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que supo el caso que era contento combatiesen; mas que para seguridad del campo acordaba enviar tres mil caballos. Era esto en buenas palabras denunciar la guerra á Aragon; por tanto, aquel Rey desistió de su intento, que fué acuerdo no menos prudente que saludable y á todos cumplidero. En Brujas, mercado muy famoso de los estados de Flandes, se juntaron con seguridad bastante para tratar de paces entre Francia é Inglaterra el duque de Anjou y el de Borgoña con los duques de Alencastre y el de Yorch, ingleses de nacion. Acudieron asimismo á aquella junta por el rey de Castilla Pedro Fernandez de Velasco, su camarero mayor, y don Alonso Barrasa, obispo de Salamanca. Su intento era que con los demás le comprehendiesen en aquella confederacion y alianza que pensaban asentar; no se pudo concluir cosa alguna, si bien se procuró con todo cuidado. Ni en aquella junta ni en la que despues el año de 1377 se tuvo en Boloña la de Francia, ciudad asentada sobre el mar, no léjos de Brujas y de los estados de Flandes, no se pudo efectuar lo que tanto se deseaba. La nueva que á deshora llegó de la muerte del rey de Inglaterra Eduardo VI, que avino á los 10 de julio, desbarató todas estas pláticas y las esperanzas que comunmente tenian. Falleció asimismo poco antes que su padre su hijo mayor, que se llamó tambien Eduardo, príncipe de Gales; por donde quedó por heredero del reino Ricardo, nieto deste Rey, é hijo del Príncipe, como su abuelo lo dejó dispuesto en su testamento, que se cumplió enteramente, si bien el niño quedaba en edad de once años, y tenia tios que pudieran hacer alguna contradiccion, pero no quisieron; que fué un ejemplo notable de modestia y de nobleza, en especial en tiempos tan estragados y revueltos. Despedida que fué aquella junta, el duque de Borgoña con grande acompañamiento y repuesto vino á España, por voto que tenía hecho de visitar en Galicia personalmente el cuerpo del glorioso apóstol Santiago. Cumplido su voto y su devocion, antes que diese la vuelta para sus estados se vió en Segovia con el rey don Enrique; fué tratado con todo género de regalo y cortesía, como era razon y justo con tal huésped se hiciese. Lo demás del estío pasó el Rey en Leon, el invierno tuvo en Sevilla. Todo el aparato de guerra que en Francia se hacia revolvió en daño del rey de Navarra y de sus tierras, de quien los franceses estaban gravemente sentidos por las cosas que el tiempo pasado en su perjuicio hiciera. Hallábanse á la sazon en Normandia los infantes de Navarra don Pedro y doña María, que en el viaje de Francia acompañaron á la Reina, su madre, para con su tierna edad mover á compasion al rey de Francia, su tio, para que templase la saña que contra su padre tenia. Con el mismo intento pasó otrosí á Francia don Cárlos, hijo mayor de aquellos reyes, si bien nuevamente desposado con la infanta de Castilla doña Leonor, que dejó en casa de su padre, y su suegro no aprobaba esta jornada que hizo. Dióle el padre por acompañado á Balduino, famoso capitan, que tenia á su cargo muchas fortalezas y plazas de Normandía, y á Jaques de la Rua, su muy privado, y que por el mismo caso tenia mucha mano en el gobierno. A este dió órden en puridad que se viese con el Inglés y le significase cómo él estaba

presto de tomar las armas contra Francia, si viniesc en dalle como en feudo el ducado de Guiena. Poco secreto se guarda en las casas de los reyes. Tuvo el Francés aviso de todas estas tramas y trazas, echó mano del dicho Rua, púsole á cuestion de tormento, y como confesase lo que se le preguntaba, le condenaron á muerte, que se ejecutó en Paris. A Balduino mandaron entregase las fortalezas que en Normandía se tenian por su Rey, y para ello declarase las contraseñas y cifra con que los alcaides entendiesen era aquella su voluntad y determinacion. Al infante don Carlos, primer heredero de Navarra, mandaron no saliese fuera de aquella corte; á sus hermanos don Pedro y doña María pusieron presos y arrestaron en Bretol. Las tierras que en Francia dejaron al Navarro sus antepasados, muchas y muy buenas, lo de Evreux y las demás ciudades, fuerzas y plazas en un punto se las quitaron, parte por fuerza, otras por concierto. Con este revés tal y tan grave, cual en aquel tiempo ninguno mayor, quedaron castigadas las demasías y pretensiones de aquel Rey. Los caudillos en aquella guerra y empresa fueron, demás de Beltran Claquin, los duques de Borbon y de Borgoña. Solos dos pueblos no se sabe por qué causa quedaron en Francia por el Navarro, demás destos Querebourg, que tenia en su poder el Inglés empeñado por cierta cuantía de dinero que le prestó los años pasados y para seguridad de la amistad que entre sí tenian asentada. El Francés, no contento con esta satisfaccion, no dejaba de solicitar al rey don Enrique para que por su parte hiciese entrada en Navarra, que por ir tan de caida sus cosas no podria aquel Rey hacelle contraste. Nunca los príncipes dejan pasar ocasiones semejantes, y el de Castilla se conocia muy obligado al de Francia; pero era necesario buscar algun buen color para romper con el que era su deudo, amigo y aliado. Ofrecióse una ocasion acaso, que le pareció bastante. Quejábase el Navarro que el dinero que concertaron de contalle en la confederacion y asiento que tomara con Castilla, y debian pagalle todo en oro, parte le dieron en plata, moneda baja de ley, y que llevaba liga demasiada. Acuñaban la moneda por estos tiempos muy baja, que era la causa de concertar en los contratos la suerte en que se debian hacer las pagas. Para satisfacerse deste agravio sobornaba á Pedro Manrique, adelantado de Castilla, y gobernador que era de Logroño, le entregase aquella plaza, con grandes ofertas que le hacia, si venia en lo que le importunaba. El Adelantado como caballero leal avisó á su Rey de lo que pasaba. La respuesta fué que le cebase con buenas esperanzas, y con color de querelle entregar aquella ciudad le metiese en el lazo y le echase mano. Hizolo asi; vino el Navarro acompañado de cuatrocientos de á caballo, de los cuales envió parte al pueblo para apoderarse dél; que por recelarse de algun trato doble, él no se aseguró de entrar. Acertólo; los que envió, luego que estuvieron dentro, fueron presos y despojados, excepto algunos pocos que con ánimo varonil se pusieron en defensa y pudieron escapar. Entre los demás se señaló de muy valiente Martin Enriquez, alférez real, que con la espada desnuda se defendió de gran número del pueblo que cargaron sobre él, y por salvar á sí y el estan

darte, como lo hizo, se arrojó de la puente en el rio Ebro, que por debajo pasa. Destos principios se vino á rompimiento y á las puñadas. El rey don Enrique nombró por general de aquella guerra á su hijo el infante don Juan, que rompió por las tierras de Navarra, taló los campos, hizo presas de hombres y de ganados, tomó á la Guardia y á Viana, quemó á Larraga y Artajona. El odio con que peleaban era implacable; á ninguna cosa perdonaban en que el fuego y la espada se pudiesen emplear. Mucho padecian los navarros, pues en un mismo tiempo eran forzados á sustentar la guerra contra dos reyes muy poderosos, sin ser bastantes para contrastar al uno solo, á su grandeza y poder. Esto pasaba el año que se contó de Cristo de 1378, alegre para Castilla, para las demás naciones de la cristiandad aciago. Hallábase el rey de Castilla en Búrgos, presto para acudir á las cosas de la guerra, y alegre por las buenas nuevas que le venian de Navarra. Junto con esto celebraba en aquella sazon y ciudad las bodas de sus hijos. Don Alonso, conde de Gijon, su hijo bastardo, estaba concertado con doña Isabel, hija otrosí fuera de matrimonio del rey de Portugal; era el Conde mozo liviano y mal inclinado; huyóse con color de no quererse casar, hízole su padre volver del camino, y finalmente se efectuó el matrimonio. Concertó asimismo otras dos hijas bastardas que tenia con los dos hijos de don Alonso de Aragon, conde de Denia y marqués de Villena; la mayor, por nombre doua Juana, casó luego con don Pedro, el hijo menor, cuyos hijos fueron el famoso don Enrique de Villena y don Alonso. Doña Leonor, la menor, quedó desposada con don Alonso, á la sazon ausente y en poder de ingleses por prenda del rescate que su padre concertó cuando á él mismo le prendieron en la batalla de Najara; bodas que por entonces se dilataron por esta causa, y despues nunca se efectuaron. Concertáronse otrosí desposorios de doña Beatriz, hija legítima del Portugués, con don Fadrique, hijo bastardo del rey de Castilla. En Roma falleció el papa Gregorio XI á los 27 de marzo. Hechas las houras al difunto como es de costumbre, se juntaron en conclave los cardenales para nombrar sucesor. Acudieron los senadores y la nobleza romana para suplicalles no desamparasen á Roma ni se volviesen á Francia; que pues la Iglesia era Roma, nombrasen pontífice de aquella ciudad; las menguas y revueltas pasadas los moviesen á compasion de la que era cabeza de la cristiandad, origen y albergo de toda santidad. Juntaban con los ruegos amenazas; que el pueblo estaba tan alterado, que con razon se podria temer no se descomidiese y resultase algun grave escándalo. Hallábanse en el conclave cuatro cardenales italianos y trece franceses; los intentos, trazas y voluntades de todo punto diferentes y contrarias. La vocería y estruendo del pueblo los atemorizaba y aun enfrenaba, que con las armas en la mano decia á gritos: Por Dios crucificado, dadnos pontifice romano, á lo menos italiano. Con esto á los 9 de abril salió por papa Bartolomé Butillo, neapolitano, arzobispo de Bari; en el pontificado se llamó Urbano VI. Entre el ruido y regocijo del pueblo algunos cardenales se retiraron al castillo de San Angel, otros se salieron fuera de la ciu

dad, los mas se fueron á sus casas. Quejábanse de la fuerza y ponian dolencia en la eleccion; pero todos de comun consentimiento, sea por estar mudados de voluntad, sea por conformarse con el tiempo, se hallaron á la coronacion del nuevo Papa, que se hizo á los 18 de abril, que fué el principal fundamento en que estribó la defensa de Urbano en el scisma gravísimo que luego resultó; porque si fueron forzados, ¿qué les movió á volver á Roma y hallarse á la coronacion? Y si de voluntad eligieron, ¿qué desvarío retratar con daño comun y tan grave lo que una vez aprobaron? Alegaban que los caminos estaban tomados y todos los pasos con guardas de soldados. Color y capa que tomaron, como á la verdad no pudiesen llevar la severidad del nuevo Pontífice, mayor por ventura que podian llevar tiempos tan estragados. Urbano tambien se pudiera templar algun tanto de suerte que la gente no se alterara, acomodarse á lo presente y desear lo mejor para adelante. Luego al principio de su pontificado quitó el gobierno de la Campania á Honorato Cayetano, conde de Fundi, ocasion cual deseaban los cardenales mal contentos para intentar novedades y alterar la paz de la Iglesia, que con achaque de los grandes calores y el cielo de Roma malsano se salieron de Roma, y por diversos caminos se juntaron en Fundi. En esta ciudad, á los 19 de setiembre, nombraron por papa á Roberto, cardenal de Ginebra, con nombre de Clemente VII, que fué dar principio al scisma y á los debates entre los dos pontífices y á las descomuniones y censuras que el uno contra el otro fulminaron. El papa Urbano, para suplir el colegio y consistorio, en un dia crió veinte y nueve cardenales de diversas naciones, varones todos señalados. Clemente se partió luego para Aviñon con harta duda de la cristiandad sobre cuál fuese el verdadero papa. Los italianos, los alemanes y los ingleses seguian al papa Urbano; los franceses y los escoceses á Clemente; los españoles al principio estuvieron neutrales y á la mira, si bien de la una y de la otra parte les hacian gran instancia con embajadas para que se declarasen.

CAPITULO II.

De la muerte del rey don Enrique.

En el mismo tiempo que la república cristiana se comenzaba á turbar con el scisma de dos pontifices que se continuó por largos años, los portugueses gozaban de una larga y grande paz; cuanto á lo demás las cosas de aquel reino no se podian hallar en peor estado. La Reina apoderada del Rey mas de lo que fuera razon; la fama de su honestidad no tal ni tan buena. Decian tenia puestos los ojos y la aficion en don Juan Fernandez de Andeiro, conde de Uren. A sus parientes y aliados solamente se daban los cargos y gobiernos; la demás nobleza por el mismo caso estaba descontenta y perseguida, ó de callada, ó al descubierto. Amenazaba alguna gran tempestad, por cuyo miedo el infante don Donis, hermano de aquel Rey, se retiró á Castilla, como queda dicho de suso. Poco despues hizo lo mismo el infante don Juan, su hermano. A don Juan, bermano de los mismos, aunque bastardo y maestre de Avis, pu

sieron en prision y le amenazaron de muerte. El, como prudente, acordó disimular y acomodarse al tiempo y con algunos servicios y muestras de dolor aplacar el ánimo irritado de la Reina. En Lisboa, cabeza de aquel reino, se fortaleció con muros la parte mas baja de aquella ciudad, que remata con el mar. Hizo esto el rey don Fernando, así por el daño que por allí se recibió los años pasados como para pertrecharse y apercebirse para todo lo que pudiese suceder. Los dos pontifices no se descuidaban en solicitar por sus legados á los reyes de España para que se declarasen. El de Aragon todavía se quiso estar neutral, bien que sentido en particular del pontífice Urbano que trataba de desposeelle de Cerdeña y de Sicilia; todavía no dió lugar que en su reino se leyesen los edictos que Clemente contra él fulminaba. Solo proveyó que las rentas eclesiásticas y aprovechamientos que pertenecen al Papa se pusiesen en tercería en poder de un depositario que las tuviese de manifiesto hasta tanto que la Iglesia determinase á quién se debia acudir con ellas. Los legados de Urbano enviados al rey don Enrique le hallaron en Córdoba, do era ido para proveer á las cosas del Andalucía. Pedian en nombre del que los enviaba que le tuviese por verdadero pontifice, y declarase á su competidor por falso, elegido contra los cánones y derecho. Oyólos benignamente; pero antes de resolverse en negocio tan grave, acordó juntar en Toledo las personas mas señaladas del reino para determinar lo que se debia responder. Hallábase en aquella ciudad el infante don Juan, su hijo, de vuelta de la guerra y con intento de pasar el invierno en aquellas partes. Acudieron embajadores del rey de Francia, que vinieron á hacer las partes de Clemente. Hízose la junta; los obispos, los ricos hombres y letrados que en ella se hallaron, habido su acuerdo, finalmente respondieron no tocaba á ellos el juicio y determinacion de aquella controversia, mas que estaban prestos de seguir lo que la Iglesia en el caso determinase, y en el entre tanto las rentas y proventos pertenecientes al Papa estarian guardados para el que ella juzgase era verdadero papa. Con esta respuesta se volvieron los embajadores el año de 1379. Don Enrique se fué de allí á Búrgos, donde estando apercibiendo las cosas necesarias para la guerra de Navarra, le vinieron embajadores de parte de aquel Rey, hombres muy principales, con muy cumplidos poderes para hacer conciertos de paz, que se asentó finalmente con estas condiciones: que saliesen de Navarra todos los soldados ingleses; que para mayor seguridad veinte fuerzas, y entre ellas fuesen las tres, Estella, Tudela y Viana, por diez años tuviesen guarnicion de castellanos; que el rey de Castilla para ayuda de los gastos hechos en aquella guerra prestase al de Navarra hasta en cantidad de veinte mil ducados luego que se firmasen las paces. Concluido el concierto, los dos reyes se vieron en Santo Domingo de la Calzada. Llevaron gran repuesto, y á porfía pretendia cada cual aventajarse en todo género de grandeza, cortesía y comedimiento. El rey de Granada por el mismo caso se recelaba no revolviesen las fuerzas de los cristianos en daño suyo. Acusábale su conciencia por lo que hizo en tiempo del rey don Pedro en su ayuda; no

se persuadia estuviese el rey don Enrique olvidado, ni que le faltase voluntad de tomar de to lo cmienda. Las fuerzas no eran bastantes, si se venia á rompimiento y á las puñadas. Acordó valerse de arte y de maña. Persuadió á un moro que con muestra de huir de Granada se pasase á Castilla y procurase dar la muerte al Rey. El moro era sagaz como la pretension lo pedia; procuró ganar la gracia del Rey, ya con servicios á propósito, y con ricas joyas y preseas que le presentaba. Entre los demás presentes le dió unos borceguíes á la morisca muy vistosos y primos, pero inficionados de veneno mortal. Así lo atestiguan autores muy graves; conseja á que dió crédito la dolencia que desde que se los calzó le sobrevino, que en diez dias le acabó en la misma ciudad de Santo Domingo; su muerte fué domingo á 29 del mes de mayo. Bien es verdad que autores mas atentados y graves testifican falleció del malde gota. Vivió cuarenta y seis años y cinco meses; reinó despues que se llamó rey en Calahorra trece años y dos neses. Varon de los mas señalados, y príncipe en la prosperidad y adversidad constante contra los encuentros de la fortuna, de agudo consejo y presta ejecucion, y que el mundo le puede llamar bienaventurado por la venganza que tomó de las muertes de su madre y de sus hermanos con la sangre del matador y con quitalle de la cabeza la corona. Ejemplo finalmente con que se muestra que la falta del nacimiento no empece á la virtud y al valor, y que si enfrenara sus apetitos deshonestos en que fué suelto, pudiera competir con los reyes antiguos mas señalados. La franqueza demasiada de que algunos le tachan desculpa asaz la revuelta de los tiempos y la codicia de los nobles, que no se dejaban granjear sino á precio de grandes y excesivas mercedes. Además que estaba puesto en razon hiciese parte de los premios de la victoria á los que se la ayudaron á ganar y se hallaron á los peligros y trabajos. Todavía en su testamento corrigió en gran parte esta liberalidad con excluir de la herencia de aquellos estados que dió á los deudos trasversales, y admitir solamente á los decendientes, hijos y nietos, traza con que gran parte de los pueblos que por esta causa se enajenaron y de las donaciones enriqueñas han vuelto á la corona real. Hallóse á su muerte don Juan Maurique, obispo de Sigüenza; con él comunicó sus cosas, y nombradamente con él envió á don Juan, su hijo, los avisos siguientes: que en el scisma que corria no se inclinase fácilmente á ninguna de las partes; trajese siempre ante sus ojos el santo temor de Dios y el amparo de su Iglesia; conservase con todas las fuerzas y con toda buena correspondencia la amistad de Francia, de donde les vino en sus cuitas el remedio; pusiese en libertad todos los cautivos cristianos; procurase buenos ministros y criados, que son el todo para gobernar bien. Advirtióle empero que de tres raleas y suertes de gentes que se hallaban en el reino, los que siguieron su parcialidad, los que al rey don Pedro y los que se mantuvieron neutrales, á los primeros consérvase las mercedes que él les hizo, mas que de tal suerte se fiase dellos, que se recelase de su deslealtad y inconstancia; á los segundos podria cometer cualesquier oficios y cargos, como á personas constantes, y que procurarian

recompensar con sus buenos servicios las ofensas pasadas y hacer con toda lealtad y cuidado lo que les encomendase; á los terceros mantuviese en justicia, mas no les encargase cuidado alguno ni gobierno del reino, como á personas que mirarian mas por sus particulares que por el pro comun. Llevaron su cuerpo de aquella ciudad en que falleció á la de Búrgos. Acompañóle su hijo don Juan, ya rey. Depositáronle en el sagrario de la iglesia mayor en la capilla de Santa Catalina. Las honras le hicieron con real aparato y toda muestra de majestad. De allí le pasaron á Valladolid, y al fin del mismo año á una capilla que se labró á costa del Rey en Toledo en aquella parte de la iglesia mayor que estaba junto á la torre principal, en que por tradicion de padres á hijos se tiene por cierto que puso los piés la sagrada Vírgen cuando bajó del cielo para honrar á su siervo Ilefonso. Esta capilla en tiempo del emperador don Carlos se pasó á otra parte, donde al presente están enterrados los cuerpos deste Rey, de su hijo y nieto que le sucedieron, y de las reinas sus mujeres en seis sepulcros de obra curiosa y prima, cada uno con su letrero. Asisten en esta capilla, y en ella celebran los oficios treinta y seis capellanes, con muy buenas rentas, que para sustentarse les señalaron y tienen. Mandóse sepultar con el hábito de santo Domingo por el amor y devocion que él tenia á la memoria de aquel Santo, su pariente; de cuyo órden tenian otrosí costumbre los reyes de tomar confesor. Murió tambien por aquel tiempo el rey Moro, á quien sucedió Mahomad, llamado por sobrenombre el de Guadix por la curiosidad que tuvo de hermosear y engrandecer aquella ciudad. Este por haber tenido el reino con quietud y sin alteraciones civiles puede ser tenido por mas aventajado y dichoso que todos sus antepasados. El rey de Aragon, aunque viejo y anciano, se tornó nuevamente á casar; tomó por mujer á Sibila Fortia, que era una dama viuda de gran hermosura, por la cual la prefirió al casamiento con que le convidaban de Juana, reina de Nápoles. Tuvo dos hijos deste casamiento, que murieron en su tierna edad, y una hija llamada Isabel, que adelante casó con el conde de Urgel.

CAPITULO III.

De cómo comenzó á reinar el rey don Juan.

El rey don Juan, concluido el enterramiento y honras de su padre, recibió en Búrgos en las Huelgas la corona del reino en edad que era de veinte y un años y tres meses. Juntamente con él se coronó su mujer la reina doña Leonor. Armó caballeros á cien mancebos, la flor de la caballería, con las ceremonias que se acostumbraban en aquel tiempo. Demás desto á aquella nobilísima ciudad, por los gastos que en tal solemnidad le fué necesario hacer y en premio de su bien probada lealtad, le hizo donacion de la villa de Pancorvo. Teníanse Cortes en aquella ciudad, en que se establecieron muchas cosas: una, que el clérigo de menores órdenes casado pechase; pero que si fuese soltero, cono trajese abierta la corona y hábito clerical, gozase del privilegio de la Iglesia. Fueron grandes las alegrías y fiestas que se hicieron por todo el reino por la coro

nacion del nuevo Rey, tanto con mayor aficion y voluntad cuanto mas confiaban que el hijo saldria semejable á su padre en todo género de virtud y caballería, porque era de noble condicion, dócil ingenio, apacibles costumbres y un alma compuesta y inclinada á todas obras de piedad, no de precipitado ó arrebatado juicio, sino inclinado á oir el ajeno. Era bajo de cuerpo, pero en su aspecto representaba majestad. Luego que tomó el cuidado del reino, lo primero en que puso mano fué en señalarse por amigo de los franceses, y así hizo poner luego á punto una armada y enviarla contra Juan de Monforte, duque de Bretaña, á quien por el favor que daba á los ingleses aquel Rey y su consejo le dieron por enemigo de la corona de Francia, y con público pregon adjudicaron sus bienes y estado al fisco real. Corrió la armada toda la costa de Bretaña y en ella ganó una fuerza que llaman Gayo. El Rey pasó en Búrgos lo restante del estío. Esta pública alegría dos cosas que acontecieron, la una la aguó algo, y la otra la aumentó. La primera fué que un judío, llamado Josef Pico, muy principal entre los suyos y muy rico, fué muerto por engaño y envidia de su misma gente. Era este recogedor general de las alcabalas reales y tesorero, por donde vino á tener gran cabida y autoridad con todos. Algunos de su nacion judíos, hombres principales, no se sabe por qué, le tenian mala voluntad, y con este odio dieron traza de matalle. Para esto por engaño, sin entender el Rey lo que hacia, ganaron una provision real en que mandaba fuese luego muerto; cogieron de presto al verdugo real, ó inducido con el mismo engaño, ó sobornado con dineros, lo cual se puede sospechar, pues tan de rebato usó de su oficio. Acudieron á la casa de Josef, que estaba bien seguro de tal caso, en que de improviso le acabaron. Conocido el engaño, se hizo justicia de los culpados y se le quitó á esta nacion la potestad que tenia y el tribunal para juzgar los negocios y pleitos de los suyos; desórden con que habian hasta alli disimulado los reyes por la necesidad y apretura de las rentas reales y ser los judíos gente que tan bien saben los caminos de allegar dinero. Materia de contento extraordinario fué el hijo que nació al Rey en Búrgos á los 4 de octubre, sucesor que fué y heredero de sus estados; su nombre don Enrique por memoria de su abuelo y para que remedase su valor y virtudes. En fin deste año y principio del siguiente, que se contó de 1380, las lluvias fueron grandes y continuas en demasía; salieron con las avenidas de madre los rios, rebalsaron los campos y las labradas y sembrados, en particular el rio Ebro cerca de Zaragoza rompió los reparos y tomó otro camino, de guisa que para hacelle volver á su curso se gastó mucho trabajo y dinero. De Búrgos pasó el Rey á Toledo, ciudad en que de nuevo hizo las honras de su padre y puso su cuerpo, como queda dicho, en su sepulcro de asiento. Partió para el Andalucía con intento de acudirá la ayuda de Francia contra los ingleses. Armó en Sevilla veinte galeras, con que el almirante Fernan Sanchez de Tovar, que iba por general, costeadas las riberas de España y de Francia, no paró hasta llegar á Inglaterra, y por el rio Támesis arriba dar vista á la ciudad de Londres, cabeza de aquel reino, con gran mengua y cuita de aquella

gente y ciudadanos, que veian la armada enemiga á sus puertas, talados sus campos, quemadas sus alque rías y casas de campo sin poderlo remediar. La discordia entre los pontifices andaba mas viva que nunca; castigo de los muchos pecados del pueblo y de las cabezas. El mayor daño y que hacia mas incurable la dolencia, que cada cual de las partes tenia sus valedores, personas en letras y santidad eminentes hasta señalarse con milagros. ¿Qué podia con esto hacer el pueblo? Qué partido debia seguir? Ardia el pontifice Urbano en un vivo desco de tomar emienda de la reina de Nápoles, causadora principal de aquel scisma, ca si no fuera con su sombra, no acometieran los cardenales á ejecutar lo que hicieron. Para atender á esto con mayores fuerzas y mas de propósito hizo paces con florentines y perusinos y otros pueblos que no le querian reconocer homenaje y andaban alborotados. Convidó á Cárlos, duque de Durazo, á pasar en Italia con intencion que lo dió y promesa de hacelle rey de Nápoles. Este Carlos estaba casado con Margarita, su prima hermana, hija que fué de su tio Cárlos, duque de Durazo; marido y mujer eran bisnietos de Cárlos II, rey de Napoles, como queda deducido de suso. Aceptó las ofertas del Pontífice, ayudóle con gente y dinero Ludovico, rey de Hungría, por el odio que tenia contra la Reina, por la muerte que dió á su marido Andreaso, hermano del Húngaro. Demás desto, la soltura desta Reina en materia de honestidad era muy conocida. La grandeza y la fama de los príncipes corren á las parejas; así sus virtudes como sus vicios están á la vista de todos, y cuanto es mayor y mas alto el lugar, tanto debe ser menor la libertad, por el ejemplo, que si es malo, cunde y empece mucho. No se le encubrieron á la Reina los intentos del Pontífice y sus trazas. Sabia muy bien el aborrecimiento que comunmente le tenian, ocasionado de la torpeza de su vida. Recelábase por el mismo caso que no tendría fuerzas bastantes para contrastar á tan poderosos enemigos. No tenia sucesion, si bien se casó cuatro veces: la primera con Andreaso, al cual ella misma dió la muerte; la segunda con Ludovico, príncipe de Taranco, deudos el uno y el otro muy cercanos suyos; la tercera con don Jaime, infante de Mallorca; y últimamente tenia por marido á Oton, duque de Branzvique. Comunicóse con el otro pontífice Clemente, y habido con él su acuerdo, determinó para desbaratar aquella tempestad y torbellino que contra ella se armaba valerse de las fuerzas de Francia. Para esto probijó á Luis, duque de Anjou, príncipe muy poderoso. Dióle título de duque de Calabria, que era el que tenian los herederos de aquel reino de Nápoles. Hízose el auto de la adopcion con la solemnidad necesaria en el castillo de aquella ciudad, Hamado del Ovo, á los 29 de junio. Principios de grandes alteraciones y guerras que adelante resultaron, en que entró tambien á la parte España finalmente, y el primer título que tuvieron aquellos duques de Anjou para pretender con tanta porfía y por tanto tiempo el reino de Nápoles; traza enderezada para defenderse la Reina y juntamente afirmar el partido del papa Clemente, que á la una y al otro prestó poco. Falleció por este tiempo á 13 de julio el valeroso caudillo Beltran Claquin; tomole la muerte en los rea

les y en el cerco que tenia puesto sobre Castronuevo, pueblo de Bretaña. Su linaje ilustre, sus hazañas esclarecidas; su padre se llamó Reginaldo Claquin, señor de Bronio cerca de Rennes, ciudad muy conocida en el ducado de Bretaña. El oficio de condestable, que es muy preeminente en Francia y vacó por su muerte, so dió poco adelante á Oliverio Clison. Murió asimismo á los 16 de setiembre Cárlos, rey de Francia, en el bosque de Vincenas, que mandó eu su testamento sepultasen el cuerpo de Claquin junto al suyo en San Dionisio, sepultura de aquellos reyes junto á Paris; honra muy debida á lo mucho que sirvió en su vida y á su valor. Sucedió en aquella corona Cárlos, hijo del difunto, sexto deste nombre. Al rey de Portugal aquejaba el cuidado de lo que seria de aquel reino despues de su muerte. La edad estaba adelante, no tenia hijo varon ni esperaba tenelle. Doña Beatriz, habida en la Reina, de la cual adelante se puso en duda si era legítima, en vida del rey don Enrique quedó desposada con su hijo bastardo don Fadrique, duque de Benavente. No quiso el Portugués despues de muerto el rey don Enrique pasar por estos desposorios, antes despachó sus embujadores al nuevo rey de Castilla, que volvia del Andalucía para pedille para su hija al infante don Enrique, si bien era niño de pocos meses nacido; acuerdo poco acertado, sujeto á grandes inconvenientes, por la edad de los novios tan diferente y desigual. Todavía el rey don Juan no desechó aquel partido por la comodidad que se presentaba de haber el reino de l'ortugal por aquel camino y juntalle con Castilla. Tratóse de las condiciones, y finalmente en Sória, donde se juntaron las Cortes de Castilla, se concertaron los desposorios, que al cabo no surtieron efecto. Prendieron por mandado del Rey al adelantado Pedro Manrique; cargábanle ciertas pláticas y tratos que decian tenia con don Alouso de Aragon, conde de Denia, en perjuicio del reino. La verdad es que murió en la prision sin dejar hijos. Sucedióle en aquel cargo y en sus estados su hermano Diego Manrique, merced que tenia bien merecida por su valor y los servicios que hiciera en la guerra de Navarra. Era el rey de Francia de poca edad; tenia en su lugar el gobierno de aquel reino Luis, duque de Anjou, por aventajarse á los otros señores de Francia y por el deudo que alcanzaba con aquella casa real. Recelábase el rey de Aragon no quisiese con aquella ocasion volver á la pretension del reino de Mallorca por el derecho que de suso queda tratado. Pero á él otro cuidado le aquejaba mas, que era amparar la reina de Nápoles, y de camino asegurar para su casa la sucesion de aquel reino; acudió, sin embargo, el rey don Juan de Castilla, despachó embajadores á Francia para tratar de conciertos. Dió oidos el de Anjou á estas pláticas por quedar desembarazado para la empresa de Italia. Aseutaron que vendiese á dinero el derecho que con dinero comprara, en que el rey don Juan puso de su casa buena cantía en gracia de su suegro, y por el deseo que tenia no se alterase el sosiego de que en España gozaban. Despachó otrosí embajadores al soldan de Egipto que de su parte le hiciesen instancia para que pusiese en libertad á Leon, rey de Armenia, que tenia cautivo, y se le murieran en la prision mujer y hija. Condescen

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