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ella la indisciplina, la insubordinacion y el desarreglo del ejército inglés llegó á tal punto y estremo, que en una circular que Wellington pasó en Portugal á los gefes de los cuerpos se vió precisado á estampar frases como las siguientes: «La disciplina del »ejército de mi mando en la última campaña ha de

caido á tal punto que nunca he visto ni leido cosa »semejante. Sin tener por disculpa desastres ni nota»bles privaciones... se han cometido desmanes y es»cesos de toda especie, y se han esperimentado pér>>didas que no debieran haber ocurrido...»

Luego que Wellington se internó en Portugal, los españoles pasaron por aquel reino á Galicia. El 6.o ejército nuestro volvió á ocupar sus antiguas posiciones del Vierzo. Don Juan Diaz Porlier regresó tambien á Astúrias. La division inglesa de Hill que habia venido de Extremadura, tornó igualmente á aquell a provincia, acantonándose en Cáceres y sus inmediaciones. En cuanto á los ejércitos franceses, que no tuvieron por conveniente seguir á los aliados á Portugal, el del Mediodía con el mariscal Soult ocupó las márgenes del Tajo hácia Talavera, parte de la provincia de Toledo y la Mancha: el llamado todavía de Portugal con Souham se distribuyó entre las provincias de Salamanca, Avila, Valladolid y Palencia: el del Centro con el rey José volvió á Madrid, repartiéndose entre esta provincia, Segovia, Toledo y Guadalajara.-Wellington con los anglo-portugueses to

mó cuarteles de invierno, acantonando su gente en una línea que se estendia desde Lamego hasta las sierras de Baños y de Bejar.

De alli á poco trasladóse el general inglés, generalísimo ya de nuestras tropas, á Cádiz, ya por descansar de las fatigas de la campaña, ya para acordar acerca de la que de nuevo hubiera de emprenderse, y acaso tambien por disfrutar de las atenciones y agasajos que suponia habria de recibir, como recibió, del pueblo, de las personas mas distinguidas, de la Regencia y de las mismas Córtes. Todos en efecto se esmeraron en obsequiar y festejar al ilustre caudillo, á quien España debia servicios de tanta importancia, y á quien los poderes públicos habian ensalzado á una altura en cargos y honores á que no se creia pudiese llegar en España un estrangero. A estos obsequios procuró corresponder con otros su hermano sir Enrique Wellesley, embajador británico en España, tal como un banquete, á que convidó todos los diputados. Una comision de las Córtes habia pasado á felicitar al ilustre general en su propio alcjamiento: agradecido él á tan grande honra, solicitó

(1) Cuéntase que en un suntuoso baile que se dió en obsequio de Wellington, la condesa de Benavente, duquesa viuda de Osuna, que presídia la funcion, recibió una carta anónima en que le decian que la cena estaba envenenada. Llevóse chasco el autor del anónimo, que sin duda se ha

bia propuesto asustar á la brilante concurrencia y acibarar el placer del festin, pues nadie le dió crédito, y al decir de un escritor que asistió á la fiesta, convirtiósé el falso anuncio en ocasion y motivo de donaires y chistes que dieron al acto mayor animacion y alegría.

permiso para presentarse en el Congreso á dar personalmente las gracias: fuéle aquél otorgado, y en la sesion del 30 de diciembre un secretario anunció que el duque de Ciudad-Rodrigo estaba aguardando para presentarse en virtud del permiso concedido: suspendióse la discusion, y entró acompañado de cuatro diputados; diósele asiento entre los representantes de la nacion (honra desusada y singular, la mayor que pudiera recibir), y levantándose leyó un discurso en español, á que contestó el presidente de la Asamblea : concluido lo cual, se retiró del salon

con el mismo acompañamiento.

(1) Hé aquí los dos discursos que se pronunciaron.

Lord Wellington.-«Señor: no me habria yo resuelto á solicitar el permiso de ofrecer personalmente mis respetos á este augusto Congreso, á no haberme animado a ello la honra que V. M. me ha dispensado el dia 27 de éste, enviando una diputacion á felicitarme de mi llegada á esta ciudad; distincion que no debo atribuir sino á la parcialidad con que en todas ocasiones ha mirado V. M. los servicios que la suerte me ha proporcionado hacer á la nacion española. -Dígnese pues V. M. permitirme manifestar mi reconocimiento por este honor, y por las diferentes muestras de favor y confianza que he recibido de las Córtes, y asegurarle que todos mis esfuerzos se dirigirán al apo yo de la justa é importante causa que la España está defendien do. No detendré con nuevas protestaciones á V. M., ni ocu

paré el tiempo de un Congreso,
de cuya conducta, sábia, pru-
dente y firme, depende, con el
auxilio de la divina Providencia,
el feliz éxito de todos nuestros
conatos.-No solo, señor, los es-
pañoles tienen puesta la vista en
V. M., sino que á todo el mundo
importa el dichoso fin de su vi-
goroso empeño en salvar la Es-
paña de la ruina y destruccion
general, y en establecer en esta
monarquia un sistema fundado
en justos principios, que pro-
muevan y aseguren la prosperi-
dad de todos los ciudadanos y la
grandeza de la nacion española.>>
El Presidente. «S. M.
ha enterado de cuanto acaba de
manifestar el duque de Ciudad-
Rodrigo, general en gefe de los
ejércitos españoles; y respecto al
proceder que las Cortes generales
y extraordinarias han observado
con tan ilustre caudillo, no han
hecho mas que acreditar el apre-
cio que han juzgado ser debido al
vencedor de Massena y de Mar-

se

Poco tiempo permaneció Wellington en Cádiz. De alli pasó á Lisboa, siendo recibido en los pueblos y en la córte de Portugal con arcos de triunfo, con luminarias, fiestas y todo género de demostraciones propias para celebrar sus victorias. Asi alli como en Cádiz preparó los medios para hacer fructuosa la nueva campaña que le verémos emprender en la primavera siguiente.

mont; al reconquistador de Ciudad-Rodrigo y Badajoz; al que hizo levantar el sitio de Cádiz; al que libertó tantas de nuestras provincias, y cuyos triunfos sobre los franceses han celebrado los pueblos de Castilla, como pudieran celebrar los triunfos del genio del bien sobre el genio del mal; y al que entrando en Madrid hizo publicar el sagrado có ligo de nuestra Constitucion, obra inmortal de este augusto Congreso.

>>En lo demás las Cortes generales y extraordinarias no omitirán medio alguno para terminar felizmente la lucha en que la España, y tantas otras nacio

nes se hallan empeñadas; y no ya esperan ni confian de parte del duque de Ciudad-Rodrigo, sino que dan por seguros nuevos triunfos y victorias, y cuentan con que los ejércitos españoles y aliados, conducidos por tan ilustre caudillo, no solo arrojarán á las huestes francesas mas allá del Pirineo, sino que, si menester fuese, colocarán sobre las márgenes del Sena sus triunfautes pabellones; pues no seria la vez primera que los leones españoles han hollado en orillas las antiguas lises de la Francia.»

sus

CAPITULO XXI.

LEVANTAMIENTO DEL SITIO DE CADIZ.

RESULTADO GENERAL DE LA CAMPAÑA DE 1812.

1812.

(De agosto á fin de diciembre.)

Influencia de los sucesos de Castilla en Andalucía.-La que ejercieron en el mariscal Soult.-Levantan los franceses el sitio de Cádiz. -Regocijo en aquella ciudad.-Abandona Soult á Sevilla.-Combate y triunfo de los españoles en el barrio de Triana.-Entran en Sevilla los aliados.-Soult en Granada.-Persiguele Ballesteros. -Unese Drouet á Soult en Huescar, atraviesan el reino de Murcia, y pasan á incorporarse á José en el de Valencia.-Ocupan los españoles á Córdoba.-La administracion francesa en Andalucía.Exacciones, impuestos, despojos.-Objetos artísticos llevados á Francia. Entrevista y conferencia del rey José y de los generales Jourdan, Suchet, Soult y Drouet en Fuente la Higuera.-Plan de operaciones.-Reunion de ejércitos franceses.-Acuerdan auxiliar al de Portugal en Castilla.-Recobra el rey José á Madrid, huyendo delante de él el inglés Hill.-Consternacion de los madrileños. -Discreta y patriótica conducta de don Pedro Sainz de Baranda. -Sale otra vez José de Madrid la via de Salamanca.-Llegan alli Soult y Drouet.-Malogran los franceses la ocasion de batir á Wellington y los aliados.-Responsabilidad que en esto cupo al duque de Dalmacia.-Sucesos en Valencia.-Accion de Castalla, desastrosa para los españoles.-Culpóse de ello á don José O' Donnell.-Clamores que en las Córtes se levantaron contra él.-Proposiciones

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