Imágenes de páginas
PDF
EPUB

aquellas guarniciones para que le sirvieran de apoyo cuando triunfante otra vez de la Europa coaligada volviera á ostentar sus águilas por aquellos remotos paises (").

Pero las sangrientas jornadas de Leipsick habian dado al traste con los gigantescos designios del genio de la ambicion, y aquellos 190.000 hombres que juntos hubieran formado todavía un lucidísimo ejército y podido servir de base para otro mucho mas nume-roso, aislados y dispersos á grandes distancias algunos, bloqueados casi todos en plazas enclavadas en paises enemigos, á muchas jornadas del Rhin, en medio de los victoriosos é inmensos ejércitos de la Europa confederada, cerrado el camino. de la Francia, y sin fácil, y aun los más sin posible comunicacion entre sí, ¿cuál podia ser la suerte de aquellas guarniciones, por grande que fuera su heroismo, sino las penalidades, los infortunios, la desesperacion, y tras ella ó la sumision al enemigo ó la muerte? Así fué sucediendo, como era fácil de pronosticar. La guarnicion de Dresde, fuerte de 30.000 hombres, con estar mandada por un general de tan alta reputacion y de tan firme carácter como el mariscal Saint-Cyr, tuvo que resignarse á quedar prisionera de guerra,

(1) Habia dejado 3.000 hombres en Modlin, otros 3.000 en Zamose, 28.000 en Danzick, 8.000 en Glogau, 4.000 en Custrin, 12.000 en Stettin, 30.000

en Dresde, 26.000 en Torgau, 3.000 en Wittenberg, 25.000 en Magdeburgo, 40.000 en Hamburgo, 6.000 en Erfurt, y 2.000 en Wurtzburgo.

desaprobada por el emperador Alejandro la capitulacion que antes habia hecho (11 de noviembre, 1813), con la ventajosa condicion de poder ir á Francia, y con la facultad de servir despues de cangeada: acto de que los franceses se quejaron amargamente, calificándole de violacion indigna de un tratado, y haciendo por ello cargos terribles á los soberanos del Norte.

Las demás guarniciones de Modlin, de Zamose, de Wittenberg, de Torgau, de Hamburgo, de Stettin, de Glogau, de Custrin, de Magdeburgo, de Danzick, las unas sufrian todos los horrores del hambre, las otras los rigores de la peste, desarrollado en unas partes el tifus, en otras la fiebre hospitalaria, y hasta la fiebre llamada de congelacion, nacida ésta del frio, como aquella de la humedad y de la insalubridad del aire, que arrebataban á millares los 30ldados y enviaban al sepulcro generales y caudillos ilustres: bloqueadas todas, resistiendo algunas incesante bombardeo; firmes en medio de su abandono, y sin faltarles aquella fé que habia sabido inspirar á sus guerreros Napoleon, y esperando todavía de él poco menos que milagros, si algunas se rindieron y capitularon, agotados todos los medios de defensa, otras subsistian todavía á fines del año, prolongando una resistencia que admiraba y desesperaba á sus enemigos. Cada cuál parecia haberse propuesto ser el último que entregára á la coalicion su espada.

Resumiendo; al terminar el año 1813, Napoleon,

que aun despues del desastre de Moscow habia aspirado todavía á enseñorear la Europa, que menospreeiando la mediacion del Austria y convirtiéndola imprudentemente de aliada en enemiga, presumió poder triunfar él solo de toda la Europa coaligada, y creyó bastarle su genio para reparar de un solo golpe todos sus anteriores desastres y para encumbrarse á tanta ó mayor altura que en la que ántes se habia visto, recogió por fruto de su desmedido orgullo y por resultado de la atrevida y temeraria campaña de Sajonia, haber perdido entre combates, enfermedades y marchas 300.000 hombres, dejar 190.000 comprometidos y bloqueados en plazas de naciones enemigas, contar apenas 50.000 hombres útiles para defender las fronteras del Rhin y resguardar la Francia, verse abandonado de todos sus aliados, y haber regresado á París á pedir á la Francia mas hombres y mas oro, para ver todavía de satisfacer, so pretesto del engrandecimiento de la Francia, aquella ambicion que le hacía perderlo todo por querer ganarlo todo.

De la parte de España, aquellos ejércitos imperiales que tan fácil habian creido amarrarla al carro triunfal de Napoleon, y que llegaron á mirar y á gobernar como un departamento del imperio francés, se hallaban lanzados del suelo español: las tropas aliadas, inglesas, portuguesas y españolas, pisaban el territorio de la Francia, arrollaban las huestes de Bonaparte, y amenazaban una plaza fuerte del imperio.

Y el gobierno español, primero fugitivo y después refugiado en una ciudad murada á la extremidad del reino, y las Córtes españolas, ántes reducidas á deliberar en el mismo estrecho recinto entre el estruendo y el estallido de los cañones y de las bombas enemigas, disponíanse ahora uno y otras á funcionar libre y desembarazadamente en la antigua capital de la monarquía. Con tan felices auspicios se anunciaba el año 1814, que habia de ser fecundo en grandes sucesos, previstos ya unos, inopinados otros, aquellos lisonjeros sobremanera, éstos sobremanera amargos.

« AnteriorContinuar »