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se señalaron en la defensa de su religion y de su rei, unos. tuvieron que salir de las córtes, otros tuvieron siempre que sufrir. ¿Qué barrenas serian ya suficientes, para poder impedir el torrente de malas doctrinas, que conia en algunos pueblos de la nacion? ¿quién se podria oponer ya á las reformas, cuando estas se veian apoyadas por la jurada constitucion (1)?

Preparada por estos medios la España, sus regeneradores pasaron ya á adelantar sus planes ácia la universal regeneracion. Tentaron primero abolir la Inquisicion, y por espacio de dos años no dejaron de escribir contra este santo tribunal (2). Al cabo trataron de estinguirlo, y lo consiguieron, hollando la autoridad de los papas, la disciplina de la Iglesia, y pasando por cima de nuestros obispos, provincias, de toda la nacion, que se resentia del mal, y pedia á grandes voces no se quitase de la España el tribunal de la fe. Con el mayor orgullo se anunció este triunfo por los enemigos de la Inquisicion. Al templo de Dios vivo, sobre la cátedra de la verdad se llevó la irreligion, precisando al ministro de la religion, anunciase cuanto el reformador habia conseguido contra la Iglesia, ó contra el santo oficio, que ella estableció (3).

Principió la persecucion del clero por la oposicion que este hizo á la reforma. Los obispos mas santos fuerón perseguidos: el destierro de la España fue la pena de su piedad. El cabildo de Cadiz sufrió en sus comisionados la persecucion mas cruel. El nuncio de S. S. tuvo tambien la misma suette. Se le estrañó, imputándole los mayores crímines, y no perdonándole aun en su retiro de Portugal (4).

El clero regular padeció mas que algun otro cuerpo, porque de él temió mas el partido de la regeneracion. A su destruccion habian tirado los filósofos que en el siglo pasado maquinaron el esterminio de la religion. En los siglos anteriores, los hereges que combatieron la Iglesia (1) Cap. 10. (2) Cap. 11. (3) Cap. 12. (4) Cap. 13.

no cesaron tambien de combatir los órdenes religiosos: todo el que se ha sublevado contra la religion, ha peleado contra el regular. Nuestros regeneradores desde el principio de las córtes le comenzaron á perseguir. Cuando adelantaron en sus reformas, publicaron, ya que era menester estinguirlos, ya que era necesario reformarlos. Se multiplicaron los proyectos con este fin. Los papeles públicos les hicieron una guerra general; les acumularon defectos, ponderaron sus relajaciones, trabajaron sin cesar por desacreditarlos en el público, para lograr estinguirlos con mayor facilidad (i).

El aliciente de las temporalidades, que decia Federico habia motivado en la Europa la espulsion de los jesuitas, y que la posesion de los bienes de los monasterios atraeria á todas las potencias á echarse sobre los cláustros, motivó en nuestros reformadores la persecucion que les hicieron, y á no haber venido nuestro soberano, se hubieran acaso llegado á estinguir. Los planes para sus reformas, los decretos sobre los conventos, haciendas y rentas, la dependencia en que se les puso de los intendentes, gefes políticos, administradores de bienes nacionales, la reducida pension que se les señaló, y que á mui pocos se satisfizo; todo indica que lo que se proyectaba era su total estincion (2).

No fueron solo los bienes de los monasterios los que nuestros reformadores quisieron tener á su disposicion. Los diezmos de la Iglesia, toda renta eclesiástica, hasta las mismas colegiatas, ermitas, casas de misericordia (3); todo bien eclesiástico se intentó enagenar del clero y ponerlo á merced de nuestros reformadores, con el pretesto de liquidar la deuda de la nacion. Una pension reducida quedaba solo á los maestros de la religion.

Un concilio nacional celebrado por unos obispos, tal vez en su mayor número amantes de las nuevas instituciones, iba a arreglar en toda la estension de sus planes la

(1) Cap. 15. (2) Cap. 14 y 15. (3) Cap. 14.

reforma de la Iglesia, y á cortar los que se decian abusos de la religion (1). El concilio se decretó, y las materias, que en él se habian de discutir se apuntaron al congreso nacional, para que su autoridad soberana interviniese en su decision. Los obispos que las habian de conferenciar, presentados por las córtes ó regencia, y confirmados por el primado de España, por su interes propio debian aprobar la nueva disciplina, que les habia dado su dignidad. El plan estaba bien convinado: con tales obispos, y con el concilio celebrado por su autoridad, quedaria alguna parte de los planes de reforma por cumplir?......

Al concilio y á la confirmacion de los obispos se reservaba toda la reforma eclesiástica, y con solo el que se realizasen estos dos preyectos, bastaba para que el partido reformador no apeteciese mas. Los empeños repetidos de varios diputados, las instancias contínuas en unas y otras cortes porque se llevase á efecto el nombramiento y confirmacion de los obispos, son pruebas las mas convincentes de cuanto se confiaba en esta parte del proyecto, para la egecucion del plan general (2).

Las materias que debian presentarse al concilio, para que se resolviesen con intervencion de la autoridad de las córtes no dejan punto alguno por tocar. Toda la disciplina de la Iglesia, todo el culto de la religion, las prácticas religiosas, de todo se pretende tratar. Desde el obispo hasta el sacristan; desde el oir misa por el fiel, y su celebracion por el sacerdote, todo debia reformarse. El breviario, los ritos y ceremonias debian tambien alterarse. Las materias puestas al gusto de los reformadores llenarian en parte el plan de los jansenistas, y del Sinodo de Pistoya (3). La identidad de estas materias con las del sinodo es bien palpable. La Europa está convencida de la clase de reformas que con tales materias se han pretendido hacer.

(1) Cap. 16. (2) Cap. 19. (3) Cap. 17. y 18.

Bajo estos datos ciertos ¿qué era lo que nos restaba ya para el trastorno de la disciplina de la Iglesia en España? Unos obispos ingeridos en la Iglesia sin la autoridad del papa; un concilio celebrado por ellos, cuyas decisiones debian obligar á los españoles, sin que conocie se de ellas el órgano del Espíritu Santo, la voz de la verdad, el oráculo de la fe; unas materias todas dirigidas á reformar la actual disciplina..... ¡ qué estado tan lastimoso iba á suceder á la Iglesia de España! ¡Á qué término tan funesto ibamos á llegar! Sí: caminabamos á paso de gigante sobre el crater de un volcan, que iba á tragarse nuestros altares, nuestras iglesias, sus ministros. Sus mismos autores no lo conocian; pensaban nada mas que en reformarnos.....

¡Ai! La religion toda estaba amenazada, asi como lo estaba toda la nacion. Para la pérdida ó trastorno general de esta no restaba acaso mas que la egecucion del plan de las milicias cívicas en todos los pueblos (1), y que nuestro amado soberano jurase la constitucion; y para la total reforma, y tal vez el esterminio de aquella, solo faltaban los nuevos obispos y el concilio nacional. Me escedere acaso.... Pero ¿qué debia esperarse de un concilio celebrado en las críticas circunstancias en que nos hallábamos, bajo el influjo de las córtes, y á la vista de un delator ó censor civil, que con el pretesto de celar los intereses de la soberania, no dejase en libertad á los obispos legítimos, para oponerse á toda innovacion perjudicial?... Yo quisiera engañarme, pero si toda la disciplina esterna debia reformarse con la intervencion de lo que se llamaba soberania de las córtes, nuestra reforma no dista ria mucho de la que el Sínodo de Pistoya hizo en este obispado, de la que el jansenismo ha procurado estender á toda la Iglesia católica, y de la que Napoleon pretendió hacer en el concilio de Paris. Véanse las materias, estemos al éxito que podrian tener en nuestro concilio; decida el imparcial.

(1) Hablaré de este proyecto en el segundo tomo.

Las reformas hechas sobre materias de religion de medio siglo acá en toda la Europa católica apoyarán nues. tros temores. Los principios eran los mismos: el espíritu de los reformadores casi idéntico: el plan todo casi igual. ¿Dejaria nuestra España de inficionarse con la nueva reforma? El impulso todo venia de las córtes; la reformą de la Iglesia debia darse la mano con la de la naçion: asi se dijo (1) y se dejaria de cumplir ?......

A pesar de que con la vuelta de nuestro amado soberano el mal se cortá en su principal causa, aun alguno se queja, respira un aire poco sano, un mefitis pestífero.., Es verdad, que esto es un efecto necesario del veneno que antes lo contagió. Es cierto que despues de haberse abrigado en el pecho de algunos malas doctrinas, debia sentirse la corrupcion, la gangrena, No hai duda, que restituidos estos hombres de la muerte á la vida, por el convencimiento de lo errado de sus principios, podrán al, guna otra vez resentirse de su mal pasado; pero insistiendo en su cura, la enfermedad cederá de un todo, y sus malos síntomas se estinguirán. Viviremos en santidad y en justicia: se respetará el altar y el trono; seremos es¬ pañoles rancios.... Nada mas....

Este es el único obgeto que he tenido en la composicion de mi escrito. Hago ver el mal, presento sus causas, manifiesto sus terribles resultados. He probado, que siguiendo las reformas proyectadas íbamos acaso á perecer Todas nuestras reformas han sido las mismas que la filoso fia inspiró contra la religion. Nada se ha hecho por nuestros regeneradores mas que copiar á los revolucionarios franceses. Algunos de nuestros diputados han seguido los planes de Traillar, de Camus, de Mirabeau, Nuestras córtes han sido en parte un remedo de la asamblea de Paris. Miles de documentos, multitud de hechos públi cos, los mismos planes de nuestros regeneradores, sus decretos, sus diarios de córtes, su tan decantada consti (1) Tom. 4. de los diarios, pág. 347 y 348, notadas por mi cap. 16.

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