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extraños. En fin, por cima de los ifanzones estaban los ricos omnes, individuos de las familias más poderosas, que tenían muchos caballeros por vasallos y seguían habitualmente la corte del rey; de entre estos ricos hombres escogía el rey sus condes y podestades, ó sea los gobernadores de las regiones y los altos dignatarios.

Estas clases nobiliarias no tenían entre sí barreras infranqueables. Según la autorizada afirmación de don Juan Manuel, "los que son dichos infanzones derechamente, de solares ciertos, casan sus fijas con algunos de los ricos homes", por más que, a su vez, había también algunos ricos hombres más linajudos "que casan los fijos et las fijas con los fijos et las fijas de los reys". En el Poema hallamos un ejemplo de lo primero, pues las hijas del infanzón de Vivar se casan con los infantes de Carrión, que eran ricos hombres, de familia de condes (3444, 2549, 2554, 3296, 1376). Pero esos Beni-Gómez de Carrión eran mucho urgullosos (1938), y creían que les correspondía el segundo de los casos señalados por don Juan Manuel, más bien que el primero; si se avienen a casar con fijas de ifanzones (3298) es porque codician una espléndida dote (1888, 1374, 2552); por lo demás, las hijas del Cid serían buenas sólo para ser sus barraganas (2759, 3276), pues ellos, en

su presunción, creen que debían casar con fijas de reyes o de emperadores (3297, 2553). De aquí nace la tragedia del Poema.

Pero el Poema, lleno del espíritu democrático castellano, es abiertamente hostil a esa nobleza linajuda, y nos la presenta afeminada y cobarde, viviendo de la intriga palaciega. En cambio, siente profunda veneración por el rey, aun cuando sea injusto con el héroe; porque el rey es el elemento igualitario en que se apoya el pueblo contra los privilegios de los más altos. Al fin, Alfonso aparece inclinándose de parte del Cid (simple infanzón cuya única renta son sus molinos en el río Ubierna) contra la alta nobleza representada por los Beni-Gómez, familia donde, desde antiguo, salían condes de prez y que ahora queda infamada.

Entiéndase que la familia era una agrupación mucho más extensa y significativa que hoy. Muchas relaciones sociales toman formas familiares; las hijas del Cid habían sido criadas por Alfonso (2086), pues desde los tiempos visigóticos era costumbre que los hijos e hijas de los magnates fuesen criados y casados por el rey;

a su vez el Cid cría en su casa a sus más fieles vasallos (2514, 2902) y a muchas dueñas que después dota con el botín de una batalla (1764). El parentesco era también un vínculo más fuer

te. El Poema nos presenta la familia animada de un amplio y robusto espíritu de solidaridad, que agrupa a hijos, sobrinos, primos y parientes más lejanos, todos concordes en el pensamiento y en la acción, auxiliándose con el consejo y con el brazo a soportar las dificultades de la vida, y, sobre todo, a vengar cualquiera ofensa que todos miran como propia (1). En el fondo, como figura de pálida idealidad, aparece la mujer; no habla sino para venerar al marido o al padre y agradecerle la protección que recibe; sumisa y dulce hasta para reprender la crueldad del marido, a la cual sólo opone la energía de la mártir.

No hay en el Poema el menor asomo de galantería frívola y corruptora. El Cid no entra en batalla como los caballeros de cortesanía más refinada, con el pensamiento puesto en su amiga, sino puesto en su querida mugier e ondrada, ante cuya presencia siente crecer el esfuerzo (2), y es conmovedora la galantería militar del héroe, cuando se presenta lleno de sudor

(1) Véase p. 1226 y versos 73, 2780, 3007-3011, 31603163, 3528, 3535, 3553, 3592. La injuria es sentida como propia por todos los parientes (3303-05, 3312, 3438-42) y criados (2941-42).

(2) El Poema usa en este pasaje la expresión consagrada crécem el coraçón, 1655; como las Partidas, IIa 21° 22a: "los caballeros, porque se esforzasen mas, tenien por cosa

y sangre ante Jimena y las hijas, su coraçon y su alma, brindándolas el honor de haber guardado a Valencia mientras él, a su vista, había derrotado al rey de Marruecos.

Para la historia de la guerra tiene también el Poema un valor de que suelen carecer las chansons francesas, con ser éstas más militares que el cantar castellano. Los juglares franceses no tienen espíritu de observación para la batalla (1). El Roland o el Aliscans no nos dan idea de estrategia alguna, salvo el dividir ambos ejércitos en líneas de combate o "echeles", generalmente formadas por hombres de un mismo país, siempre más numerosas las de los sarracenos que las de los cristianos, las cuales se atacan sucesivamente sin plan alguno; las largas descripciones de las batallas se reducen al monótono chocar de los campeones unos con otros o con turbas què caen a centenares bajo los descomunales golpes de los héroes. En El Mio Cid la guerra ofrece aspectos variados, desde la pequeña correría hasta la batalla campal y el asedio, se

guisada que los que hobiesen amigas que las ementasen en las lides porque les creciesen mas los corazones et hobiesen mayor verguenza de errar."

(1) Véase P. MEYER, traducc. del Girart de Roussillon, París, 1884, ps. LXX-LXXVII. El Girard de Roussillon ofrece en la pintura de la guerra más realidad y más variedad que la generalidad de las chansons.

gún el héroe va creciendo en recursos y pla

nes.

En los primeros tiempos de su destierro, el Cid tiene sólo 300 lanzas o caballeros (419, 723), que suponen 600 hombres de armas, incluyendo los peones (674). Después de la toma de Valencia, hay ya con el Cid 3 600 caballeros (1265), o 3 990 (1419, 1717). Los moros, en cambio, reúnen ejércitos de 50 000 hombres de armas (1626, 1718, 1851, 2313).

El Cid, como un desterrado, tiene primeramente que tomar por objeto de sus guerras ganarse el pan (673, 1642, 948), y los caballeros que se le reúnen van a ayudarle a salir del apurado trance en que el destierro le coloca, unos por obligación de vasallaje y otros por espíritu aventurero. Cuando el Cid quiere reclutar más gentes para caer sobre Valencia les brinda con la ganancia:

quien quiere perder cueta e venir a rritad,
viniesse a mio Cid que a sabor de cavalgar;
çercar quiere a Valencia pora cristianos la dar.
Al sabor de la ganancia non lo quieren detardar
grandes yentes se le acojen de la buena cristiandad.
(1189-1199)

También Guillermo de Orange, cuando desamparado de su Rey, quiere ir a conquistar tierras de los sarracenos de España, grita sobre una mesa a los caballeros y escuderos pobres :

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