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zas, le asegura su último y feliz destino, diviniza su na-、 turaleza, y la hace la mas feliz. ¿Por qué los pueblos y los reyes declaran en nuestros dias la guerra mas cruel á esta religion y á la Iglesia que la predica (1)?

José Il en Austria, el gran duque Leopoldo en Toscana, Luis XV y XVI en Francia, Fernando IV en Nápoles, los ministros de Cárlos III y IV en España, los de José I en Portugal se unen sin conocerlo, y todos se convienen unos mas, otros menos en declamar contra los usos de la Iglesia, y proceder á suprimir obispados, á perseguir los institutos regulares y monásticos, á arrojarlos de sus dominios, á enriquecerse de los bienes del santuario, y lo que es mas á poner leyes á la Iglesia sobre el culto, á regular su economia interior, y suje tarla á sus pragmáticas y á sus juicios.

Los pueblos siguen el egemplo de sus príncipes. El hombre propende siempre á imitar á quien respeta y admira. Si ve que el soberano á quien observa, mira con desprecio la virtud, ésta no conservará siempre en su pecho el ascendiente primitivo. El criminal ha formado siempre la apología de sus delitos por la conducta de los que le mandan y le juzgan. ¿Se necesitaba mas en la Europa que los egemplos de Federico, de José y de Leopoldo, para armar los pueblos contra la Iglesia, tomar parte en sus proyectos, y convenir en romper los vínculos del cristianismo y arrojar su yugo (2)?

De la existencia de un plan general en la Europa contra la Iglesia de Jesucristo desde mediados del siglo últi mo ya no hai un hombre que lo dude. La correspondencia de Volter con Federico impresa en Berlin, las cartas de uno y otro á D'Alembert, los escritos de Rousseau, la Enciclopedia misma impresa en tiempo de Luis XV, miles de testimonios citados por Barruel y Hervás ponen fuera de toda duda la conspiracion que se preparaba con.

(1) ¿ Quare?

(2) Disrumpamus vincula eorum, &c.

tra la religion de Jesucristo. El fracmasonismo minaba los tronos, ínterin el jansenismo atacaba al papa, á los obispos, á la fe, y á la Iglesia. Los príncipes sin conocer su propio peligro se pusieron en manos de los filósofos éstos autorizados por su poder comenzaron á realizar la parte del plan comun que miraba á la religion, y cuando llegó ya el momento de tener la fuerza en sus manos, se conjuraron contra la Iglesia y contra los príncipes que les dieron su proteccion y autoridad.

Pio VI conoció el peligro que amenazaba á la religion y á los tronos: apenas sube al gobierno de la Iglesia, se pone en camino para Viena, é intenta abrir los ojos al emperador. Este parecia un nuevo Enrique de Inglaterra regulaba la disciplina, suprimia conventos, apoderándose de sus riquezas, y decidiendo en materias identificadas con la fe.

Al acercarse á aquella corte el pontífice, Eivel publicó un libelo contra su autoridad preguntando. ¿Qué es el papa? En él se le infamó con la mayor impiedad, y aun con heregia. Poco adelanta Pio VI con su visita. En la habitacion de Maria Teresa estaba espiado en todas sus acciones. No se le permitió tratar con los obispos de aquellas Iglesias. La filosofia tenia ganado su gabinete. El conde de Kaunitz filósofo regía el corazon del monarca, le fortificaba contra Pio VI, y le hacia emular el gobierno. de su ribal Federico. Con tales egemplos ¿qué barrera po-dia oponer el celo de los obispos á la impiedad?

La Alemania toda ardia en partidos contra la religion cristiana. El emperador parece no tenia que gobernar sino las Iglesias de sus dominios. El rei de Prusia le llamaba mi hermano el sacristan, porque no hacia mas que poner leyes á los curas y obispos, á los religiosos y monjas, y aun fijar el culto y los ritos. Los arzobispos de Tréveris, Maguncia y Colonia eran casi del mismo sentir que el emperador. M. de Honthein obispo de Misriophita bajo el nombre de Febronio atacó á la Iglesia, no reconociendo en ella sino el gobierno de una república. Las uni

versidades de Pavia y Lobaina (1), enseñaban ya hacia tiempo un nuevo derecho eclesiástico. La enseñanza pública se corrompió bajo el imperio de José II. Todo indicaba una guerra sostenida contra la Iglesia en toda la

Alemania.

Si asi se portaba un, emperador católico, ¿qué harian los príncipes de sus dominios que se jactaban de la heregia? El Langrave de Esse Casel, el duque de Brunswic, el príncipe de Witemberg, todos los príncipes de Alemania comandados por su soberano se unieron contra la Iglesia de Jesucristo. En Inglostad se puso públicamente en el año de 76 la escuela del iluminismo. Weishaupt estaba al frente de la lógia. Zuuach la fundó en Munich, en 75 Fernando de Brunsvick se declaró gran maestro de los iluminados, esto es, de los que no tienen rei, ni religion.

En 76 se tuvo una asamblea general en Wilhemsbad: á ella acudieron los iluminados de toda Europa. Cinco soberanos abrazaron públicamente la secta, y entraron á componer la liga contra el altar y el trono: ¿quién habia de pensarlo? El hannoveriano Kinigge tomó á su cargo estender la conspiracion por el norte de Alemania, al tiempo que Weisphaut la sostenia en su mediodia. En poco tiempo habia ya treinta y cinco lógias públicas en las principales ciudades de Alemania. De aqui pasó el contagio á la Italia. En el centro mismo de la Iglesia se colocaron sus mayores enemigos. La irreligion batia las casas, y á banderas desplegadas los impios iban á asaltar los muros de la iglesia romana.

Leopoldo, gran duque de Toscana, sigue los mismos egemplos que su hermano; ayudado de un obispo pasa á reformar las iglesias de sus dominios. No contento con echarse sobre los bienes de los templos, con disminuir eclesiásticos, con arrojar de sus dominios al nuncio del

(1) Me han engañado decia José II poco antes de morir, me han engañado los que me adulaban y empeñaban en poner las nuevas doctrinas jansenísticas en la universidad de Lobaina,, Hervas revoluc. de Franc. Tom. 1. pag. 162.

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papa, é impedir todo recurso á Roma, pasa á meterse en el dogma, á fijar límites á la potestad eclesiástica, á decidir en su disciplina, á fijar el número de altares, arreglar los catecismos, á dirigir en un todo el culto divino y ceremonias, á mandar á los obispos, qué libros debian darse á los fieles..... El 7 de enero del año de 80 publica una órden sobre el gobierno eclesiástico, en que él lo dispone todo. En 23 de abril de 87 congrega á diez y siete prelados bajo la direccion del obispo de Pistoya en la ciudad de Florencia, cuyos primeros trabajos son reformar el misal y breviario, y disponer los materiales para un concilio nacional, en que se reformaria todo á gusto de Scipion Rici, jansenista.

El vicario de Jesucristo sale á defender el rebaño de la Iglesia, acometido por la autoridad del príncipe y por un obispo seducido. Proscribe el sínodo de Pistoya, condena sus decisiones por heréticas, falsas, impias, subversivas de todo órden..... El mal estaba ya hecho: la voz del supremo pastor apenas se oía: el rebaño se habia dividido: los escándalos siguen, y aun se multiplican. El pueblo quema la silla y palacio de tal obispo; pero Leopoldo, puesto bajo su direccion, los castiga. ¿Quién podrá oponerse á la debastacion, al torrente impetuoso de la impiedad? Ah....

Nápoles entró tambien en la coalicion de los reyes y príncipes de la tierra para reformar el reino de Jesucristo, la Iglesia santa. Fernando IV, puesto de edad de ocho años bajo la direccion del presidente de la regencia Tanucci, fue el instrumento de sus venganzas contra Roma, por haber el papa condenado la obra que dió al público en Pisa contra las inmunidades eclesiásticas. No pasaba año sin que el ministerio de Nápoles se señalase contra el sumo pontífice. En el año de 68 ocupó militarmente el ducado de Benevento. En 69 prohibió á los monasterios hacer nuevas adquisiciones: privó al nuncio de una gran parte de sus derechos, suprimió la renta anual que daba á la Iglesia de san Pedro en Roma; y

quitó el pago de la acanea. De una vez suprimió setenta y ocho monasterios en Sicilia, y procedió despues á hacer lo mismo en la Calabria. En 77 tuvo que retirarse el enviado del papa, porque eran ya diarios los ataques á la Iglesia y al vicario de Jesucristo.

Hai mas... prohibió el recurso á Roma: pasó á dar las mitras vacantes sin anuencia del papa : iba á celebrarse un concilio para que tres obispos diesen la investidura á los nuevos obispos.... España tuvo que intervenir varias veces para impedir el curso de la impiedad en aquel reino; lo consiguió en el año de 76: pero el ministro Actonk enervaba nuestros esfuerzos, y hacia cansarse á Nápoles del influjo de la España, que la sostenia, é impedia su perdicion.

Francia aun estaba mas decidida contra la Iglesia que la Italia. Esta solo tenia unos pocos jansenistas: pero aquella estaba ya casi generalmente corrompida por el cardenal de Brienne, y por los ministros de Luis XV y XVI. Roma era el blanco de las sátiras y sarcasmos de todos los filósofos: el papa era en su lenguage un Musty, un Derviz, un ídolo apolillado, sostenido por la ignorancia, fanatismo y supersticion.

Luis XV no podia ya corregir el mal, pero ni aun queria. Entregado, aunque sin conocerlo, á unos minis. tros impíos y ateos, permitió por largo tiempo á la incredulidad, humillar la religion y sus ministros, y que aquella y estos fuesen perseguidos por los filósofos en sus mas principales dogmas, y en lo mas esencial del culto. Hasta su muerte iba á ser el escándalo de su pueblo : ya iba á espirar, y aun no se habia confesado. Una cabala de ministros filósofos trabajaba por dar este golpe mortal á la religion de los cristianos, y merecer este triunfo á su filosofia. Al fin se confesó y recibió el viático el 7 de mayo de 74, diciendo al cardenal de la Roche-Aimon, que sentia mucho haber dado escándalo, y que asi lo dijese á su nombre (1).

(1) Memorias para servir á la Historia eclesiástica del siglo xviii. tomo 3. pág. 150.

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