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temor de que prolongándose la estancia del gobierno en otra parte, dejára de irse considerando á Madrid, y acaso dejára de serlo en definitiva, la córte y cabeza de la monarquía española, de que estaba en posesion hacía siglos, cualesquiera que fuesen los inconvenientes y cualquiera que fuese el error de haberla fijado en punto tan central. A estas razones se agregaba el interés de unos, y el propósito de otros de alejar cuanto antes las Córtes y el gobierno de la ciudad de Cádiz, cuya poblacion miraban como pernicioso foco de ideas exageradamente reformadoras. Cuestion de índole especial, y en la cual por lo mismo se confundian los pareceres de diputados, en otros puntos y materias divergentes y opuestos.

Pasada la esposicion del ayuntamiento de Madrid á informe de la Regencia y del Consejo de Estado, ambos cuerpos fueron de opinion de no ser por entonces conveniente mudar el asiento del gobierno. La razon era convincente; porque dueño todavía el enemigo de las plazas fronterizas, y atendidos los azares y vicisitudes de una guerra, era todavía arriesgado trasladar aquél á un punto abierto é indefendible, espuesto á una incursion atrevida y repentina. Procuraron no obstante aquellos cuerpos no descontentar en lo posible ni á Cádiz ni á Madrid, proponiendo en su informe: 1.o que no se fijase todavía el dia de la traslacion: y 2.° que cuando ésta hubiera de verificarse, sería solo á Madrid. Aunque juicioso este

dictámen, fué sin embargo acaloradamente combatipero al fin prevaleció en las Córtes.

do.

Cuando ya se creia haber salido de esta dificultad, presentóse una proposicion pidiendo que las Córtes ordinarias, convocadas ya, y que habian de instalarse el 1.o de octubre, se abriesen en Madrid y no en otra parte alguna. Produjo esta proposicion nuevos y mas acalorados debates, y tan divididos y tan equi.. librados andaban los pareceres, que puesta á votacion resultó ésta empatada, siendo mas de 200 los votantes. Repitióse al siguiente dia, conforme á un artículo del reglamento de gobierno interior que preveia este caso, y entonces resultó desechada por solos cuatro votos de mayoría. Murmuraban los vencidos en esta resolucion contra los vencedores; atribuíanles propósitos interesados; pero ellos procuraron desvanecerlos y acallar todo género de hablillas presentando proposiciones encaminadas á que se apresurase todo lo posible la llegada de los diputados de las Córtes ordinarias, y á que las extraordinarias concluyesen y cerrasen cuanto ántes sus se. siones, al menos para que no se prorogasen mas allá del tiempo indicado y debido.

Procedióse pues al nombramiento de la diputacion permanente (8 de setiembre) que la Constitucion prescribia para suplir la representacion nacional en los intermedios de unas Córtes á otras, pues aunque las ordinarias estaban ya preparadas y apenas

habia de mediar intersticio, tenia aquella que presidir las juntas preparatorias ("). Hecho esto, y lo demas que acabamos de referir, señalóse el 14 de setiembre para cerrarse las Córtes extraordinarias. Aquel dia asistieron todos los diputados á un Te Deum que se cantó en la catedral, y volviendo al salon de sesiones, se leyó el decreto siguiente: «Acer»cándose el dia en que los diputados de las Cór»tes ordinarias deben reunirse para el exámen de »sus respectivos poderes, las Córtes generales y ex»traordinarias han decretado cerrar sus sesiones hoy » catorce de setiembre de mil ochocientos trece.» El presidente, que lo era á la sazon don José Miguel Gordoa, pronunció un discurso especificativo de sus principales trabajos, que fué escuchado y acogido con aplausos muy cordiales, y á poco dijo en alta y firme voz: «Las Córtes generales y extraordinarias » de la nacion española, instaladas en la isla de >> Leon el 24 de setiembre de 1810, cierran sus se»siones hoy 14 de setiembre de 1813. Firmóse el acta y evacuaron el salon los diputados.

Los plácemes que éstos recibieron de la muche

(1) Los nombrados para la diputacion permanente fueron: don José Espiga, diputado por la junta provincial de Cataluña; don Mariano Mendiola, por la provincia de Querétaro; don Jaime Creus, por la de Cataluña; don José Joaquin de Olmedo, por la de Guayaquil; don José Teodoro Santos, por la de Madrid; don

Antonio Larrazabal, por la de Guatemala; el marqués de Espeja, por la de Salamanca; y en clase de suplentes, don José Cevallos, por la de Córdoba, y don José Antonio Navarrete, por la de Piura en el Perú.-Como se vé, se dió gran representacion en la Diputacion permanente á los diputados americanos,

dumbre al retirarse á sus casas, los festejos y serenatas con que por la noche los agasajaron, convirtiéronse en luto y tristeza al siguiente dia. La fiebre amarilla volvió á presentarse en la poblacion; el gobierno alarmado resolvió en silencio retirarse al Puerto de Santa María, pero la diputacion permanente de Córtes comenzó luego á ejercer las funciones de su cargo oficiando á la Regencia sobre los temores que podria infundir y los males que podria ocasionar aquella retirada, y en su virtud la Regencia excitó á la diputacion á que convocára inmediatamente las Córtes para tratar del asunto; si las extraordinarias que acababan de cesar, ó las ordinarias que iban á reunirse, no se sabia: optóse por aquellas, por ser mas pronto el remedio.

Abriéronse pues de nuevo las Córtes extraordinarias á los dos dias de haberse cerrado "". Tratóse en

(1) Hé aquí los curiosos pormenores que nos dejó consignados el diputado Villanueva en su Viaje a las Córtes (y es la última página de su obra) acerca de este suceso y de la sesion del 16.

«Este es por ventura, dice, uno de los dias en que corrió mayor riesgo la tranquilidad pública y la salud de la patria.....» -Refiere lo que habia ocurrido acerca de la salida del gobierno, y añade: «Algunos de éstos (diputados y otros sugetos de la ciudad), habiéndome encontrado al anochecer en la Alameda..... me hicieron presente el daño que iba á resultar si se verificaba la salida acordada de la Regencia. Uno de ellos añadió que iba á haber

un levantamiento en Cádiz esta noche si no se juntaban las Córtes extraordinarias, añadiendo que si éstas acordaban la salida, todos se conformarian con su resolucion. Pidiéronme todos que dispusiese las cosas de suerte que se congregasen al momento las Córtes, y me vi tan estrechado, y ví tan cierto y próximo el peligro que me anunciaban, que les dí palabra de que se celebrarian Córtes esta misma noche, y que yo respondia de ello, obligándome á practicar cuantas diligencias condujesen á este fin, y que por lo mismo se tranquilizasen y procurasen sosegar los ánimos inquietos. Comenzó á reunirse alli mucha gente. Yo procuré persua

ellas largamente por espacio de tres dias del asunto de traslacion, y acusaban con acritud al gobierno por haberla determinado por sí, súbita y sigilosamente. Espinosa era en verdad la cuestion de si habian de arrostrar alli las Córtes y el gobierno los rigores de la epidemia: no era fácil calcular los males é inconvenientes

que de quedarse ó de partir podrian seguirse. Inciertos y perplejos andaban los médicos, á quienes se consultaba; ¿ni cómo podian tampoco emitir un dictámen que no fuese, ó científica ó políticamente arriesgado? Porque el pueblo de Cádiz no perdonaba á los que opinaban por la salida de la ciudad, y el mismo don Agustin de Argüelles, con ser uno de los diputados mas queridos y mas recientemente festejados, estuvo por lo mismo en riesgo de sufrir el enojo y las iras del vulgo. Añádase á ésto que diputados distinguidos negaban la existencia de la peste, y el señor Mejía, que pasaba por entendido en medicina, llegó á decir en uno de sus discursos que apostaba la cabeza á que no exis

dirles que se separasen, y me desprendí de ellos asegurándoles nuevamente en lo que les tenia ofrecido. Yéndome desde allí al cuarto del señor Agar con don Francisco Serra, encontramos con el señor presidente de las Córtes extraordinarias Gordoa, y le obligué á que viniese conmigo. Al señor Agar le hice ver lo prevenido en la Constitucion sobre el modo de celebrar Córtes extraordinarias en los casos urgentes: concurrió el señor Ciscar, y tambien los secretarios Alvarez

Guerra y Cano Manuel, y todos se convencieron de la necesidad de convocar al momento las Córtes. Mientras se ponia el oficio para el presidente de la Diputacion, fuí yo al salon de Cortes; hallé á su rededor mucha gente reunida; fuíles diciendo que iban á celebrarse Córtes, con lo que se sosegó el clamor. Volví por el oficio, que traje yo mismo á la Diputacion, que estaba reunida en el salon, y sucedió lo demás que consta en los Diarios.»

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