Imágenes de páginas
PDF
EPUB

ciplina. ¿No es esto atacar á la misma disciplina? Instan, claman, lloran por los siglos primeros: la Iglesia que entonces regia no es la misma que ahora gobierna? Publican que se ha oscurecido la fe, y se ha mudado la disciplina, como antes digeron los donat istas, y ellos quieren restituirlas á su primer vigor...... deprimiendo á la Iglesia, oponiéndose al vicario de Jesucristo, negando su autoridad, eludiendo sus decisiones, y aun la de los concilios generales. Esto es trastornar todo el órden; suponer que las puertas del infierno han prevalecido contra la Iglesia; reducir á todos los fieles á una perpétua anarquia, y cimentar en la religion los principios revolucionarios que la filosofia ha introducido en la Europa, en el gobierno de los pueblos por la moderna política. ¡ Tal es el sistema de nuestros dias! Los pueblos todos se han alborotado; una general devastacion ha seguido á estas reformas, y lo mas doloroso es que el jansenismo ha introducido estos males en la Iglesia de Jesucristo. Hable la Toscana, Nápoles, la Italia toda: digan la Alemania y la Francia cuantos horrores han sufrido sus iglesias y sus pueblos por las reformas del jansenismo...... ¡Ah!....

Nuestras córtes quisieron resolver que los obispos no recibiesen la confirmacion de los succesores de Pedro. La comision dijo que la doctrina de los primeros siglos y la práctica primitiva de nuestras iglesias se restituian á su vigor; y que el primado de las Españas, ó el metropolitano de las provincias diesen la investidura canónica á los electos. Y yo pregunto; ¿con qué facultad se establece esta lei, y se anulan las que rigen? ¿Con la de las córtes? ¿Con la del concilio nacional que habia de celebrarse? ¡Oh! ni una ni otra autoridad pueden hacerlo.

á

Córtes estraordinarias y ordinarias ¿quién os ha dado las llaves de la Iglesia para que abrais sus puertas los que vosotros envieis á apacentar el rebaño de Jesucristo? ¿cuándo, en qué siglo, cómo ha podido jamas un concilio nacional oponer una decision contra la disciplina general, los cánones recibidos por todas las Igle

sias y concilios generales? ¡Ah! Algunos concilios de África se opusieron á la general disciplina de no rebautizar á los que venian de los arrianos: cayeron en el error y se precipitaron en la heregia. Los papas publicaron su anatema contra los que los sostenian y declararon falsas sus doctrinas. Las iglesias de África se sometieron al fin á las decisiones de la primera silla.

¿Y qué? Nuestras córtes iban á introducir el error y el cisina en nuestras iglesias por un medio semejante::::::: El concilio nacional debia tratar esta materia (1) por los obispos que ellos hubiesen presentado y confirmado sin intervencion del romano pontífice. Y qué, se opondrian éstos á los principios y doctrinas de los que los habian favorecido y hecho obispos ? No, no es presumible las medidas tomadas por entonces se sostendrian como legítimas..... Esto indicaban las materias que se proponian. Un altar debia erigirse contra otro altar: un sacerdocio contra otro sacerdocio. Unos obispos pelearian contra otros verdaramente intrusos: pero éstos sos tenidos por el poder de las córtes... ¡ Ai Iglesia de España! cuánto debes al Dios que te ha restituido á tu paz primitiva con la vuelta de tu soberano!.......

El plan no llegó á realizarse; pero jamas se perdió de vista por algunos. Asi en unas como en otras córtes se instó varias veces para que se pusiesen en las sillas vacantes obispos confirmados sin la anuencia del romano pontifice. Un señor diputado instó varias veces sobre este particular y sobre que se erigiese un nuevo obispado en san Felipe de Xátiva, alegando los pocos obispos que habia en el reino de Valencia, cuando tanto abundaba en el de Aragon. El dilatado término del arzobispado de Valencia amargaba su espíritu, y ansiaba porque se dividiese en otros obispados.

Muchos señores diputados se revistieron del mismo celo. En los últimos meses de unas y otras córtes se repi

(1) Materia 1. de las que debian presentarse. prop. 3.

tió con vehemencia que se consagrasen obispos para las sillas vacantes; pero Dios nos libertó de estos males, impidiendo por otros diputados el que se egecutase lo que estaba ya casi decidido (1). El cisma estaba á las puertas de nuestas iglesias. Algunos diputados abrigaban sus principios y sus máximas. Los prelados nuevamente electos prestarian sumisos sus sufragios á las reformas, que tanto les valian. La constitucion jurada, las circunstancias en que nos hallábamos, las nuevas doctrinas que general.. mente se publicaban, y la analogia general que se dijo debia haber entre las reformas del estado y de la religion, me sirven como de principios para hablar por este órden. Me equivocaré acaso. Pido que no me se lea con preven cion: y entonces espero que todos convendrán conmigo.

(1) El señor Inguanzo publicó un discurso el mas sólido é instractivo sobre este punto. Su trabajo impidió el que se llegase á cumplir en la España el deseo de nuestros regeneradores sobre la confir macion de obispos independientes del papa.

CAPITULO XX.

Término de las reformas proyectadas por nuestros regeneradores: reunion de pruebas que manifiesta el peligro en que estábamos de alterarse la religion en España.

Estoi al fin de mi demostracion : toco ya el término de mis pruebas. La reforma de nuestros regeneradores van á parecer como otras tantas paralelas tiradas para alterar entre nosotros el culto de nuestros altares y la disciplina de la Iglesia. El epílogo de mis capítulos hará esta verdad palpable.

He corrido con rapidez el tiempo de algunos años gastados por un corto número de españoles en la regeneracion de la España. Multitud de hechos y papeles públicos han dado los documentos de cuanto se ha maquinado contra la disciplina general de la Iglesia, contra nuestros usos y prácticas religiosas, que hasta aqui tanto honor nos han dado. Descubiertas sus perjudiciales doctrinas, conocidos los falsísimos principios en que se apoyaban, y publicados los proyectos de los que prometian regenerarnos, no resta mas que reunir todas las pruebas, presentar los obgetos bajo un solo punto de vista, llamar sobre ellos la atencion de los preocupados, y llevarlos de la mano á que toquen por sí mismos el funestísimo térmi. á que nos conducian las reformas terribles, que en un principio creian saludables. La estátua de la desolacion, labrada por las manos de nuestros reformadores iba á co

no

463

locarse sobre los altares santos. Una profana moabita cubierta con el sagrado velo de la divina religion parecia iba á entrar en el templo de Dios vivo, para recibir en él los respetos debidos á la hija de Israel, la verdadera Sion, la Iglesia santa, la sola y única esposa de Jesucristo.

La conspiracion general que en la Europa formó el jansenismo unido á la filosofia para acabar con la Iglesia de Jesucristo, se insinuó entre nosotros con anterioridad á las córtes, y preparó los ánimos por sus malos libros traidos de Francia. Las malas doctrinas principiaron á correr por algunos particulares, las novedades se estendieron con el pretesto de ilustracion, sin que se conociese por algunos el funesto término á que con ellas llegariamos.

Las primeras obras que principiaron á alterarnos fueron una multitud de libros que diariamente nos entraban por los Pirineos, y á poco tiempo se veian en las manos de nuestros literatos. El espíritu de las leyes, el examen de la religion, el sistema de la naturaleza, el cristianismo descubierto, muchos escritos envenenados fascinaron algunos españoles; de estos pasaron á las manos de algunos jóvenes que aun estaban en los principios de su carrera literaria: el gusto á las novedades los llevó tras las malas doctrinas; vicióse su paladar, y aun comunicaron el ́contagio á algunos otros que no pudieron precaverse por su falta de instruccion, ó por el demasiado aliciente que tienen las novedades cuando se introducen con buen estilo, sobre planes de ilustracion y de reformas que todos. predican útiles.

El Millot en sus elementos de historia general, el Filangieri en su ciencia de la legislacion, hicieron dudar á muchos de los que los leian de algunas prácticas religiosas, entibiaron el respeto á la iglesia, á sus papas, obispos, santos, y aun hicieron creer males producidos en los pueblos, ó por la religion cristiana, ó por sus doctrinas, ó por sus ministros (1). ·

(1) Véase el discurso preliminar y el capítulo 1. y 2.

« AnteriorContinuar »