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CAPITULO I.

En que se prueba la violencia ó ignorancia con que se quiso persuadir á la nacion españo→ la la justicia de la supresion del tribunal de Inquisicion.

TEXTOS.

(Principia el manifiesto.)

Las Cortes generales y extraor

dinarias de la nacion española:

ESPAÑOLES :

Por tercera vez os hablan las Cortes para instruiros del asunto que mas os interesa, y tiene el primer

lugar en vuestro corazon: no podeis dudar que se trata de los medios de sostener en el reyno la religion católica, apostólica romana, que teneis la dicha de profesar, y que desde la sancion del artículo 12 de la constitucion política de la monarquía están obligadas las Córtes á proteger por leyes sabias y justas.

No podian olvidar, ni mirar con indiferencia, la promesa solemne que habian hecho a la faz de la nacion en aquel artículo: es el fundamento de las demas disposiciones constitucionales; el que asegura la observancia de ellas, y la felicidad completa de las Españas.

Los diputados elegidos por vosotros saben, como los legisladores de todos los tiempos y paises, que en vano se levanta el edificio social, si

no se pone la religion por cimiento. A esta luz benéfica son debidas las nociones seguras de lo recto y de lo justo: ella dirige á los padres en la educacion de sus hijos, y manda á estos ser obedientes á la autoridad paternal: estrecha los vínculos sagrados del matrimonio, y dicta á los consortes la fidelidad recíproca: aclara y rectifica las relaciones de los magistrados, y de los que reclaman la justicia; las de los superiores y súbditos; y sanciona en lo interior del hombre, á donde no alcanza el poder humano, todas las obligaciones domésticas, civiles y políticas. La religion verdadera, que profesamos, es el mayor beneficio que Dios ha hecho á los hombres, y el don precioso que ha dispensado con mano generosa á los españoles, quienes no cuentan en

este número, despues de publicada la constitucion, á los que no la profesan; es el mas seguro apoyo de las virtudes privadas y sociales; de la fidelidad á las leyes y al Monarca, y del amor justo de la libertad y de la patria: amor que, esculpido por la religion en los corazones españoles, los ha impelido á combatir con las feroces huestes del usurpador, arro→, llarlas y aniquilarlas, arrostrando el hambre y la desnudez, el suplicio y la muerte. Las Córtes, españoles, que por espacio de tres años han alentado y sostenido vuestra noble resolucion en medio de los desastres y devastacion general, han fundado la esperanza de salvaros en el invariable respeto, amor y amor y obediencia que os inspiraba la religion hacia la autoridad legitima. No os ha engaña◄

do vuestra constancia religiosa, y la Providencia parece señalar ya el fin de tan horrorosa borrasca y el deseado término de nuestros males. La se guridad de un bien tan inestimable debia necesariamente llamar y ocupar la atencion de las Cortes, que se han propuesto por blanco de sus tareas la felicidad general: la Inqui sicion se ofreció al momento al exâmen de vuestros representantes. Pero deseando no traspasar en un ápi→ ce los límites de la autoridad civil que es la única que se les habia podido confiar, indagaron detenidamente si estaba en su poder permitir el exercicio de la potestad eclesiástica á unos tribunales, que por los diversos accidentes de la invasion enemiga, habian quedado sin su gefe el Inquisidor General.

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