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de uno solo, creando por decreto de 15 de enero lo que se llamó ejército del Norte, y cuyo mando confió al mariscal Bessiéres. Este ejército llegó á constar de 70,000 hombres, y los distritos que comprendia eran, Navarra, las Provincias Vascongadas, parte de Castilla la Vieja, Astúrias y reino de Leon. Y sin embargo, lejos de lograr Bessiéres el objeto de someter estas provincias, como Napoleon se habia prupuesto y creyó facil y hacedero, mortificábale pelear sin gloria con tantas guerrillas como le hostigaban sin dejarle descanso, y fatigado de lidiar sin fruto, volvióse á Francia (principios de julio), ansioso de conservar su reputacion empleándose en otro género de guerra. Sucedióle aquí el conde Dorsenne.

Prosiguindo pues nuestro rumbo en la direccion geográfica que vamos llevando, preséntanse á nuestro exámen los sucesos de Aragon y Cataluña, de tal manera enlazados que seria muy difícil poderlos referir aisladamente, y no daria el que lo intentara cabal idea de ellos.

Rendida y tomada por los franceses la importante plaza de Tortosa (que fué el acontecimiento con que terminó el año 1810, y el estado en que dejamos las cosas de Cataluña en nuestro capítulo XI.), nada era mas natural sino que el mariscal Suchet aprovechara la influencia de aquel suceso para su designio de acabar de someter el Principado, en el cual no quedaba ya mas plaza importante en poder de los nuestros que

la de Tarragona. A este fin encomendó al general Habert la conquista del castillo de San Felipe en el Coll de Balaguer, posicion que domina el camino entre las dos ciudades nombradas. Intimada primero la rendicion al gobernador del fuerte (8 de enero), atacado éste después, retirados luego los españoles de los puestos esteriores, influyendo en ellos el recuerdo de lo de Tortosa, y escalada por. último la muralla por los franceses, rindiéronse al fin aquellos en número de 100 con 13 oficiales, salvándose los demás por el camino de Tarragona. Despues de esto, dejando Suchet una division con encargo de vigilar las comarcas de Tortosa, Teruel y Alcañiz, encomendando á otras dos el de resguardar las márgenes y la embocadura del Ebro, y fortificando el puerto de San Carlos de la Rápita, volvióse á Zaragoza, donde le llamaban otros cuidados, y no era el menor de ellos el vuelo que aprovechándose de su ausencia habian tomado los cuerpos francos y las guerrillas de aquel reino y de las provincias comarcanas.

Quedaba, como hemos dicho, Tarragona siendo el blanco de los planes y designios del ejército francés de Cataluña. Los moradores de la ciudad, y en general los catalanes, escarmentados con lo acaecido en Tortosa, habíanse hecho recelosos y desconfiados. El mismo comandante general Iranzo no les inspiraba confianza, y solo la tenian en el marqués de Campoverde, sucesor de O'Donnell en el mando del Prin

cipado. Demostraciones de varios géneros, tumultuosas algunas, asi en la poblacion como en la comarca, convencieron á Iranzo de que no le era favorable el espíritu del pais, por lo cual creyó prudente hacer dimision; y como no se prestasen á sustituirle otros á quienes correspondia por antigüedad, acaso porque sabian las gestiones de los amigos de Campoverde, recayó en éste el mando, bien que á condicion de estar á lo que dispusiera el gobierno. Esta resolucion paró al mariscal Macdonald, que apostado en las cercanías de Tarragona cifraba no poca parte de sus esperanzas en las escisiones y disgusto de la guarnicion y del pueblo. Asi que, habiéndose aproximado á la plaza (10 de enero), como viese fallidos sus planes fundados en las inquietudes de dentro, retiróse á Lérida con el fin de preparar el sitio en toda forma.

No hizo impunemente esta marcha el duque de Tarento (Macdonald). Apostado don Pedro Sarsfield de órden de Campoverde con una division en las cercanías de Valls, y observando que la brigada italiana del general Eugeni no estaba sostenida, la hizo cargar con impetuosidad y la puso en derrota (15 de enero). La otra brigada italiana mandada por Palombini, que acudia en su socorro, fué atropellada por los fugitivos, y toda la division habria sido destruida, si los dragones franceses no hubieran detenido á nuestros ginetes. Aun asi el coronel de los dragones Delort recibió muchos sablazos, y el general EuΤΟΜΟ ΧΧV. 2

geni murió de resultas de las heridas. Macdonald pudo proseguir hasta Lérida, caminando de noche, de prisa y con susto.

Aunque materialmente restablecida la tranquilidad en Tarragona, inquietáronse de nuevo los ánimos con la noticia de haber sido nombrado por la Regencia capitan general de Cataluña don Cárlos O'Don nell, hermano de don Enrique; nombramiento que tambien en las Córtes provocó la censura, y aun la reclamacion de varios diputados (sesion del 22 de enero). Y como el ídolo de los tarraconenses era entonces Campoverde, renovábanse los bullicios, fomentáranlos ó nó los amigos de éste, cada dia que se esparcia la voz de que estaba para llegar el recien nombrado. Duró este estado de contínua y casi no interrumpida alarma hasta mas de mediado febre ro, en que Campoverde, ó accediendo ó aparentando ceder á los ruegos é instancias de la Junta y de otras corporaciones y particulares, tomó en propiedad el mando que ejercía interinamente; manera singular de apropiarse el poder habiendo un gobierno supremo. Para afianzar más su autoridad, aunque con el objeto ostensible de arbitrar recursos para la guerra, convocó un congreso catalán, al modo del que ya ántes habia existido, el cual se instaló el 2 de marzo. No reinó la mejor armonía entre el congreso y la junta de provincia: al contrario, suscitáronse discordias y conflictos graves,

en los cuales terciaba Campoverde, aunque ladeándose hácia donde soplaba el aura popular. Al fin tuvo que disolverse el congreso, quedando, como ántes, una junta encargada de la adininistracion económica del Principado.

Pocos dias despues de esto intentó el de Campoverde una empresa, que á haberle salido bien habria sido de una importancia incalculable, pero que por desgracia le salió fallida. Nunca habian faltado á los nuestros inteligencias secretas con los de Barcelona; por las noticias confidenciales que Campoverde recibia creyó maduro yá y en sazon el plan de proporcionarle la entrada en la ciudad, ó por lo menos la toma del importante castillo de Monjuich. Con esta esperanza partió de Tarragona con el grueso de sus fuerzas, y la noche del 18 de marzo un batallon de granaderos dela vanguardia se aproximó al castillo, y hubo soldados que descendieron al foso en la confianza de que se les iba á franquear la fortaleza. Mas el recibimiento que encontraron fué una lluvia de balas, prueba terrible de estar el enemigo sobre aviso, y que hizo á los que quedaron con vida correr á dar cuenta á su general de su funesta aventura. En efecto, el gobernador de Barcelona Maurice-Mathieu habia tenido soplo de lo que se proyectaba, á tiempo de prevenirse como lo hizo. Frustróse pues aquella empresa á Campoverde, que replegando sus fuerzas tomó de nuevo la vuelta de Tarragona, dando gracias de no haber sufrido mas que

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