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to para probar que no habia sido restablecido con justicia, supuesto que ni antes ni despues ha dexado de obedecer puntualmente, no solo los decretos de nuestros Soberanos, sino los de las mismas Córtes; sin embargo que pudiendo éstas haber remediado los defectos que en su concepto tenia, se empeñaron en extinguirle absolutamente.

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Tengo, pues, con esto concluida

mi obra. Bien conozco que habrá algunos que en toda ella desearian mas nervio, erudición y crítica, y äun mejor estilo. Pero con tanta brevedad y precision no ha sido dado á mi ingenio producirme en términos mas elegantes. Ademas, que el trabajo de haber tenido que reducirme á los textos y su precisa glosa, procurando explicarme con

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la posible claridad, á fin de que todos me entiendan, me ha hecho mas dificil llenar sus deseos. Y. 、 por tanto espero que disimularán estas faltas, singularmente aquellos que esten bien persuadidos que los estilos satíricos y muy sublimes en estas materias y otras semejantes no son los mejores para instruir y convencer especialmente á la plebe, sino para sorprehenderla y engañarla, como lo ha demostrado la esperiencia en nuestros dias. Y pues en el prólogo confesé, que conocia lo árduo que era desempeñar esta empresa, por lo que esperaba que otros españoles de mejor estilo, gusto y erudicion tomasen á su cargo desempeñarla; nadie podrá tenerme por escritor vano y jactancioso.

Por lo demas, lejos de querer suscitar con mis escritos el espíritu de partidos, sabe Dios que pretendo lo contrario. Pues soy aquel mismo que dixe al fin de mi Historia Razonada, que siendo la caridad la alma, por decirlo asi, de la santa religion que profesamos; ya debian cesar todos nuestros resentimientos y partidos, y no pensar mas que en fomentar nuestras ciencias, nuestra agricultura nuestras artes y comercio, y en ser fieles á nuestro Dios, á nuestra patria, y á nuestro legítimo Soberano. Prueba irrefragable de que yo pretendo esto mismo en los presentes escritos es que á ninguno

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de los autores contrarios he nom

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brado mas que á don Juan Antonio Llorente. Y aunque contra él

parecerá que estoy como enardecido y vengativo, esto es, solo por la emocion que causa una impugnacion de esta clase.

Por tanto me alegraria que llegase á sus manos un exemplar de esta obra, no con el fin de darle en rostro sino con el de si conociese que algunas de mis reflexiones son justas y convenientes, trate de reparar con otros escritos la mala opinion y fama en que por los que yo he impugnado ha puesto al tribunal de Inquisicion y á la España; como el medio mas seguro de continuar viviendo en su gracia, y de acreditar que como hombre ha tenido sus preocupaciones, y declamado injustamente contra él.

Y asi, en virtud de todo lo ex

puesto, concluyo absolutamente diciendo que si en esta obra hubiese alguna expresion, párrafo ó capítulo que no fuesen conformes à las máximas de nuestra santa iglesia católica romana, á las de nuestro legítimo Soberano el señor don FERNANDO VII., ó á las del mismo tri- › bunal de Inquisicion, no ha sido mi ánimo escribirlos como ofensivos en manera alguna; por lo que en el momento que sea advertido, estaré pronto á enmendarlos, ó retractarme de ellos.

FIN DE ESTE SEGUNDO TOMO.

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