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consigo y que los atrasos de la ciencia política disimulaban ó consentian.

Pero hoy que esa ciencia va perfeccionándose con rapidez, merced á las lecciones de la historia y á los consejos de la filosofia; hoy que los partidos, hasta los mas estremos, conocen y confiesan que es una necesidad de las modernas sociedades el gobierno representativo, solo queda por resolver un problema, el mas complicado y difícil; el problema cada dia mas embrollado de la aplicacion de ese gobierno.

Tres partidos se disputan con encarnizamiento la gloria de resolverle. El absolutista ilustrado, el demócrata y el monárquico constitucional, fervorosos representantes respectivamente de la autoridad, de la libertad y del órden, ó mas bien, de lo pasado, de lo porvenir y de lo presente.

Siendo el bello ideal del primero la restauracion de las anguas Córtes de Castilla, dirigense sus esfuerzos á cercenar los derechos y garantías populares en pro de la regia autoridad

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de la influencia social de las clases acomodadas, harto mermadas ambas por el espíritu nivelador del siglo XIX.

Al tratar de la historia de las monarquías absolutas, hemos puesto de relieve los funestos resultados de esa concentracion de poder, de esa exagerada autoridad tan útil y provechosa en tiempos pasados, como innecesaria y peligrosa en los presentes.

Pero la escuela absolutista, que retrocede naturalmente tanto cuanto la reforma liberal avanza, temiendo los delirios de la falsa filosofía, apóyase en los recuerdos de la tradicion, y crec, con mucho acierto, un mal menor, un peligro menos temible, el establecimiento en España de un gobierno monárquico absoluto, pero templado y sensatamente progresivo, que el entronizamiento del principio liberal exagerado,

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origen siempre en la sociedad de inquietudes y desgracias.

No por odio al gobierno representativo, sino mas bien por desconfianza de buenos resultados en su aplicacion, retrocede la escuela absolutista hasta un peligroso estremo, cuyo retroceso, á poderse realizar, traeria consigo el suicidio de ese mismo poder monárquico que tan impremeditadamente trata de enaltecer y vigorizar.

Tan cierto es esto, que reconociendo, como no puede menos de reconocer la escuela absolutista, que el principio de la representacion nacional, ó sea de todos los elementos constitutivos, es una imperiosa necesidad que los adelantamientos del siglo y las circunstancias de la Europa han originado, procura quitar á la práctica de ese gobierno cuanto tiene de hipócrita, de falso y de trastornador.

En una palabra; quiere unas Córtes que sean Córtes, y un rey que sea rey, como dijo elocuentemente en cierta ocasion el Sr. Aparici y Guijarro, ilustrado defensor de esa escuela; quiere que todas las cuestiones político-sociales encuentren soluciones católicas, en lugar de resolverse por la filosófía moderna, que es el delirio de la inteligencia, ó por ese corruptor utilitarismo, que es el verdugo de la moral.

La escuela absolutista-moderada con un poco mas de confianza en el porvenir, con menos apego á lo pasado, con alguna mas tolerancia para lo presente, podria aproximarse algo á la verdad del gobierno representativo, ser un dique insuperable á la revolucion, y contribuir á la definitiva organización política de España sobre las bases, mejor hermanadas que hasta ahora, de la religión, el trono y el pueblo.

Polo opuesto de la anterior, la escuela democrática se olvida completamente de lo pasado por apoderarse de lo porvenir.

El desarrollo de todas las libertades es su objeto; el principio de la soberanía popular su dogma.

¿Pero qué mote es el que graban en su escudo los demócratas para realizar sus aspiraciones?

¿Quereis la república demócrata de Atenas, ó la república mista de Roma? No.

De seguro no querreis desenterrar la forma de aquellos gobiernos, porque si teneis prevision, temereis que os ahogue como á los atenienses el borrascoso mar de la ignorante plebe, ó que os desacredite y despedace como á los romanos la venganza de las facciones.

¿Deseais, por ventura, parodiar en nuestro suelo la república antisocial y desorganizadora de Francia en 1793, siguiendo el sistema de Marat, que considerando al hombre como un obstáculo para el desarrollo de su gobierno lo suprimia?

¡Oh! No. Tampoco podeis querer eso; porque si teneis conciencia, huireis espantados ante el abismo de ese recuerdo, ante ese horrible fantasma, que aun perturba los sueños de la Europa, ante ese monstruo de los siglos, á cuya memoria se estremece de horror la humanidad entera.

¿Será tal vez vuestro sueño dorado la forma republicana de los Estados Unidos?

Eso seria poneros en contradiccion con el sistema de igualdad, de libertad y de fraternidad que venis proclamando, porque vosotros apeteceis, al parecer, una república de ciudadanos, y allí hay una oligarquía de ricos; quereis á todos los hombres libres, y allí la ley permite los esclavos y autoriza á sus dueños á quemarlos vivos; deseais someter todas las discusiones al imperio de la razon, y en aquellas asambleas legislativas, en aquellos jurados populares son razones el im

properio y la amenaza, y aun suele discutirse con los puños. Vosotros, en fin, soñais, segun decis, con una masa de republicanos instruidos, virtuosos y organizados, y la república que os sirve de modelo, solo es una congregacion de aventu reros, de egoistas y esplotadores, sin otra ley que su capricho, sin otro Dios que el oro.

¿Pero si por miedo ó por conveniencia rechazais las formas republicanas, bajo qué forma pensais gobernar nuestra nacion? ¿Acaso bajo la de una monarquia meramente democrática? Y en ese caso, ¿qué será el rey entre vosotros? Un adorno ridiculo, que debe suprimirse, y vuestro gobierno popuar una república vergonzante, que no debe sostenerse.

El trono en los gobiernos exageradamente populares, despojado de su brillo tradicional, de esa sancion que da prestigio á las leyes y autoridad á los actos del poder ejecutivo, ademas de superfluc es perjudicial, porque solo sirve para encubrir con un manto de púrpura la corrupcion de los partidos dominantes; porque solo sirve para dar protectora sombra á la dictadura ministerial ó al despotismo parlamentario.

Se ha dicho, y es una verdad innegable, que la república seria la mejor forma de gobierno, si los hombres fuesen ángeles. Pero como los hombres son hombres, de ahí el que ese gobierno haya sido siempre perjudicial y funesto, porque es un imposible.

Indudablemente el sistema democrático tiene sobre los demas la ventaja de que, en fuerza de ser antiguo, aparece como nuevo, y por lo mismo va rodeado de ese seductor en

canto que acompaña a todo lo desconocido.

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Fundadó en el humanitarismo, con aspiraciones al com

pleto desarrollo, á la omnipotencia de la personalidad, al su

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premo desenvolvimiento de todas las libertades, á la soberania ilimitada del yo satánico, deslumbra á muchos hombres reflexivos, sobre todo á las crédulas muchedumbres, y es mas seductor que los demas sistemas, porque ofrece la felicidad general, procurando la perfectibilidad de las sociedades.

Por eso son fascinadores todos sus principios, bellas y sublimes sus formas de estilo, arrebatadoras sus máximas de gobierno.

Mas, como ya dijimos que los hombres no son ángeles, resulta que, al ensayar tan angelical sistema, todo sea en él vaguedad, confusion, utopía, delirio.

Nunca, como al establecerse un gobierno popular, pueden repetirse mas oportunamente aquellos célebres versos: • lástima grande

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que no sea verdad tanta belleza.»

Es ademas una manía, neciamente generalizada, que solo la democracia, ó sea el sistema popular, puede traer á la esfera del gobierno la práctica de todas las virtudes políticas y sociales; que solo ese partido puede realizar en el poder esa felicidad apetecida, esa perfectibilidad social tan decantada.

¡Error! ¡Vanidad de escuela! ¡ Cálculo político !.

¡Pues qué! ¿son acaso de otra raza mas perfecta y su perior los demócratas?

¿No son hombres tambien y tienen como tales los mismos defectos, las mismas debilidades, los mismos vicios que los constitucionales y absolutistas?

Las virtudes, la aptitud, el talento que suponen en un presidente de república ó en un cónsul, ¿no pueden poseerlos tambien un monarca absoluto ó un rey constitucional?

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