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do por Juliano en el imperio se vió de un todo destruido: el culto gentilico se fué desterrando: la Deidad que dijo á Creso penetraba la region del silencio, fue penetrada del silencio mismo. Un candado eterno cerró sus labios, y los augures, auríspices y ministros de la supersticion pagana dejaron de seducir los pueblos. Ya no hai mas religion que la cristiana. Dios burló los proyectos de los reyes y príncipes romanos que se ligaron contra Cristo. Desde lo alto de los cielos les habló en el dia de su furor, los conturbó, los dispersó, y rompió su imperio como si fuera un vaso de barro frágil.

Del setentrion vienen los godos, hunos, alanos: unas naciones bárbaras conquistan la Alemania, la Italia, la Francia, la España: en pocos años reducen el imperio de Roma á las provincias de Asia. Del mediodia se sublevan los vándalos, los persas, y atacan el imperio de Oriente, y le hacen tributario. Roma deja de ser la señora del mundo porque habia perdido la virtud, perseguido el evangelio, dado muerte á los cristianos. Sus conquistadores abjuran los cultos profanos, se someten á la fe, y son los mas sumisos hijos de la Iglesia. Los pueblos les obedecen fieles, siendo buenos cristianos. Cuando despues siguieron los escándalos de sus antepasados, tuvieron la misma suerte. Otros pueblos se suscitaron contra ellos, y Dios los puso en sus manos.

La Alemania, la Francia, la Italia deponen unánimes las justicias de Dios sobre los reyes y príncipes, que despues de los romanos perdieron sus reinos por haber perseguido la Iglesia, y declarádose contra sus verdaderos cultos. Nuestra España está á la vista, y su historia nos habla. Consúltese, y se verá con admiracion, cuando perdieron su imperio los godos y demas pueblos que la dominaban.

Recaredo habia abjurado el arrianismo, y échose padre de la patria por sus virtudes. Bajo su imperio el estado conquistó la Galia Narbonense, y la religion llegó á su mayor auge. Los concilios de Toledo regularon las

costumbres, el culto, la fe. La España era la mas feliz provincia de la Iglesia romana. La que antes estaba siempre inquieta, dice el gran político Saavedra, luego que depuso los errores de Arrio, abrazando todos la religion católica, vino á ser la mas pacífica (1).

Resfrióse la piedad de sus príncipes, comenzaron los escándalos públicos á turbar la paz, la relajacion llegó á lo sumo en tiempo de Witiza. En los primeros dias de su reinado fue un príncipe amable, padre de sus pueblos, pero luego que sus lascivias oscurecieron su razon, luego que hizo participar al clero de sus escándalos, luego que llegó al colmo de sus males, despreció la autoridad de la Iglesia, desobedeció al papa, y mandó que la España no le obedeciese. Llamó á los judíos, y opuso á los cristianos los primeros enemigos de su cruz. Los pecados de la España irritaron la ira de Dios contra su rei y contra los vasallos. La espada de la guerra intestina va á vengar los ultrajes del santuario. Las provincias se sublevan contra el soberano. Los hijos del desgraciado Favila acométen á Witiza, y hacen morir á aquel príncipe afeminado. La sangre de los españoles corre por la España derramada por ellos mismos... Dios es el que la castiga.

Los escándalos siguen : los desórdenes se repiten: el matador de Witiza no escarmienta con los horrores pasados. Don Rodrigo hijo de Favila sube al trono de la España, y cómplice en los desórdenes de Witiza se ve arrojado del trono, privado de su imperio por los árabes, muerto por sus alfanges, y trasladado su cetro á otras. manos. Dios pesó las iniquidades de estos reyes::: la balanza de su justicia no halló en ellos sino escándalos contra la Iglesia y contra Cristo, les privó del mando, transfirió su corona á otros, y la mayor parte de la España entró á gemir bajo el yugo de los mahometanos.

La nacion iba á ser otra Sodoma, á no haberse interpuesto la piedad de unos príncipes justos, que diesen á

(1) Empresas politicas. La 24. Tom. 1. pag. 228.

Dios su culto, y le desagraviasen de los insultos pasados. Pelayo, nieto de Chindasvinto, vuelve por las glorias de la religion y del estado, y hace renacer en medio de la Asturia el imperio de la fe, y el reino de la España. En razon de su virtud estan los triunfos que alcanzó de los enemigos de su trono, y de la religion cristiana. Ramiro siguió su piedad y sus egemplos. Alfonso de Castilla imitó las virtudes de los mejores príncipes católicos, y puso las medias lunas bajo de sus plantas. La santidad en fin de los Fernandos é Isabeles borró de un todo la ignominia de este reino,

La España volvió á ser libre y feliz, luego que sus reyes y sus pueblos aplacaron las iras de un Dios, reformando sus costumbres, y dándose al cultivo de la religion cristiana.

Pudiera estender mi raciocinio por todo el orbe cristiano. La Inglaterra, la Polonia, la Holanda, la Fran cia, la Alemania, dó quiera ha estado la fe de Jesucris

ínterin su moral y preceptos han sido obedecidos por los reyes y sus súbditos, el estado se ha visto floreciente, sus enemigos han sido humillados, vencidos. La historia general testifica estos hechos. Los siglos XVI, XVII y XVIII abundan de testimonios de esta clase: ellos no admiten la menor duda.

Los tronos vacilan mas ó menos á proporcion de como los errores y escándalos se disminuyen ó se aumentan. Dios que trajo de los cielos á la tierra su religion divina para hacer la felicidad de la especie humana, no puede menos de castigar á los que la persigan, y premiar á los que la acatan. El cielo, la tierra, el mundo todo perecerá, y la palabra de Dios, su evangelio, su fe, su religion santa durarán por todos los siglos. A ella sola está vinculada la paz de los reinos, la seguridad de los tronos, las vidas de los monarcas, la prosperidad de los estados, el bien general de los pueblos.

¿Por qué, pues contra una demostracion tan clara, al cabo de diez y ocho siglos que se estan repitiendo tan ter

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ribles verdades, brama: las gentes (al modo de los brutos fieros) contra Cristo, y los puevius melliton plates quiméricos contra su religion santa (1)? ¿Cómo en nuestros dias algunos reyes y principes de la Europa se han coligado en un proyecto comun contra Dios, y contra su Cristo ó su vicario en la tierra (2)? ¿Con qué justicia la Francia, la Alemania, la Italia, hasta la fiel España han concurrido á destruir la Iglesia de Cristo cada una á su modo, con el plan general de reformarla?......

y con

¡Ai! La filosofia volvió á entrar en los palacios de los príncipes. Los malos libros franceses y sus agentes la introdujeron en las cortes y los pueblos: los filósofos de la Francia sirvieron de maestros á todos los ministros sejeros de los soberanos: á la vez se enseñó en toda la Europa, que la religion Cristiana tenia mil abusos, que la vigilancia de los principes debia corregirlos, que la supersticion de los pueblos mantenia á la direccion de los obispos y papas la disciplina de la Iglesia, y que los reyes estaban desfalcados de sus derechos por la religion que los predicaba, sostenia y daba la sancion mas firme y mas estable. He aqui renovada la guerra de los primeros siglos contra Cristo por los mismos reyes de la tierra, que la filosofia llegó á engañar, encadenándolos al carro de sus

triunfos.

Seducidos los pueblos y sus soberanos por la infernal filosofia de la Francia, dijeron en alta voz: rompamos los vínculos (3) de los sacerdotes, obispos, papas; estos vínculos que ligan á los pueblos con sus curas, con sus obispos, y con la cabeza de la Iglesia: vínculos que hacen de los monarcas y de los vasallos un solo cuerpo, por la unidad de la fe, de los sacramentos, y de la doctrina santa. Rotos ya los vínculos de la caridad y de la fe, separados los cristianos, abandonado cada uno á sus pasiones,

(1) ¿Quare fremuerunt gentes, et populi meditati sunt inania? (2) Astiterunt reges terrae, et principes convenerunt in unum adversus Dominum, et adversus Christum ejus.

(3) Disrumpamus vincula eorum.

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á sus sentidos réprobos, para quitar el torcedor de sus conciencias y de sus almas, algunos príncipes y pueblos clamaron arrojemos de nosotros el jugo del evangelio (1), no nos sometamos á sus leyes, persigamos el ministerio de sus sacerdotes, acábese ya este ascendiente, que sobre príncipes y sobre vasallos, sobre pueblos y naciones ha ejercido la religion cristiana. ¡Qué alarma tan terrible!

Esta voz de guerra general contra Jesus y contra su religion se oyó la vez primera de los judíos. Los emperadores romanos Neron, Maximino, Domiciano, Maxencio la repitieron en Roma, en Alejandría, en Constantinopla, en todo su imperio, y millones de cristianos murieron al filo de la espada. Sucesivamente se ha oido de siglo en siglo, y á su eco ha tenido que huir á otros paises la religion cristiana, dejando envueltos en guerras, y en horrores los pueblos y provincias que la agraviaban. A mediados del siglo último volvieron á resonar con mas estrépito en el centro de la Europa: rompamos los vínculos de la religion Cristiana, y arrojemos lejos de nosotros su yugo. ¡Ah!......

Dios y el hombre, el cielo y la tierra, los muertos y los vivos, los ángeles y los demonios dieron el testimonio mas auténtico de la divinidad de Cristo y de su religion. Jesucristo llevó tras sí todas las cosas luego que murió por el hombre en la cruz (2). Los sabios y los ignorantes, los pueblos y los soberanos, las naciones todas del mundo se postraron ante la cruz de un Dios Redentor, y adoraron su religion. Mas de cuarenta siglos que precedieron á Jesus, y diez y nueve que han corrido despues se reunen para decir á los que viven en éste, que el evangelio y su moral, que la fe y la religion del cristianismo es la sola que santifica al hombre, fija sus esperan

(1) Projiciamus à nobis jugum ipsorum.

(2) Si exaltatus fuero à terra omnia traham ad me ipsum. Joan. Evang. cap. 12. v. 32.

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