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Tambien el arzobispo de Sevilla, confederándose con las ciudades de la Andalucía, y con los grandes de ella, por sosegar toda aquella tierra, y por poner algun buen expediente en los negocios que estaban pendientes de los presos por el Santo Oficio, envió comision para el obispo de Jaen, presidente del consejo Real, y para ocho del mismo consejo, para que entendiesen en la averiguacion de aquellas causas, y las determinasen, y revocó al obispo de Catania; y esta provision pareció muy bien al arzobispo de Toledo y al condestable; pero aquella gente no querian que los juzgase nadie, sino que los librasen, y mostraron tener las mismas sospechas de estos que del inquisidor general, y que no querian otros jueces, para confundirlo todo, sino los ordinarios de cada diocesi; y el almirante procuraba con gran instancia que el rey hiciese revocar al arzobispo de Sevilla la comision que tenia de inquisidor general, afirmando si aquello no se hacia siempre ternian los conversos la misma sospecha de sus delegados, y eran otros en terrible manera defensores de aquella gente, como el duque de Alba gran enemigo. Despues que se juntaron los procuradores de Córtes que estaban en Burgos, se acordó entre ellos que sin saber la voluntad de la reyna no se entendiese en cosa alguna, y deputaron entre sí al licenciado Francisco de Vargas, que era procurador por Madrid, y gran criado y servidor del rey, y al procurador de Sevilla, para que hablasen á la reyna, y supiesen lo que mandaba, y entre tanto se sobreseyese todo, y no se juntasen, ni procediesen á otra cosa; pero como fué dificil alcanzar audiencia de la reyna, se procuró de entretenerlos hasta entender la voluntad del rey."

Y mas adelante al folio 116, capitulo XIII del mismo libro vii, dice: ,,Como en el principio que se fundó é introduxo el Santo Oficio de la Inquisicion en estos reynos contra la heregía, con el favor y asistencia que disponen los sagrados cánones, los señores y gente noble y de limpia sangre eran los que mas se señalaban en que se procediese rigurosamente contra los que se tenian por sospechosos en la fe, como nuevamente convertidos; muerta la reyna Católica, con la mudanza que hubo en las cosas, como gente caudalosa, procuraban de favorecerse de los grandes, y daban á entender al pueblo que los tenian de su parte. Así publicaban que se habian juntado con el marques de Priego los cabildos de la iglesia y ciudad de Córdoba para perseguir á los inquisidores y oficiales del Santo Oficio, fingiendo que ellos y el inquisidor Lucero fueron en fabricar que los nobles y caballeros de aquella ciudad fuesen falsamente atestiguados de haber cometido delitos de heregía; y con mucha gente armada prendieron, como dicho es, al fiscal de la Inquisicion dentro en su casa, y á un notario. No contentos con esto, enviaron á Sevilla á los arcedianos D. Francisco de Mendoza y D. Francisco de Simancas, y á D. Peroponce de Leon, para exhortar á los caballeros y personas eclesiásticas de aquella ciudad que se juntasen con ellos, diciendo que todos estaban notados é inculpados del mismo delito; y aunque el arzobispo de Sevilla, delante del duque de Medina-Sidonia y de muchos caballeros, les satisfizo á todo lo que pedian, , y ofreció proveer del remedio necesario para que la verdad se entendiese y averiguase, y fuesen castigados los que se hallasen culpados en aquella falsedad, no quisieron oir medio ninguno, pensando alterar el pueblo, y que los cabildos se confederarian con ellos; pero como no hallaron en ellos el recurso que pen

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saron, se volvieron confusos. Despues de esto tomó el marques á su mano con gente armada el alcázar de Córdoba, donde solian residir los inquisidores con su oficio, porque era suya la tenencia; y el corregidor y todo el pueblo se juntaron con él, y pudieron tanto, que se pregonó que todos los de sesenta años abaxo y de diez y ocho arriba siguiesen el pendon de la ciudad, y so color y velo de favorecer á los que se querellaban de los inquisidores y ministros del Santo Oficio, procuraban que el marques se apoderase de la ciudad y alcázar, y tenian al corregidor de su parte; como quiera que aquellos mismos dias el marques. y el conde de Cabra habian requerido al conde de Tendilla y al adelantado del reyno de Murcia, que para asegurar las cosas de la Andulucía y del reyno de Granada siguiesen con sus personas y estados el servicio de la reyna.

Núm.. 10. Del tomo 11 de la misma historia 'general de España, impreso en Toledo por Pedro Rodriguez el año de 1601, en el libro XXIV, fol. 591, al capítulo. 57, que trata de la institucion en Castilla del santo oficio de la Inquisicion, consta lo siguiente:

„Mejor suerte y mas venturosa para España fué el establecimiento que por este tiempo se hizo en Castilla de un nuevo y santo tribunal de jueces severos y graves, á propósito de inquirir y castigar la herética pravedad y apostasía, diversos de los obispos, á cuyo cargo y autoridad incumbia antiguamente este oficio. Para lo qual les dieron poder y comision los Pontífices Romanos, y se dio órden que los príncipes con su favor y brazo los ayudasen. Llamáronse estos jueces inquisidores, por el oficio que exercitaban de pesquisar y inquirir: costumbre ya muy recibida en otras provincias, como en Italia, Francia, Alemania, y en el mismo reyno de Aragon. No quiso Castilla que en adelante ninguna nacion se le aventajase en el deseo que siempre tuvo de castigar excesos tan enormes y malos. Hallaron memoria antes de esto de algunos inquisidores que exercian este oficio, á lo menos á tiempo, pero no con la manera y fuerza que los que despues se siguieron. El principal autor y instrumento de este acuerdo muy saludable fué el cardenal de España, por ver que á causa de la grande libertad de los años pasados, y por andar moros y judíos mezclados con los cristianos en todo género de conversacion y trato, muchas cosas estaban en el reyno estragadas. Era forzoso con aquella libertad que algunos cristianos quedasen inficionados, muchos mas dexada la religion cristiana, que de su voluntad abrazaran convertidos del judaismo, de nuevo apostataban, y se tornaban á su antigua supersticion. Daño que en Sevilla, mas que en otra parte, prevaleció: así en aquella ciudad primeramente se hicieron pesquisas secretas, y penaron gravemente á los que hallaron culpados. Si los delitos mayor cantía, despues de estar largo tiempo presos, y despues de atormentados, los quemaban. Si ligeros, penaban á los culpados con afrenta perpetua de toda su familia. A no pocos confiscaron sus bienes, y los condenaron á cárcel perpetua : á los mas echaban un sambenito, que es una manera de escapulario de color amarillo, con una cruz roxa, á manera de aspa, para que entre los demas anduviesen señalados, y fuese aviso que espantase, y escarmentase por la grandeza del castigo y de la afrenta. Traza que la experiencia ha mostrado ser muy saludable, maguer que al principio pareció muy pesada á los naturales. Lo que sobre todo extrañaban era que los hijos pagasen por los delitos de los padres. Qno se supiese ni

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manifestase el que acusaba, ni le confrontasen con el reo, ni hobiese publicacion de testigos, lo qual todo era contrario á lo que de antiguo se acostumbraba en los otros tribunales. Demas de esto les parecia cosa nueva que semejantes pecados se castigasen con pena de muerte; y lo mas grave, que por aquellas pesquisas secretas les quitaban la libertad de oir y hablar entre sí, por tener en las ciudades, pueblos y aldeas personas á propósito para dar aviso de lo que pasaba, cosa que algunos tenian en figura de una servidumbre gravísima y á par de muerte. De esta manera entonces hobo pareceres diferentes. Algunos sentian que á los tales delinquentes no se debia dar pena de muerte; pero fuera de esto confesaban era justo fuesen castigados con qualquier otro género de pena. Entre otros fué de este parecer Hernando de Pulgar, persona de agudo y elegante ingenio, cuya historia anda impresa de las cosas y vidas del rey D. Fernando. Otros, cuyo parecer era mejor y mas acertado, juzgaban que no eran dignos de la vida los que se atrevian á violar la religion, y mudar las ceremonias santísimas de los Padres. Antes que debian ser castigados, demas de dalles la muerte, con perdimiento de bienes, y con infamia, sin tener cuenta con sus hijos: ca está muy bien proveido por las leyes que en algunos casos pase á los hijos pena de sus padres, para que aquel amor de los hijos los haga á todos mas recatados. Que con ser secreto el juicio, se evitan muchas calumnias, cautelas fraudes: ademas de no ser castigados sino los que confiesan su delito, ó manifiestamente estan de él convencidos. Que á las veces las costumbres antiguas de la iglesia se mudan, conforme á lo que los tiempos demandan que pues la libertad es mayor en el pecar, es justo sea mayor la severidad del castigo. El suceso mostró ser esto verdad, y el provecho que fué mas aventajado de lo que se pudiera esperar. Para que estos jueces no osasen mal del gran poder que les daban, ni cohechasen el pueblo, ó hiciesen agravios, se ordenaron al principio muy buenas leyes y instrucciones. El tiempo y la experiencia mayor de las cosas ha hecho que se añadan muchas mas. Lo que hace mas al caso es, que para este oficio se buscan personas maduras en la edad, muy enteras y muy santas, escogidas de toda la provincia, como aquellas en cuyas manos se ponen las haciendas, fama y vida de todos los naturales. Por entonces fué nombrado por inquisidor general Fr. Tomas de Torquemada, de la órden de Santo Domingo, persona muy prudente y docta, y que tenia mucha cabida con los reyes, por ser su confesor, y prior del monasterio de su órden de Segovia. Al principio tuvo solamente autoridad en el reyno de Castilla quatro años adelante se extendió al de Aragon, ca removieron del oficio, de que allí usaban á la manera antigua, los inquisidores Fr. Cristóbal Gualbes, y el maestro Ortes, de la misma órden de los Predicadores. El dicho inquisidor mayor al principio enviaba sus comisarios á diversos lugares, conforme á las ocasiones que se presentaban, sin que por entonces tuviesen algun tribunal determinado. Los años adelante el inquisidor mayor con cinco personas del supremo consejo en la corte, do estan los demas tribunales supremos, trata los negocios mas graves tocantes á la religion. Las causas de menos momento y los negocios en primera instancia estan á cargo de cada dos ó tres inquisidores, repartidos por diversas ciudades. Los pueblos en que residen los inquisidores en esta sazon y al presente son estos : Toledo, Cuenca, Murcia, Valladolid, Calahorra, Sevi

lla, Córdoba, Granada, Ellerena; y en la corona de Argaon, Valencia, Zaragoza, Barcelona. Publicó dicho inquisidor mayor edictos en que ofrecia perdon á todos los que de su voluntad se presentaren. Con esta esperanza dicen se reconciliaron hasta diez y siete mil personas entre hombres y mugeres, de todas edades y estados: dos mil personas fueron quemadas, sin otro mayor número de los que se huyeron á las provincias comarcanas." De las historias eclesiásticas y seculares de Aragon, que compuso el Dr. Vincencio Blasco de Lanuza, en el tomo 11, impreso en Zaragoza por Juan de Lanaya y Quartanet en el año de 1622, en el lib. 11, fol. 165, al capítulo x, que trata del principio de la santa Inquisicion en España, y otras cosas dice:

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Porque á mas de ser el primer reyno de España que lo admitió, y procuró que en él se estableciese, es tambien de los que en mas veneracion (aunque todos se estimen en esto) le tienen.

Y que fuese Aragon y lo tocante su corona y reynos quien primero abrazó las cosas del Santo Oficio, dícelo el regente D. Miguel Martinez del Villar por estas palabras:

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Non est quo quisquam deinceps miretur infensum illud odium, quo » nostri feruntur semper adversus scismaticos, et hostes ecclesiae romanae: » quippè cum apud Aragoniam prius quam apud cetera regna Hispaniarum » venerandum sanctae Inquisitionis tribunal fuerit institutum."

,, Y lo mismo dice D. Luis de Páramo, arcediano de Leon, en lo de Origine sanctae Inquisitionis, libro II, cap. vIII; Diago en el cap. 11 de las Corónicas de los frayles Dominicos de esta provincia, y en los siguientes, Porque desde el año 1232, viviendo el glorioso S. Ramon de Peñafort y Espírrago, Arzobispo de Tarragona, se comenzó á establecer en aquel arzobispado, y sus obispados sufragáneos, por bula de la Santidad de Gregorio ix, despachada en Espoleto en 27 de mayo de aquel año, y del septimo de su pontificado. La primera que se estableció fué en Lérida, distrito de la de Aragon, hasta el dia de hoy, y tuvo tan dichosos principios como ser en tiempo del rey D. Jayme: en el qual, así como se extendian los reynos de los cristianos, era bien se estableciese este sagrado tribunal , que en la firmeza y santidad de la fe los conservase. Mandó el Papa que todas las cosas tocantes á este sagrado consistorio se dispusiesen por orden del glorioso S. Ramon; y se dispusieron de suerte, que casi todos los primeros inquisidores fueron santos y mártires, que regaron con su sangre (como el bienaventurado S. Pedro de Verona) la viña que plantaban del Santo Oficio."

Y mas adelante al fol. 167 del mismo capítulo continúa :

En fin, porque vamos mas allegándonos á nuestra historia. El tribunal del Santo Oficio fué de notable provecho en los tiempos que decimos; pero de mucho mayor en el que ahora estamos. Y aunque se fundó para los tiempos de entonces; mas parece la divina misericordia lo previno para los de esta era, en que estamos rodeados de naciones apestadas de enormes he regias, como lo advierte y toca nuestro gran cronista Zurita, Iv parte de sus Anales, cap. XLIX.

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,,Era la manera que este sagrado tribunal guardaba entonces muy de la que ha guardado y guarda desde los años de 1480 hasta ahora. Porque la manera que entonces se tenia era como en otras causas criminales; pero

quiso la divina Misericordia inspirar á los Reyes Católicos por medio de Fr. Tomas de Torquemada, inquisidor general que entonces era en España, y prior del monasterio de Santa Cruz de Segovia, para que se instituyese un consejo, solamente dedicado para las cosas de fe. Y que con el inquisidor general se ajuntasen personas gravísimas, con comision apostólica, concedida por el mismo, y que fuesen de tanta autoridad, que tuviesen el poder necesario del consejo Real para todas las cosas que tocaban al buen gobierno y exercicio del santo oficio de la Inquisicion, con el órden que hoy inviolablemente se guarda, con la asistencia de los prelados, que son los jueces ordinarios, con el secreto de cárceles, sin declararse los testigos: sin permitir la santa Sede apostólica que por via de apelacion, ni otra manera se lleven á Roma, sino que sus recursos se determinen en el consejo supremo de Inquisicion, ante el inquisidor general, todas las causas de la fe: Gerónimo Zurita, Iv parte, capítulo XLIX.

,,Hecha esta santa Inquisicion con los brazos abiertos de cuerpo y alma, le recibió este reyno el año de 1484 como cosa tan sagrada, celestial y divina. Y aunque en esto se pudiera hacer larga historia, la que en este lugar es necesaria, se escribirá brevemente en el capítulo que se sigue: en el que entre otras cosas dice:

1

„La manera que del principio se tuvo, fue dar los primeros inquisidores sus letras para que los oficiales reales prestasen el juramento en todo de ayudar las causas de fe, y amparar y favorecer sus ministros, los quales, á mas de los dos inquisidores, fueron nombrados Rodrigo Sanchez de Zuazo, que era canónigo de la Calahorra, por fiscal; secretario Pedro Jordan y Juan de Anchias; alguacil Diego Lopez; receptor Juan de Exea, y adbogado fiscal Ramon de Mur. Prestose el juramento en 19 de setiembre en esta santa iglesia, y fueron los que juraron Juan de Lanuza, justicia de Aragon, natural de Sallent, y Tristan de la Porta, su lugarteniente; el Zalmedina, que era Miguel Molon, Martin de la Raga, que era diputado del reyno y los cinco jurados de Zaragoza; el merino, que era Juan de Enbur, y el maestro racional, que era Sancho Paterno, y otros muchos. Asimismo juró el gobernador, que era Juan Fernandez de Heredia, y D. Lope de Urreay; y Galacian Cerdan, con otros caballeros y ciudadanos, alli á muy pocos dias, y así despues poco a poco todos los estados y universidades. De donde se siguió que comenzando los inquisidores á executar şu oficio, sintiéndose el infierno, de lo mucho que con esta santa institucion habia de perder de su ponzoña, procuró quanto le fue posible con ese tratagemas, con violencias, con trayciones y maldades estorbarlo; pareciendo á los ministros del demonio que si procuraban dar la muerte á los que habian comenzado á serlo del Santo Oficio, que no osarian otras personas encargarse de aquellos ministerios y cargos."

Y mas adelante, en el capítulo XIV, fol. 179, dice:

de

Y es tanto el respeto y amor que los aragoneses tenemos al Santo Oficio y sus ministros, que mostramos haber sido los primeros y mas antiguos que recibimos con millares de afectos de nuestras almas este sacro patrocinio y fuerte alcazar de la fe católica. Siempre damos á los inquisidores título de señoría, respetámoslos como á señores y padres nuestros y de la patria. Todas las cosas del Santo Oficio, las casas donde está el santo tribunal, el: Lugar del secreto, el orden de los juicios, la compostura de los ministros,

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