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de proviene que muchas veces condenámos lo pasado solo por nuestro modo de pensar presente.

De esta misma idea quiero valerme ahora para probar, que si los que hacen los cargos tan fuertes al tribunal de Inquisicion, y aun los reputan como imperdonables, consultáran bien la historia, y las razones que tuvieron los Concilios y Pontífices establecer baxo este

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mismo pie la Inquisicion y continuarla los Españoles ; no declamarian contra ella con tanta acrimonia y libertad. Y para prueba de ello entremos sin mas rodeos á proponer los cargos, y á dar satisfaccion á ellos. pal reim

El primero se reduce al sigilo tan impenetrable, que como dice el manifiesto, guarda el tribunal de F

Tomo II.

Inquisicion en las causas rigurosamente de su instituto; porque en los demas pleytos civiles no guarda tal sigilo. Mas sobre esto, como sobre otras cosas de la España, sẹ han dexado arrebatar y deslumbrar mas de lo justo los enemigos de la Inquisicion, y singularmente los extrangeros.

En la primera parte probé que la primitiva Inquisicion no tuvo origen en la España, y menos en Castilla donde Llorente mismo confiesa que no se conoció como tal rigurosamente hasta que la establecieron los Reyes católicos. Asi lo primero que ocurre à favor de la misma Inquisicion de España es que ella no fue la inventora de este sigilo tan impenetrable. Ni los que primero lo preceptuaron y sancio

naron fueron unos simples particulares, ni lo hicieron por su simple antojo y capricho; sino porque juzgaron que así convenia á la justa causa de la Iglesia, y de los estados. Fueron pues los primeros autores de este secreto los Pontífices Romanos, principiando por Gregorio IX. Y en el Concilio de Narbona del año de 1235, y otros posteriores de la misma Francia, fue donde principalmente se establecieron los cánones de Inquisicion, y de este sigilo tan impenetrable.

Casi un siglo despues se tuvo el Concilio general de Viena, no en la capital de: Austria, como piensan algunos, sino en Viena del Delfinado de la misma Francia. A este Concilio general, congregado por Clemente V. asistieron los Pa

triarcas de Alexandría y Antioquía: trescientos Obispos y Arzobispos: dos Reyes, quales fueron Felipe IV. de Francia, y Eduardo II. de Inglaterra, y aun algunos escriben que tambien estuvo don Jaime II de Aragon. Asistieron ademas otros muchos prelados inferiores, y otros varios embaxadores y oradores de otros Príncipes y Obispos prod

En este Concilio no se trató solo de la extincion de los Templarios, y de la condenacion de los hereges Beguardos, Beguinas, Dulcinistas, y Fratricelos. Tratóse tambien de otros varios puntos, y uno de ellos fue sobre el de la Inquisicion. Y sin embargo nada innovaron tantos y tan respetables padres acerca del sigilo, que por los anteriores Pontifices y Concilios le estaba man

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dado guardar á la Inquisicion. Pues el mismo Clemente V. dixo en el capítulo primero de Hereticis, de sus clementinas las siguientes ó equivalentes palabras en nuestra lengua castellana. F otras cosas que acerca del citado oficio de Inquisicion se han establecido por nuestros predecesores, y han sido corroboradas por la aprobacion del Sacro Concilio, queremos que permanezcan en toda su firmeza en quanto no sean contrarias al presente decreto.

En este decreto, pues, al paso que se dan otras instrucciones para el mejor desempeño de los Inquisidores y sus oficiales, no se reforma ni contradice el sigilo preceptuado. Despues de este Concilio general se celebraron los de Basilea, Constanza, Florencia, Pisa, y por úl

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