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de Inquisicion. El Arzobispo recusó luego al Inquisidor General y otros subalternos, y pidió ahincadamente que su causa se viese y juzgase en Roma por ser de las mayores y reservadas á la Silla Apostólica. Esto lo repugnaron vivamente el Rey y los Inquisidores, excusándose con que para el efecto tenian la competente autoridad en virtud de la concesion del breve de Pio IV. Y así para complacerles envió este Pontifice, como Legado á latere al Cardenal Hugo Boncompagno con el Arzobispo de Rosano, Juan Bautista Castania, y otros dos auditores ó conjueces, para que viesen y sentenciasen esta causa en España.

Mas esta legacia no pudo tener el efecto que se deseaba. Porque en este mismo año, que ya era el de

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1566, murió el Pontífice Pio IV, y para la eleccion de su sucesor, tuvo que volver á Roma el Legado y Cardenal Boncompagno. De resultas fue elegido San Pio V, y envió cabalmente á nuestra España por nuncio al referido Juan Bautista Castania, uno de los conjueces que habia nombrado Pio IV, para que se juzgase en España la causa del Arzobispo. Con este motivo el Rey Felipe y la Inquisicion volvieron á hacer los mayores esfuerzos para que la causa del Arzobispo se viese en España, aunque el Papa enviase jueces como la otra vez para terminarla. Pero San Pio V. se mantuvo inflexible, y el Rey y la Inquisicion tuvieron que enviar á Roma al Arzobispo con la causa original.

En estas demandas y respuestas, idas y venidas murió tambien San Pio V. en primero de mayo de 1572, y le sucedió cabalmente el mismo Cardenal Hugo Boncompagno, con el nombre de Gregorio XIII. Y éste en el año de 1576 trató de concluir la causa tan ruidosa del Venerable Arzobispo. Para este fin y el de quitar toda sospecha de parcialidad, hizo que fuesen de España Fr. Diego de Chaves, Confesor que habia sido del Príncipe don Carlos, Fr. Juan de Ochoa y Fr. Juan de la Fuente, todos Dominicos, y de la confianza de Felipe II, y aun del mismo Carranza. Y en el 14 de abril, destinado para ver la causa, fue llevado el Arzobispo al consistorio. A este asistieron el Papa, los quatro Cardenales y otros prelados

que habian entendido en la causa. Y leida á presencia de ellos y del mismo Arzobispo, se le mandó á éste que abjurase de vehementi, ó por vehementemente sospechosas de heregía, hasta diez y seis proposiciones que se hallaban en el catecismo español que habia escrito y publicado en Flandes el mismo Arzobispo. Este obedeció puntualmente, é hizo la abjuracion con la mayor humildad y resignacion. Y de resultas se prohibió el catecismo, y se le impuso la penitencia de suspension por cinco años del Arzobispado, con reclusion entre tanto al convento de Orbitelo, concediéndole la pension de dos mil ducados mensuales para sus gastos y justa manutencion. Mas esta penitencia no tuvo que cumplirla el Ve

nerable Arzobispo, porque le sobrevino la muerte el dia 2 de mayo siguiente, con general sentimiento de toda la ciudad de Roma por el alto concepto que habia formado de la virtud del mismo Arzobispo, al ver la suma paciencia y resignacion con que habia llevado tantos trabajos, y tan dilatada prision.

Esta repito, que es la idea ó relacion mas precisa de esta causa tan ruidosa cotejados los autores, que con mas o menos variedad escribieron de ella. Pues aunque hay otras manuscritas que disfrazan algunos de estos hechos, y cuentan otros enteramente contrarios á los que se supone hubo en la causa, para condenar al Arzobispo, acriminando á los Inquisidores, y aun al Rey Felipe II, quien dicen con

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