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DISERTACION.

En un gobierno bien constituido, ¿se de

berá zelar que la doctrina y observancia de la religion se mantengan en toda su pureza y vigor? La respuesta afirmativa á esta question es ilacion necesaria é inmediata de un axioma inconcuso entre los políticos, á saber que no ha existido jamás, ni es posible que exista reunion alguna de hombres en sociedad, que merezca el nombre de tal, sin que primero se establezca por base la creencia de la divinidad manifestada por un culto exterior, que asegurando la confianza recíproca de los ciudadanos, sea el agente poderoso que los estimule incesantemente al cumplimiento de la ley, y el freno que contenga sus apetitos particulares dentro los límites de la utilidad general. Solo á los franceses en el delirio de una revolucion, que empezó con escándalo y acabó con ignominia, estaba reservado poner en duda esta verdad. Solo en medio de los antropótagos de la convencion pudo gloriarse impunemente un Boissy-Danglas de haber desterrado del código legislativo el respeto á la divinidad, 6 de haber hecho la, religion enteramente agena de la organizacion social. Desgraciada victoria, triunfo bochornoso, si tal pudiera lamarse la temeridad de un ignorante feroz! Es

pues inegable, 6 por mejor decir, es un hecha atestiguado por la historia, y comprobado por el viagero observador, que todas las naciones del glo bo así antiguas como modernas, desde las mas civilizadas de Europa hasta los aduares errantes de la Tartaria, desde el salvage que pisa las arenas abrasadas del Africa hasta al que atraviesa á pie firme los rios elados del norte de América, se llenan de veneracion profunda á la idea de un númen superior, tienen consagrados ciertos ritos para atraerse su beneficencia y aplacar su enojo, autorizan con su mediacion las alianzas, que unas con otras celebran, poseen una religion.

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Y á la verdad ¿qué objeto mas melancólico se ha ofrecido jamás á la imaginacion que un pueblo sin Dios? La buena fé, la justicia y tódas las virtudes serían acaso para él otra cosa que unos vanos y ridículos fantasmas? ¿Podrían contener ni arredrar por un momento al atrevi do, quando apelando á la violencia y la astucia, quisiera entregarse á todo género de abominaciones y atrocidades? (1) O ¿cómo era posible que el hombre en tal disposicion die

se

valor á los derechos de sus semejantes, y los respetase como sagrados, quando ni por su propia exîstencia se creía deudor al Ser eterno, que se la habia comunicado? O mas bien quién no ¿quién no echa echa de ver que siendo las atenciones, que enlazan á los mortales con la

(1) Ciceron De nat. Deor. Lib. I. n. 2. Pietate adversus Deos sublata, fides etiam & societas humani generis, & excellentissima virtus iustitia tol

litur.

zon de las obligaciones que los unen entre sí, trastornado este primer órden de nuestros deberes, desconocida la religion que los descubre y sanciona, pasarían á ser ilusorios los principios mas irrefragables de la moral, y de consiguiente desaparecería la sociedad? Es pues indubitable que cortada por el ateismo la invisible cadena que une al género humano con el Ser de los seres, las leyes mas santas y provechosas quedarían sin energía ni autoridad, se romperían los lazos, que atan unos con otros á los ciudadanos, y el cuerpo político, despues de haber caido en una mortal languidez, y luchado por algun tiempo con los horrores de una convulsion espantosa, dexaría de existir completa disolucion.

por una

Porque ¿quién pondría diques al torrente impetuoso de las pasiones, quando para acrecentarle conspirasen á la vez los vicios todos, que lleva en pos de sí la impiedad, los quales se multiplicarían en razon del mayor número, que concurriese á formar una sociedad tan monstruosa, y de la irreconciliable discordancia de Voluntades, que necesariamente debía producir, la divergencia infinita y cada vez mayor de los intereses? El ́atéo es un egoista furioso, que cerrando obstinadamente los ojos á quantos obstáculos le ponen por delante el honor y el pudor, corre como máquina al violento impulso de sus deseos desordenados, que no tiene otra medida de sus acciones, que la extension ilimitada del bien estar individual, y que cifrando toda su dicha en los placeres del momento siempre nue

vos y siempre fugaces, no conoce mas dereche que la fuerza, ni mas valor que la temeridad. Es un enfermo delirante, que no queriendo de pender para ser feliz de los inagotables tesoros de la bondad divina, pretende en este instante saciarse con los amargos frutos, que de su cosecha le presenta el amor propio, para fastidiar se al instante despues. Es un ser aburrido é insoportable á sí mismo, pérfido y detestable á los demas, expuesto siempre á ser víctima de la desesperacion, ó de la venganza. Y si tan desagradable es el bosquejo de un hombre destituido de religion ¡ quán horroroso no había de ser el quadro, en que se pintase una muchedumbre de ellos! Tan cierto es, que una ciacion de hombres en que no hubiese interve→ nido en manera alguna el suave y poderoso ins fluxo de la religion, léjos de llamarse pueblo, sería una manada de tigres, que no harían mas uso de su libertad, que para despedazarse unos á otros las entrañas. Semejantes hombres serían verdaderos monstruos, tanto mas sañudos que los que se guarecen en las cavernas, quanto habrían degenerado de la nobleza de su primitivo ser (1).

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(1) Los literatos, que con agravio de la filosofia dan entrada en sti corazon al ateismo, aun quando por un efecto de la educacion no aprobarían los excesos, que se acaban de describir, no por esto son mas útiles á la sociedad. De ellos dice J. J. Rousseau (Emile tom. III. pág. 198 y siguientes) cuyo testimonio no puede serles sospechoso :,,la irreligion, y en general el espíritu demasiado raciocinador ó raciocinador ó filosófico hace al hombre apegado á la vida, amilana y envi

as

es la de un pais quando resplandece en su emisferio la religion! Doquiera que domina este tro benéfico la razon gobierna con mas autoridad y eficacia, porque él es quien se la comunica, la naturaleza habla y es oida con mas prontitud, porque la religion hace mas sonora y penetrante su voz, y el derecho de propiedad es generalmente respetado, porque Dios, cuya posesion son todas las criaturas, legitima con el sello de la religion los títulos, que para adquile, introduxo la sabiduría y justicia de los legisladores. Así que el hombre baxo los auspicios. de esta soberana virtud, bien se le considere en órden á las diferentes edades de la vida, 6 bien

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lece su corazon, reconcentra todas sus pasiones en el pequeño círculo del interes personal, y socava insensiblemente los mas sólidos cimientos de toda sociedad, porque es tan poco en lo que convienen los intereses particulares, que nunca podrá contrarestar la oposicion que tienen entre sí. Si el ateismo 110 hace correr como el fanatismo la sangre humana, no es tanto por amor á la verdad como por indiferencia acia el bien. Ande todo como quiera, nada le importa al pretendido sabio, con tal que se le dexe quieto en su gabinete. Sus principios no hacen morir á los hombres, pero les impiden nacer, corrompiendo las buenas costumbres que los multiplican, haciéndolos inaccesibles al amor de la especie, y reduciendo todos sus afectos á

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secreto egoismo tan funesto á la poblacion como á la virtud. La indiferencia seudofilosófica se parece a la tranquilidad del estado baxo un gobierno despótico, esto es, á la tranquilidad de la muerte mas destructora que una guerra cruel."

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