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recebido el bautismo, tan malos como los que se ausentaron. Con esto se concluyó esta guerra, que fué larga y amenazaba mayores males y tenia puesta á toda España en mucho cuidado. La muerte de don Alonso sucedió el año siguiente. Volvamos á lo que se queda atrás conforme á la razon de los tiempos.

CAPITULO VI.

De las cosas de Milan.

Al mismo tiempo que los moros de las Alpujarras andaban alborotados, el rey Católico mandó aprestar con toda diligencia una armada y por su general el Gran Capitan; esto para ayudar á venecianos contra la armada del Turco que los apretaba y amenazaba á lo demás de Italia. El duque de Milan y rey de Nápoles le habian llamado, segun se decia, para valerse dél contra sus enemigos y defender sus estados. Era asimismo necesario acudir á lo de Sicilia, do decian se enderezaba principalmente esta tempestad. El duque Valentin al tanto con gentes de á pié y de á caballo que trajo de Francia hacia la guerra en la Romaña como general de la Iglesia para quitar los tiranos que de diversas ciudades de aquella comarca estaban apoderados. Tomó á Imola y á Forli, cuya Condesa hobo en su poder. Enderezábase principalmente contra el señor de Pesaro, que estuvo casado con su hermana. El, visto el peligro que corria, puesta en defensa la ciudad, se ausentó y puso en salvo. Principios de grandes revueltas fueron estas, tanto mas que Ludovico Esforcia procuraba con todas sus fuerzas de recobrar su estado; solicitó al emperador y príncipes de Alemaña que le ayudasen. Juntó gentes de suizos y grisones, y con ellos envió delante, por el mes de enero, al cardenal Ascanio, su hermano, que lo halló todo muy llano, tanto, que á porfía se le rendian pueblos y castillos por todo el camino hasta la ciudad de Como con todos los pueblos que están junto á aquel lago. A la fama desto los milaneses tomaron las armas en favor del Duque y forzaron á Trivulcio á retirarse al castillo, de donde al tercero dia se salió con la gente de á caballo la via de Pavía. Aquel mismo dia entró el Cardenal en Milan, y tras él el Duque, con grande alegría de todo el pueblo, dado que el castillo se tenia por Francia. Pavía, Lodi, Dertona y Placencia hicieron lo mismo, por lo menos trataban de rendirse al Duque y echar las guarniciones que tenian de franceses. La fuerza del ejército francés se recogió en Novara con intento de reforzarse y si pudiesen hacer rostro al Duque. Allí acudieron al tanto las gentes de Francia que andaban en la Romaña, despidiéndose del duque Valentin, que fué la causa de no proseguir aquella empresa por entonces ni tomar á Pesaro; antes se fué á Roma, do ya eran vueltos sus hermanos. El Papa se le mostraba tan rendido, que ninguna cosa se hacia sino lo que ordenaba ó aprobaba el duque Valentin. Era un estado miserable de las cosas. En Gante la infanta dona Juana parió á don Cárlos, hijo mayor del Archiduque, el mismo dia de santo Matía; el cielo le tenia aparejados muy grandes estados y señoríos. Ocho dias despues de su nacimiento llegó á Gante la princesa Margarita, y le sacó de pila junto con la duquesa Margarita, segun

da mujer que fué del duque Cárlos. Diéronle título de duque de Lucemburg, como quier que antes los hijos mayores de los duques de Borgoña se intitulasen condes de Caroloes. Esta nueva dió en España mucha alegría, y la reina Católica dijo: Caido ha la suerte sobre Matía. Aludió al dia de su nacimiento y tambien á la poca salud que tenia el príncipe don Miguel, que falleció poco adelante en Granada, por cuya muerte el Archiduque y su mujer quedaron por príncipes de Castilla y de Aragon. Despues de la vuelta de Vasco de Gama para continuar la navegacion de la India partió de Lisboa, á los 8 del mes de marzo, con una flota de trece naves Pedro Alvarez Cabral. Descubrió de camino el Brasil. Fué bien recebido en Calicut al principio; despues vino á las manos con aquella gente por su poca lealtad. Un hijo bastardo de don Diego, duque de Viseo, hizo el rey don Manuel, su tio, condestable de Portugal, que murió mozo, y una sola hija que dejó casó adelante con el conde de Villareal. La guerra de Lombardía se con-* tinuaba, y el Duque poco a poco se hacia señor de toá do. Alzóse por él Alejandría, y tomó á Novara, do estaba primero la masa del ejército francés. Deseaba dar la batalla á los enemigos y concluir de una vez. Con este intento sacó su gente fuera de aquella ciudad, que eran todos suizos y alemanes, hasta en número de diez y seis mil. Ordenadas las haces, al romper en los contrarios los suizos no quisieron pelear contra los franceses y contra los que de su nacion seguian su partido. Retiróse el Duque á la ciudad para persuadilles diesen la batalla. Ellos con grande deslealtad le tenian ya vendido por gran dinero á los franceses; así se le entregaron, y fue llevado á Francia, en que pasó lo que le quedó de la vida en duras prisiones. Con esta triste nueva el cardenal Ascanio, su hermano, alzado el cerco que tenia sobre el castillo de Milan, con quinientos de á caballo tomó la via de Placencia. Encontróse con Carlos Ursino, caudillo de la gente que andaba de venecianos en aquella comarca; fueron los del Cardenal rotos y él preso. Estuvo algun tiempo en poder de venecianos, y al fin le entregaron al rey de Francia, que le puso primero en prision en Burges, y despues en libertad algu- · nos años adelante. Los hijos del Duque, Maximiliano y Francisco, residian á la sazon en Alemaña y en la corte del César; esto les valió para que por entonces no participasen de la ruina y desastre de su padre y de su casa y estado, que quedó còn gran facilidad todo por Francia. Las ciudades que con tanta facilidad se dieron al Duque fueron castigadas en dineros, que era proveer á los franceses del sueldo necesario para se apoderar de lo que restaba de Italia, y hacerse ella á sí misma la guerra con sus mismas armas. El cardenal de Ruan residia en Milan; desde allí gobernaba todo lo de Italia á su voluntad. El Papa por tenerle de su parte le concedió la legacía del reino de Francia, sacada Bretaña, por tiempo de año y medio. De los reyes de Navarra tenia el rey Católico sospechas por la aficion que mostraban á Francia y las muchas alianzas que tenian con aquella gente. Por tanto, los años pasados fuera de los homenajes que se concertó hiciesen los alcaides de las fortalezas de aquel reino á los reyes de Castilla, para mas seguridad se pusieron en tercería por espacio de cinco

años las villas de Sangüesa y Viana, los cuales pasados, pretendian aquellos reyes se les restituyesen, y el rey Católico se entretenia. Para concertar esto y allanar otras malas satisfacciones el rey de Navarra por el mes de abril vino en persona á Sevilla, do asistian los Reyes Católicos. Con su venida todo se allanó; las plazas que pedian se restituyeron, y al conde de Lerin, que andaba desterrado en Castilla, recibió aquel Rey en su gracia, y le restituyó la mayor parte de su estado, y juntamente el oficio que solia tener de condestable, dado que don Alonso de Peralta, conde de Santisteban, que tenia aquella dignidad, mostró gran sentimiento que se la quitasen sin algun demérito suyo y sin dalle recompensa; de que se temian nuevos daños y turbaciones. Para mayor seguridad destos conciertos se acordó que la infanta doña Madalena, hija del Navarro, aunque muy pequeña, se criase en la casa y corte de la reina doña Isabel, prenda muy segura de la buena voluntad de sus padres.

CAPITULO VII.

Que el Gran Capitan volvió á Italia.

Era este año de jubileo, en que concurrió á Roma para ganar la indulgencia gran número de gente de todo el mundo; los de cerca y los de léjos pretendian hallarse en un tiempo tan santo en aquella ciudad, cabeza de la religion y maestra de la verdad. La disolucion de las costumbres era grande, y mas en los eclesiásticos, que parece quiso nuestro Señor castigar con un caso extraordinaria que sucedió á la persona del Papa. Fué así, que el dia de San Pedro y San Pablo cuatro horas despues de medio dia se levantó un recio temporal de agua y granizo; el viento tan furioso y bravo, y el torbellino tan grande, que abatió un cañon de una chimenea sobre una sala en que se halló el Papa, que llamaban de los Pontífices, y posaba encima el duque Valentin. Cayó con el golpe el enmaderamiento del aposento del Duque, y de tres florentines que allí esperaban al Duque para que les pagase cierta deuda, los dos con el segundo suelo cayeron muertos delante el Papa, y el otro muy mal herido. Muchos ladrillos y tablas dieron delante del Papa, que hacian menos golpe por dar en la vuelta del dosel, do estaba asentado; y aun para que el polvo no le ahogase, le valió cubrirse la cabeza con el mismo dosel. Con todo eso le hallaron sin sentido y mal herido en la cabeza y en una mano. El cardenal de Capua y mosen Po, que solos le acompañaban, se salvaron en los arcos y huecos de las ventanas. Muchas cosas se dijeron y grandes misterios sobre el caso, como suele el pueblo discurrir largamente en materias semejantes, y mas en Roma. Era el Papa de selenta años, y las heridas empeoraban; así, todos le tuvieron por muerto, y el duque Valentin se pretendia apercebir de gentes de Francia y otros de otras partes para sacar papa á su modo. Quiso Dios que las heridas sanaron, con que todos aquellos ruidos cesaron en tiempo que el Gran Capitan con veinte y siete naves, veinte y cinco carabelas, algunas galeras y fustas, en que llevaba cuatro mil infantes y trecientos hombres de armas, se hizo á la vela del puerto de Málaga. Iban M-11.

en su compañía hombres de cuenta, y entre los demás don Diego Lopez de Mendoza, hijo del cardenal de España, y don Alonso de Silva, clavero de Calatrava. Tocaron en Mallorca y en Cerdeña, tuvieron muchas calmas; en fin, llegaron al puerto de Mecina en Sicilia á 18 de julio. Allí le acudieron los soldados españoles que estaban en Italia, gente muy escogida, y se proveyó de algunos otros bajeles. La armada del Turco tenia sitiada á Modon, ciudad de venecianos en la Morea, que hacian grande instancia al Gran Capitan se fuese á juntar con ellos. Sin embargo, no pudo partir hasta los 27 de setiembre en sazon que ya Modon era perdida. Trataba con el Gran Capitan el jeque de los gelves y hacia instancia se le enviase mas gente de socorro, porque los naturales estaban desabridos con los soldados de Margarit por agravios que les hacian, y toda Berbería alterada contra él por haber llamado á los cristianos. No le acudieron, y así tuvo órden do prender á Margarit con toda su gente; bien que despues los soltó, y quedó apoderado del castillo y isla de los gelves. Llegó pues la armada española á la isla de Corfu, que era de venecianos, el segundo dia de octubre. Con su venida los turcos mudaron el propósito que tenian de venir sobre aquella isla, y se determinaron de ir sobre Nápoles de Romanía. Esto era en el mismo tiempo que se asentaron las paces entre España y Francia con muy honestas condiciones. Cuanto al reino de Nápoles, concertaron que le quitasen al rey don Fadrique, y la Pulla y Calabria quedasen por el rey Católico; lo de Abruzo y Campaña por el rey de Francia. Que la aduana del ganado se repartiese por partes iguales; y aun de todas las demás rentas reales hecha una masa, llevase el uno tanto como el otro, confederacion que no podia durar mucho ni ser firme. El color que tomaron para hacer este asiento, demás del derecho que alegaban á aquel reino, fué que pretendian hacer la guerra á los turcos, y para esto despojar aquel Rey para que no les impidiese tan santos intentos, por estar confederado con ellos y tratar de valerse de sus armadas. Al principio se tuvo este asiento muy secreto; despues se dió parte dél al Papa, que' holgó mucho dél, y dió á cada uno de los reyes la investidura de su parte; al Francés con título de rey de Nápoles y Jerusalem; al rey Católico de duque de Pulla. Vino el Papa en esto, sea por el odio que tenia al rey don Fadrique, sea por la esperanza á rio vuelto de aumentar su casa, de que, se le daba tambien intencion de hacelle parte en la presa. De Corfu pasó la armada de España á la isla de Zazinto, do llegó á los 7 de octubre. Allí vino la armada veneciana para juntarse con la nuestra. Vinieron al tanto dos carracas de Francia con ochocientos soldados, por haber aquel Rey prometido enviaria socorro á venecianos cuando le entregaron al cardenal Ascanio. Los turcos, que por mar y por tierra tenian muy apretada á Nápoles de Romanía, se levantaron del cerco, sea por estar el tiempo muy adelante, sea por temor de los nuestros; y la armada turquesca, que solia invernar, por estar mas cerca de Italia y tierras de venecianos, en el golfo de Lepanto, se recogió al canal de Negroponte de la otra parte de la Morea. En aquella isla de Zazinto ó Zante hobo diversos acuerdos sobre lo que se debia hacer. El

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Gran Capitan se inclinaba á acometer á Modon, y le parecia la empresa fácil. La resolucion fué que echasen los turcos de Cefalonia, isla que boja ciento y cincuenta millas, y tiene á la parte de poniente uno de los mejores puertos del mundo. Está puesta entre las islas de Corfu y Zante, en frente de la boca del golfo de Lepanto. Hízose así, y partidos los franceses de Zante con color que no les pagaban, los demás se pusieron sobre San Jorge, el pueblo mas principal de Cefalonia. Tenia dentro trecientos turcos, gente escogida, que se defendieron con mucho esfuerzo, y en el combate que se dió el mismo dia que asentaron sus estancias algunos de los fieles quedaron heridos, y el lugar no se pudo entrar. El tiempo era muy áspero ; así, el cerco se prolongó algunas semanas hasta tanto que un dia, que fué vigilia de Navidad, se dió al lugar un muy bravo combate, con que se entró en espacio de una hora. Murieron en él ciento y setenta turcos, y cincuenta que se hicieron fuertes en una torre al fin se rindieron á merced del Gran Capitan. El primero que entró en el lugar fué el capitan Martin Gomez, y aunque le hirieron al entrar, peleó muy bien con los tarcos y los echó del portillo que guardaban. Fué aquella isla de Leonardo Tocco, griego de nacion; á un hermano deste la quitaron los venecianos los años pasados y la dieron al Turco. Al presente el Gran Capitan la dejó á aquella señoría á causa que cae muy lejos de España y era muy á propósito para las armadas de venecianos, especial despues que Modon se perdió. Con tanto el Gran Capitan lo mas presto que pudo dió la vuelta á Sicilia ; y aunque por ser el tiempo tan recio algunas naves se derrotaron, él con la mayor parte llegó á Siracusa, donde despues se recogió lo demás de la armada. Los venecianos por el servicio que el Gran Capitan hizo á aquella señoría, le enviaron á Sicilia título de gentilhombre de Venecia, y un rico presente de vajilla y telas de precio. El presente envió á su Rey sin tomar para sí cosa alguna, contento con la honra que ganara y la que de nuevo le hacia aquella ciudad. Todo esto pasaba á tiempo que el duque Valentin, despues que en Roma mató malamente á su cuñado don Alonso de Aragon, duque que era de Viseli, vuelto á la guerra, andaba muy pujante en la Romaña, en que Pesaro y Arimiño sin ponerse en defensa se le rindieron. Faenza hizo grande resistencia con favor de Juan de Bentivolla y por su contemplacion: Estaba apoderado de Boloña, y porque no le hiciesen guerra, queria entretener al Duque fuera de su casa. Asimismo el Papa sentenció este año en favor del divorcio que Ladislao, rey de Hungría, los años pasados hizo con doña Beatriz de Aragon, mujer que fué primero de Matías, predecesor de Ladislao, y hija de don Fernando el Primero, rey de Nápoles, y por lo mismo sobrina del rey Católico. Hecho esto, Ladislao casó con Ana, hija de Gaston de Fox, señor de Candala, que era sobrina tambien del rey Católico, nieta de la reina doña Leonor de Navarra, su hermana.

CAPITULO VIII.

Del casamiento del rey de Portugal.

De cuatro hijas que los Reyes Católicos tuvieron, quedaba la infanta doña María por poner en estado, que era

la menor de todas. Pretendíala el rey don Fadrique para su hijo el duque de Calabria con intento de asegurar con este nuevo deudo aquel su reino, que andaba en balanzas. Pedíala asimismo el rey de Portugal, magüer que estuvo casado con su hermana. Este casamiento parecia mas á propósito, bien que la dispensacion era dificultosa por ser en primer grado de afinidad. El Papa, que en otras cosas era liberal, en esta se mostraba tibio con color que de parte del rey de Francia se hacia instancia que no la diese. Decia que no vendria en dalla si el rey Católico no le aseguraba de cualquier mal y daño que por esta ocasion se le pudiese recrecer. Andaban estas práticas, demandas y respuestas muy á la larga, en que se gastó harto tiempo. El rey Católico pretendia que el duque de Calabria casase con su sobrina la reina doña Juana, viuda del rey don Fernando el Segundo de Nápoles, la cual se quedó en aquel reino; su padre la dejó dotada en cuatrocientos mil ducados. El rey don Fadrique venia en este casamiento, que le estaba bien para no pagar dote tan grande; pero queria que en caso que se hiciese, el rey Católico le recibiese debajo de su amparo. En esto no venia el rey Católico por las práticas que sobre aquel reino tenia movidas con Francia; las cuales, luego que estuvieron para concluirse, como se concluyeron, aunque el rey don Fadrique venia llanamente en aquel casamiento, no quiso el rey Católico que se hiciese. Queria otrosí el rey don Fadrique asegurarse de la parte de Francia, y ofrecia grandes partidos para apartar aquel Rey de la pretension de Nápoles. El Francés pedia que para seguridad de la concordia le diese el castillo de Gaeta y que su hijo fuese á estar en su corte y casase con Germana, hija del señor de Narbona, ó con una hermana de monsieur de Angulema; demás desto, queria le diese un millon de presente, y veinte y cinco mil ducados de tributo cada un año; todas condiciones muy pesadas, y que aquel Rey no las quiso otorgar, dado que venia en dar el millon que se pedia. En fin, ninguno destos casamientos se concluyeron; el Papa últimamente vino en dispensar en el casamiento de Portugal. En Granada por el mes de agosto se celebró el desposorio de la Infanta. Don Alvaro de Portugal hizo oficio de procurador por su Rey; no se hicieron por ende fiestas ni otra ceremonia ni demostracion alguna. En aquella ciudad, á los 12 de setiembre, acordaron los Reyes que el dia de Santa Lucía todos los años se diese á los marqueses de Moya la copa con que el Rey bebiese, en memoria de que én tal dia don Andrés de Cabrera, primer marqués de Moya, les entregó los tesoros del rey don Enrique, que él tenia en su poder en los alcázares de Segovia; servicio que despues de Dios fué gran parte para que quedasen con el reino. Acompañaron á la Infanta hasta Portugal don Diego Hurtado de Mendoza, arzobispo de Sevilla y patriarca de Alejandría; y á la sazon le dieron el capelo y se llamó cardenal de España como su tio, y era hermano del conde de Tendilla. Fueron asimismo en compañía de la Infanta el marqués de Villena y otros muchos señores. Salió á recebilla hasta la raya el duque de Berganza, si bien andaba desabrido por el mucho favor que el rey don Manuel hacia á don Jorge de Portugal, ca le hizo duque

de Coimbra, y le casó con doña Beatriz de Melo, hija de don Alvaro de Portugal, y doña Filipa de Melo, su mujer. Iban con el duque de Berganza otros muchos señores. La entrada en aquel reino fué un mártes, á 20 del mes de octubre, 'y á los 30 del mismo mes se celebraron en el alcázar de Sal, villa en que el Rey la esperaba, las bodas con grandes fiestas y regocijos. Fué este matrimonio muy fecundo en generación, y nacieron dél muchos hijos, como se señalará en sus lugares. Poco adelante se concertó y casó la princesa doña Margarita con Filiberto, duque de Saboya, señora poco dichosa en casamientos, pues tambien este marido le vivió poco tiempo. El soldan de Babilonia se mostraba estar sentido contra los Reyes Católicos por la guerra que hicieron á los moros de Granada. Temíase no maltratase los cristianos que vivian en aquellas provincias é impidiese la romería que se hacia á la casa santa de Jerusalem. Determinaron envialle una embajada para dalle razon de todo. Para esto escogieron á Pedro Mártir de Angleria, su capellan, de nacion milanés. Hizo él prudentemente aquel mandado, y alcanzó del Soldan todo lo que pidió. En ida y vuelta gastó un año; hicieronle dean de Granada. Allí los años adelante falleció, y se mandó sepultar puesto en una silla con una casulla hecha de una ropa rica que le dió el Soldan. Escribió décadas de la guerra de Granada y de su embajada y del descubrimiento de las Indias, mas verdaderas que elegantes.

CAPITULO IX.

á su hijo don Fadrique, que casó segunda vez con doña Isabel, hija menor del mismo Pirro. El duque de Nemurs se entretuvo en Francia. Por esto el señor de Aubeni, que ya era gran condestable de Nápoles, movió desde Lombardía con la gente francesa la vuelta de Nápoles; en su compañía el conde de Gayazo, persona principal y forajido de Nápoles. En esta sazon fué por embajador á Roma, en lugar de Lorenzo Suarez, Francisco de Ro→ jas, que era un caballero muy sagaz. Acerca del Emperador hacia el mismo oficio de años atrás don Juan Manuel, persona de mucha cuenta, aunque algo bullicioso. En la corte de Francia todavía residia Juan Miguel Gralla; y Juan Claver era embajador del rey Católico en Nápoles. Acudió el Gran Capitan á Mecina con su armada conforme al órden que tenia. De allí pasó á Palermo para dar órden con el virey Juan de Lanuza en recoger la gente y dinero que pudiesen en aquella isla para ayudar á la nueva conquista, en fin, para dar traza en todo. No faltaron repuntas entre los dos como ni el tiempo pasado, que el mandar no sufre superior ni aun igual; pero al fin se allanaron al servicio de su Rey, y el Gran Capitan, recogido el socorro que pudo, en breve dió la vuelta á Mecina, do se juntaba la masa de toda la gente. Tenia el Gran Capitan en la Pulla el ducado de Monte de Santangel por gracia que dél le hizo el rey don Fadrique cuando, acabada la guerra pasada, hizo merced á muchos caballeros italianos y españoles que le sirvieron de diversos estados. Acordo antes que se diese principio á aquella conquista enviar á Nápoles al capitan Gonzalo de Foces para que le excusase con aquel Rey, y en su nombre renunciase la fidelidad que por aquella merced le habia prestado, y juntamente le restituyese aquel estado. Dióle el Rey por libre, y no quiso admitir la renunciacion, antes dijo que le daba el estado, y quisiera fuera mayor por lo mucho que su persona merecia, con condicion empero que desde aquellos castillos no le hiciese guerra ni dañase á sus vasallos. Con esto y con el aviso que sus embajadores le enviaron de España, que el rey Católico no le queria acudir en manera alguna, acabó de entender el rey don Fadrique cuán cerca y cuán cierta le estaba su perdicion. Volvíase á todas partes, y no hallaba ni en los suyos lealtad, ni en su reino fuerzas, ni en los de fuera arrimo ni esperanza. Acordó enviar á su hijo don Fernando á Taranto, que es plaza muy fuerte en lo postrero de la Pulla y de Italia; y aun se decia le enviaba á la Belona para solicitar el socorro que pretendia del Turco para contra aquella tempestad. Juntó otrosí la gente que pudo, que eran ochocientos hombres de armas y cuatro mil infantes; mandó fortificar á Capua, donde puso á Fabricio Colona y don Hugo de Cardona con docientos hombres de armas y mil y seiscientos infantes. El Gran Capitan, como quier que era tan diestro y considerado, advirtió que aquel asiento entre los dos reyes no podia ser durable, así por la condicion de los franceses, que es altiva, como por dificultades que forzosamente se ofrecerian en aquel repartimiento; además que el mando é imperio nunca sufre compaáñero, ni un reino puede sufrir dos señores. Parecióle que importaba mucho apresurarse para ganar por la mano á los franceses que no le pudiesen estorbar su

De los capitanes que se nombraron para la empresa de Nápoles.

Suspensas estaban todas las provincias y con cuidado del fin que tendria la empresa nueva de Nápoles y la guerra en que se empeñaban las fuerzas de España y de Francía en perjuicio del rey don Fadrique y para despojalle de aquel reino noble y rico. El rey Católico desde Granada envió al Gran Capitan aviso desta resolucion, 1.o de marzo del año 1501. En consecuencia le mandó desistiese de la guerra contra el Turco, y do quiera que se hallase volviese luego con su armada al puerto de Mecina. Poco despues le envió título de su lugarteniente en los ducados de Pulla y de Calabria. Para hacer rostro al Turco negoció que el rey de Portugal enviase su armada á aquellas partes, como lo hizo, y por capitan don Juan de Meneses, su mayordomo mayor y conde de Taroca, que intentó de camino apoderarse del puerto de Mazalquivir, junto á Oran; y como no pudiese salir con ello, pasó adelante, y sin hacer nada de la isla de Corfu, dió la vuelta á Portugal. Lo mismo se trató con el rey de Francia, que enviase su armada contra los turcos; mas él por otra parte para la empresa de Nápoles nombró por su general á Luis de Armeñac, duque de Nemurs y conde de Armeñac y de Guisa. No quiso dar este cargo á Luis de Lucemburg, conde de Lini, que mucho le pretendia, porque no fuese ocasion de alguna revuelta á causa del derecho que pensaba tener al principado de Altamura por estar casado con hija de Gisota, la hija mayor de Pirro de Baucio, quien por causa de la guerra de los Barones el rey don Fernando el Primero despojó de aquel estado, y le dió

todo lo que en el repartimiento de aquel reino les pertenecia. Tras esto luego pusieron los ojos en lo demás, porque ¿quién podrá enfrenar la gente de guerra? Quién poner tasa á la codicia de mandar? En Castilla por este tiempo hobo grandes diferencias entre doña María Pacheco, condesa de Benavente, y el conde don Alonso de Pimentel, su hijo, sobre la tutela y casamiento de la marquesa de Villafranca, nieta de la Condesa. Pretendian este casamiento los duques del Infantado y de Alba para sus hijos, y el mismo conde de Benavente, tio de la doncella, para sí. En fin, despues de muchas demandas y conciertos, acordaron que doña Beatriz, hija de la Condesa, casase con don García de Toledo, hijo mayor del duque de Alba; y con don Pedro de Toledo, hermano de don García, casase la Marquesa, y así se hizo.

CAPITULO X.

Descripcion del reino de Nápoles.

conquista. Dióse grande priesa, y envió la mayor parte del armada á las costas de la Pulla, y por general á don Diego de Mendoza para estorbar que los turcos no pasasen al reino. La de Portugal no le acudió en tiempo conforme al órden que llevaba. Con la otra parte de la armada envió á Nápoles á Inigo Lopez de Ayala con órden que llevase en ella la viuda doña Juana, reina de Nápoles, á Sicilia. El rey don Fadrique la dejó ir por verse tan apretado, si bien no queria antes venir en ello para con esta prenda mover al rey Católico, su tio, á que los ayudase. Pasó el Gran Capitan el faro de Mecina con su gente, que eran trecientos hombres de armas y otros tantos jinetes y tres mil y ochocientos infantes. Sin estos el embajador de Roma le envió otros seiscientos españoles, de los que en la Romaña sirvieron al duque Valentin. En Sicilia al tanto quedó órden que de la tierra le enviasen otras cuatrocientas lanzas escogidas. Con esta gente allanó lo de Calabria en breves dias, que fuera de Girachi y Santa Agata, plazas muy fuertes, todos los demás lugares alzaron banderas por España. Pasó la gente española á Calabria á los 5 de julio; y á los 8 los franceses por la via de Roma entraron en el reino de Nápoles. Todos los lugares se les rendian sin ponerse en defensa hasta llegar á Capua, sobre la cual se pusieron. En el Abruzo no hobo mas defensa que en lo demás; todo se allanaba á los franceses que fueron por aquella parte. Pudiérase Capua defender mucho tiempo, si no fuera que el conde de Palena, natural de aquella ciudad, dió entrada á los franceses, que pusieron á saco la ciudad y prendieron á Fabricio Colona y don Hugo con todos los demás capitanes que en ella se hallaron. Llegó esta nueva á Nicastro, do el Gran Capitan se estaba, á los 29 de julio, que le fué ocasion de apresurarse para tomar el castillo de Cosencia. Hízolo así, y dejó en guarda de aquella ciudad á Luis Mudarra, y por gobernador de Calabria nombró al conde Ayelo con intento de partirse para la Pulla y allanar aquella provincia antes que los franceses acabasen con lo de Nápoles. En lo demás halló poca dificultad, que todos los pueblos á porfía se le rendian. Ultimamente, se puso sobre Taranto, do se tenia el duque de Calabria, en sazon que ya Nápoles estaba en poder de franceses. El duque Valentin, apoderado que se hobo de Faenza en la Romaña, y en la Toscana de Pomblin, vino á servir en esta jornada al rey de Francia, cuyo tan servidor se mostraba, que se llamaba don César Borgia de Francia, y en el cuartel principal de sus armas traia las flores de lis; por el contrario, se mostraba del todo averso de España. Concertaron los generales franceses con el rey don Fadrique por fin de julio les rindiese á Nápoles y Gaeta con sus castillos, demás de sesenta mil ducados en que le penaban para los gastos. Que con esto le dejarian ir con su tesoro y criados á Iscla, con término que le señalaron de seis meses para que dentro dellos determinase de su persona lo que por bien tuviese, y se fuese á la parte que mas le agradase. Todo se ejecutó como lo concertaron. Recogióse aquel Rey con su mujer é hijos á aquella isla; en su compañía le reina de Hungría y la duquesa de Milan. Allí acudieron Próspero y Fabricio Colona, ya rescatados por dineros. Con que los franceses quedaron apoderados de

Luego que los franceses se apoderaron de Nápoles, resultaron nuevos debates, como era necesario, entre españoles y franceses sobre algunas provincias de aquel reino que no venian expresadas en el repartimiento. Estas eran la Capitinata, la Basilicata y el Principado de aquende y de allende. Los franceses iban tan resolutos en sus cosas, que sin hacer ningun comedimien to á los confederados, enviaron un hijo del conde de Capacho para que en aquel estado, que es en la Basilicata, hiciese alzar las banderas por Francia; y sobre el principado de Melfi, que está en la misma provincia, se concertaron con aquel Príncipe, y aun el rey de Francia tenia hecha donacion de aquel estado á Juan Jacobo Trivulcio. Salieron otrosí de prision algunos señores que tenian presos los reyes de Nápoles, y entre ellos Juan Bautista Marzano, á cabo de casi cuarenta años de prision; el cual con ánimo denodado intentó de apoderarse del principado de Rosano que fué de su padre en Calabria. Lo mismo hizo Luis de Arsi, capitan del rey de Francia, que con poder del señor de Lini hizo alzar por él en la Pulla el principado de Altamura; que eran todas ocasiones de desabrimientos y gana de venir á las puñadas. Tratúse de atajar estos desgustos, primero con el señor de Aubeni, y despues con el duque de Nemurs, que llegó acabada la guerra y tomada Nápoles. Acordaron que en las provincias en que no habia duda ninguna de las partes se entremetiese en lo de los otros; y sobre las provincias que se dudaba, en tanto que la diferencia se determinase, los lugares que tuviesen alzadas banderas por Francia alzasen juntamente las de España y al contrario; en el gobierno y rentas dieron asimismo órden, que poco se guardó. Para que mejor se entienda esta diferencia y por cuál de las partes corria la justicia será bien hacer una breve descripcion del reino de Nápoles y de sus partes. El reino de Nápoles comprehende toda la tierra que desde Tarracina ó Fundi, que están á las riberas del mar Mediterráneo, y desde el rio Truento, que descarga en el golfo de Venecia, corre hasta los postreros términos de Italia. Corta este reino por medio, como todo lo restante de Italia, el

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