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que O'Donnell habia vuelto á urdirse de nuevo, gracias á los esfuerzos de Alcalá Galiano. Mendizabal y otros individuos de la logia titulada Taller sublime, que era la que constituia en Cádiz el centro de la conjuracion, y el 1.° de enero de 1820 fué el dia señalado para dar el grito de rebelion, proclamando como bandera el Código del año 12.

Puesto al frente de los sublevados el comandante del batallon de Asturias D. Rafael del Riego, bien pronto le secundaron los jefes de otros cuerpos y se estendió la sublevacion, aunque no con la rapidez y el éxito que se esperaba.

Sorprendida la corte con tan alarmante noticia, desplegó el rigor de la persecucion, algo calmado ya, pero no dió á aquel acontecimiento toda la importancia que en sí tenia, creyéndolo un hecho aislado como las sediciones de Laci y de Porlier.

Para mostrar el gobierno su indiferencia, ǹi aun siquiera hizo mencion de aquel suceso en la Gaceta, dejando que se abul-' tase el número de los sublevados y se exagerasen como era natural sus triunfos y osadía.

Los pueblos, cansados aun de la pasada guerra, miraban tranquilamente el lento desarrollo de la rebelion del ejército, y esta indiferencia y la estraña apatía del gobierno dieron márgen á que las sociedades secretas despertasen en las provincias los dormidos recuerdos de Constitucion y de reformas, y á que per, maneciesen con las armas en la mano por espacio de dos meses cuatro ó cinco mil hombres, que con un gobierno fuerte no habrian vivido ocho dias.

Cuando, naturalmente pasado el primer entusiasmo, la division de Riego habia quedado casi disuelta, y la de Quiroga, jefe principal de los sublevados, muy mermada por las continuas deserciones, la Coruña, el Ferrol y Vigo alzaron el pendon constitucional, imitándoles á poco Zaragoza, Pamplona, Tarragona y otras ciudades del Principado.

Hasta el mismo conde de Labisbal trató de reparar su defeccion del Palmar con otra defeccion al trono, y se insurreccionó en Ocaña con las fuerzas que el mismo Fernando le habia encomendado para sujetar á los rebeldes.

TOMO I.

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La nacion iba tomando otra vez el aspecto de 1808 con sus juntas, sus motines y sus preparativos de defensa.

Atemorizada la corte, aturdido Fernando, desmayados los ministros, conocieron todos ellos sus desaciertos é impotencia, y trataron de halagar á la revolucion, tan necia como imprudentemente provocada.

Con fecha de 6 de marzo de 1820 publicó Fernando el siguiente decreto, creyendo que con él calmaria los ánimos y podria alucinar como en 1814 á la macion.

Decia así:

"Habiéndome consultado mis Consejos Real y de Estado lo conveniente que seria al bien de la monarquía la celebracion de Córtes; conformándome con su dictámen, por ser con arreglo á la observancia de las leyes fundamentales, que tengo juradas, quiero que inmediatamente se celebren Córtes; á cuyo fin el Consejo dictará las providencias que estime oportunas para que se realice mi deseo, y sean oidos los representantes legítimos de los pueblos; asistidos con arreglo á aquellas de las facultades necesarias; de cuyo modo se acordará todo lo que exige el bien general, seguros de que me hallarán pronto á cuanto pida el interes del Estado y la felicidad de unos pueblos que tantas pruebas me han dado de su lealtad, para cuyo logro me consultará el Consejo cuantas dudas le ocurran, á fin de que no haya la menor dificultad ni entorpecimiento en su ejecucion. Tendreislo entendido y dispondreis lo correspondiente á su puntual cumplimiento. Palacio 6 de marzo de 1820.>>

Pero los españoles de 1820 conocian ya el voluble y solapado carácter del monarca, y la dolorosa esperiencia de seis años no podia borrarse de la imaginacion de los pueblos con ofertas sino con obras.

La insurreccion de Ocaña en que, como en otras, se proclamó solemnemente la Constitucion de 1812, fué una chispa eléctrica que conmovió al pueblo de Madrid, cuya guarnicion, escasa ya por sí, estaba ademas minada por los agentes de las logias.

Los corrillos de costumbre en la Puerta del Sol, en las gradas de San Felipe y en la plaza de Oriente con su agitacion y amenazador aspecto; los conciliadores consejos del general Ballesteros, consultado en tan crítico trance; las abultadas noticias, que á los oidos de Fernando llegaban sobre una sublevacion próxima á es

tallar entre los batallones de la guardia real; todo contribuyó á aumentar el pánico de la córte, y á intimidar al monarca, que al amanecer del 7 de marzo firmó el siguiente decreto, restableciendo sin condicion alguna la Constitucion de Cádiz, cuando Riego habia disuelto su columna á causa de los reveses y deserciones, y Quiroga se hallaba bloqueado en la Isla, próximo á capitular. El decreto decia así:

«Para evitar las dilaciones que pudieran tener lugar, por las dudas que al consejo ocurrieran en la ejecucion de mi decreto de ayer, para la inmediata convocacion de Córtes, y siendo la voluntad general del pueblo, me he decidido á jurar la Constitucion, promulgada por las Córtes generales y estraordinarias en el año 1812. Tendreislo entendido y dispondreis su pronta publicacion.—(Rubricado de la Real mano.)—Palacio 7 de marzo de 1820.

De este modo tan vergonzoso para el monarca, que no supo ni pudo presentar la menor resistencia á la revolucion, terminó la época de la dominacion absoluta de Fernando VII, gérmen de guerras civiles, de revueltas populares y de desgracias sin cuento.

Acaso no haya otra época en la historia de los reyes de España, esceptuando las de usurpaciones y minorías, que pueda compararse con la que ligeramente acabamos de describir en la absoluta falta de gobierno.

Fatal, intolerable era la de Cárlos IV; pero allí el trono, aunque ocupado de hecho por un valido, daba de vez en cuando algunas señales de vida en la esfera de las reformas y de la administracion, y sobre todo, si no gobernaba con acierto no perseguia con saña.

Pero en el período de 1814 á 1820, ni hubo gobierno de ninguna clase, ni siquiera monarquía absoluta. Comprendemos que el absolutismo monárquico es la gestion de los negocios públicos, sin traba, sin sujecion, sin responsabilidad alguna; la voluntad libre y omnimoda de una persona para legislar y gobernar.

El absolutismo en ese caso, ilustrado y justamente ejercido, puede ser y ha sido en ciertas épocas y en ciertos paises sumamente beneficioso á los intereses y prosperidad de los gobernados, convirtiendo la monarquía en una casa; al monarca en un padre. Pero cuando un rey absoluto ni gobierna ni legisla, sino que rei

na y manda, despótica y caprichosamente, como Fernando en aquella época, ya su reinado no es una monarquía absoluta; es sí, una dictura; una tiranía que no tiene nombre.

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A merced el gobierno de los seis años de las pasiones y caprichos, del monarca y de las venganzas y ambiciones de los cortesanos, abandonado completamente á la Providencia el destino del pais, el hundimiento de Fernando era inevitable y próximo; porque ni los vicios políticos se eternizan en el gobierno de las naciones, ni la Providencia protege á los gobernantes que no hacen nada por su parte para que se les muestre benéfica y protectora.

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Lástima para España que, en los tiempos acaso en que mas necesitaba un gobierno prudente, ilustrado y protector, á cuya sombra pudiera repararse de sus recientes fatigas y desastres, y bajo cuya sabia direccion se desarrollasen los productores y abun dantes germenes de la riqueza nacional, tan envidiados siempre de los estranjeros, y tan descuidados y mal esplotados por los españoles, tuviese á su frente un rey de las condiciones de Fernando, y unos políticos, que muchos parecian buscados á propósito para hundir á la nacion en el polvo de la decadencia y el desprestigio.

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Siempre los fautores de las revoluciones se esfuerzan en justificarlas con las provocadoras demasías del poder. Esto, que generalmente suele ser un velo en que envuelven los conspiradores su conciencia para ocultar á los ojos del vulgo sus asquerosas ambiciones, fué en parte una escusa fundada en 1820, en que el desgobierno, el malestar y los desmanes del favoristismo llegaron á su apogeo; favoritismo repugnante y odioso que, engendrado por el capricho, moria pronto á manos de otro capricho nuevo, como sucedió con el apasionado realista Ostolaza, desterrado á Murcia, y el intrigante y vano canónigo Escoiquiz, que cuando menos lo esperaba cayó de las cumbres de su privanża para ir desterrado á Andalucía.

El favoritismo bajo y rastrero de que se rodeaba el monarca, representado por la famosa camarilla, fué el cáncer venenoso que gangrenó la monarquía en los seis años; y al paso que aquellos

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innobles favoritos halagaban las pasiones de su amo, precipitando al gobierno en la senda del despilfarro, servian de rémora con su influencia á las pocas medidas de templanza y buena gobernacion que se proyectaban, desvirtuando por envidia á los que intentaban practicarlas, y arrojándolos del poder por medio de sus intri gas y calumnias.

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Las infundadas caidas y destierros de los ministros Echevarri, Cevallos, Ballesteros, Garay, Pizarro y Figueroa, personas, algunos de ellos, de conocimientos y aptitud y útiles en otra clase de gobierno, prueban por sí la caprichosa politica de Fernando y la nociva influencia en los negocios públicos y las malas artes de los favoritos.

Con un poder ilegal y secreto, en pugna siempre con el público poder de los ministros, era imposible de todo punto la dominacion de Fernando, cuyo prestigio personal habia decaido notablemente entre las mismas turbas populares, antes sus apasionadas y encomiadoras.

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Por eso sucumbió á la primera acometida formal de los constitucionales, que pudo sofocar fácilmente en su origen con un gobierno medianamente organizado. Pero acobardado en los primeros momentos, abandonado en tan angustioso trance de sus mismos favoritos y consejeros, cayó sin gloria y con harta mengua del trono á los pies de la revolucion, proclamada por mos pocos y tolerada por la nacion; indiferente y descontenta por la conducta de su rey.

Ocurren ciertos fenómenos en política, que no se comprenden en el órden natural. Es un hecho constante en la historia de las revoluciones que, cuanto mas despótico, mas arbitrario, mas violento es el poder en tiempos normales, tanto mas débil, mas cobarde y mas apocado se muestra cuando le combate frente á frente la revolucion. Por el contrario; son mas tenaces, mas firmes, mas resistentes los gobiernos tolerantes y justos, cuando se les ataca con violencia.

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¿En qué consiste ese fenómeno? Es qué la conciencia acusa y desanima á los primeros y aconseja y alienta á los segundos? ¿Es qué la revolucion es mas irresistible, cuando combate apoya

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