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templos, los palacios, los museos y los archivos de Madrid, de Toledo, del Escorial, de Simancas, y de otros pueblos de la Nueva y de la Vieja Castilla, como ántes lo habian hecho en las Andalucías.

En efecto, el 26 de mayo vieron los habitantes de Madrid partir un numeroso convoy de coches, galeras, carros y acémilas, en que iban, no solo los comprometidos con el rey intruso y sus familias y enseres, que éstos los veian arrancar sin pena los buenos españoles, sino tambien las preciosidades que desde el tiempo de Murat habian sido sacadas de las iglesias, edificios y establecimientos que hemos dicho, para enriquecer con ellos sus palacios, si en España permanecian, los museos y palacios de Francia, si allá los empujaba otra vez su merecida mala ventura. Allí iban los preciosos cuadros del Correggio, entre ellos elinapreciable de la Escuela del Amor, los no menos preciosos de Rubens, del Greco y de Tristan; los preciosísimos de Rafael y del Ticiano, contándose entre ellos los inimitables de la Virgen del Pez, de la Perla, y el Pasmo de Sicilia. Allí las riquezas de la Historia natural, de los depósitos de artillería y de ingenieros, del hidrográfico y otros de esta índole. Alli los documentos históricos, en que estaban consignadas las grandezas y los hechos gloriosos de nuestros antepasados, los cuales unidos á la multitud de papeles y pergaminos importantes de que fué despojado el copiosísimo archivo de Simancas, se destinaban á decorar

los salones y galerías del Louvre y otros edificios del vecino imperio (). Que si bien producirian, como dice un escritor español, la ventaja de que fuesen conocidas en el estrangero riquezas artísticas de España completamente ignoradas en otros paises, y si bien despues de la restauracion de España y de la caida de aquel imperio fueron muchas de ellas restituidas á nuestra patria por justa reclamacion que de ellas hicieron nuestros gobiernos, ni todas fueron devueltas, ni hay nada que pueda justificar el pillage que entonces se hizo de tan preciosos tesoros.

Habiéndose hecho Hugo preceder de este para nosotros funesto convoy, salió él mismo de Madrid con sus tropas al dia siguiente (27 de mayo), quedando la capital definitivamente libre de franceses, ocupándola pronto las guerrillas, y volviendo á funcionar las legítimas autoridades. Quedó tambien entonces disponible nuestro 3.er ejército, que vino bien para entretener á Suchet en Valencia, é impedir que acudiese á Castilla en auxilio de José. En cuanto á Hugo, tomó, como los que le habian precedido, el camino de Guadarrama, dirigiéndose á Segovia, y torciendo luego á incorporarse con los suyos cruzó el Duero de noche por Tudela. Tan pronto como Leval y Erlon llegaron

(1) De los papeles que se sacaron de Simancas en los años 1844 y 4812 dejó el comisario francés Mr. Ghite notas firmadas al archivero don Manuel de Ayala y Rosales. En 1816 fueron devueltos

muchos carros de legajos, algunos en malísimo estado, de otros entresacada correspondencia diplomática muy importante. Sobre esto podríamos decir mucho, que no nos parece de este lugar,

á las márgenes de aquel rio, distribuyó José sus tropas del modo siguiente: todo el ejército del Mediodía apoyando su izquierda en Tordesillas, su derecha en Torrelobaton; el general Reille con su caballería y la division Darmagnac, en Medina de Rioseco; la division Maucune en Palencia; el conde de Erlon en Valladolid con la division Cassagne; el cuartel general del rey en Cigales. Viendo José que no habia podido evitar la concentracion de los aliados del lado acá del Esla, y no teniendo por prudente aventurar allí una batalla, ordenó la retirada, saliendo aquel mismo dia de Valladolid camino de Burgos el gran parque, los equipages del rey, los oficiales civiles de palacio, los ministros, y las familias españolas comprometidas que seguian el cuartel general; á cuyo convoy fué menester destinar una escolta de 4.000 hombres. El 3 se retiró el ejército detrás del Pisuerga y del Carrion. José hubiera querido esperar hasta saber si el general Clausel con el ejército del Norte se dirigia á Burgos; mas no pudiendo subsistir allí sus tropas, siguió su movimiento retrógrado, saliendo de Palencia el 6, y llegando el 9 á los contornos de Burgos, en cuya ciudad estableció el cuartel general, enviando á Vitoria los inmensos convoyes, escoltados hasta allí por Hugo, desde allí por la division Lamartiniére. Wellington habia ido en su seguimiento, pero sin apresurarse, y hasta el 12 no se avistaron ambos ejércitos en las cercanías de Burgos, donde hubo

un ensayo de combate entre los cuerpos del inglés Hill y del francés Reille.

Tampoco se atrevió José á esperar allí. No habia parecido ni parecia Clausel á quien esperaba con las divisiones del Norte. Ordenó pues proseguir la retirada. Habia dispuesto el francés al abandonar á Burgos destruir el castillo minándole despues de recogida y trasportada parte de la artillería: pero habia dentro 6.000 bombas; y el general de artillería d'Aboville, con objeto, decia, de que no se aprovechase de ellas el enemigo, hizo poner en cada una una pequeña cantidad de pólvora y colccarlas á corta distancia unas de otras, para que estalláran al tiempo de reventar la mina. Aunque esta diabólica operacion no debia verificarse hasta que las tropas acabaran de evacuar la ciudad, sin embargo, en la mañana del 13 se hizo la horrible explosion cuando aun desfilaba una brigada de dragones. Espantoso fué el estremecimiento; grande el estrago, retemblaron y se resintieron las casas y edificios de la ciudad, y hasta su esbelta y famosa catedral; perecieron un centenar de soldados, muchos caballos y algunos habitantes: triste signo, dice un historiador francés, en una retirada sin esperanza de retorno.

Ansioso José de ganar el Ebro, estableció el 16 su cuartel general en Miranda, no sin que le hostigáran por la derecha los aliados, por la izquierda don Julian Sanchez y otros guerrilleros españoles. Su fuerza iba

debilitada por algunos combates parciales y por las bajas que siempre se sufren en las largas retiradas. Ordenó á Reille que reuniese sus tropas y marchase sobre Valmaseda ó Bilbao para cubrir las comunicaciones con Francia; al general Gazan que se sostuviese con dos divisiones y alguna caballería, yendo sobre Espejo; ordenó á Foy, que se hallaba en Tolosa, se reuniese lo mas pronto posible á Reille; y todas sus disposiciones se encaminaban á detener en aquella montuosa comarca la marclia de los aliados, dando tiempo á que se le reuniera Clausel; però era ya tarde. Los aliados, siguiendo su marcha constante, aunque penosa, por la aspereza del terreno, mucha parte de él impracticable para la artillería, por la escasez de víveres, que les hizo pasar hambre verdadera algunos dias; amagando siempre la derecha del francés, y tomándole alguna vez la delantera, ganaron tambien el Ebro, cruzándole, los españoles del 4. ejército que regia Giron por Polientes, el inglés Graham por San Martin de Linés, Wellington y la mayor parte de los anglo-portugueses por Puente de Arenas. Los españoles por órden del generalísimo tiraron al dia siguiente á la izquierda hacia Valmaseda; Longa, que andaba por aquellas partes se agregó al ala izquierda de los nuestros en Medina de Pomar: los demás giraron sobre la derecha. Ya no podian pués los franceses defender el paso del Ebro. Turbóles la aparicion de los aliados allende el rio, y José dispuso que el grueso de su ejér

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