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¡Qué mal comprenden la humanidad los que con tal esclusivismo, con tal mezquindad la juzgan!

Las grandes ideas, los sentimientos nobles, ¿son por ventura patrimonio de algun hombre, de algun partido, de alguna raza?

Mas ya estamos oyendo la contestacion.

• No sostenemos, se nos dirá por los demócratas mas ilustrados, semejante absurdo, tan insensata doctrina. Pero bajo el sistema democrático será menos peligrosa la tirania del poder, porque su ejercicio es temporal y pasajero, y puede evitarse mas fácilmente porque es electivo.

Tambien en concepto nuestro es ese otro error.

Por lo mismo que el jefe de una república debe su encumbramiento á un partido, que rara vez suele ser la mayoría legal y verdadera, tiene precision de halagar á sus adeptos, de repartir entre ellos ese mismo poder supremo, en perjuicio de los demas, para que lo sostengan ó lo reelijan. ¿No nos enseña eso la historia de todas las repúblicas antiguas y modernas?

La facilidad de llegar al poder por la eleccion ó mas bien por la aclamacion de los mas osados, pues las masas nunca eligen, ó por los votos de las asambleas constituyentes, ¿no despierta é irrita bastardas ambiciones, que conmueven al desarrollarse los cimientos mas profundos del órden y de la libertad?

Ahora bien. Comparando formas y hechos, con la historia en la mano, ¿no seria fácil tarea defender las ventajas de la monarquía sobre la república, siendo aquel un poder estable, como hereditario, y á cuya posesion solo pueden oponerse mas o menos legalmente limitadísimas personas?

Por lo tanto que la monarquía es un poder de derecho y

no de casualidad, invariable y no pasajero, heredado y no recibido, debe y puede ser mas independiente, mas imparcial, mas justo y mas beneficioso para todos.

Perteneciendo hoy el imperio del mundo á la inteligencia y á la virtud, no á la fuerza del derecho de los reyes, ni al derecho de la fuerza de los pueblos, el mundo será de la democracia cuando la democracia conquiste el mundo con su virlud y su inteligencia, como pueden conquistarlo igualmente con esas nobles armas la escuela absolutista y la monárquico-constitucional.

En el magnífico palenque de la inteligencia y la virtud se parte el campo por igual, y Dios, juez imparcial del torneo, premia con el lauro del triunfo al merecedor, no al poderoso.

Si quereis, pues, conquistar ese laurel para adornar la frente de la democracia, ilustrad antes á las turbas populares, moralizándolas, y decidles solamente á los que las forman que sean los mejores, olvidándose de que son los mas. Hacedles ver que la mas elevada aristocracia es la del talento, y el título de honrado y virtuoso el mas digno de consideracion en las sociedades civilizadas.

Y en vez de irritar los groseros instintos de la plebe sembrando entre sus incautas y sencillas masas la ambicion de una rápida fortuna y el odio á las altas clases, aconsejadle la obediencia á las autoridades constituidas, el amor al trabajo, la práctica de las virtudes sociales, la morigeracion de las costumbres, el estudio de las artes y de las ciencias. En una palabra; haced republicanos antes de hacer repúblicas.

Predicad al pueblo sus deberes cuando proclameis sus derechos, porque el pueblo que se cree soberano, con la pretension de mandar y de no obedecer, dice el profundo filósofo :

y eminente publicista Donoso Cortés, si al hacer uso de esa soberanía, escribe hoy la tabla de sus derechos con tinta, la borrará mañana con sangre.

Perded, por último, la manía de creer que solo vosotros quereis y buscais la libertad y el progreso.

Nadie que sea cristiano, que esté medianamente civilizado, deja de desear para sí y sus semejantes el progreso y la libertad, porque el cristianismo es desde su aparicion en el mundo ley de libertad y de progreso, y la civilizacion no es otra cosa que el progreso y la libertad.

Si; los demas partidos quieren tambien la libertad, pero no la licencia; la igualdad civil, no la social, la igualdad del derecho y del deber, la igualdad evangélica, que es la igualdad de las igualdades.

Si; los demas partides buscan tambien el progreso necesario, ordenado y racional, pero no el progreso inútil, atropellado y destructor; progreso que reforme sin destruir, que repare sin arruinar.

Los reyes se van y los pueblos se acercan; repiten á cada instante los incansables innovadores, ó mas bien, trastornadores de las modernas sociedades.

Esta es una verdad innegable: pero son los reyes absolutos, los monarcas de derecho divino los que abandonan la escena política, y los pueblos constitucionales los que los reemplazan.

Lo que se hunde en el abismo de la historia, en el sudario del olvido, en la tumba de lo pasado es el absolutismo de la edad media con sus abusos, sus odiosos privilegios y su soberbia tradicional; es el despotismo real, hijo de la conquista, quien deja su puesto à la monarquía constitucional ilustrada, justa y niveladora, al gobierno representativo, hijo de la conveniencia y la discusion.

Los que se acercan no son esos pueblos desmoralizados, ignorantes y viciosos que piden armas y derechos á la sociedad en vez de pedirle instruccion y trabajo, sino esos pueblos inteligentes y morigerados, esa mesocracia ilustrada y virtuosa, que funda sus nobles ambiciones en la honradez y en el talento.

Vamos á poner término á esta larga introduccion, ocupándonos brevemente del partido monárquico-constitucional, encargado de poner en práctica los principios armonizadores del gobierno representativo.

Combatido á la vez desde su orígen por los partidos estremos, para defenderse ha tenido que aliarse alternativamente con uno y con otro, ya mermando las prerogativas del trono, ya cercenando las franquicias populares.

Esta necesidad de la propia conservacion ha hecho del partido constitucional un partido de circunstancias, sin principios fijos, sin organizacion uniforme, sin sistema de gobierno bien combinado.

Natural resultado de su anómala vida, de su infecunda dominacion, es esa division que paraliza sus fuerzas, ese descrédito que lo agobia, esa postracion que lo mata.

¿Será tal vez que el gobierno representativo es infecundo para el bien é incapaz de organizar la sociedad española sobre bases sólidas y duraderas?

Ese sistema no es falso, como sus enemigos suponen. Es que está bastardeado, viciado, pervertido por sus partidarios mas ardientes.

Es que los constitucionales moderados y progresistas, liberales y conservadores, no han sabido, no han podido ó no han querido hermanar los elementos de poder social que constituyen esa forma de gobierno, y han rodeado las prácticas

TOMO I.

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representativas de hipocresía ó de violencia, de iniquidad ó'

de farsa.

Es que el partido conservador, centralizándolo todo, ahoga la accion individual; y el radical liberalismo, por el contrario, exagerando la descentralizacion, introduce el caos en el órden administrativo, la confusion en el órden político, la anarquia en la sociedad.

Y todo consiste en que ninguno de los partidos medios está en el sitio que le corresponde; ninguno obra en la esfera de accion que le está trazada.

El progresista, proclamando todas las libertades, todos los derechos, una sola cámara, una descentralizacion completa, una milicia popular, un municipio omnipotente, la abolicion del veto, y como fórmula de todo, la soberanía nacional, no es otra cosa que la democracia; especie de república con el disfraz de monarquía constitucional.

Del mismo modo el partido moderado, restringiendo cuanto puede la libertad, falseando las formas representativas y fundando su gobierno únicamente en el principio de autoridad, no se diferencia mucho del partido absolutista templado, que tiene sobre él la ventaja de proclamar ese mismo sistema con franqueza y resolucion.

Todo consiste como vemos en la violencia de las prácti cas constitucionales, en el abuso, no en el uso del gobierno representativo.

Por eso aconseja Campoamor en su ingeniosísima y pintoresca obra del Personalismo, que es menester no dar un derecho á quien necesita un bozal, ni dar un bozal á quien necesita un derecho. »

No deja de contribuir tambien á ese estado de escitacion contínua en la política española y de descontento en los par

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