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haber publicado un despreciable catecismo, en el que se hallaron estas proposiciones. Mas por este mismo hecho era mas de cuidado y reprehensible el asunto, y en el supues to que vamos, y en el de la delicadeza con que en aquellos tiempos, se procedia por semejantes escritos y materias. En unas obras tan dilatadas como las de Erasmo, por exeníplo, no hubieran sido tan temibles las referidas proposiciones como lo debian ser en el catecismo; pues aquellas en un órden regular serian leidas y entendidas de pocos, y al reves el catecismo, como tal, andaria en manos de todos. Yo no sabia de cierto hasta poco ha que uno de los delatores del Arzobispo fue el ilustre y sábio Melchor Cano. Y respecto de éste, al menos, nadie

dirá que era un teólogo vulgar, sino de los mas doctos y críticos que se han conocido. Y quando él hizo la delacion, y la sostuvo, razones tendria y daria para ello.

En fin, he dicho con sencillez y pureza, y con la màs posible brevedad lo que sabia ó he leido sobre el particular; y en su virtud juzgarán los lectores si he desempeñado el argumento de este capítulo, reducido á dar una precisa razon de esta causa tan ruidosa, y á probar que la Inquisicion de España ni persiguió cruelmente al Arzobispo Carranza, ni le condenó. Por lo demas, no habiendo citado los autores del manifiesto mas que á estos cinco hombres grandes, no cito yo ni vindico á otros; por cumplir con mi plan y promesa de ceñir mis re

flexiones precisamente á sus textos. Pues si no fuera por esto, habiendo dicho ellos que ademas de los cinco referidos habian sufrido la mas cruel persecucion otros muchos varones eminentes en santidad y sabiduría; yo tambien haria mencion de otros quatro ó seis, lo menos, principiando desde San Ignacio dẹ Loyola, y á los que vindicó la misma Inquisicion con tanto ó mayor empeño, como á los que se ha referido.

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CAPITULO VII.

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En que se continúa probando la necesidad, justicia y utilidad de la Inquisicion, refutando con solidez las razones con que el manifiesto pre-tende probar lo contrario.

TEXTO S.

A vista de esto, no debe

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la

tarse por una paradoxa decir que ignorancia de la religion, el atraso de las ciencias, la decadencia de las artes, del comercio y de la agricultura, y la despoblacion y pobreza de

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la España provienen en gran parte del sistema de la Inquisicion; porque la industria, las ciencias, no menos que la religion, las hacen florecer hombres grandes que las fomen tan, vivifican y enseñan con su ilustracion, con su elocuencia y con su exemplo.

Será para la posteridad un problema dificil de resolver cómo pudo establecerse el plan de la Inquisicion en la noble y generosa nacion española; y aun admirará mas cómo se conservó éste tribunal por mas de 300 años. Las circunstancias favorecieron sus principios, introduciéndose baxo el pretexto de contener á los mo-. ros y judíos, que tan odiosos se habian, hecho desde antiguo al pueblo español, y que hallaban proteccion y seguridad en sus enlaces con las fa

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