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En la lengua indígena de la región y al parecer procedente de la misma raíz que las palabras anteriores, existen: el verbo qárway (amarillear por efecto de los rayos solares o del calor); los adjetivos qárway (bondadoso, noble, ingenuo) y qarwash (amarillo); el topónimo Qarwi, y la palabra también arcaica qarwa que, generalmente, se presenta formando parte integrante de los nombres compuestos como qarwa-pacla (una planta medicinal), Qarwa-qocha (una laguna), Qarwa-raju (una cordillera), y sóla únicamente en un cantar, seguramente antiguo, mencionada juntamente con el oro, entendiéndose que se trata de un metal, de una piedra preciosa o de un mineral apreciado (7).

La tercera persona del presente de indicativo del verbo qárway (amarillear) es qarwan (él amarillea). Pero siendo el topónimo Qarwan, gramaticalmente hablando, un sustantivo propio, primitivo y no derivado, creemos que sería muy forzado darle como etimología un tiempo de verbo.

QENA'Q

QENA'Q. (Planicie).-De la sierra que corre entre los ríos Lauricocha y Shongo-punko, se desprende desde la cumbre de Kánkal-wachaj un contrafuerte que desciende suavemente por el lomo de Tsuru y la cumbre de Chonta-jirca para ir a terminar a la parte occidental del valle donde se levanta la villa de Jesús, formando en su trayecto tres amplios andenes comprendidos entre los arroyos de Tsejtsilwan que corre al norte y de Raucha que corre al sur. La sección norte del tercer andén, que es más occidental mirando de Jesús, constituye la corta planicie de Qena'q que limita al norte con el mencionado arroyo de Tsejtsilwan; por el noreste con la angosta planicie de Shaywa; por

(7). He aquí el cantar y su traducción libre:
Qoripis qarwapis

yanqa tarinami;
mamaypa lantunmi
mana tarinaqa!

El oro y la qarwa

fácilmente encontrables son; la sombra perdida de la madre

es lo que no se encuentra jamás:

el este con las faldas de Atsi-pukyu y Yanapajtsaj; por el sur con la quebrada de Yana-mitu y por el oeste con la base del cerro Chonta-jirca.

QENA'Q. (Ruinas).-En el lado norte de la planicie se levantan, en gran parte casi intactas, las ruinas de un pueblo, seguramente preincaico, que es conocido con el nombre también de Qena'q, cuyos habitantes fueron reducidos en el pueblo de Jesús según la tradición, uno de cuyos barrios lleva este nombre.

Aun cuando las ruinas dan la idea de que la población no fué grande, se comprende que debió tener en su tiempo alguna importancia cuando su nombre se dió a uno de los barrios de la población que fundaron los españoles, siendo así que a la reducción entrarían también a formar parte los habitantes de varios otros pueblos vecinos, cuyos nombres no figuran para nada en la actual población ni hay tradición de que hayan figurado

antes.

Los edificios de Qena'q, como los de la totalidad de los pueblos antiguos de aquella región, muestran que fueron construídos con trozos delgados de piedra pizarrosa, que en el lugar llaman laja, unidos mediante una arcilla roja que se nota ha servido también para enlucir los principales edificios. Es de admirar como en estas ruinas y en otras de aquella región, los antiguos indios hicieron maravillas al levantar edificios, a veces de más de 10 metros de elevación, cuyas paredes, vigas y techos son hechos totalmente de piedras y barro hábilmente trabajados, que resisten hasta hoy los embates del tiempo y del abandono.

Entre las curiosidades dignas de mencionarse existen unas como argollas formadas también solo de piedras pequeñas y barro, que aparecen a doble hilera fronteriza en lo alto de los segundos pisos y que se supone servían para asegurar la soga de los warcus (colgadero de ropas y tapices formado por una cuerda tensa asegurado por ambos extremos). A simple vista parece que estas argollas fueran de poca resistencia y sin embargo hemos tenido ocasión de comprobar que resisten el peso de tres

hombres suspendidos por un cabestro, uno de cuyos extremos se aseguró en una de esas argollas.

En estas ruinas, y en las demás de aquella región, quedan edificios casi intactos, como dejamos dicho, y por ellos se vé que la mayor parte constaba de dos pisos con ventanillas angostas y aitas, que en grupos de tres o cuatro se hallan distribuídas a distancias regulares a lo largo de las paredes y generalmente cerca del techo.

Podría creerse que para formar el segundo piso utilizaban vigas de madera o de otros elementos. No. Mediante una hábil combinación de las llamadas palta-wancas (piedras largas y planas) que unían con arcilla, llegaban a formar el suelo del segundo piso, que no hay para qué decir que era resistente cuando hoy mismo muchos de ellos están firmes. Agreguemos, sí, que el ancho máximo de las habitaciones no excede de 4.00 m.; por lo general es de 3.50, y 3.00 metros.

QENA'Q. (Chacras).-A los lados sur y oeste de las ruinas poséen chacras las familias Falcón y Justiniano, que descienden del tronco común Jaimes, y en el lado este avanzando hasta la cumbre del cerro Shaywa, las posée la familia Vedón.

La extensión total de la planicie, comprendiendo la superficie ocupada por las ruinas, será aproximadamente de 15 hectáreas.

En las chacras se cultiva únicamente papas y cebada, en cantidad suficiente para el consumo de sus poseedores.

QENA'Q. (Etimología).-En la lengua de la región no se conoce hoy la significación de esta palabra, aun cuando su estructura manifiesta que no es vocablo extraño a la lengua que se habla en la región. Seguramente se trata de una palabra arcaica que ha sido reemplazada por otra en el lenguaje actual; o si no, será una palabra superviviente de algún otro idioma indígena que alguna vez se usó en aquella región. Entendemos que tampoco en la lengua clásica del Cuzco es usada esta palabra.

Si perteneciéramos a la escuela de ciertos filólogos que con facilidad asombrosa resuelven los problemas lingüísticos con

sólo encontrar en cualquier Diccionario el parecido gráfico de un vocablo con otros, saldríamos del paso derivando Qena'q, por ejemplo de Quena. Pero esto no sería serio ni honrado. Vale más declarar la propia ignorancia que incurrir en el ridículo de exhibir una ciencia fingida. En la interpretación de un nombre indígena cuyo significado se ha perdido, no hay que atenerse tanto a la forma como lo escribieron los más antiguos autores, por lo general poco cuidadosos en la representación gráfica de los sonidos elementales, sino que principalmente, y sobre todo, es preciso observar atentamente cómo lo pronuncian los habitantes de la región hablando en su lengua nativa. Procediendo así se verá que basta un simple matiz en la emisión de un sonido elemental para diferenciar la significación de dos o más vocablos que gráficamente sería imposible representarlos en forma diferenciada.

Tampoco es el caso de irse a buscar el origen de ésta y otras palabras en una de las tantas lenguas orientales, ni meterse a hacer análisis caprichosos para buscarles raíces. El quechua y las demás lenguas afines, derivan seguramente de un tronco común que hasta hoy no se conoce. Día vendrá en que se reconstruya el léxico de esa lengua y se descubran las peculiaridades de su organización y desarrollo. Entonces se verá claramente todo lo que hoy es poco menos que un misterio en cierlos respectos.

N. Saturnino Vara Cadillo.

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