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nos, facultaron á todo hombre para que imprimiese y publicase sus pensamientos, sin que se le pudiese castigar hasta que le delatasen, se supiese quién era el delator, y la junta le censurase cuatro veces, dos la junta provincial, y otras dos la junta suprema. ¿Qué importa que la lei diga que esta libertad es únicamente política, y que nadie escriba contra la religion, si algunos diputados lo ha cian, las córtes lo disimulaban, y en el caso que uno saliese á la defensa de la justicia, era al instante perseguido? ¿dejaria alguno que pudiese seguir la línea trazada por el gobierno de insistir en ella, y caminar á la par del magistrado? ¿Habria muchos que se opusiesen á las inicuas leyes y á sus autores, al poder y á su tirania? ¡Ah! No faltaron buenos españoles que trabajaron incansables por la religion y por la patria; pero fueron muchos mas los que siguieron el torrente impetuoso de las malas doctrinas. Hablo de la multitud de escritores y escritos que desde el año de 10 hasta el de 14 aparecieron en la península. En razon de los escritos que se publicaban estaban las tinieblas que nos envolvian. Las luces que se difundian eran como las exalaciones nocturnas, no servian mas que para mirar con espanto los males que nos rodeaban, dejándonos deslumbrados, mas espuestos al precipicio.

Cadiz tuvo época de contar quince periódicos. De estos doce eran sectarios de las nuevas doctrinas. En todos, de uno ú de otro modo se hablaba contra la religion. Infinidad de escritos se publicaron en los cuatro años; en casi todos se sostenia el proyecto de reformar la Iglesia, destruyendo la disciplina. Estos escritos, al modo de las partidas de guerrilla, fogueaban sin cesar á los amantes de la religion: registraban los papeles que la defendian, los contestaban ridiculizando, y como si tuviesen el campo por suyo, daban por supuesta la victoria, y entonaban los cánticos de sus triunfos ¿Cuántas veces un escrito el mas sólido no mereció de ellos sino el chiste, la bufonada, la irrision?:

Desde el principio no parece intentaban los facciosos

ra que

mas que innovar la religion. La imprenta casi no tenia otro uso mas que, ó acometerla ó preparar los ánimos pala llegasen á reformar. En esto se trabajó sin cesar. Predicaron córtes para regenerar la nacion; y lo lograron al fin. El Conciso salió á la palestra, diciendo sus utilidades, su absoluta necesidad. Los efectos nos demuestran para qué fue. Intentaron la libertad de imprenta, para que ella reuniese armas contra la Iglesia; al instante salieron cuatro editores del Conciso, publicando que ya era feliz la nacion solo con proyectarlo. La prensa lo allanó: ella se hizo su apologia, y ella misma se autorizó.

Era indispensable para el trastorno de la España una constitucion que autorizase las nuevas instituciones, conformes á los principios políticos que en ella se adoptasen. El Conciso, los diputados, varios escritores publicaron sus proyectos, cada uno el mas descabellado. El pueblo se alucinaba con tanta multiplicidad de escritos: al fin ele gia lo peor.

Fue necesario sostener la constitucion en los pueblos, aplaudirla, victorearla. D. J. G. imprime su oracion apologética de la constitucion en Valencia. El amante de la constitucion en Cadiz, la Minerva constitucional en Málaga, el loco constitucional en Granada, la constitucion vengada, los catecismos de la constitucion en Cadiz, Madrid, Málaga y Córdoba, tomaron el empeño de plantarla. Los redactores, concisos, diarios mercantiles ayudaron á la obra. En todos estos folletos se inculcaban las nuevas leyes, al paso que directa ó indirectamente se deprimia la religion y el santuario, la moral y sus ministros, todas las instituciones santas. De esto sirvió la imprenta: solo sus males corrieron por la España: sus luces, sus utilidades, sus adelantos, nada de esto hubo. La imprenta fue el arsenal de toda arma contra la Iglesia, sus usos y sus prácticas.

Convino al proyecto de reformar la Iglesia quitar la Inquisicion para que ésta no velase sobre los malos escri tos: desde el principo de las córtes comenzaron los dipu

tados á hablar contra ella: los escritores de la faccion multiplicaron sus escritos contra este tribunal santo, dando á la luz pública en los redactores, concisos, diarios mercantiles, multitud de artículos comunicados. Unos atribuian mil delitos á los inquisidores, otros los publicaban de la Inquisicion misma; y aquellos le llamaban tribunal bárbaro, método de enjuiciar tirano. Aqui se reunia cuanto los hereges de todos tiempos habian dicho contra la Iglesia, y el santo oficio; alli se ponderaban sus horrores y castigos en todos los papeles de cuatro años no se hizo mas que abrir brechas á la Iglesia, deprimir sus disciplinas, impugnar los obispos mas santos. La Inquisicion sin máscara, el amante de la ilustracion en seis cartas, el dictámen del señor diputado por Canarias, la Inquisicion confundida (1), la Inquisicion vengada, la incompatibilidad de la libertad española con la Inquisicion por. Ingénuo tostado.... Yo me eternizaria si apuntase los folletos que contra la Inquisicion se publicaron en Mallorca, Cadiz, Madrid, la Coruña, Valladolid, Santiago. La imprenta era el arma general para todas las conquistas. ¿Quién podrá embotar su punta, eludir sus golpes, y precaver que dé la muerte á la religion y á la patria? ¡Ai!

Por tantos escándalos se unieron ocho obispos en Mallorca, y dieron una carta pastoral á sus rebaños para que no se contagiasen. Cinco en Galicia salieron á la pelea. Siete en Cadiz manifestaron estar unidos á todos los de la península: el celo por la religion los reunia para hacerfrente al torrente impetuoso de escritos impios, que todo lo profanaban, todo lo destruian. El señor obispo de Segovia clama á las córtes en una reverente súplica se atajen tantos escritos impios. Los de Urgel, Murcia, Tortosa, Tarragona, Pamplona, los de Santander, Oviedo, Orense, piden, se coarte la libertad de imprenta. Las provincias de Álava, Mancha, Galicia, unen sus votos á sus pastores: ¿quién podrá resistir la efervescencia ge

(1) Gacetas de la Coruña 9 de setiembre, y Valladolid 3 de octubre.

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neral de los españoles, que al ver su religion hollada los escritores, salen al público á llorar su suerte y dir al gobierno se repriman los impios, se quite la libertad de imprimir á tanto irreligioso, á tanto seducido? ¿se oirán sus clamores? ¿se enjugarán sus lágrimas? ¿se atenderá al voto general de la nacion contra la libertad de imprenta? No, no. Esta es la primera lei que han dado las cóites; esta es la base del edificio de sus reformas: si ella falta, si se la ajusta un poco, si no cuadra con todo el resto de las piezas que han de formar la regeneracion de España, de nada sirve. Este era el cálculo general, todo debia sacrificarse al intento: cerrar los oidos para no atender á razones fue el medio que tomaron, y salir á la defensa.

Los reformadores todos afilan sus espadas, cortan sus plumas, y reunidos en varios puntos de la península salen á la lid contra toda la nacion, contra la Iglesia, contra nuestros obispos refugiados en Mallorca, publicando un libelo con este título. Otro pone la contestacion á la carta pastoral, notándola de subversiva y contraria á las nuevas instituciones. Aqui la delatan á las córtes, y alli claman porque se suprima. En todos estos escritos se aja la dignidad episcopal, se cercena su autoridad divina, se denigra á sus personas, se les hace un crimen de su fuga. Uno se atreve á decir pecan mortalmente en la ausencia, dejando abandonados sus rebaños: otros que son criminales con escándalo, porque se entrometian en asuntos políticos (1). Los impresos se multiplican en Cadiz, Madrid, la Coruña... ¿Cuándo pensaron los españoles ver en su pais tanto folleto, tanto escritor, tanto papel manchado con dicterios, injurias, impiedades?

Si se quieren desprender de los institutos religiosos en cumplimiento de los votos de la filosofia de Federico y de Volter, el Semanario patriótico, el Duende de los conventos, la Frailada de un fraile, Sevilla libre, el Amigo de los frailes, Bateria para los frailes, observa

(1) Amante de la ilustracion, Redactor, 10 de julio de 812.

ciones históricas y críticas sobre el origen del monaquismo, proyecto de estincion de los regulares, reforma de los regulares de España, insinuacion patriótica sobre la necesidad de estinguir los frailes, un sin número de escritos vomitan las prensas de Granada, Madrid, Sevilla, Palma, Cadiz, la Coruña, Alicante; en todos se mofan de las religiones, de sus estatutos, de sus hábitos. Los fundadores, sus reglas, los papas que las aprobaron, los hombres ilustres en santidad y letras que las decoraron, á todos se acomete sin perdonar á nadie. La imprenta siembra el desprecio, el odio, el furor contra todo instituto religioso. Estas son las trompetas del fanatismo, decia Federico, y conviene esterminarlas. La obra se emprende con furor: la estincion iba á verificarse: yo lo mostraré.

Llegó ya el tiempo de reformar la Iglesia dentro de su propia casa, en sus bienes, en sus rentas, en sus ministros. Alicante vió dar al público el juicio histórico, canónico político sobre la autoridad de las naciones en los bienes de los eclesiásticos. Cadiz leyó con escándalo el proyecto para estinguir la deuda pública. Otro escrito de un señor ministro sobre el mismo punto, y el exámen sobre el restablecimiento de conventos, puesto por otro ministro del gobierno. Todos se llevan á las córtes; de alli son conducidos á toda la península; la alarma contra frailes se generaliza bajo el plan de reformarlos.

En todos estos proyectos, esposiciones, exámenes entran la filosofia á hacer la guerra á las religiones en sus instituciones y leyes, y la crítica á poner en duda los derechos mas conocidos, las adquisiciones mas justas de la Iglesia, de sus ministros, y la politica á alarmar el estado contra el santuario. Suposiciones falsas, datos quiméricos, cálculos injustos y abultados, autoridades truncadas, testos mal entendidos, decisiones de concilios mal aplicadas: con tales principios ¿cuáles serán sus induciones? ¡Ah! Las que los políticos modernos, los sábios de nuestros dias han sacado de Wan-espen, del Puffendort, del Conceyo, las que dieron á luz Montesquieu, Filan

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