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fueron perseguidos cruel y rigorosamente por la Inquisicion? Porque cabalmente sucedió lo contrario, puesto que no pudieron ser mas protegidos y vindicados. Y si la fama y opinión de estos tres grandes hombres era antes de su prision como de veinte grados, lo fueron despues como de ciento. Y si sus enemigos ciegos, ignorantes ó envidiosos los calumniaron y delataron ante el tribunal competente, y éste los conduxo á sus cárceles con el mayor decoro y urbanidad, y en virtud de la sumaria mas bien formada, ¿á quién deberá atribuirse la causa de tan cruel y rigorosa persecucion? Es claro que se debe atribuir á estos mismos enemigos, y de ningun modo á la Inquisicion. Y es claro que por los mismos hechos y causas con

que pensaron los autores del manifiesto degradar y desacreditar aquel recto tribunal, se prueba cabalmente su rectitud, su justificacion, su mucha urbanidad, y sobre todo su gran prudencia, zelo y sabiduría para saber discernir y vindicar la inocencia de la mas solapada calumnia.

Pero sin embargo de esto acaso no faltarán quienes digan que aunque respecto de las causas de estos grandes hombres no se pueda redargüir ni culpar, con efecto, á la Inquisicion; pero que la tan dilatada y célebre del Arzobispo de Toledo don Fr. Bartolomé de Carranza es por sí bastante para degradar hacer detestable al mismo tribunal. Y con efecto quando solo se

y

öye que un Arzobispo tan docto y

respetable estuvo cerca de diez y ocho años en la Inquisicion; el que menos parece que se ensaña y enfurece contra ella. Mas ahora se verá como atendidas todas las circuns tancias no persiguió la Inquisicion al Arzobispo, ni en rigor fue causa de que se dilatasė tanto su prision y causa definitiva. Y se daria mucha mas extension á estas ideas si no -costara mas imprimir y pagar lo impreso que escribirlo. Asi que por esta razón, y la de tener ofrecido ceñirme a lo mas preciso en estos comentarios, voi á dar la mas breve y puntual razon de tan célebre causa. Mas por aliviar á los lectores, juzgo que debe hacerse en el capítulo siguiente.

CAPITULO VI.

En que se da razon de la ruidosa causa del Arzobispo de Toledo don Fr. Bartolomé Carranza, y se prueba que no le persiguió ni condenó la Inquisicion de España.

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En el año de 1559 apareció sospechoso de heregía á la Inquisicion el Arzobispo de Toledo don Fr. Bartolomé Carranza

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singularmente - por algunas proposiciones de un catecismo que habia publicado en Flandes. A vista de esto el Inquisidor General consultó al Rey Felipe II, quien le respondió con singular entereza, que si el Arzobispo

aparecia sospechoso en la fe, lo arrestase, y que se hiciera lo mismo aunque fuera con el Principe su hijo si se juzgase reo de igual delito.

No se contentó con esto la In

quisicion, sino que tambien lo hizo saber al Pontífice Pio IV, quien dió su breve para que la Inquisicion pudiese pasar con toda legitimidad al arresto del Arzobispo y conocimiento de su causa. Con estas prevenciones y pasos tan moderados se presentaron los Inquisidores comisionados al Arzobispo, que estaba en Torre-Laguna, y le conduxeron arrestado con el mayor decoro á Valladolid. Y con el mismo lo pusieron y tuvieron en la casa de Pedro Gonzalez de Leon, y sin mas molestias que las cautelas precisas, y que se observan en las cárceles

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