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PROLOGO.

Bajo cualquier aspecto que se mire el horrendo tribunal de la inquisicion que afortunadamente ha desaparecido de entre nosotros (merced á la ilustracion y á la ley) se nos presenta odioso, ilegal, tirano, antipolitico y diametralmente opuesto á la verdadera doctrina del Salvador, que pretendia sostener, no menos que á la civilizacion.

El judaismo sirvió de pretesto para establecer la inquisicion en España; pero el verdadero objeto fué la codicia de confiscaciones. La supersticion y el despotismo convirtieron aquel tribunal en ministerio de policia y en aduanero mayor, haciendo declarar hereges á los contrabandistas.

El humilló á los vireyes hasta hacerlos pedir con penitencia pública y sonrojosa absolucion de censuras, en que se les imputaba estar incursos, por haber sostenido la defensa de la jurisdiccion ordinaria y los derechos de sus eminentes destinos, contra los ataques del nombrado tribunal de la fé; reprobó las opiniones controrias á los intereses de La Curia romana, á la preponderancia del clero español y al esceso de influjo de los regulares, y persiguiendo a los magistrados y literatos que procuraron propagarlas, contribuyó á la decadencia y

buen gusto de nuestra literatura, hasta el estremo de apagar las luces por ignorancia propia de los verdaderos principios de jurisprudencia canónica, y escesiva efervescencia de censores ignorantes que no atinaban con el término medio de la verdad, y condenaban sin razon como heréticas proposiciones verdaderas.

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No ha contribuido menos á la despoblacion del suelo español espulsando á los judios, moros y riscos, motivando en diferentes épocas la emigra cion de inumerables familias, sacrificando en tres siglos cerca de cuatrocientas mil personas, cerrando con pretesto de religion las puertas al fomento de las artes, industria y comercio, por negarse á admitir á los protestantes, lo cual podria haberse hecho con las convenientes cautelas.

Formaba procesos contra duques, condes, marqueses y señores, escomulgaba obispos, desobedecia las bulas que no le acomodaban y las órdenes reales que le parecia, y al rey y al papa juntos cuando el asunto quedaba sepultado en el secreto. Nada se hacia sin él, porque se abusaba de esta alma vivificadora del tribunal, que mantenia y robustecia su poder arbitrario: con él se atrevían sus satélites á despreciar las concordias jurisdicionales; escomulgaron y prendieron consejeros, presidentes, regentes, auditores, alcaldes de corte; engañaron á reyes, papas, tribunales y á todo magistrado: substraian, añadion, borraban las ojas de los procesos que habian de salir fuera del tribunal para el rey ó para el papa, con cuya prevision no los

foliaban. Se desobedecian en fin los unos á los otros dentro del santo oficio, pues solo tenían armonia er el secreto del interés comun, porque la revelacion lo habria destruido.

Algunos suponen que seria útil la existencia de la inquisicion para la conservacion del catolicismo en su pureza. Viven muy equivocados los que creen que el buen católico estaria libre de las cárceles del santo oficio cuando por el sistema děl secreto los noventa de cien presos eran firmisimos católicos, perseguidos por la ignorancia ó malicia de los delatores por proposiciones capaces de sentido, herético en opinion de un fraile ignorante, tenido entre el vulgo por sabio por haber estudiado teologia escolástica.

La inquisicion conservaba y fortalecia la hipocresia, castigando solo á los que no sabian ser hipócritas; pero no convertia á ninguno porque en vez de la dulzura y persuasion se valia del rigor, de los potros y de las hogueras, como se vió en los judíos y moros bautizados sin verdadera conversion por quedar en España, pues los primeros fueron muriendo en las llamas, y los segundos pasaron al Africa en la espulsion de moriscos tan mahometanos como antes del bautismo de sus abuelos. Lo propio sucedió en los siglos posteriores á su establecimiento, de que fueron buen ejemplo los luteranos, calvinistas, hugonotes, y todos los que buscaban el bien y prosperidad de las naciones, contrario á las miras particulares de aquel bárbaro tribunal.

Tal es el cuadro que presentamos al público del santo oficio: para conseguirlo no hemos perdido desvelo ni fatiga recorriendo los anales de la historia antigua y moderna, consultando las memorias que nos han dejado sobre el particular Mariana, Bermudez, Sandoval, Zapater, Macanaz y otros literatos fieles y virtuosos. A fin de que nada reste á obra tan interesante hemos estractado y refundido en ella cuanto hay de esencial sobre la materia en la que escribió el acreditado Llorente, dueño sin restriccion de todos los archivos inquisitoriales. Pero es preciso confesar en honor de la verdad, que este escritor dedicó muchas páginas de su obra voluminosa á procesos particulares, pudiendo decirse que cada uno de por sí es una historia pesadísima que distrae al lector del objeto principal haciéndole perder el gusto y la paciencia. Nosotros hemos procurado en esta parte ser mas concisos, sin dejar por esto la historia mutilada, antes por el contrario hacemos una completa descripcion de los varios géneros de tormentos que se usaban en aquel lóbrego recinto, circunstancia esencial de que nada nos habla aquel autor; y cuanto digeron de mas interesante sobre el particular nuestros dignísimos di putados en la asamblea nacional el año 1812; alargando el hilo de la historia hasta 1.o de julio del presente año en que la Reina Gobernadora se ha dignado arrancar las últimas raices inquisitoriales con la estincion de las llamadas Juntas de fé, ó tribu nales especiales.

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El Tribunal

DE LA

INQUISICION.

INTRODUCCION.

Es innegable la necesidad de la Religion para eonservar el órden público, mantener las buenas costumbres y dar á las leyes firmeza y estabilidad: sin religion nada habria fijo y determinado en la inmensa divergencia de opiniones; el corazon humano estaria desarreglado, y el hombre seria incontinente en sus pasiones desordenadas: sin la idea de un ser omnipotente autor de la sociedad no distinguiria esta sus primeros elementos, esto es, lo justo de lo injusto, ni lo que es orden y obligacion moral. Por consecuencia si es tan antigua la religion como el gobierno; si no hubo ciudad, villa ni lugar, segun el testimonio de Ciceron, que no estuviese vinculada con este sagrado lazo ¿ seria acaso en unos tiempos en que han progresado las luces, en que la razon y la esperiencia nos han convencido intimamente de la necesidad de su existencia, y en los que se ha de

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