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glos x al XIII; y aunque no sea esto imposible en todo ó parte, por la unión en que estuvieron Guipúzcoa y Navarra, tampoco hay nada que acredite esta opinión.

III. De 1375 es el primer cuaderno foral conocido, encaminado, como el de Álava, á la pacificación del territorio, que tenían en inseguridad continua los disturbios y reyertas.

Otro cuaderno se formó luego en 1377, bajo el reinado de D. Juan I, y ambos los mandó revisar y reformar en 1397 don Enrique III, redactándose entonces otro de sesenta leyes, que fué aprobado este año, y confirmó D. Juan II en 1453.

Otro se añadió aún en 1457, con cuarenta y siete leyes, en su mayor parte relativas à las formalidades de las Juntas generales y á la administración de justicia; y otro más extenso en 1463, con 207 leyes, en que se refundieron las de los cuadernos anteriores y se añadieron otras.

Así los Reyes Católicos en 1484, como el emperador don Carlos en 1521, confirmaron estos Fueros; y aunque después solicitó la provincia su reforma, no se llevó a cabo hasta 1583, en que se recopilaron de nuevo las leyes de 1463, añadiendo algunas Reales Cédulas y Ordenanzas de las Juntas, aprobadas por los Reyes.

Todavía se reformaron los fueros en 1696, y esta es la recopilación que han confirmado los Reyes posteriores hasta don Fernando VI en 1752; declarando este Rey, por decreto de 1761, dado con motivo de un caso especial, que cuando la provincia creyese violados sus Fueros, acudiese al Rey para que los hiciese observar; pero que no procediesen las autoridades forales contra los ministros reales ó cualesquiera otras personas. Lo mismo dispusieron los demás Reyes de España hasta don Fernando VII (1).

Sobre los Fueros de las provincias vascongadas, téngase presente lo que hemos dicho en la pág. 304.

(1) Esta colección foral se halla impresa bajo el titulo de Nueva recopilación de los Fueros, privilegios, buenos usos y costumbres, leyes y órdenes de la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa.-La primera edición fué de Tolosa, en el mismo año 1696, imprenta de Bernardo de Ugarte.

ESPAÑA

DESDE LOS REYES CATÓLICOS

HASTA DON FERNANDO VII.

(AÑOS 1474 A 1808.)

CAPÍTULO XIX.

ESTADO POLÍTICO, SOCIAL Y RELIGIOSO de la monarquía española EN ESTE PERÍODO.

SUMARIO.-I. Lamentable aspecto que ofrecía al comenzar este período la situación de. España. Reformas hechas por los Reyes Católicos. Revocación de mercedes. Creación de la Santa Hermandad.-II. Reseña histórica de los reinados posteriores.III. Organización social y política. Las Cortes. El Consejo de Castilla.-IV. Otros varios Consejos. Creación de las secretarías del despacho.-V. La administración de justicia. Orden jerárquico de los tribunales. El Consejo de Castilla. La Sala de alcaldes de casa y corte. Las Chancillerias y Audiencias. Los alcaldes del Rastro. Los de barrio. Los de hijos-dalgo. El juez mayor de Vizcaya. Los alcaldes mayores. Los corregidores. Las jurisdicciones especiales.-VI. Las Hermandades y Comunidades de Castilla.-VII. El ejército.-VIII. La Hacienda: sus vicisitudes.-IX. La Iglesia. Obispos, teólogos, fundadores de religiones y Santos. Influjo de la Iglesia en las artes y ciencias. Fundación de Universidades. Insignes escritores eclesiásticos. Concordatos de 1737 y 1753. Capilla real.-Vicariato general castrense. Arbitrariedades y abusos del gobierno para con la Iglesia. Aumento de obispados. Erección de Seminarios.

Con grande acierto ha dicho un escritor contemporáneo que el reinado de D. Fernando y de doña Isabel la Católica és una epopeya en la historia de España. Así es la verdad. Al comenzar aquel reinado, la larga serie de agitaciones y trastornos que por espacio de siete siglos se habían sucedido desde la invasión de los árabes hasta los tiempos de D. Juan II y D. Enrique IV, parece tocar á su término, y España entra en un período de prosperidad y de grandeza que forma el principio de una nueva y brillante era.

I. Los Reyes Católicos encuentran, al subir al trono, en el interior, una monarquía combatida por mil elementos que luchan dentro de su propio seno, un tesoro exhausto, un pue

blo agobiado de tributos, la justicia mal administrada, los delincuentes mal reprimidos: en el exterior, rivales y enemigos poderosos en los Reyes de Portugal y de Francia. Su hábil y discreta política logra allanar estos obstáculos. Los Reyes extranjeros tardan poco en reconocer su entereza y energía. Su dignidad se sobrepone á las exigencias de los poderosos, reduce á obediencia á los turbulentos, enaltece el prestigio del trono, vuelve la paz á los pueblos, y pone en situación próspera el tesoro público. Como si esto no bastase para su gloria, la Providencia divina suscita el genio de Cristóbal Colón, que descubre para España un Nuevo Mundo más allá de los mares, les brinda en Nápoles con un nuevo reino que conquista Gonzalo de Córdoba, y bendice las armas españolas en el África, haciendo brillar sobre los torreones de Argel y de Orán la misma Cruz que poco antes se había alzado gloriosa sobre las mezquitas de Granada. Entonces también se refunde por vez primera en la Corona de Castilla el reino de Aragón, y se hubiera refundido el de Portugal á no malograrse, con la muerte de la princesa Isabel y de su tierno hijo, el fruto del enlace celebrado entre los herederos de ambas Coronas.

Páginas no menos gloriosas de este reinado son también las reformas que en el orden religioso, administrativo y social introducen los esclarecidos príncipes. Á sus esfuerzos, juntamente con los del insigne Cardenal Cisneros, honra de su siglo, se deben grandes y trascendentales mejoras en los institutos religiosos: á ellos la represión del inmoderado lujo y de la fastuosa prodigalidad que entonces reinaba, enseñando en esta parte los Reyes Católicos más con el ejemplo que con sus célebres leyes suntuarias. D. Fernando y doña Isabel acaban con los abusivos privilegios de los magnates abriendo al estado llano las puertas para aspirar á todos los honores y dignidades protegen las artes, fomentan las letras, alientan los estudios y premian los méritos, quedándonos hoy, como recuerdo de aquella época, multitud de nombres célebres, ya en la Iglesia, como los de Jiménez de Cisneros, Juan de Marchena, Fernando de Talavera y González de Mendoza; ya en la milicia, como los de Ponce de León, Hernán Pérez del Pulgar, Pedro Navarro y García de Paredes; ya en la diplomacia, como los de Antonio de Fonseca, el conde de Tendilla, López de

Haro y Suárez de Carvajal; ya en las letras, como los de Garcilaso de la Vega, Lebrija, Jorge Manriquey Fernando de Rojas.

Refléjase también en las leyes y en la administración de justicia el brillo de este glorioso reinado. Muestran los Reyes Católicos su deseo de mejorar la legislación con el ORDENAMIENTO DE MONTALVO y las PRAGMÁTICAS de Ramírez. Proyectan además otra compilación general, que al cabo no se lleva á efecto. La magistratura y el foro se enaltecen con la protección que les dispensa la Reina Católica y las consideraciones y honores de que colma á sus funcionarios. Forman los jurisconsultos una clase distinguida, en que hasta los nobles toman puesto; y la historia nos ha transmitido los nombres de Montalvo, Ramírez, Ayora y Montoro, como maestros en la ciencia de las leyes.

Á

Merecen especial mención algunas disposiciones de los Reyes Católicos. Las donaciones de villas y ciudades y otras mercedes por juro de heredad, con que los anteriores monarcas habían enriquecido á los hidalgos y ricos hombres, tenían empobrecida la nación y esquilmadas sus rentas, hasta hacerse necesarios nuevos tributos, si no se restituían las cosas al estado que habían tenido. A D. Fernando y doña Isabel no se ocultó, ni la gravedad de la medida, ni la forzosa necesidad de adoptarla. Encomendaron el asunto al Cardenal Mendoza; quedó luego su arreglo y ejecución en manos del confesor de la Reina, Fr. Fernando de Talavera; y con tan autorizados consejos se expidió la Ordenanza de 1480, revocando en todo ó en parte aquellas mercedes (1). Resultado de tan reparadora medida fué el aumento de las rentas públicas en treinta millones de maravedís, suma que podía calificarse de enorme en aquellos tiempos.

El número de malhechores y foragidos diseminados por España al comenzar este reinado era tan grande, que ni la seguridad personal, ni la justicia misma, estaban á cubierto de sus ataques. Atajaron los Reyes Católicos este mal con la Santa Hermandad, formada en Dueñas en 1476, retribuída primero por los concejos y después por la Corona, y reemplazando luego á la Hermandad con tropas permanentes.

(1) De ella hablaremos al examinar, en el capítulo inmediato, el ORDENAMIENTO DE MONTALVO, donde se balla inserts.

II. Tal fué la herencia transmitida por los Reyes Católicos á D. Carlos de Austria, que, por hallarse perturbada la razón de su madre doña Juana, hija de los ínclitos Monarcas, viene desde tierra extraña á ceñir la corona de Castilla (1517) (1). El astro de ventura que presidía á los destinos de nuestra patria parece entonces eclipsarse. La invasión de los cortesanos flamencos. exalta la suspicacia de este pueblo, y la guerra de las Comunidades turba el reposo público, haciendo correr la noble sangre española (1520). Pero la turbación cesa, y nuevas glorias vienen á aumentar el poderío de España y á realzar el nombre del emperador Carlos V. Durante su reinado, Hernán Cortés. conquista á Méjico (1520); Francisco Pizarro al Perú (1525); Juan Sebastián el Cano da por primera vez la vuelta al mundo (1519 á 1522). El turco Solimán y el corsario Barbarroja sucumben al empuje de las armas españolas (1535); y para que nada falte á la gloria de este reinado, Francisco I, rey de Francia, vencido en Pavía, viene prisionero á la corte de España (1525).

Grande hasta los últimos momentos de su vida el emperador Carlos V, al acercarse el fin de ella trueca las pompas del imperio por la soledad del claustro; mas no por eso decae un solo punto el esplendor y la gloria de España, llamada entonces por la Providencia á ocupar el primer puesto entre las naciones del mundo. Al retirarse á Yuste el vencedor de Pavía (1556), se asienta en el trono de Castilla Felipe II, cuyo nombre simboliza el apogeo de nuestra grandeza. Felipe II y su época no han menester de nuestros encomios; porque el Monarca victorioso en San Quintín y en Lepanto; el que construía puertos y astilleros, levantaba fortalezas en América y España, y legaba á la admiración de las generaciones venideras el monasterio del Escorial, daba él mismo elocuente testimonio de su poder, y resumía sus glorias en una sola frase, al decir que «no se ponía nunca el sol en los dominios de España.»>>

Al espirar Felipe II (1598), espiraba con él su siglo, el siglo de las glorias y de las grandezas de nuestra patria. No era posi

(1) La dinastia austriaca empezó en España con el advenimiento al trono de Felipe I en 1505, y concluyó con la muerte de Carlos II en 1700.-Comprende los reinados de Felipe I (1505); Carlos V de Alemania, I de España (1516); Felipe II (1556); Felipe III (1598); Felipe V (1621), y Carlos II (1665).

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