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Navarra, y de Tudela, donde vino el rey Católico á recebir la Reina, que despedidas las Cortes de Monzon se volvia, se fué á juntar con los franceses. Apresuróse con esta nueva el rey don Juan. Hay dos puertos para pasar de Navarra á la parte de Francia: el uno se dice Valderroncal, el otro Valderronzas. A la entrada de Valderronzas está San Juan de Pié de Puerto, do se haIlaba el duque de Alba. Por la otra parte aquel Rey con su gente subió los montes mediado octubre. Llevaba en su compañía á monsieur de la Paliza. No tenian los de España tanta gente que pudiesen aventurarse á dar la batalla; acudieron empero diversos capitanes con su gente para atajalles el paso donde quiera que se estrechaban los montes. Entre los demás, Hernando de Valdés se fué á poner en Burgui con intento de defender aquella plaza, que era muy flaca. Acudió el campo enemigo, combatiéronla muy fuertemente, y dado que perdieron en el combate cuatrocientos hombres, la entraron con muerte de algunos de los de deutro. Entre los otros, el mismo Hernando de Valdés murió como buen caballero; díjose que se puso en aquel peligro, como despechado de que el Rey cuando volvió de la de Ravena, le dijo: Allá se quedan los buenos. El duque de Alba, visto el peligro en que estaba Pamplona, acordó dejar en San Juan á Diego de Vera con ochocientos soldados y docientas lanzas y veinte piezas de artillería, y él con la demás gente volver á pasar el puerto para proveer á la defensa de lo de Navarra. Pudieran los enemigos atajalle el paso; cegábales su suerte así en esto como en no acudir luego á Pamplona, que se entiende la tomaran sin dificultad. Su tardanza dió lugar á que le acudiese gente, y el Duque con su campo se metiese dentro, con que mucho se aseguraron las cosas, junto con la venida del arzobispo de Zaragoza, que llegó en esta sazon á Egea con hasta seis mil hombres de guerra. Entre los lugares que se rebelaron uno era Estella. Acudió don Francés de Navarra, y por trato que tuvo con los de dentro, entró y saqueó el lugar. Para cercar el castillo acudió con mas gente el alcaide de los Donceles, que le rindió; y asimismo los castillos de Cabrega, Monjardin y el de Tafalla, que estaba tambien alzado, se entregaron. Por el val de Broto, que es en las montañas de Jaca, entró con gente el senescal de Bigorra. Cargaron sobre Torla, ganaron el lugar, y al tiempo que le saqueaban, los de aquel valle se apellidaron, y dieron sobre ellos con tal fuerza, que juntados con los que del lugar quedaban, los desbarataron con muerte de mas de dos mil dellos y pérdida del fardaje y de algunos tiros de campo que traian. El rey don Juan con su gente llegó á dos leguas de Pamplona. Asentó y fortificó su campo en Urroz. Esperaba que los de Pamplona se declarasen por él. Los nuestros tenian prevenido este peligro con hacer salir de la ciudad docientos vecinos, gente sospechosa. Por otra parte, en la Puente de la Reina, que está cerca de allí, se juntaba mucha gente para dar socorro á Pamplona, y si fuese necesarío, dar la batalla á los franceses. Acudieron mil y quinientos soldados de Trasmiera y Campos, y novecientos que de Bugia aportaron á Barcelona en compañía de Lope Lopez de Arriaran. Acudió poco despues al mismo lugar la gente de Aragon. Por general deste campo se

ñalaran al duque de Najara. Servia muy bien el conde de Santisteban dou Alonso de Peralta; por tenelle mas obligado le dió el rey Católico título de mariscal de Navarra, y poco despues de marqués de Falces. Aun no se ponia cerco á Pamplona, á causa que los franceses aguardaban golpe de gente que les enviaba el Delfin. El de la Paliza andaba descontento por ver que ninguna cosa le sucedia conforme á su pensamiento. Púsose el campo francés en parte que pudiese atajar los mantenimientos que venian á la ciudad; otra parte del ejército francés que quedaba allende los montes, para divertir las fuerzas del rey Católico entró por la frontera de Guipúzcoa. Dió vista á Fuente-Rabía. Púsose sobre San Sebastian. Venia por caudillo desta gente monsieur de Lautreque, que se determinó de combatir aquella villa. A la sazon se hallaba dentro don Juan de Aragon, hijo del arzobispo de Zaragoza, que pasaba á Flandes para asegurar que no le queria el rey Católico dejar el reino de Nápoles, como sospechaba el Emperador. En su compañía iba Juan de Lanuza para residir en la corte del Príncipe con cargo de embajador. Con su presencia la gente de dentro se defendió con tanto esfuerzo, que aunque era poca, los franceses se volvieron á Rentería, y desde allí, porque los naturales no les tomasen el paso, se recogieron en Guiena. Este acontecimiento fué en sazon que el duque de Calabria trataba secretamente de pasarse de Logroño, do á la sazon estaba, al campo francés, con promesa que le hacia el rey de Francia de ponelle en posesion del reino de Nápoles. Fué preso con otros cuatro, por cuyo medio se traian estas inteli gencias. Lleváronle primero al castillo de Atienza, despues al de Játiva, en que estuvo algunos años; los medianeros fueron arrastrados y muertos; ¿en qué paran las desgracias y las trazas mal concertadas? El tiempo iba muy adelante y era poco á propósito para estar en el campo. Acordaron los franceses que se hallaban sobre Pamplona de abreviar. Están dos monasterios de monjas fuera de los muros, el uno de Santa Engracia, el otro de Santa Clara; en estos ejercitaron su crueldad los franceses, que los saquearon, sin tener respeto & ninguna cosa sagrada. Llegó la irreverencia á término que un capitan aleman', abierto el tabernáculo por robar la custodia, con sus manos sacrílegas echó el santísimo Sacramento en el altar. Díjole la sacristana: ¿Cómo os atreveis á hacer tal desacato? Respondió el aleman: Este no es Dios de los alemanes, sino de los españoles; principio de las herejías que poco despues brotaron, sacrilegio que pagó el miserable con la vida, ca en breve, como otro Júdas, reventó. Asentaron su artillería, dieron por dos veces el combate á la ciudad con tanta furia de artillería, que estuvo en gran peligro de ser entrada; mas los de dentro se defendieron muy bien. Señaláronse entre los demás el coronel Villalva y don Hernando de Toledo, Hernando de Vega, Antonio de Fonseca y otros muchos; murió Juan Albion, caballero principal de Aragon. El duque de Najara por lo alto de la sierra que llaman Reniega, se mostró con su gente, que eran seis mil infantes, sin la caballería, con intento de acometer el real de los enemigos, por lo menos atajalles las vituallas. En su compañía iban los duques de Segorve y Villahermosa, el marqués de Aguilar, los

condes de Montagudo y Ribagorza, el alcaide de los Donceles. Acordaron los franceses dejar el cerco y volverse á Francia por el puerto de Maya. Levantaron sus reales postrero de noviembre; siguiéronlos el condestable de Navarra y el coronel Cristóbal de Villalva. Matáronles alguna gente, y tomároules trece piezas de artillería. Con esto se remató aquella guerra, que fué muy reñida. Los agramonteses acabaron de entregar todas las fuerzas que quedaban en su poder. La ciudad de Pamplona se reparó con todo cuidado, y aun se señaló lugar en que para su defensa se levantase un castillo. Quedó nombrado por virey el alcaide de los Donceles, al cual se dió título entonces de marqués de❘ Comares. Entre tanto que venía á tomar el cargo, dejó el duque de Alba para el gobierno á su hijo don Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, que se halló con los demás en aquel cerco, y fué adelante muchos años virey de Nápoles, persona en valor y prudencia muy señalada.

CAPITULO XVI.

El Virey ganó la ciudad de Bresa.

El virey don Ramon de Cardona, concluida con tanta prosperidad la guerra de Toscana y asentadas las cosas de Florencia muy á su gusto, revolvió con su campo la via de Lombardía. En Módena, que se tenia por el Emperador, se juntaron con él el de Gursa, don Pedro de Urrea y Andrea del Burgo para consultar lo que se debia bacer. La ciudad de Bresa que todavía se tenia por Francia, la sitiaban venecianos con esperanza de apoderarse della. El Emperador la queria para sí; los suizos porfiaban que se diese al duque Maximiliano Esforcia, cuya defensa tomaran. Por evitar los inconvenientes que desta discordia podrian resultar, acordaron en aquella junta que el Virey entrase de por medio y la tomase por la liga para dalla á quien de derecho pertenecia. Quedóse el de Gursa en Módena; don Pedro de Urrea y Andrea del Burgo fueron á Roma para entender del Papa su voluntad y persuadille acudiese con el dinero que concertó para la paga de la gente de la liga que de meses atrás no se pagaba. El Papa no venia en ello; excusábase con que desde que se dió la batalla de Ravena espiró aquella obligacion y paga; todavía daba intencion de proveer de dinero, si dejada la empresa de Lombardía, el Virey revolviese sobre Ferrara, de la cual en todas maneras pretendia apoderarse. Con este intento el duque de Urbino era salido en campaña, y tenia dos mil suizos en Luco y Bañacabalo; poca gente para aquella empresa, si no era ayudado, mayormente que por no pagalla la mas se despidió brevemente. Daban don Pedro de Urrea y su compañero al Papa buenas palabras sin concluir nada; acordó de enviar á Bernardo de Bibiena, que fué adelante cardenal, para que avisase al Virey de su voluntad. Llegó á la sazon á Módena el marqués de Pescara, libre por rescate de la prision en que franceses le tenian. Diéronle cargo de la compañía de hombres de armas de Gaspar de Pomar, que mataron en Milan en cierto ruido, y era la mejor gente que á la sazon de españoles se hallaba. Partió el Virey para la Mirandula 1.o de octubre, al mismo tiempo que la guerra de Navarra andaba

mas encendida; pasó el Po por Ostia. Halláronse al pasar mas de nueve mil infantes, y por su general el marqués de la Padula. Venia Próspero Colona con pasados de cuatrocientos hombres de armas y mil infantes para juntarse con el Virey. Procuró el Papa impedille el paso por las tierras de la Iglesia, mas no salió con ello. Pretendió asimismo por medio del Cardenal sedunense que los suizos no dejasen entrar al Virey en Lombardía. Decia que los españoles se querian hacer señores de Italia; ¿qué prestaria echar los franceses y quedar en su lugar los españoles, gente pobre y mas mala de sujetar? Llegó el campo á Verona, do esperaba Rocandulfo, capitan del Emperador, con dos mil alemanes y cuatrocientos caballos ligeros. Tenia á punto la artillería, que eran seis cañones, una culebrina, veinte piezas de campo. Partieron todos la via de Bresa. Monsieur de Aubeni, apretado del cerco de venecianos y del miedo del nuevo ejército que venia, alzó en aquella ciudad banderas por el Emperador. En esta sazon llegó Bernardo de Bibiena al campo. Dió al Virey el recado que le traia. Respondió él á esta embajada con palabras comedidas que holgara ser avisado antes do pasar el Po para obedecer aquel mandato; que ya tenia la empresa tan declarada y adelante, que sin hacer falta á la reputacion no se podia volver atrás; que acabada, se haria como era razon todo lo que á su Santidad pluguiese. Partieron de Verona los de la liga; de camino rindieron la villa de Pesquera y su fortaleza, que se tenian por Francia. Antes que llegasen á Bresa, envió el Virey á hacer sus cumplimientos con la señoría y con Pablo Ballon, que tenian por general en aquel cerco. Decia que como general de la liga venia á cumplir con su obligacion, y pues iba para este efecto y en servicio de la liga y queria dar á cada cual lo que era suyo, diesen órden como sus gentes se juntasen con él. Los intentos eran muy diferentes, y así no se podian concordar. Llegó nuestro campo á ocho millas de aquella ciudad cuando movieron los franceses pláticas de concierto. Acordaron que el señor de Aubeni con su gente, que eran cuatrocientas lanzas y dos mil infantes, con sus armas, caballos y bienes se fuesen donde por bien tuviesen, á tal que no se recogiesen al castillo de Milan ni otros lugares que se tenian por Francia; honrado asiento para tener sobre sí dos campos. El de Gursa fué el todo para que se les concediese. Con las mismas condiciones se obligaron los del castillo de entregar aquella fuerza con la artillería y municiones, si dentro de veinte y un dias no fuesen socorridos bastantemente. El mismo dia que se concluyó este asiento, que fué á los 25 de octubre, se hizo alarde de la gente de armas y de la infantería española en Castanetola, que está junto á Bresa. Halláronse mas de ocho mil infantes con los que llegaron á esta sazon en compañía de Próspero Colona. Quedó en el gobierno de aquella ciudad el comendador Solís con hasta mil soldados que parecieron bastantes para su defensa; lo demás del campo acudió sobre el castillo de Bérgamo, que la ciudad ya estaba rendida. De Nápoles partió el almirante Vilamarin con siete galeras para juntarse con las del Papa, que esperaban en Civitavieja, é ir á Génova y poner cerco sobre el castillo de la Lanterna, que se tenia por

Francia. Hallaron en aquel puerto otras tres galeras de la señoría de Venecia, enviadas para el mismo efecto. Tenia el duque de Génova otras cuatro galeras, pero muy faltas de gente y de artillería; todo procedia flojamente; por esto el cerco iba á la larga. Los franceses tenian en Marsella solas seis galeras y un galeon; armada pequeña. Los cardenales scismáticos en Leon de Francia continuaban su concilio; ofrecian á los príncipes grandes partidos como si en su mano lo tuvieran todo. El virey de Sicilia don Hugo de Moncada con una buena armada que juntó pasó á la ciudad de Tripol para dar órden en la fortificacion de los castillos y dejar en buena defensa aquella ciudad por lo que importaba para proseguir la conquista de Berbería. El duque de Urbino se hallaba en la Romaña entre lo de Ravena y Bolona con quinientos hombres de armas y mil suizos. La gente italiana, que tenia en mayor número, cada dia se desmandaba; la tierra y los naturales eran robados, sin que se hiciese efecto de alguna consideracion.

CAPITULO XVII.

Que Maximiliano Esforcia entró en Milan. Entretúvose Maximiliano Esforcia algunos meses en Trento y en el Veronés. Esperaba que los franceses acabasen de salir de aquel su estado, en especial procuraba se ganasen los castillos de Milan y de Cremona, que se tenian por Francia. Pretendia otrosi que los milaneses contentasen á los suizos, los cuales, dado que se mostraban mucho de su parte y no venian en que se desmembrase parte alguna de aquel ducado, sino que se le diese lo de Placencia y Parma, que tenia el Papa, y lo de Aste, que pretendia, y lo de Cremona y Geradada, que se dió los años pasados á venecianos; todavía querian tener parte en la presa. Concertaron los milaneses de dalles en dos años ciento y cincuenta mil ducados, y perpetuamente por año cuarenta mil. Para seguridad de la paga ofrecieron que tuviesen en su poder tres fortalezas de aquel ducado. Las voluntades de los príncipes no iban conformes, y las trazas eran contrarias. El Emperador quisiera mas lo de Milan para uno de sus nietos; no se aseguraba empero de podello sustentar contra el poder de Francia y de toda Italia, que deseaban se pusiese señor propio y natural en aquel estado. Llegó este deseo comun á término, que el obispo de Lodi, bijo bastardo del duque Galeazo, se puso en la fantasía de hacerse duque de Milan. No le desayudaba el Cardenal sedunense para esto por conservarse en el gobierno que de aquel estado tenia y en nombre ajeno mandallo todo. Persuadíase que cuanto el Duque fuese mas flaco, tanto tendria mayor necesidad de su ayuda; ni al Papa le desplacia en lo secreto aquella traza, por no asegurarse del duque Maximiliano, que venia muy prendado del Emperador y rey Católico. Por cortar todas estas tramas despues que se acabó lo de Bresa, se dió órden en la ida de Maximiliano Esforcia á Milan. Entró en aquella ciudad á los 29 de diciembre, principio del año 1513. Acompañáronle el Cardenal sedunense, el virey de Nápoles, el de Gursa y don Pedro de Urrea. Fué recebido con toda la majestad y muestra de alegría con que se solian recebir los duques pasa

dos. Los embajadores de los suizos le presentaron las llaves de la ciudad con grande ceremonia. Concluidas las fiestas, se trató de allanar lo que quedaba por Francia. El marqués de la Padula fué con la infantería española contra Trezo, castillo muy fuerte á la ribera del rio Abdua, y le rindió en pocos dias; el de Novara, que era mas importante, se entregó á la gente del Duque. Tratábase de concluir las paces entre el Emperador y venecianos; y por cuanto la tregua asentada espiraba por todo el mes de enero, concertó el conde de Cariati que se prorogase por todo febrero y despues hasta en fin de marzo. El de Gursa venia en las condiciones que le ofrecia el Papa el año pasado de parte de venecianos; pero ellos no aceptaban ningun partido si no les daban á Verona. Pareció seria necesario hacelles la guerra con las fuerzas del Emperador, de España y de Milan, sin hacer mencion de los suizos, por tener entendido en breve se concertarian con Francia por medio de monsieur de la Tramulla, que fué enviado para este efecto; principio de nuevas revoluciones. Pretendia el Virey que ante todas cosas se asegurasen del estado de Milan, en que á los franceses quedaba la mayor parte; y Trivulcio tenia juntos cinco mil infantes para volver á aquella empresa, y cada dia se le juntaban mas. Por esto puso á Próspero Colona en Aste con buen número de gente para atajar á los franceses el paso. El rey Católico quiso valerse de Inglaterra para enfrenar el poder de Francia; y visto por lo que pasó el año pasado, que los ingleses no hacian buena mezcla con otra gente, por ser tal su condicion que mal se concierta con nadie, hacia instancia con aquel Rey que por la parte de Calés acometiese lo de Normandía, y él ofrecia con su gente tomar la empresa de Guiena para entregalla al Inglés luego que fuese ganada; partido honroso y provechoso, si se cumpliera; así lo entendia aquel Rey. Con este intento aprestó una armada de cincuenta naves, en que pensaba pasar á Francia nueve mil infantes, gente bien armada y lucida, y aun hacia instancia con el rey Católico le enviase otras cincuenta naves desde España para ayudarse dellas en aquella guerra. No era fácil cosa acudirá tantas partes, porque demás de ser las empresas muy graves, el rey Católico andaba enfermo y la Andalucía alborotada. La ocasion de la dolencia fué cierta bebida extravagante que le hizo dar la Reina en Medina del Campo por el deseo que tenia de concebir; así lo refieren el doctor Carvajal en sus Memorias y Pedro Mártir como cosa que se tenia por. averiguada. Lo que resultó fué que se debilitó el Rey de manera, que ninguna cosa apetecia sino andarse por los bosques. Aumentábase el mal de cada dia mas con desmayos ordinarios y muestras de hidropesía. La Andalucía se alteró por la muerte de don Enrique, duque de Medina Sidonia. Tenia una hermana de padre y madre, por nombre doña Mencía, casada con don Pedro Giron, y un hermano de padre, que se llamaba don Alonso Perez de Guzman. Nombró en su testamento por sucesora en el estado á su hermana, afirmando que el segundo matrimonio de su padre no fué válido. Con este fundamento tan flaco pretendió don Pedro Giron tomar posesion de aquel rico estado, y se apoderó de Medina Sidonia. Doña Leonor de Zúñiga, madrastra de don

Enrique y de doña Mencía, hacia las partes de su hijo, que demás de ser justificadas á juicio de todos, le ayudaba el favor del Rey, que pretendia casar al nuevo heredero con doña Ana de Aragon, hija del arzobispo de Zaragoza. Llegaron las cosas á término de guerra, á causa que cada cual de los pretensores tenia sus valedores, y les acudian señores y caballeros sus aliados. Don Pedro era un caballero muy brioso y que estuvo á punto de aventurallo todo; todavía prevaleció la razon, y el estado quedó por el hermano del difunto. En Bugia estaba por capitan Gonzalo Mariño, y en Oran Martin de Argote, como teniente del marqués de Comares. Sucedieron con los moros algunas revueltas, en que no se hizo cosa de momento, mas de que Muley Abdala con gente que traia consigo llegó á dar vista á Bugia y quemó el arrabal de aquella ciudad; el daño fué grande, no quedó en pié șino una torre, en que se recogieron los judíos. La causa deste desman fué el mal órden de Gonzalo Mariño, por romper el primero los capítulos de la paz que con los moros tenia puesta ; que fué causa de removelle de aquel cargo, y en su lugar fué proveido por capitan don Ramon Carroz.

CAPITULO XVIII.

De la muerte del papa Julio.

Traia asimismo el papa Julio muy quebrada la salud. Su flaqueza y cuidados le acarreaban diversas enfermedades; divulgóse que de aquella no escaparia y que no podria vivir muchos dias. Teníase gran recelo que los cardenales scismáticos con su muerte no intentasen alguna novedad, por lo menos quisiesen hallarse en el conclave. Dióse aviso al duque de Milan, á Florencia, Sena y Luca que mandasen guardar los pasos. Falleció el Papa á los 20 de febrero. Alteróse el pueblo romano, como suele, en las vacantes, y mas entonces por quedar comunmente todos resabiados del gobierno pasado y muy encontrados los coloneses, aborrecidos el Papa y los Ursinos, sus allegados. Saqucaron el monasterio de San Pablo, que es de monjes benitos, y hicieron otros insultos. Ayudó mucho la industria y autoridad del embajador Jerónimo Vic para que se sosegasen. Entraron los cardenales en conclave á los 4 de marzo, habiendo primero enviado á su padre el hijo del marqués de Mantua, que estaba en rehenes, y á los 11 de conformidad de casi todos, salió elegido el cardenal Juan de Médicis, que se llamó Leon X. Declaróse el mismo dia que queria perseverar en la liga y hacer que el Emperador y el Inglés entrasen en ella. Los cardenales Carvajal y Sanseverino, que se entretenian en Leon con menos reputacion que nunca, acordaron de pasar á Italia y hallarse en el conclave. Favorecíalos Próspero Colona, que asimismo pretendia ir á Roma, y ofrecia sacar pontífice de su mano; el Virey empero no le dejó ir por recelo con su ida no se alborotase Roma y se quitase la libertad al conclave. Aportaron los dos cardenales con un galeon á Liorna. Por las guardas que tenían puestas yá la mira fueron detenidos y llevados á Pisa. Dió aviso luego al Papa Julio de Médicis, su primo; mandó llevallos á Viterbo, y de allí á Civita Castellana, que tenia un muy buen castillo, hasta que su causa se

determinase. Hizo Julio de Médicis mucha honra á estos cardenales y al señor de Solier, que venia con ellos por embajador del rey de Francia. Por medio dellos se declaró por servidor de aquel Príncipe, que fué principio de mayores males y daños. Con la vacan te del Pontificado y con la sombra del Virey tuvo el nuevo Duque comodidad de apoderarse de Placencia y procurar de hacer lo mismo de Parma. Acudió el Virey á aquella parte con su campo por estar receloso del poder de Francia, que se juntaba en daño de Milan, y por entonces no era sazon de comenzar la guerra contra venecianos. La falta de dinero para la gente era grande, y no se hallaba camino para socorrerse en aquella necesidad, mayormente que se continuaba la plática de asentar las paces entre el Emperador y venecianos, y para concluir eran idos á Alemaña, primero el cardenal de Gursa, y despues don Pedro de Urrea y el conde de Cariati. No se conformaban en las condiciones de la paz porque el César queria quedarse con Bresa y Verona; los venecianos pretendian recobrar todo su estado como le tenian antes de la guerra. Entró de por medio el rey de Francia y concertóse con aquella señoría; terció Andrea Griti en favor del Francés, ya puesto en libertad, y tambien Bartolomé de Albiano. Las condiciones fueron que aquella señoría quedase con todo el estado que antes tenia, excepto Cremona y Geradada, que fuesen del rey de Francia, y se volviesen á incorporar en el ducado de Milan. Obligábanse para recobrar aquel ducado y las tierras de venecianos que la señoría acudiria con mil lanzas y con seis mil infantes, y por su capitan Bartolomé de Albiano, y el Rey con mil y docientas lanzas y doce mil infantes, y por capitan general de la infantería nombró á Roberto de la Marcha, y por lugarteniente de general al señor de la Tramulla, y en su compañía Juan Jacobo Trivulcio. Luego que se publicó esta avenencia, Trivulcio con la gente italiana que tenia alistada por el rey de Francia se puso dentro de la ciudad de Aste. Bartolomé de Albiano acudió al ejército de la señoría para acometer á Verona ó pasar á juntarse con los franceses. Esta novedad junto con la ausencia del Virey causó tan grande mudanza, que los mas pueblos de Lombardía se declararon contra el duque Maximiliano. ¡Cuán grandes son los vaivenes desta vida! Apenas era entrado en posesion de aquel estado, cuando todo se le volvia al revés; así sucede á los desgraciados. La causa por que el rey de Francia so apresuró en concluir esta confederacion fué tener muy adelante otro tratado, que se comenzó los meses pasados á persuasion del cardenal don Bernardino de Carvajal, es á saber, de asentar treguas con el rey Católico para sobreseer de todo auto de guerra desta parte de los Alpes. Venia muy á cuento á estos dos reyes este concierto, al Católico para asegurarse en la posesion de Navarra, al Francés para recobrar lo de Milan, ca de los interesados el rey de Navarra y el duque Maximiliano poco caso se hacia; propia condicion de poderosos para con los que poco pueden. Para concertar esta tregua enviaron á Francia los meses pasados á don Jaime de Conchillos, obispo de Catania, y á la sazon electo de Lérida. Pasó de Fuente-Rabía á Bayona para verse con Odeto de Fox, señor de Lautreque, que era

capitan general de Guiena. Trataron con poderes que de sus reyes mostraron de concertarse mediado el mes de marzo. Quedaron desconformes. Juntáronse segunda vez en el castillo de Ortuvia, que está en el término de Francia, dos leguas de Fuente-Rabía. Allí concertaron, 1.o de abril, que la tregua entre el rey don Fernando y sus confederados, el rey de Inglaterra y el príncipe don Carlos, y el Francés con el rey de Escocia y duque de Güeldres durase por espacio de un año, á contar desde aquel dia; que en este tiempo hobiese comercio de un reino á otro desta parte de los Alpes por donde se sobreseia de las armas. El rey don Juan de Navarra quedó excluido deste concierto, que era como entregalle á su enemigo para que con sus agudas uñas hiciese en él presa. Cuanto al Emperador y rey de Inglaterra, se puso por condicion que si dentro de dos meses no firmasen las treguas, fuesen excluidos della, como lo quedaron. Sintióse mucho el Emperador deste concierto, tanto mas, que se hizo sin dalle parte, como fuera razon. Decia ¿qué manera era aquella de querer correr la misma fortuna con él como siempre el rey Católico lo publicaba? Que con esta tregua en ocho dias el Francés se haria señor de Milan, y con la ayuda de las potencias de Italia, que luego se le allegarian como á vencedor, se haria señor del reino de Nápoles y de todo lo al de aquellas partes; con que revolveria sobre los dos, que eran sus verdaderos enemigos y se vengaria dellos á toda su voluntad. Lo que sobre todo encarecia era que por consejo y traza del cardenal Carvajal, que en tantas maneras habia deservido, se hobiese tomado aquel camino. A la verdad la traza fué muy aguda y como del ingenio de aquel Prelado. Mas era muy claro que si esto se llevaba adelante, se perderian todas las ciudades que en Lombardía se tenian por el Imperio, que era el mayor sentimiento que en este caso el César tenia, si bien alegaba otras razones y agravios.

CAPITULO XIX.

De la guerra de Navarra.

Antes que se asentase la tregua con Francia, monsieur de Lautreque en Bayona ponia en órden la gente de guerra que tenia, y juntaba otra de nuevo, y fundia artillería con intento, á lo que se entendia, de dar al improviso sobre San Juan de Pié de Puerto, que no era plaza muy fuerte; la cual ganada, pensaba por aquel paso subir los puertos y meterse dentro de Navarra. Con este recelo el marqués de Comares envió á Valderroncal algunas personas para asegurarse de aquella gente, que andaba muy recatada, y no se tenia bastante confianza que no diesen paso por sus tierras al campo francés. Proveyó asimismo la gente de á pié y de á caballo que pedia Diego de Vera para defender aquella villa. No se pasó mas adelante á causa de la tregua que se asentó, como queda dicho; con que los nuestros tuvieron comodidad, no solo de mantenerse en lo que poseian, sino de pasar adelante en su conquista, si bien el rey don Juan tenia juntos hasta cinco mil hombres para hacer el daño que pudiese, y aun hizo sus requerimientos al obispo de Zamora para que volviese á la prision; mas el rey Católico declaró estar libre de la

palabra que dió, lo uno por ser preso de mala guerra, pues iba como embajador y en servicio de la Sede Apostólica, lo otro por la muerte del de Longavila, á quien él se obligó personalmente. Por otra parte, el mariscal de Navarra, que se llamaba tambien marqués de Cortes, rompió por las fronteras de Guipúzcoa con otros dos mil hombres; pero la gente de la tierra por órden de don Luis de la Cueva, que guardaba á Fuente-Rabía por su padre, le hicieron resistencia. Acogíase esta gente al castillo de Maya, que era muy fuerte, puesto en tierra de vascos, por do se pasa á Guiena. Tuvo aviso el señor de Ursua, servidor del rey Católico, que el Alcaide estaba ausente; acudió sobre el castillo con gente, mas como era poca y el Alcaide á la sazon sobrevino, no pudo salir con la empresa. Proveyó el marqués de Comares que Diego de Vera y Lope Sanchez de Valenzuela, que envió de nuevo con gente, fuesen á cercar aquel castillo para atajar los daños que los dél hacian por aquellas montañas. Hiciéronlo así, pero tampoco le pudieron tomar; antes por aviso que les vino de que el mariscal acudia al socorro de los cercados con gente y asimismo el rey don Juan se retiraron, y quedó la artillería en Azpilcueta á peligro de perderse. El Marqués acordó de acudir en persona con mas de dos mil soldados y artillería mas gruesa que la que llevaron antes. Los de dentro, visto que de Francia no les podia venir socorro y que su Rey no tenia fuerzas bastantes para resistir, rindieron aquella fuerza dentro de muy pocos dias; negocio de grande importancia, ca con esto quedó llana toda la tierra de vascos y Cisa, que están de la otra parte de los puertos. Poseian los condes de Fox de tiempo muy antiguo en lo de Cataluña lo de val de Andorra y vizcondado de Castelbó, que cae cerca de Urgel, y entonces eran de la ya reina de Navarra doña Catalina, habidos por herencia de sus padres. Esto todo por el derecho de la guerra perdieron aquellos reyes, y vino á poder del rey Católico. Por la ausencia del cardenal de Sorrento, que fué á Roma al conclave, quedó en el gobierno de Nápoles el almirante Vilamarin. Las provincias de Calabria y Pulla se hallaban sin gobernadores, porque Hernando de Alarcon, que lo era de Calabria, y el marqués de la Padula, que tenia cargo de Pulla, andaban en el ejército. Esto y la falta de gente de guerra dió ocasion á muchos insultos que por todas partes resultaban sin remedio ni sin término; en particular se levantaban los vasallos contra los barones, movidos de los malos tratamientos que les hacian, y algunos pueblos enteros se alzaron, en que acontecieron cosas notables y enormes delitos. Demás desto, venian nuevas que el gran Turco armaba en daño do cristianos; y puesto que se entendia pretendia pasar á Rodas, todavía se temia no acudiese á Sicilia ó á lo do Pulla. Los venecianos otrosí, despues que se ligaron con Francia, tenian puestos los ojos en recobrar las ciudades que poseyeron en la Pulla. Era necesario acudirá todo esto. Dióse órden como todas aquellas marinas estuviesen bien proveidas y aprestada el ar mada del Almirante para todo lo que sucediese. A Berenguel de Olms, que vuelto á España salió al principio de abril de Sevilla con cuatro galeras muy en órden, con intento de dar sobre ciertas fustas de moros que

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