipe de la Paz.

He aquí uno de los motivos principales, por una parte, de que las huestes napoleónicas invadieran fácil y seguramente el territorio español, y por otra parte de nuestra independencia y libertad.

En efecto, posesionado Junot de Lisboa, después de expatriada la dinastía Braganza, y Murat de Madrid, los naturales anhelos del vencedor de Europa tenían

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