Imágenes de páginas
PDF
EPUB

bre todo que si él no era el verdadero pontifice, por lo menos la eleccion del que se habia de nombrar pertenecia á solo él, como al que restaba de todos los cardenales que fueron elegidos antes del scisma por pontifice cierto sin alguna duda y tacha. Gastábase mucho tiempo en estas alteraciones sin que se mostrase esperanza de hacer algun efecto. El Emperador, cansado con la dilacion, se partió de Perpiñan. Amenazaba á Benedicto usarian contra él de fuerza, pues no queria doblegar su voluntad. Todavía se entretuvo en Narbona por si con la diligencia del rey don Fernando, que se ofrecia á hacella, se ablandase aquel obstinado corazon. Todo prestó poco, antes con toda priesa Benedicto se robó y se partió para Peñíscola, con cuya fortaleza, que está sobre un peñon casi por todas partes rodeada del mar, cuidaba afirmarse y defender su partido. Llegóse al último plazo y remedio, que fué quitalle en Aragon la obediencia, como se hizo por un edicto que se publicó á los 6 de enero del año que se contó 1416, en que se vedaba acudir á él en negocios y lo mismo tenelle por verdadero papa. El principal en este acuerdo y resolucion fué fray Vicente Ferrer, que el tiempo pasado se le mostró muy aficionado y parcial. La larga costumbre puede mucho; así en los ánimos de algunos todavía quedaba algun escrúpulo, y se les hacia de mal apartarse de lo en que por tantos años continuaron. El pueblo fácilmente se acomodó á la voluntad del Rey, como el que poca diferencia hace entre lo verdadero y lo falso. Desabrióse Benedicto por esta causa; decia que el que le debia mas, ese era el primero á hacelle contraste, que esperaba en Dios que el reino que él mismo le dió se le quitaria como á ingrato; amenazas vanas y sin fuerzas para ejecutallas. Al mismo tiempo que con mayor calor se trataban estos pleitos falleció doña Leonor, reina de Navarra, en Pamplona á los 5 de marzo. Yace en la iglesia mayor de aquella ciudad en un sepulcro de alabastro con su letra que esto declara.

CAPITULO VIII.

De la muerte del rey don Fernando.

La indisposicion del rey don Fernando continuaba; tenia gran deseo de volver á Castilla por probar si con los aires naturales, remedio á las veces muy eficaz, mejoraba. A los dolientes, en especial con las bascas de la muerte, se les suelen antojar sus esperanzas. Demás que pretendia mirar por el bien de Castilla como cosa que por el deudo y el cargo que tenia de gobernador mucho le tocaba. En particular deseaba que aquel reino alzase la obediencia á Benedicto á ejemplo de Aragon y que de todo punto le desamparase. Con este propósito de Perpiñan dió la vuelta á Barcelona; desde aquella ciudad, pasados los frios del invierno, al principio del verano se puso en camino para Castilla. Con el movimiento se le agravó la dolencia; que en cuerpos enfermos y flacos cualquiera ocasion los altera. Reparó en Igualada, seis leguas de Barcelona. Allí le desafiuciaron los médicos, y recebidos los sacramentos como buen cristiano, pasó desta vida, juéves, á los 2 de abril. Príncipe dotado de excelentes partes de cuerpo y alma, presencia muy agradable, y que no tenia menos autoridad

que gracia, de grande ingenio y destreza en granjear las voluntades y aficionarse la gente, no solo despues que fué Rey, sino en el reino de otro, cosa mas dificultosa. No faltó quien le tachase de algunas cosas, en especial que en su habla y acciones era tardo, que desamparó á Benedicto y se aprovechó de las rentas reales de Castilla, que era pródigo de lo suyo, y codicioso de lo ajeno para suplir lo que derramaba. A los grandes personajes sigue la envidia, y nadie vive sin tacha. Reinó por espacio de tres años, nueve meses y veinte y ocho dias. Su cuerpo yace en Poblete en un sepulcro humilde y muy ordinario. En su testamento, que otorgó los meses pasados en Perpiñan, heredó á sus hijos en esta forma á don Juan en el estado de Lara junto con Medina del Campo y la villa de Momblanc, con título de duque, que le mandó, en Cataluña; item, otros muchos pueblos. A don Enrique dejó á Alburquerque, á don Sancho á Montalvan. Por heredero del reino nombró al príncipe don Alonso, su hijo mayor. Caso que todos los hermanos faltasen sin dejar sucesion, llamó á la corona los hijos y nietos de las infantas doña María y doйa Leonor, sus hijas, si bien á ellas mismas dejó excluidas de la sucesion; cláusula digna de memoria, nas que ya otra vez se estableció en aquel reino lo mismo, segun que en otro lugar queda declarado. La muerte del rey don Fernando fué ocasion que Castilla por algun tiempo se mantuviese en la devocion de Benedicto. Tenia en ella muchos obligados con beneficios y gracias; en especial los arzobispos, el de Toledo y el de Sevilla, don Sancho de Rojas y don Alonso de Ejea, se mostraban muy declarados en su favor.

У

CAPITULO IX.

De la eleccion del papa Martino V.

En Castilla resultaron nuevas alteraciones y bullicios, principios de mayores males y muestra de cuanto importaba para el sosiego de la España la prudencia el valor del rey don Fernando. La reina doña Catalina, luego que, como es de costumbre, hizo las honras del Rey, su cuñado, en Valladolid, ella sola se apoderó de todo el gobierno del reino. La crianza del Rey encomendó al arzobispo de Toledo junto con Juan de Velasco y Diego Lopez de Zúñiga, justicia mayor. Quejábanse muchos que en el repartimiento de oficios y cargos no les cupo parte, sobre todos se señalaban en esto el almirante don Alonso Enriquez y el condestable don Ruy Lopez Davalos, desgustos que amenazaban mayores revueltas y daños. Con mejor acuerdo por principio del año que se contaba 1417, asentaron treguas con el rey de Granada por término de dos años, en que le sacaron por condicion diese en cada un año libertad á cien cautivos cristianos. Los prelados que continuaban en el concilio de Constancia acudian á todas las partes, y cuidaban de lo que concernia al buen estado de la Iglesia y á su pacificacion. Para sosegar las revueltas de Bohemia y reducir á los herejes procuraron muy de veras que sus cabezas y caudillos, Jerónimo de Praga y Juan Hus, viniesen á aquella ciudad con salvoconduto que el Emperador les dió para su seguridad. El mal de la herejía es casi incurable, mayormente cuando está

muy arraigado. Huyeron los dos de Constancia, prendiéronlos en el camino personas que para ello enviaron, y traidos á la ciudad, los quemaron públicamente; castigo por ellos bien merecido, pero en que muchos dudaron si fuera mas expediente que se les guardara la seguridad que les dieron, si bien constaba cometieron en la ciudad y por el camino delitos por que no se les debia guardar. Castigados los herejes y condenadas sus herejías, volvieron su pensamiento á componer las revueltas de la Iglesia. A Benedicto, que de los tres pontifices todavía continuaba en su contumacia, le descomulgaron á los 26 de julio, y le despojaron del pontificado y derecho que podia tener á las llaves de san Pedro. Publicada esta sentencia, dieron órden en nombrar de conformidad un nuevo papa. Hallábanse presentes veinte y dos cardenales de las tres obediencias de los papas depuestos. Juntaron con ellos otros treinta electores, parte obispos, parte personas principales. Encerráronse los unos y los otros en conclave. Vinieron todos sin faltar uno de conformidad en nombrar por pontífice al cardenal Oton Columna, natural de Roma. Hízose la eleccion á los 11 de noviembre. Llamóse en el pontificado Martino V. El contento que resultó desta eleccion, así en la ciudad de Roma como en las demás naciones por cuanto se extendia la cristiandad, fué cual se puede pensar. Parecíales que despues de muy espesas tinieblas les amanecia una mañana muy clara, y una luz muy alegre se mostraba á las tierras ; ca todos, olvidadas las aficiones pasadas, se conformaron y prestaron obediencia al nuevo Pontífice. Solamente el rey de Escocia y el conde de Armeñaque tuvieron recio por algun tiempo con Benedicto y algunos pocos cardenales que le acompañaron cuando se salió de Perpiñan; pero tambien le dejaron poco adelante. Disolvióse con tanto el Concilio; bien que para adelante dejaron aquellos padres decretado que dende á cinco años se juntase concilio general la primera vez, la segunda desde á otros siete años, el tercero se celebrase diez años despues del segundo, y así se guardase perpetuamente que cada diez años se juntase concilio general. Despachó el nuevo Pontífice dos monjes del Cistel para avisar á Benedicto se conformase con la voluntad de todos los prelados, y á sus cardenales procurasen le desamparasen. En Benedicto no pudieron hacer mella por su condicion. Los cuatro cardenales que tenia, con promesa que les hicieron de conservallos en aquel grado de cardenales y hacelles nuevas gracias, todos españoles, le dejaron luego y se fueron al nuevo y verdadero Papa, que hallaron en Florencia. El mas principal era don Alonso Carrillo,cardenal de San Eustaquio y obispo de Sigüenza, deudo del otro cardenal don Gil de Albornoz, y tio de don Alonso Carrillo, que adelante fué arzobispo de Toledo. Este mismo año fué muy desgraciado para Francia; para Castilla alegre por la navegacion que por voluntad de la reina de Castilla y licencia que dió el rey don Enrique antes de su muerte se tornó de nuevo á hacer á las islas Canarias; camino para sujetallas, como á la verdad se apoderó de las cinco Juan Bentacurt, de nacion francés, caudillo desta empresa. Sucedióle Menaute, su deudo. El papa Martino proveyó por obispo de aquellas islas á un fraile, por nombre Mendo. Resulta

ron entre los dos diferencias; acudió Pedro Barba con tres naves por órden del Rey. Este compró á dinero las islas de Menaute, y las vendió á Pedro de Peraza, ciudadano principal de Sevilla, cuyos descendientes las poseyeron hasta los tiempos del rey don Fernando el Católico, que las acabó de sujetar finalmente, como queda de suso declarado, y las incorporó en la corona de Castilla. Esto es lo que toca á España. Las desgracias de Francia se encaminaron desta manera: Enrique, quinto deste nombre, rey de Inglaterra, pidió á Cárlos VI, rey de Francia, le diese por mujer á su hija madama Catarina. No vino en ello el Francés, de que el Inglés se tuvo por agraviado. Para vengar esta afrenta pasó en una armada muy gruesa á Normandía. Ganó una grande victoria de los franceses, en que prendió á los duques de Orliens y de Borbon. Púsose otrosí sobre Ruan, cabeza de Normandía, que al fin ganó, aunque con trabajo y tiempo. No pararon en esto las desgracias, antes la reina Isabel de Francia se partió de su marido, y con su hija Catarina se retiró á Turon. Desde allí liamó al duque de Borgoña en su favor, que acudió luego con gente por no perder la ocasion que se le presentaba de satisfacerse de los disgustos pasados. Apoderóse, no solo de la Reina y de su hija, sino del mismo Rey y de la ciudad de Paris. Restaba Cárlos, el Delfin, heredero de aquella corona, el cual con gentes que pudo juntar, reparaba aquellos daños y hacia rostro á los ingleses y borgoñones. Para divertir al duque de Borgoña procuró verse con él. Señalaron de acuerdo para la habla una puente del rio Secuana, en aquella parte en que el rio Icauna desagua en él. Para mayor seguridad atajaron la puente con una verjas de madera; solo dejaron un postigo por do se podia pasar, pero bien cerrado y asegurado. Concertaron otrosí que acompañasen á los príncipes cada diez hombres armados. Acudieron al tiempo aplazado. El Delfin saludó al Duque con rostro ledo y alegre semblante, y convidóle á pasar do él estaba. Aseguróse el Duque del buen talante con que le habló; abierto el postigo, pasó como se le rogaba. Trabóse cierta pasion y riña entre los soldados, si acaso, si de propósito, no se averigua. Resultó que el Borgoñon quedó muerto, cuya vida si fué perjudicial para Francia, no menos lo fué su muerte, á causa que el duque Filipe por satisfacerse de la muerte de su padre entregó al Inglés los rey y reina de Francia con su hija Catarina y la ciudad de Paris, de que procedieron males sin cuento y sin término, enemigas, quemas, muertes y robos. Pero estas cosas avinieron algun tiempo adelante, y por ser extrañas no nos incumben ni queremos particularizallas mas.

CAPITULO X.

Otros casamientos de príncipes.

La reina doña Leonor de Aragon despues de la muerte del Rey, su marido, se retiró á Castilla, y en Medina del Campo con la compañía de sus hijos, que le quedaron muchos, y otros honestos entretenimientos pasaba su viudez y soledad. Comenzóse á mover plática que su hija la infanta doña María casase con el rey de Castilla. Extrañaba la reina doña Catalina, su madre, este casa

tener sucesion el rey don Alonso, su hermano. El dote de presente fueron cuatrocientos y veinte mil florines. Púsose por condicion que, caso que doña Blanca muriese, puesto que no dejase hijos, su marido despues de sus suegros por todo el tiempo de su vida se intitulase y fuese rey de Navarra. Hiciéronse los desposorios en Olite por poderes. El procurador de parte del Infante, que hizo sus veces, Diego Gomez de Sandoval, sobrino del arzobispo de Toledo, adelantado de Castilla y mayordomo mayor del Infante, su muy privado, y que por esta causa adelante alcanzó gran poder y estado, y aun finalmente los vientos favorables se le trocaron en contrarios y corrió fortuna, como se notará en otro lugar. Cuando se celebraron los desposorios de Navarra corria el año de nuestra salvacion de 1419. En el mismo el gran predicador y varon apostólico fray Vicente Ferrer, gran gloria de Valencia, su patria, y de la órden de los Predicadores, pasó desta vida mortal á la eterna en Vanes, ciudad de la Bretaña, á los 5 de abril. Sus grandes virtudes y los milagros, muchos y maravillosos, que obró en vida y despues de muerto, lé pusieron poco adelante en el número de los santos. Su cuerpo sepultaron en la iglesia mayor de aquella misma ciudad. Volvamos á lo que del rey don Juan de Castilla se queda

atrás.

CAPITULO XI.

De las alteraciones de Castilla.

miento. Excusábase con la poca edad del Rey, como quier que á la verdad de secreto se inclinase mas á casalle en Portugal con la infanta doña Leonor, que demás de ser su sobrina, parecia así á ella como á los mas de los cortesanos seria á propósito para atar aquellos dos reinos con un vínculo muy fuerte de perpetua concordia. Creemos fácilmente lo que deseamos. Desbarató la muerte estos intentos, que sobrevino de repente á la reina doña Catalina en Valladolid, juéves, á los 2 de junio del año 1418. Su edad de cincuenta años, el cuerpo grande y grueso, en la bebida algo larga conforme á la costumbre de su nacion, la condicion sencilla y liberal; virtudes de que se aprovechaban para sus particulares y para malsinar á otros y desdorallos los que le andaban al lado, que los mas eran gente baja. Estos cran sus consejeros y sus ministros, grave daño, y mas en príncipes tan grandes. Sepultáronla en la capilla real de Toledo en propio lucillo, en que fundó quince capellanías, y las añadió á las de antes para que se hiciesen sufragios ordinarios por las ánimas suya y del Rey, su marido. Con la muerte de la Reina se trocaron y alteraron las cosas en gran manera. El Rey, sin embargo de su poca edad, salió de la tinieblas en que su madre le tuvo muy retirado, y comenzó en parte por sí mismo á gobernar el reino, ayudado del consejo de algunos personajes que le asistian. Entre los demás se señalaba el arzobispo de Toledo, que por ser de gran corazon, muy codicioso de honra y entremetido, se apoderó del gobierno, de suerte que en nombre del Rey lo pretendia todo trastornar á su albedrío. Acudieron de Francia dos embajadores para solicitar les socorriesen en aquel aprieto en que aquel reino se hallaba. La respuesta fué excusarse con la poca edad del Rey y las alteraciones, que unas comenzaban, y otras se temian. Volvióse á la plática de casar al Rey. El de Toledo reconocia todo lo que era y valia de los reyes de Aragon; así hizo instancia, y finalmente concluyó que el casamiento de Aragon se antepusiese al de Portugal. Celebráronse los desposorios entre el rey don Juan y la infanta doña María con grandes fiestas en Medina del Campo á los 21 de octubre. Entre las capitulaciones matrimoniales que asentaron, una fué que la infanta doña Catalina, hermana menor del rey don Juan, casase con uno de los infantes de Aragon. No señalaron por entonces alguno dellos á causa que don Juan, el mayor de los hermanos por casar, andaba en balanzas sin resolverse en qué parte casaria. Primero estuvo concertado con dona Isabel, hija del rey de Navarra. Desistió deste casamiento, cebado de la esperanza que se le mostró de casar con Juana, reina de Nápoles, engañosa y vana como de suso se tocó, y la infanta casó con el conde de Armeñaque. Entretúvose por algun tiempo el infante don Juan en el gobierno de Sicilia en lugar de la reina doña Blanca, que su padre el rey de Navarra procuró diese la vuelta, por ser la mayor de sus hermanas y heredera de la corona. Muchos príncipes pretendieron casar con ella, movidos de sus prendas y mas del gran dote que esperaba. El Rey, su padre, finalmente antepuso á los demás competidores al ya dicho infante don Juan por sus buenas partes y por la esperanza que se tenia en juntar lo de Navarra y lo de Aragon, por no

Los reinos de Castilla se comenzaban á alterar no de otra guisa que una nave sin gobernalle y sin piloto azotada con la tormenta de las hinchadas y furiosas olas del mar. Los grandes traian entre sí diferencias y pasiones. El Rey por su poca edad y no mucha capacidad no tenia autoridad para enfrenallos. Al arzobispo de Toledo, que ponia la mano en todo, muchos le envidiaban, y llevaban mal pudiese mas un clérigo que toda la nobleza. Acudieron al Rey, diéronle por consejo tomase la entera y libre administracion del reino; que la edad de catorce años que tenia era bastante para ello y legal. Con este acuerdo se juntaron Córtes en Madrid, en que se hallaron grandes y muchos personajes de gran calidad. A los 7 de marzo, ya que los tenian juntos en el alcázar de aquella villa, el arzobispo de Toledo con un razonamiento muy pensado declaró la voluntad que el Rey tenia de salir de tutorías y encargarse del gobierno. Respondió y otorgó en nombre de los congregados y del reino el almirante don Alonso Enriquez. Siguióse el aplauso de los demás que presentes se hallaron á este auto y solemnidad. La poca edad del Rey tenia necesidad de reparo. Recibió en su consejo y mantuvo á todos los que en tiempo de su padre y sus tutorías tuvieron aquel lugar. Para despachar las cosas de gracia señaló al arzobispo de Toledo, al Almirante, al Condestable, y con ellos á Pero Manrique, adelantado de Leon, y Juan Hurtado de Mendoza, su mayordomo mayor, y que Gutierre Gomez de Toledo, arcediano de Guadalajara, ordenase y refrendase las cédulas reales. Agravióse desto el arzobispo de Toledo, que pretendia le pertenecia aquel oficio como á chanciller mayor que era de Castilla. Andaban en aquella corte entre otras personas de cuenta los infantes de

Aragon don Juan y don Enrique, maestre de Santiago; el arzobispo de Toledo para tener mas mano y afirmarse contra sus émulos procuró conquistallos con todo género de caricias y buena correspondencia. Todo se enderezaba á continuar en el gobierno, de que era muy codicioso y de que estaba asaz apoderado. De Madrid fué el Rey con su corte á Segovia, ciudad puesta entre montes y á propósito para pasar los calores del verano. Levantóse de repente un alboroto de los del pueblo contra la gente del Rey y sus cortesanos. Estuvieron á pique de venir á las puñadas, y la misma ciudad de ensangrentarse. Los infantes ya dichos de Aragon poco se conformaban entre sí; mando y privanza no sufren compañía. Andaban como en celos cada cual con intento de apoderarse de la persona del Rey y del gobierno, cosa que les parecia fácil por su poca edad, y no querian dar parte á nadie ni aun á su mismo hermano. Resultaron con esto sospechas, dividiéronse los grandes y caballeros en dos bandos; á don Enrique favorecian el condestable don Ruy Lopez Davalos y Pedro Manrique; al infante don Juan asistian don Fadrique, conde de Trastamara, y el de Toledo. La edad del Rey era flaca, y que se mudaba fácilmente, sus enojos repentinos, las caricias que hacia fuera de tiempo; cosas que la una y la otra á cualquier príncipe están mal, por donde mas era menospreciado que temido. El cuerpo conforme á la edad que tenia era grande y blanco, pero de poca fuerza, el rostro no muy agraciado, la condicion mansa y tratable. Deleitábase en la caza y en justas y torneos; era aficionado á los estudios y letras, y hallábase de buena gana en los razonamientos en que se trataba de cosas eruditas. Hacia él mismo metros, y trovaba no muy mal en lengua castellana. Estas virtudes, que comenzaron á mostrarse desde niño, con la edad llegaron á madurarse y hacerse mayores; todas empero las estragaba el descuido y poca cuenta que tenia de las cosas y del gobierno. Oia de mala gana y de priesa; sin oir, ¿cómo podia resolverse en negocios tan árduos como se ofrecian? En suma no tenia mucha capacidad, ni era bastante para los cuidados del gobierno. Esto dió á sus cortesanos entrada para adquirir gran poder, en especial á Alvaro de Luna, que comenzaba ya á tener con él mas familiaridad y privanza que los demás. Por temer esto la Reina, su madre, le despidió de palacio los años pasados, y le hizo que volviese á Aragon, en que acertó sin duda; pero gobernose imprudentemente en tener al Rey, como le tuvo hasta su muerte, encerrado en Valladolid en unas casas junto al monasterio de San Pablo por espacio de mas de seis años, sin dejalle salir ni dar licencia que ninguno le visitase fuera de los criados de palacio. En lo cual ella pretendia que no se apoderasen dél los grandes y resultase alguna ocasion de novedades en el reino; miserable crianza de rey, sujeta á graves daños, que el gobernador de todos no ande en público ni le vean sus vasallos, tanto, que aun á los grandes que le visitaban, no conocia ; que quitasen al Príncipe la libertad de ver, hablar y ser visto, y como metido en una jaula le embraveciesen y estragasen su buena y mansa condicion, cosa indigna. ¿Como pollo en caponera me pongas tú á engordar al que nació para el sudor y para el polvo?

¿En la sombra y entre mujeres se crie á manera de doncella aquel cuyo cuerpo debe estar endurecido con el trabajo y comida templada para resistir á las enfermedades y sufrir igualmente en la guerra el frio y los calores? ¿Con los regalos quieres quebrantar el ánimo, que de dia y de noche ha de estar como en atalaya mirando todas las partes de la república? Ciertamente esta crianza muelle y regalada acarreará gran daño á los vasallos; la mayor edad será semejable á la niñez y mocedad flaca y deleznable, dada á deshonestidad y á los demás deleites, como se ve en gran parte en este Príncipe. Porque muerta la Reina, como si saliera de las tinieblas y casi del vientre de su madre de nuevo á la luz, perpetuamente anduvo á tienta paredes. Con la grandeza de los negocios se cansaba y ofuscaba. Por esto se sujetó siempre al mando y albedrío de sus palaciegos y cortesanos, cosa de gran perjuicio y de que resultaron continuas alteraciones y graves. Dirá alguno; reprehender estos vicios es cosa fácil, ¿quién los podrá enmendar? Quién se atreverá á afirmar lo que es muy verdadero, que á las mujeres conviene el arreo y el regalo, á los príncipes el trabajo desde su primera edad? Quién, digo, se atreverá á decir esto delante de aquellos que ponen la felicidad del señorío, y la miden con el regalo, lujuria y deleites, y tienen por el principal fruto de la vida servir al vientre y á las otras partes mas torpes del cuerpo? Demás desto, ¿quién persuadirá esta verdad á los que tienen por género de muy agradable servicio conformarse con los deseos de los príncipes y con sus inclinaciones para por allí medrar? Dejemos pues estas cosas, y volvamos á nuestro cuento. En el principio del año siguiente, que se contó de 1420, pasó el Rey á Tordesillas, villa de Castilla la Vieja. Don Enrique, maestre de Santiago, ó por pretender casarse con la infanta doña Catalina, ó con intento de sujetar sus contrarios, acompañado de los suyos entró en aquel lugar, prendió á Juan Hurtado de Mendoza, mayordomo de la casa real, y á otros del palacio; con tanto se apoderó del mismo Rey á 12 del mes de junio, y le quitó la libertad de ir á parte ninguna ó determinar algun negocio; gran vergüenza y grave afrenta del reino que el Rey estuviese cercado, preso y encerrado por sus vasallos. Movidos desta indignidad los demás grandes de la provincia, acudieron á las armas, por su caudillo el infante don Juan de Aragon, que, celebrado que hobo sus bodas en Pamplona, concluidas las fiestas y gastados en ellas no mas de cuatro dias, se partió para Castilla, movido de la fama de lo que sucediera y por las cartas de muchos que le llamaban. En Avila se celebraron las bodas del rey de Castilla con pequeño aparato y pocos regocijos por estar ausente gran parte de los grandes y el Rey detenido á manera de preso. Don Enrique para su seguridad y para fortificarse tenia en aquella ciudad tres mil de á caballo ; don Juan, su hermano, se entretenia en Olmedo con igual número de caballos, que tenia alojados por los lugares comarcanos; concurrianá él de toda la provincia, los menores, medianos y mayores trataban de vengar la injuria del Rey y mengua del reino. Procuróse que los infantes hermanos se viesen; no se dió lugar á esto, ni permitieron que el infante don Juan se pudiese ver con el Rey.

El infante don Enrique, maguer que á la sazon apoderado de todo, cuidadoso de lo de adelante, procuró se tuviesen Cortes en aquella ciudad. Nadie tenia libertad para tratar los negocios por estar la ciudad llena de soldados, y el lugar en que se juntaban cercado de hombres armados. Con esto don Enrique por Cortes fué da do por libre de toda culpa de lo que hasta allí se le podia imputar; nadie se atrevió á contradecillo ni hablar, en tanto grado, que como por galardon y pago de aquella hazaña con voluntad del Rey se alcanzó del pontifice Martino V que el maestrazgo de Santiago con todas sus rentas y estado quedase por juro de heredad á los descendientes de don Enrique, que fuera una nueva plaga de España y un gravísimo daño, si el Rey no revocara aquel decreto llegado á mayor edad. Lo que solo restaba, la infanta doña Catalina era la que principalmente hacia resistencia á los intentos de don Enrique. Decia claramente no queria por marido el que con armas y fieros pretendia alcanzar lo que debiera con servicios, agrado y buena voluntad. Todavía vencida su flaqueza ó inconstancia, aquellas bodas se celebraron con grandes regocijos en Talavera, villa principal cerca de Toledo, do el Rey se pasó desde Avila. Diéronle en dote el señorío de Villena con nombre de duque. A Alvaro de Luna, el principal entre los palaciegos, por lo que en esto trabajó, le fué hecha donacion de Santisteban de Gormaz, principio y escalon para subir al gran poder que tuvo y alcanzar tantas riquezas como juntó adelante. Por este tiempo cada dia en Ca-ligro y casi acabadas cuando don Alonso, rey de Ara

taluña bramaba la tierra y temblaba toda desde Tortosa hasta Perpiñan. Junto á Girona estaba un pueblo, llamnado Amer, en que se abrieron dos bocas de fuego que abrasaba los que se llegaban á dos tiros de piedra. De otra boca junto á las de fuego salia agua negra, y á media legua se mezclaba con un rio, que debia ser Sameroca, con que aquel pueblo se destruyó, y los peces del rio murieron. Era el olor del agua tan malo, que las aves batian las alas cuando por allí pasaban; extendíase tanto, que llegaba hasta Girona con estar apartada de allí y distante cuatro leguas. En Salamanca por el mismo tiempo se edificaba el colegio de San Bartolomé á costa de don Diego de Anaya, que en el mismo tiempo del Concilio constanciense fué de Cuenca trasladado al arzobispado de Sevilla. Dióle grandes rentas con que buen número de colegiales se pudiesen sustentar, á la manera del colegio de Boloña, que el cardenal don Gil de Albornoz dejó allí fundado para que en él estudiasen mozos españoles. Viole don Diego de Anaya á su pasada por Italia; determinóse de hacer otro tanto. Ejemplo de liberalidad que imitaron personas principales en toda España, ca edificaron los años adelante colegios semejantes, de donde como de castillos roqueros ha salido gran número de varones excelentes en todo género de letras. En aquella misma ciudad y universidad se fundaron con el tiempo otros tres, que se llaman mayores; en Valladolid el cuarto, el quinto en Alcalá, los menores apenas se pueden contar. En el mismo tiempo se abria puerta á los aragoneses y portugueses para adquirir nuevos estados. Fué así, que don Eurique, hijo del rey de Portugal, por el conocimiento que tenia de las estrellas, profesion en que gastó gran parte de su vida, sospechó

que en la anchura del mar Océano se podria abrir camino para descubrir nuevas islas y gentes no conocidas. Açometió con diversas flotas que envió para este efecto si podria hacer algo que fuese de provecho. Por este modo entre Lisboa y las islas de Canaria, casi en medio de aquel espacio, este año hallaron una isla, aunque pequeña, pero que goza de muy buen cielo y tierra fértil, como lo mostraban los bosques espesos que en ella hallaron á propósito para cortar muy buena madera, de donde se llamó la isla de la Madera. Deste principio costeando las riberas de Africa, poco á poco parte este Infante, y mas los reyes adelante, llegaron con esfuerzo invencible hasta lo postrero de levante, corrieron las marinas del Asia, la India y la China con gran gloria del nombre portugués y provecho no menor. Tenia cercada dentro de Nápoles á la reina doña Juana Luis, duque de Anjou. La causa de hacelle guerra era la enemiga que de antiguo tenia con aquellos reyes y las deshonestidades poco recatadas de la misma Reina, á las cuales como quier que el conde Jaques, su marido, no pudiese poner remedio, ni las pudiese sin gran mengua suya disimular, vuelto á Francia, algun tiempo despues renunciada la vida de señor, se hizo fraile de San Francisco. El que principalmente ayudaba al duque de Anjou era Mucio Esforcia, capitan de gran nombre en aquella sazon, esto por envidia que tenia á Bracio de Monton, otro capitan á quien la Reina daba mas favor. Las cosas y fuerzas de la Reina se hallaban en gran pe

gon, quinto deste nombre, muy esclarecido por la excelencia de sus virtudes y por haber frescamente domado y sosegado á Cerdeña, fué llamado y convidado á dar socorro á los cercados, con esperanza que le daban de que sucederia en el reino de Nápoles por adopcion que la Reina, por no tener hijo ninguno, le ofrecia hacer de su persona y prohijalle. No dejó pasar la ocasion que sin procuralla se le ofrecia de ensanchar su reino; así, con una armada que envió desde Cerdeña hizo alzar el cerco de Nápoles. El premio deste trabajo y desta ayuda fué que en una junta de señores que se tuvo en aquella ciudad se otorgó y publicó la escritura de la adopcion, á 16 de setiembre, y el Pontífice romano algun tiempo despues asimismo la tuvo por buena. No trato del derecho que tuvieron para hacer esto, por ser la disputa mas fácil que necesaria. Sin duda deste principio largas y perjudiciales guerras nacieron entre franceses y españoles, trabadas unas de otras hasta nuestra edad. El mismo rey don Alonso, sujetado que hobo á Cerdeña y desamparado á Córcega para que los ginoveses se apoderasen della, se apresuró para pasar en Sicilia. Llegó á Palermo en breve; el deseo y esperanza que tenia de asegurarse en la sucesion del nuevo reino le aguijonaba; el cuidado era tanto mas encendido, que cierto matemático cinco años antes desto le dijo, consideradas las estrellas, ó por arte mas oculta: «El cielo, rey don Alonso, te pronostica grandes cosas y maravillosas. Los hados te llaman al señorío de Nápoles, que será breve al principio; no te espantes, no pierdas el ánimo. Dásete cierta silla, grandes haberes, muchos hombres. Vuelto que seas al reino, serán tan grandes las riquezas, que hasta á tus cazadores y

« AnteriorContinuar »