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bría la cabeza y la barba, subiendo a veces hasta media nariz; para evitar su roce sobre los cabellos, se recogían éstos con una cofia de lino, fruncida sobre la cara (789, 2436, 1744). Encima del almófar se ponía un yelmo, atado a las mallas con muchos lazos de cuero o moncluras (3652); el yelmo solía tener en su parte anterior un nasal o barra descendente, para proteger la nariz. Las piernas del caballero iban cubiertas de arriba abajo con las calzas, y, sobre éstas, se ponían las huesas o botas fuertes y altas, propias para campaña, viaje o caza.

Los caballeros catalanes de Ramón Berenguer usaban sólo las calzas; desechaban las huesas, que si bien daba superioridad a los caballeros del Cid (992, 994), eran de mal aspecto, por lo cual el Conde de Barcelona llama malcalzados a los castellanos (1023). También se distinguían los catalanes por cabalgar sillas coceras, propias para correr el caballo y más inseguras que las sillas gallegas o de camino, que llevaban los del Cid; así en el choque los catalanes caian del caballo aun sin ser heridos (993, 997).

Los caballeros moros usan también escudos (795), lorigas (762) y yelmos adornados con carbonclas o piedras preciosas (766, 2422). Parece que no se distinguen de los cristianos sino

en usar preferentemente adáragas (727) o escudos pequeños sólo de cuero, y en que sus ejércitos tocaban

atamores, cuyo ruido formidable

maravillaba a los

soldados caste

llanos nuevos y

espantaba a do

ña Jimena (696, 1660-1667, 2346). Sin duda se distinguían también por montar en sillas jinetas de altos borrenes y estribos cortos, a diferencia de las

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usaban los cris

tianos, con estri

bos largos.

Por último, la espuela o espo

Moro con adarga, caballero a la

jineta. (San Beato, de la Bib. Nac. de Madrid, año 1047.)

lón era del tipo que se llamó después acicate. Se desconocían las espuelas de rodajuela; por esto el poeta les da el calificativo de agudas

cuando las usaban los Infantes de Carrión para herir con ellas a sus mujeres (2737).

Cuando el caballero iba de viaje, montaba un palafré o caballo de camino y de lujo; llevaba todas sus armas en una acémila, y delante de ésta iba, llevado dei diestro por un escudero (1548), su caballo de armas, más fuerte y más grande que el palafrén.

Espuela. (Armería Real

de Madrid.

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Fernando II (1157-1188) con armas de fuste, escudo al cuello y brial hendido. (Tumbo en la Catedral de Santiago.)

Cuando se tenían armas (1602, 2243, etc.), esto es, cuando se ejercitaban en juegos mili

tares, en señal de regocijo, el caballero usaba sólo las armas de fuste (1586), es decir, las de madera, el escudo y la lanza. No se ceñía espada ni se vestía loriga, sino el traje ordinario.

El traje de paz era éste (1): primero se`ponían la camisa, después las calzas de paño cubriendo toda la pierna, y los zapatos, que solían ir adornados con labores (3085-88). Inmediatamente sobre la camisa se ponía el brial, túnica hecha por lo común de una tela de seda entretejida con oro, llamada ciclatón, así que brial y ciclatón venían a ser voces sinónimas. Llegaba el brial hasta los pies e iba hendido delante y detrás para poder cabalgar cómodamente, dejando caer cada mitad de su falda por uno y otro lado del caballo, según se ve en el retrato de Fernando II arriba reproducido, o en el del conde don Enrique. Encima del brial se ponía la piel o pellizón, abrigo más corto que el brial, con manga ancha o perdida, hecho de armiño (3075) o de piel de conejo, cordero o abortones, y forrado al exterior con seda; el Cid llevaba siempre, según su juglar, una piel forrada de

(1) Compárese la detallada descripción del traje del Cid, en los versos 3085-3100, con la más detallada de Girart de Rousillon (trad. P. Meyer, París, 1884, p. LXXXI), que emplea cuatro series en describir cómo se vistió Pierre de Mont-Rabei.

bermejo con bandas de oro (3092). Sobre la piel se ponía el manto, anudado o prendido en el hombro derecho; iba forrado con armiño (3374), como el que se ve en el retrato del conde Ramón, o con otras pieles.

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Sería interminable mencionar todos los aspectos que ofrece el Poema interesantes para la historia de la cultura. Recordemos sólo las noticias que da sobre las precisas circunstancias en que se besaba la mano; las complicadas costumbres relativas a la barba, como símbolo del

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