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ACTO PRIMERO

Sala baja en la casa de Juan Lorenzo. En el fondo, a la izquierda del actor, una pieza con grande entrada, y una cortina que estará descorrida. También en el fondo, y en el lado opuesto, una escalera que comunica con las habitaciones del piso alto. A la derecha, puerta y ventana que dan a la calle, y a la izquierda la alcoba de Lorenzo. En el ángulo de la derecha, y pendientes de escarpias, algunos instrumentos del oficio de pelaire, una espada. En la habitación del fondo, un pequeño estante con libros, un retrato del cardenal Cisneros, una mesa y un sillón de baqueta: más hacia el proscenio y cerca de la alcoba de Lorenzo, una mesa con algunos objetos de devoción, como cuadros con imágenes de santos, colocados contra la pared, y un Crucifijo, alumbrado todo por una lámpara. Al levantarse el telón, estará Lorenzo en la habitación del fondo leyendo: otra lámpara arde sobre su mesa, aunque debe figurarse que es ya de día.

ESCENA I

LORENZO; BERNARDA, que viene por la puerta del fondo izquierda.

BERN. ¿Qué haces, Lorenzo?

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tienes razón; distraído...

BERN. ¡Es posible! (En tono de reconvención.)

LOR.

Como aún arde

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LOR.

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de ciencias un artesano?
No aspiro a más beneficio

que al que mi afición me guarda,
y sabes muy bien, Bernarda,
si amante soy de mi oficio;
yo, de vanidad desnudo,
aunque me tengan por bajo,
estimo en más mi trabajo
que algún hidalgo su escudo.
Sabes que aunque no nos sobre,
nuestra ambición es medida,
y para tan pobre vida

nos basta mi hacienda pobre.
Si estudio, no es que me venza
del medro el cuidado ansioso:
es que me cansa el reposo;
que el ocio me da vergüenza;
que de los gustos primeros
queda siempre la semilla.
-Ya sabes que fuí en Castilla
familiar del gran Cisneros;
y como aspiraba a entrar
en la Iglesia con su amparo,
me fué preciso, está claro,
aplicarme y estudiar.

BERN.

LOR.

BREN.

Mi padre con mano franca
me ayudaba, y decir puedo
que no le robé en Toledo
ni le afrenté en Salamanca.
Pero fué inútil mi afán.
Recuerdo, y de ello me ufano,
cuando al noble franciscano
acompañaba en Orán.

Un día, en una empeñada
función, no sé cómo fué
que en la batalla me entré

y a un muerto cogí la espada,
y la esgrimí de manera,

que me dijo el Cardenal:

"Muy bien, Lorenzo! y muy mal;
¡si has errado tu carrera!
Pues no importa que alborote
el clarín tu pecho honrado
que más vale buen soldado
que mediano sacerdote."
-No he nacido para fraile;
mi genio es inquieto, activo;
lo cierto es que alegre vivo
en mi oficio de peraile.
Ocupando por sistema.

mi tiempo, a todo me amaño,
y lo mismo cardo un paño
que me engolfo en un problema.
Mas tu salud delicada

¿resistirá a tanto exceso?
¿y si te murieras?

Eso

¿qué me importa? poco o nada.
¿Qué dices, Juan! no haces bien.

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