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las arrastraron entre una horrible metralla que derribaba á gran número sin enfriar el ardor de los otros. Como á pesar de la noche descubriese el enemigo desde la plaza lo que hacian aquellos grupos, quiso impedirles mas directamente que lograran su objeto, é intentó acometerles haciendo una salida repentina. Al frente de una reserva del 7.° de línea marchó el jóven y bizarro general Salme contra los españoles, y al dar el grito de: en avant! una bala de fusil le derribó sin vida en el suelo. Le adoraban los soldados, y lo merecía por su valor y su talento. Deseosos de vengarle se arrojaron sobre los españoles, á quienes persiguieron á la bayoneta hasta el borde de los fosos del Olivo, y no retrocedieron sino á impulsos de la metralla, y de la evidente imposibilidad de la escalada... A la distancia á que se habia llegado eran terribles los efectos de la artillería por ambas partes. En pocas horas fué abierta la brecha; pero el enemigo echó abajo diversas veces nuestros espolones... Todo el dia siguiente 29 continuóse batiendo en brecha, y se resolvió dar el asalto, pues no hacía menos de dos semanas que estaban delante de Tarragona, y si una sola obra costaba tanto tiempo y tantos hombres, habia que desesperar de apoderarse de la plaza....

Asombra donde quiera que se lea la relacion del asalto y toma del Olivo por los franceses: terrible fué la acometida, heróica la resistencia, recio y sangrien

po,

to por ambas partes el combate: admiró á los nuestros la audacia de los franceses; el general en gefe de los franceses consignó en sus Memorias que los nuestros se habian batido como leones: se peleó cuerpo á cuerá la bayoneta y al sable, asi en el recinto del fuerte, como en el reducto á que se fueron retirando los españoles. Debido fué à la casual circunstancia de haber descubierto el enemigo una entrada por los caños del acueducto de que antes se surtía de agua la fortaleza, el haber podido penetrar en ella y estenderse por el muro con sorpresa de los nuestros que habian descuidado aquel encañado: de otro modo habrian sido escarmentados todos, como lo fueron los que intentaron trepar á los muros con escalas ó en hombros unos de otros, que todos perecieron. Aun asi tuvieron que sacrificar mucha gente, si bien por nuestra parte se perdieron tambien sobre 1.000 hombres. Se intentó, pero no se pudo recobrar el Olivo. Envalentonado con esta conquista Suchet, tentó la guarnicion de la plaza con palabras halagüeñas, pero solo obtuvo una contestacion desdeñosa y un tanto colérica. Acababan de entrar 2.000 hombres, procedentes de Valencia la mayor parte, algunos de Mallorca.

Celebrado al siguiente dia consejo de guerra, acordóse que el marqués de Campoverde saldria de la plaza, dejándola encomendada á don Juan Senen de Contreras que acababa de llegar de Cádiz, y que don Juan Caro iría en busca de mas auxilios á Valencia:

que Sarsfield se encargaría de la defensa del arrabal

y

de la marina, y el baron de Eroles de las tropas que aquél habia estado mandando del lado del Montblanch, y que la junta saliera tambien para atender desde punto menos espuesto á los negocios del Principado. La junta se situó en Monserrat, y Campoverde puso su cuartel en Igualada (3 de junio). Por su parte los franceses, luego que se vieron dueños de el Olivo, resolvieron atacar el recinto bajo de la ciudad, que terminaba por un lado con los fuertes de Francolí y San Carlos, por otro con el de los Canónigos, llamado tambien de Orleans. Establecidas las baterías con 25 cañones, y despues de unos dias de vivísímo fuego contra el fuerte de Francolí, puesta ya á treinta toesas la segunda paralela de los franceses, y abierta brecha, se prepararon al asalto atravesando el foso con el agua al pecho (noche del 7 al 8 de junio). Los nuestros le hubieran resistido con su teson habitual, pero no teniendo aquel fuerte sino una larga y estrecha comunicacion con la ciudad, no quiso Senen de Contreras que se espusieran á ser cortados, y ordenó se retirasen llevando la artillería. Segundo fuerte de que se apoderaban los franceses.

Gran pérdida costó á éstos la posesion de los otros baluartes. Una noche, despues de haber trabajado á corta distancia del camino cubierto del de Orleans, salieron de él trescientos granaderos españoles, y cuando aquellos reposaban de las fatigas del dia, se arro

jaron sobre ellos y acuchillaron una gran parte que descuidados dormian. En otra salida que del arrabal hizo Sarsfield con una brigada, destruyó muchas de sus obras, y mató algunos trabajadores, ahuyentando á los otros con espanto. Cuando repuestos los enemigos atacaron en dos columna la luneta del Príncipe (16 de junio), una de ellas al dar el asalto sufrió un fuego mortífero, muriendo con otros muchos el valeroso comandante que la guiaba: la otra mas afortunada, logró penetrar en la luneta, y mató cien soldados nuestros, haciendo á otros prisioneros. Encarnizóse la lucha y creció la matanza para las obras de aproche contra los dos bastiones de San Cárlos y de los Canónigos. Confiesan los historiadores franceses que en una veintena de dias perdieron 2.500 hombres, entre ellos un general, dos coroneles, quince gefes de batallon, diez y nueve oficiales de ingenieros, trece de artillería, y ciento cuarenta de las demás armas. Y aun les faltaba conquistar, el arrabal primero, y la ciudad después.

Habia llegado á ésta de refresco, procedente de Valencia, una division de 4.400 hombres, guiada por don José Miranda. Los 400 que iban desarmados, se equiparon en la ciudad y se quedaron en ella: los 4,000 fueron á incorporarse en Igualada con las tropas de Campoverde, que de este modo llegó á reunir un cuerpo de mas de 11.000 hombres, para obrar por fuera en favor de los sitiados, ó sorprendiendo convoyes, ó Томо хху.

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arrojándose con oportunidad sobre las trincheras enemigas. Sorpresas de estas hacian tambien otros gefes, tal como el baron de Eroles que cogió en Falset quinientas acémilas, y como Villamil que en Mora de Ebro destrozó un grueso destacamento que mandaba un coronel polaco. Por parte de los franceses el general Harispe con una division francesa y otra italiana vigilaba el camino de Barcelona, y Habert con otra division guardaba los caminos de Tortosa y de Reus; y además receloso Suchet del aumento de fuerzas del marqués de Campoverde, llamó la brigada de Abbé que habia estado observando los movimientos de Villacampa hácia Teruel, como quien daba tanta importancia al sitio de Tarragona, que á este objeto esencial lo subordinaba y lo sacrificaba todo.

Su propósito era batir á un tiempo los tres fuertes, Canónigos, San Carlos y Real, á cuyo efecto colocó en la tercera paralela cuarenta y cuatro piezas de sitio, que con vivísimo fuego protegian las obras de ataque, que tenian que rehacer á menudo, porque á menudo las destruía la artillería de la plaza. Al fin el 20 de junio, el mismo dia que salvaban á los franceses sitiados en Badajoz los mariscales reunidos Marmont y Soult, una escena espantosa se representaba al pie de los muros de Tarragona. «No agita el aire, dice un escritor estrangero, la mas ruda batalla con ruido tan terrible como el que resonaba delante de la plaza sitiada. Por la tarde se hallaban

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