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"A Don Andres Frz. de Coroua del consejo del Rey Catholico Philippo Auditor en la Corte Romana, Dio de Aguilar y de Cordoua desea salud.

Traen Vna onrrada competencia la Historia y La Pintura. Esta, con colores, figuras y sombras poniendonos delante los acaecimientos y casos notables pasados aqlla explicando las particularidades de tpos. lugares. y subcesos q. la Pintura no puede, yo e sido igualmente aficionado a entrambas, y a la Historia como guía dela Vida (segun algunos la llaman) más particularmente. Por esta, en lo que primer ocupe el tpo. enestos Reynos fue en escriuir esta Tirania de Lope de Aguirre a instancia de personas curiosas q. sobre Ello me importunaron la qual E dejado Entre algunos papeles mios oluidar muchos años. conalgunas consideraciones Vna della a sido querer. Embiar juntos / atros / onestos trabajos A España pa. p. mereciendo salir a luz y a la Presencia de quien los fauoresce y estima. Vna misma diligencia siruiera atodos: por q. auiendo como V.M. sabe Enlos primeros años de mi juuentud Venido a estas partes y seruido En ellas ala Magd. del Rey Catholico. poco menos de treynta años detal manera lo E hecho q. no menos la Pluma q. la lança me an sido familiares y compañeras: no es seruicio q. meresce mucho El que hago/ ofreciendo a V. M. este libro. ni tiene de Estima mas de ser Peregrina (aun enestos Reynos) la Materia de que trata. y que podría ser Rescibido graciosamente en los que V. M. aora Reside. por ser tan Remotos y lagente natural dellos Curiosa y seria posible con el fauor de V.M. serles lectura apazible en su lenguage Enel qual yole enbiara por tener alguna noticia del, si la ocasión de yr a esa Corte la persona q. lo lleua q. a todos nos toca tanto no me hiziera (casi Repentinamente) determinar a procurarle tan Principal amparo V.M. como deue serlo mio, siendo desu Casa y de Vnos mismos aguelos, lo sea tambien suyo q. hallando el acogimiento tan grato Como espero. Otras cossa de mas doctrina E importancia saldrán a gozar El fauor q. todas las mias de V.M. esperan. Nro.

Sr. ge a V.M. en su ser° En Guanuco 25 de febr° 1596 as
Dio De Aguilar y de Cordoua".

Se ignora cómo llegó el manuscrito a manos del coleccionista M. R. Zarco del Valle, de cuyo poder pasó al del bibliófilo Sebastián de Soto Posada,en cuya selecta librería de Labra (Oviedo) pudo examinarlo en 1875 Jiménez de la Espada (12), que facilitó a Menéndez y Pelayo algunos extractos y notas. Finalmente, el códice pasó a engrosar la biblioteca de la Universidad ovetense.

La cédula biográfica más satisfactoria de Aguilar y de Córdoba se lee en el utilísimo ensayo de don Rafael de la Fuente Benavides (13), que sobrepuja el bosquejo de Medina (14). Más, he aquí que la silueta de este hidalgo andaluz puede perfilarse con mucha mayor certidumbre. Ante todo, hay que deslindar su biografía de la de otro Diego de Aguilar a secas, que también estuvo en el Perú a la sazón y con quien comparte muchas concidencias, circunstancia de mayor nota habida cuenta de que no se cuenta con la certidumbre de una cognación que los uniera, bien que los respectivos lugares de oriundez no lo insinúan (15).

(12) Daquir, Tesoro de la Librería Vetusta (Madrid, 1931), Número Primero. Introducción.

(13) Autores del primer siglo de la Literatura peruana, en Boletín Bibliográfico de la Biblioteca de la Universidad de San Marcos de Lima. Año XII (1940), pp. 287-295.

(14) Escritores americanos celebrados por Cervantes en el Canto de Caliope (Santiago, 1926)), pp. 21-26.

(15) Este Diego de Aguilar, tenido en opinión de "hijodalgo notorio”, era natural de Almagro, donde vino al mundo hacia 1540. Sirvió en 1558 a las órdenes de Don Martín Alfonso de Córdoba, primer Conde de Alcaudete, en la jornada de Berbería, donde sufrieron la rota en Mostangan. Pasó al Perú con el Conde de Nieva y los Comisarios de la perpetuidad, avecindándose en Lima, donde tomó estado. Por orden del Gobernador Castro hallóse durante el trienio 1567-1569 con Alvaro de Mendaña en el descubrimiento de las islas Salomón, sirviéndole dos criados. El Virrey Toledo, en premio de su actuación en dicha expedición, le hizo merced de una de las codiciadas plazas de arcabucero en la compañía de los Gentileshombres de la Guarda del

Nuestro Capitán don Diego de Aguilar, nació en Córdoba hacia mediados de la décima sexta centuria (16). Descendía de la Casa de Guadalcázar y por consiguiente, su linaje enlazaba con las estirpes de Feria Priego y Cabra. Fueron sus padres don Pedro Fernández de Córdoba y Benavides, de la Casa de los señores de la villa de Guadalcázar, y doña María de Contreras. Este don Pedro, según vehementes indicios, debió de ser fruto del matrimonio del sexto Señor de Guadalcázar don Luis Fernández de Córdoba y de doña Luisa de Aguilar, por más que no figure puntualizado en los árboles genealógicos del señorío de Gualdalcázar (17); la reaparición de ambos apellidos en el nieto, dentro

Virreinato. En 1572 fué el único que desde Lima, acudió al llamado de Toledo y sentó plaza entre las tropas que marcharon a expugnar al Inga de los arcabucos de Vilcabamba. Estuvo también en la campaña contra los Chiriguanas y luego en la provincia de Santa Cruz donde estaba en armas Diego de Mendoza. Dos años más tarde estuvo a las órdenes del Capitán Ortiz de Zárate en el destacamento que marchó a la ligera a sorprender a los indios rebeldes de Condorillo; acompañó luego al Capitán Francisco de Barrasa a Guacaya y Corbo, donde fué herido de un flechazo en una pierna (v. el relato de esta expedición en Juicio de límites con Bolivia, Prueba Peruana. I, p. 361). Toledo le agració el 10 de Junio de 1575 con una plaza de Lanza, que significaba duplicar la soldada de arcabucero. En Diciembre de 1576 le designó Corregidor de Porco. En el ejercicio de este cargo tuvo aviso en Diciembre de 1578 que el revolvedor P. Martín Zambrana se hallaba en su distrito alborotándolo. Arrestó a este inquieto tonsurado, prestando un considerable servicio a la Corona, semejante al que poco después cumplió al detener al Licenciado Torres de Vera que se dirigía subrepticiamente al Paraguay. Sirvió el mencionado corregimiento hasta 1584, habiendo resultado libre de cargos en la consiguiente residencia. Conocemos dos probanzas de servicios suyas, ambas confeccionadas en Lima, la primera en 1588, y la segunda al año siguiente. Ambas en Archivo General de Indias. Audiencia de Lima, 130 y 208, respectivamente.

(16) Archivo Nacional del Perú. Secretaría del Virreinato. Superior Gobierno. Información practicaba por Alonso Fernández de Córdoba sobre la Escribanía Mayor de la Gobernación. 1605, f. 99.

(17) No hemos podido hallar en forma fechaciente el entronque de Diego de Aguilar y de Córdoba, con la línea mayor de los Señores y

de los usos saltuarios de la época, inclinan a atribuir al autor de "El Marañón" la ascendencia expuesta. A mayor abundamiento, las armas de dichos linajes figuran coloreadas toscamente en un escudo que decora la portada del códice (18), en la cual se aprecia el escusón de oro con tres fajas de gules pertenecientes a Fernández de Córdoba sobre un águila de sable coronada de oro, que es Aguilar. Remontando esta familia, entroncaba Aguilar y de Córdoba por Tello González de Aguilar, con el autor del diserto y de veras ameno libro titulado "Miscelánea Austral" (Lima, Antonio Ricardo, MDCII), don Diego Dávalos y Figueroa, biznieto de dicho pariente común (ob. cit., f. 176).

El personaje que nos ocupa comenzó a servir a su Rey en la Armada del Mediterráneo. Se halló en la toma y expugnación del Peñón de Vélez de la Gomera (1564), luchando bravamente contra el enemigo cuando logró este introducir en la población de Orguía quinientos de los suyos, que la saquearon. Estuvo también en la persecución que se efectuó sobre Castil de Perra. Luego ejercitó su ánimo y su brazo militando en los destacamentos que acudieron a sofocar las sediciones precursoras del gran alzamiento en las Alpujarras. Allí guerreó hasta 1569. No procede desechar taxativamente la suposición de que, por lo menos algún tiempo, hubiese pisado suelo italiano, pues en la epístola nuncupativa a su primo don Andrés Fernández de Córdoba que se ha transcrito, se ufana de haber saludado el idioma italiano y de "tener alguna noticia" del mismo.

Pasó al Perú junto con el próvido Virrey don Francisco de Toledo, quien le reputaba por persona de confianza. Aguilar pasó a avecindarse en la ciudad de León de los Ca

luego Marqueses de Guadalcázar, registrados por Morales en su mentada Historia de Córdoba, Béthencourt, ob, cit., y García Carraffa, Diccionario, IV, p. 135 ss.

(18) La reprodujo en facsímile Jos en Revista de Indias, III (1942). Núm. 10, p. 663.

balleros de Huánuco, probablemente por ser Corregidor de dicho lugar su primo don Luis Fernández de Córdoba. Con seguridad consta que residía allí en 1571, como lo atestigua un pasaje del quinto diálogo de una obra suya titulada "La soledad entretenida". El mencionado vicesoberano le agració con el cargo de Alguacil Mayor de la repetida población, y poco más tarde le cometió la visita de toda la circunscripción. Hacia estos años beneficiaba un yacimiento argentífero situado en Cajatambo. El metal se hallaba tan adherido a la roca, que para beneficiarlo era preciso valerse de fuego que lo ablandase. A ocho estados de profundidad de esta mina se halló un clavo de hierro de un jeme de largo, suceso que llamó justamente la atención y que por lo mismo recoge Dávalos y Figueroa (19).

Cuando la incursión del pirata Drake en el Pacífico, se hallaba Aguilar en su remoto refugio, de suerte que la noticia de aquélla sólo llegó a sus oídos muy tarde. Por ello, no pudo llegar al Callao oportunamente, pues ya la Armada española se había hecho a la mar en persecución del corsario (1579). En su defecto, se incribió en el cuerpo de guarnición del Callao, sentando plaza que sirvió hasta 1583.

En Huánuco contrajo matrimonio con doña Catalina Falcón, oriunda de dicho lugar, e hija legítima del conquistador Juan Sánchez Falcón y de María Suárez Tinoco. En ella hubo don Diego a un varón; Francisco Fernández de Córdoba, que vino al mundo en Huánuco hacia 1580, Colegial en San Martín, donde obtuvo la Licenciatura y poste. riormente desempeñó la Cátedra de Vísperas de Leyes.

Conociendo su calidad y discreción, el Virrey Conde de Villardompardo utilizó sus servicios en calidad de Secretario de Cámara. Desempeñó tan delicado cargo durante un bienio, sin sueldo ni recompensa de ninguna especie; por el contrario, en cierta oportunidad facilitó a su principal la

(19) Ob. cit., f. 165 v.

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