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tucion han dado los testimonios. Sus autores no pueden recusar unas pruebas, que ellos mismos publicaron, como monumentos eternos de su ilustracion. La demostracion, pues, que acabo de hacer deberá llamarlos al interior, confesarse equivocados, desistir de sus reformas, y abandonar unos planes que han consternado á la nacion, afligido á todo pueblo y hecho la amargura de todo buen español.

y

Quítense, pues, como mandó nuestro amado soberano (1) del medio de los tiempos cuantas reformas se hicieron por nuestros regeneradores contra el altar él trono en el tiempo de las córtes. Su real voluntad la manifestó asi á toda la nacion, y ningun español debe ya, ni aun pensar siquiera en la libertad, igualdad, derechos imprescriptibles, ciudadania, constitucion ::: Todo está abolido por la mas legitima potestad. Los horrores causados en la Europa por semejantes reformas nos dicen con cuánta justicia las estinguió nuestro soberano. Con ellas armó la filosofia todos los pueblos contra sus príncipes; con ellas los sublevó contra todo altar. Los estragos, las guerras, millones de víctimas sacrificadas en nuestros dias por la regeneracion de la Europa nos deben horrorizar. El español no quiere semejantes reformas. Sí; las abomina, y siempre las abominó.

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Si nuestra España necesita de reformas, obsérvese nuestra legislacion. Con ella hemos vivido por muchos siglos, siendo nuestra nacion la gloria de la Iglesia, el modelo de la mas pura religion; en donde se ha conservado sin mancha alguna la fe, la piedad mas sólida, la virtud mas acendiada. Con nuestra legislacion ha sido nuestra España el estado mas floreciente, la escuela del estrangero, la patria de los sábios, la admiracion de todas las potencias, la envidiada de toda otra nacion. Con nuestra legislacion se han formado los mejores sábios en toda clase de instruccion. La jurisprudencia, la teologia, los sa

(1) Decreto del 4 de mayo de 814.

grados cánones, la divina escritura, las bellas artes, toda ciencia se ha cultivado en nuestro pais, y en todas ellas hemos tenido los hombres mas grandes. ¿Por qué, pues, si la España necesita de reforma hemos de recurrir al estrangero, á sus planes, á sus libros, á sus máximas, á sus doctrinas? ¿Cómo se puede denigrar á nuestra nacion con los insultos que muchos de nuestros mismos reformadores nos han dicho? ¿quién puede sufrir, que por algunos españoles se le haya puesto á la madre que les dió el ser las notas injuriosas de atrasada en un siglo, respecto á las otras naciones, de supersticiosa, ignorante, fanática....

Lean, pido, estos españoles la historia de su nacion en nuestros autores, no se instruyan en libros de otro pais, cuando quieran saber nuestras propias cosas, Tomen en la mano á un don Nicolas Antonio, á un Masdeu, á un Mariana, á un Florez, á un Feijó, á un Lam. pillas, á un Forner: vean sus obras, lean sus escritos y no necesitaremos que un Denina haga la apologia de

nuestra nacion.

Los sábios á la violeta, los críticos sin instruccion, los filósofos á la moda nos zahieren, nos burlan... engañan á unos pocos, y unidos á estos hacen el deshonor de su propia patria. Enhorabuena vayan delante los instruidos de otro pais; lleven tras sí al español que lleguen á fascinar. La España, siempre católica, siempre religiosa, y siempre fiel á su soberano mirará estos seducidos, como unos hijos espurios, á quienes si ella dió el ser, no les dió la instruccion porque ellos la rehusaron recibir.

NuestrEspaña quedará en este caso limpia de las manchas que la afean, toda hermosa como lo ha sido hasta aqui, Únos vástagos que le robaban parte de su jugo, se le arrancarán por este medio de su pie, y al modo de una robusta oliva llevará sus tallos mas frondosos, cargados de fruto. Unas ramas podridas que desdecian de su verdor se han cortado. El árbol ha quedado limpio, sus frutos se cogerán en sazon.

El incauto no se dejará ya seducir por las reformas que se les prediquen como necesarias. El prevenido lo esfará aun mas contra las doctrinas que se propaguen. El ignorante temerá tomar en sus manos libros traidos de afuera, y aun los que se han publicado en España por el partido reformador. El sábio leerá con cuidado y no se corromperá. El sacerdote velará sobre las costumbres del pueblo. Los ministros de la religion no perderán de vista las malas doctrinas que se han propagado hasta aqui, y no cesará de trabajar por arrancar la mala semilla sembrada en el campo del Señor. El magistrado unido al sa cerdote harán la felicidad de la nacion. Todos respetaran las leyes de la Iglesia y del estado. Cada uno se contendrá en sus propios fueros, y cumplirá con su deber. De este modo se hará insensiblemente la reforma general.

Unidos el sacerdocio y el imperio por el evangelio que todos profesamos; apoyados el altar y el trono por aquella lei traida del cielo por el hijo de Dios para hacer la felicidad de todo pueblo; sostenidos mútuamente y garantidos con reciprocidad por un interes comun; el estado irá cada vez mas floreciente, y la religion verá de dia en dia el mayor triunfo de la piedad, de la fe mas pura, de toda virtud.

Cuando las primeras personas de un pueblo dan el egemplo en la observancia de las leyes, todos los siguen con buena voluntad. Si el príncipe, si el magistrado, si el sacerdote van delante en el cumplimiento de su respectivo deber, el rico, el pobre, el noble, el artesano no se resistirán jamas á imitar sus egemplos.

Unámonos todos: sujetémonos á las potestades, que á nombre de Dios gobiernan la España; y no dudemos un momento que trabajan por hacer nuestra felicidad propia y del estado. Nunca mas necesitamos de una sumision tan decidida á favor de los que nos gobiernan, y de las justas leyes de nuestro amado soberano, que cuando las malas doctrinas esparcidas en nuestro suelo, han tirado á alterar nuestra fidelidad, la mas pura,

síncera, la mas acendrada... Sepa todo el mundo que la nacion española jamas asintió á las reformas que unos pocos españoles quisieron hacer á la religion de nuestros padres, á la Iglesia santa, ó á su disciplina en general, ni que tampoco disminuyó el respeto de nuestros augustos soberanos. El tomo que sigue hará esta verdad palpable. La Apologia del Trono la demostrará.

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